domingo, 10 de agosto de 2014

''Cuatro historias de una misma organización''

  Capítulo I




Las calles estaban muy oscuras y un silencio sepulcral reinaba en la tranquila noche. Nueva York, dormía y sus habitantes descansaban después de una larga jornada.
Pero, no todos dormían, algunos salían a dar vueltas por ahí, otros, vagabundos, sin tener a donde ir, se refugiaban en algún callejón intentando conciliar el sueños, mientras tanto, dejaban un ojo abierto para estar alerta.
Las horas pasaban, y el reloj marcaba la medianoche. En ese instante salían Giovanni Musso, Margaret Musso y su hijo Dominic, del teatro, que se encontraba a un par de manzanas del museo Cooper-Hewitt en Manhattan.

  • Gracias por traernos, padre – le dijo Dominic, mientras tomaba la mano de su padre para cruzar la calle.
  • De nada, hijo. Lo siento por no poder hacer esto más seguido, pero la familia me lleva mucho tiempo, y es algo a lo que no le puedo dar la espalda – y lo besó en la frente, mostrando cariño y afecto por su hijo- pero ya lo vas a entender cuando crezcas y seas un hombre.
  • Está bien, yo te entiendo- y le sonrió de manera muy tierna e inocente.

Dominic tenía nueve años, era bajo para su edad, su cabello era negro y sus ojos celestes, que sólo eran comparables con el color del cielo en una tarde de primavera. Su padre, un hombre de unos cuarenta años, iba a su lado: alto, muy blanco y con la mirada dura, característica de un hombre de negocios. Por último, estaba su madre, que se había quedado tras ellos, dejándolos a solas para que pudiesen hablar de padre a hijo, de hombre a hombre, el lo cual, ella no se encontraba incluida. Era hermosa, debía tener unos cinco años menos que su marido, al igual que él, era italiana de sangre, pero había viajado con su familia cuando era pequeña a los Estado Unidos, desde ese entonces vivió en Florida con sus padres hasta que conoció a Giovanni y se la llevó a vivir con él a Manhattan. Sus ojos, de un celeste hermoso al igual que su hijo, eran la envidia de todas las damas de la ciudad, muy rubia y siempre iba muy arreglada a donde sea, hasta en su casa.
La familia cruzó la calle, y cuando se encontraban junto al coche, el padre, abrió la puerta trasera del auto para que pudiese entrar su hijo, luego fue a hacer lo mismo con su mujer, pero cuando fue abrir la puerta apareció otro coche, doblando desde la esquina a una velocidad excesiva. Frenó a dos metros del auto de Giovanni y, del mismo, descendieron tres hombre, portando en sus manos una metralleta cada uno.
Giovanni, al ver lo que pasaba, le susurro algo al oído de su hijo.
  • Dominic, quédate en el coche, escóndete debajo del asiento y no salgas por nada. Hazme caso. Te amo hijo.
Esas fueron las últimas palabras que pudo decirle su hijo. Luego abrazó a su mujer y esperó lo inminente.

  • Giovanni, te envía saludos Don Marcotti - y sin decir más nada los hombres vaciaron sus cargadores en los padres de Dominic. Pararon cuando ya no les quedaban balas. Luego sin decir palabra alguna, uno de ellos se acercó a los cuerpos, ya inertes en el piso, y escupió en los restos que quedaban de Giovanni. Luego miró con tristeza el cuerpo de la mujer y desapareció en el coche junto a sus cómplices.

Unos minutos después, cuando ya no había ningún ruido en la calle, Dominic salió de su escondite, esperando ver a su padre sano y salvo, con un abrazo y diciéndole que todo estaba bien, que sólo había sido un mal entendido. Pero no, al salir del coche, miró en todas las direcciones y lo único que vio fue a los dos cuerpos destrozados en el piso por las balas de los que antes eran sus dos padres.
El niño, comenzó a llorar desconsoladamente, se tiró encima de los cuerpos y los abrazó lo más fuerte que pudo, creyendo que aún estaban allí con él, pero no era así, ya no volverían, lo habían dejado solo, sin nadie para protegerlo.
Eran tan fuertes los gritos que hacia el niño, que hizo que se prendieran muchas luces en la manzana, hasta que una señora, de unos setenta años, salió a la calle a consolarlo.

  • Ven, hijo, ven conmigo todo va a estar bien, ya llamé a la policía, llegarán en cualquier momento- le decía mientras lo rodeaba con sus brazos y le acariciaba la cabeza.

Así estuvieron por un buen rato hasta la llegada de la policía.

  • Maldición, otro ajuste de cuentas – le decía un oficial al otro- no puede ser que se estén apoderando de la ciudad como si nada.
  • Yo lo conozco, se llama Giovanni Musso, trabaja para Don Falcony, el principal jefe de Manhattan.
  • No me importa quiénes sean, no podemos seguir tolerando esto, por lo menos esta vez se están matando entre ellos- la cara del policía expresaba asco al hablar de los mafiosos.

A los cinco minutos, se dio la llegada de una ambulancia y sin preguntar por lo que había pasado, corroboraron que los cuerpos estaban inertes y se retiraron. Luego uno de los dos policías se acercó para hablar con el niño.

  • ¿Hijo, estás bien?- le preguntó el oficial que conocía a las víctimas.
  • Sí, señor – respondió Dominic, mientras se secaba las lágrimas de los ojos.
  • Cuéntanos que pasó aquí.
  • No lo sé, mi padre me mandó esconderme debajo del asiento de nuestro auto, luego escuché como un hombre le decía un par de palabras y lo demás solo fue ruidos de balas por todos lados.
  • Está bien, ahora vendrás con nosotros y nos encargaremos de ti. ¿Estás de acuerdo?

El niño movió su cabeza de arriba a abajo, para expresar que estaba de acuerdo. Luego lo llevaron a la patrulla y se dirigieron a una estación de policías a unos diez minutos de allí.
En todo momento, Dominic, no podía dejar de pensar en lo que había pasado en ese lugar, en su mente sólo podía dibujar la cara de su padre ordenándole que se quedara escondido en el automóvil. Luego, una oscuridad se plasmaba en su mente y solamente escuchaba el sonido de las balas hiriendo su padre, a su madre y algunas que rebotaban en el coche.
Al llegar a la estación, dejaron al niño en una sala y quedando solo con sus pensamientos. A los minutos, aparece de nuevo el policía que lo había llevado hasta allí.

  • ¿Hijo, como te encuentras? - le preguntó.
  • Bien, señor -le mintió, la verdad no era así, sólo quería estar solo.
  • Bueno, toma – mientras le ofrecía una taza de chocolate caliente y dos donas – te harán sentir mejor.
  • Muchas gracias, señor – y lo volvió a dejar solo con sus pensamientos...



Veinte años después:


  • Señor, el trabajo está hecho - Dominic, le hablaba a un hombre, viejo, de aspecto tranquilo y que sólo con su presencia emanaba respeto.
  • Bien hecho hijo, ahora quiero que te sientes a mi lado y hablemos un rato.
  • Si, ¿qué pasa? - le preguntó Dominic con intriga.
  • Sabes que me estoy poniendo viejo, no sé cuánto tiempo más podré estar frente de la familia. Es momento de que aprendas todo lo posible sobre mi, que sepas manejar el negocio tan bien como yo.
  • Pero, ¿está seguro de que yo seré capaz de estar frente a la familia?- no podía creer lo que estaba escuchando, si bien tenía una relación muy personal con el señor Falcony, nunca hubiese imaginado que él sería su sucesor, y menos, sabiendo que el principal jefe de la cosa nostra, en Estado Unidos, tenía tres hijos varones de sangre.
  • Lo estoy, yo sé en qué estás pensando, sé que nunca hubieses imaginado que serías tú quien tomara mi lugar en la familia, pero ninguno de mis hijos es como tú, ninguno de ellos pasó por las cosas que tú has pasado, tu experiencia de la vida te han hecho fuerte, capaz de sobrevivir a cualquier cosa. Te han hecho un hombre tranquilo, paciente y disciplinado. Además has demostrado en muchas ocasiones tu lealtad hacia mí, y eso es lo que me hace confiar más en ti, más que en mis propios hijos - a Dominic, escuchar eso le provocaba mucha satisfacción, y deseaba poder expresar esa felicidad a través de lágrimas, pero no podía, eso en un hombre sería demostrar debilidad, el acto de llorar era permitido sólo para las mujeres, así que prefirió demostrar su afecto por aquel hombre, prestándole atención y escuchando de manera atenta todo lo que el anciano tenía para decir.
  • Valoro mucho sus palabras señor Falcony, usted sabe que es un padre para mi, pero si aceptara, sería una falta de respeto a sus hijos de sangre.
  • Hijo, las cosas tienen que cambiar, ya no vivimos en los tiempos en que eramos jefes, en los que todos nos tenían respeto, en los que podíamos hacer lo que quisiéramos. Esos tiempos ya no existen, los policías, cada vez son más difíciles de comprar y peor es comprar a un político. Mis hijos no tienen la capacidad de enfrentarse a este nuevo mundo, no la tienen, no son como tú, eres diferente, no se como explicarlo, pero eres lo mejor para nuestra organización,y más en estos momentos.
  • ¿Qué quiere decir con que los tiempos han cambiado?- Dominic, no entendía que quería decir aquel hombre.
  • Las guerras, los ajustes de cuentas, los sobornos, traficar con armas y todas las actividades ilícitas que llevamos a cabo, ya no nos van a proporcionar el poder que ahora poseemos en el futuro- su expresión era sería, dura, intentando dejar bien en claro su mensaje, queriendo hacer entender, a Dominic, que lo que decía iba muy en serio y que no era un juego a lo que se enfrentaría si llegará a tomar su puesto- los tiempos han cambiado, Dominic. Hay muchas formas de conseguir el poder, y ya no es por medio de la violencia o la extorsión, ahora los hombres inteligentes y no los duros son los que se hacen del dinero fácil y consiguen todos los lujos que nos puede proporcionar la vida. Y tú eres uno de esos hombres que solicita el mundo de negocios en el que vivimos.
  • Muchas gracias padre, pero no se como enfrentarme a todo esto, no me considero muy inteligente y menos fuerte, no creo que encaje en toda esa descripción que usted está haciendo sobre mi.
  • Te subestimas demasiado, ese es tu peor defecto, no puedes ver todo lo que vales, y mira que vales mucho- luego de ese último elogio, el anciano abrazó a Dominic y le dijo algo al oído, algo que él nunca iba a olvidar. Acto seguido ordenó a Dominic, que contacte a todos los miembros importantes de la familia y que organice una reunión en su mansión.


Dominic, siguiendo las ordenes del viejo, llamó a cada uno de los miembros de la familia, a los hijos, a su consiglieri y a capos de las familias que trabajaban para el Don, los cuales se contactarían con el resto de la organización. Él, no sabía el porque de la reunión, pero lo sospechaba y sabía que lo que diría el Don ocasionaría muchas discusiones y pleitos.
Ya entrada las diez de la noche del mismo día, en el despacho del Don, el cual era amplio y con espacio suficiente para todos los miembros de las organización, estaban reunidos todos los invitados, esperando impacientes por la llegada de su anfitrión. El mismo llegó diez minutos después, cuando ya estaba seguro de que todos estaban allí reunidos. Entró despacio y en su rostro se observada una serenidad impresionando, digna de un hombre de su reputación.
  • Gracias Dominic, por haber arreglado está reunión a último momento – y le brindó una sonrisa juguetona, propia del sentido del humor del Don – bueno, se preguntarán porqué están acá, porqué pedí organizar esta reunión a último momento, y por eso es que le agradezco su presencia y sé que muchos tuvieron que cancelar compromisos previos, y también agradezco que no hicieran preguntas sobre la misma - muchas mirada bajaron en seguida, ya que lo último que dijo el Don fue un tanto irónico, pues se había enterado que muchos de los allí presenten habían preguntado el por qué de la reunión y si era de suma importancia asistir a la misma, por el hecho de que tenían compromisos previos. Al no recibir respuesta alguna sobre sus inquietudes, no tuvieron más opción que cancelar todo y asistir - Como ya les dije, estoy muy agradecido y sin más preámbulos comencemos la reunión.



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''Cuatro historias de una misma organización''

  Capítulo I




Las calles estaban muy oscuras y un silencio sepulcral reinaba en la tranquila noche. Nueva York, dormía y sus habitantes descansaban después de una larga jornada.
Pero, no todos dormían, algunos salían a dar vueltas por ahí, otros, vagabundos, sin tener a donde ir, se refugiaban en algún callejón intentando conciliar el sueños, mientras tanto, dejaban un ojo abierto para estar alerta.
Las horas pasaban, y el reloj marcaba la medianoche. En ese instante salían Giovanni Musso, Margaret Musso y su hijo Dominic, del teatro, que se encontraba a un par de manzanas del museo Cooper-Hewitt en Manhattan.

  • Gracias por traernos, padre – le dijo Dominic, mientras tomaba la mano de su padre para cruzar la calle.
  • De nada, hijo. Lo siento por no poder hacer esto más seguido, pero la familia me lleva mucho tiempo, y es algo a lo que no le puedo dar la espalda – y lo besó en la frente, mostrando cariño y afecto por su hijo- pero ya lo vas a entender cuando crezcas y seas un hombre.
  • Está bien, yo te entiendo- y le sonrió de manera muy tierna e inocente.

Dominic tenía nueve años, era bajo para su edad, su cabello era negro y sus ojos celestes, que sólo eran comparables con el color del cielo en una tarde de primavera. Su padre, un hombre de unos cuarenta años, iba a su lado: alto, muy blanco y con la mirada dura, característica de un hombre de negocios. Por último, estaba su madre, que se había quedado tras ellos, dejándolos a solas para que pudiesen hablar de padre a hijo, de hombre a hombre, el lo cual, ella no se encontraba incluida. Era hermosa, debía tener unos cinco años menos que su marido, al igual que él, era italiana de sangre, pero había viajado con su familia cuando era pequeña a los Estado Unidos, desde ese entonces vivió en Florida con sus padres hasta que conoció a Giovanni y se la llevó a vivir con él a Manhattan. Sus ojos, de un celeste hermoso al igual que su hijo, eran la envidia de todas las damas de la ciudad, muy rubia y siempre iba muy arreglada a donde sea, hasta en su casa.
La familia cruzó la calle, y cuando se encontraban junto al coche, el padre, abrió la puerta trasera del auto para que pudiese entrar su hijo, luego fue a hacer lo mismo con su mujer, pero cuando fue abrir la puerta apareció otro coche, doblando desde la esquina a una velocidad excesiva. Frenó a dos metros del auto de Giovanni y, del mismo, descendieron tres hombre, portando en sus manos una metralleta cada uno.
Giovanni, al ver lo que pasaba, le susurro algo al oído de su hijo.
  • Dominic, quédate en el coche, escóndete debajo del asiento y no salgas por nada. Hazme caso. Te amo hijo.
Esas fueron las últimas palabras que pudo decirle su hijo. Luego abrazó a su mujer y esperó lo inminente.

  • Giovanni, te envía saludos Don Marcotti - y sin decir más nada los hombres vaciaron sus cargadores en los padres de Dominic. Pararon cuando ya no les quedaban balas. Luego sin decir palabra alguna, uno de ellos se acercó a los cuerpos, ya inertes en el piso, y escupió en los restos que quedaban de Giovanni. Luego miró con tristeza el cuerpo de la mujer y desapareció en el coche junto a sus cómplices.

Unos minutos después, cuando ya no había ningún ruido en la calle, Dominic salió de su escondite, esperando ver a su padre sano y salvo, con un abrazo y diciéndole que todo estaba bien, que sólo había sido un mal entendido. Pero no, al salir del coche, miró en todas las direcciones y lo único que vio fue a los dos cuerpos destrozados en el piso por las balas de los que antes eran sus dos padres.
El niño, comenzó a llorar desconsoladamente, se tiró encima de los cuerpos y los abrazó lo más fuerte que pudo, creyendo que aún estaban allí con él, pero no era así, ya no volverían, lo habían dejado solo, sin nadie para protegerlo.
Eran tan fuertes los gritos que hacia el niño, que hizo que se prendieran muchas luces en la manzana, hasta que una señora, de unos setenta años, salió a la calle a consolarlo.

  • Ven, hijo, ven conmigo todo va a estar bien, ya llamé a la policía, llegarán en cualquier momento- le decía mientras lo rodeaba con sus brazos y le acariciaba la cabeza.

Así estuvieron por un buen rato hasta la llegada de la policía.

  • Maldición, otro ajuste de cuentas – le decía un oficial al otro- no puede ser que se estén apoderando de la ciudad como si nada.
  • Yo lo conozco, se llama Giovanni Musso, trabaja para Don Falcony, el principal jefe de Manhattan.
  • No me importa quiénes sean, no podemos seguir tolerando esto, por lo menos esta vez se están matando entre ellos- la cara del policía expresaba asco al hablar de los mafiosos.

A los cinco minutos, se dio la llegada de una ambulancia y sin preguntar por lo que había pasado, corroboraron que los cuerpos estaban inertes y se retiraron. Luego uno de los dos policías se acercó para hablar con el niño.

  • ¿Hijo, estás bien?- le preguntó el oficial que conocía a las víctimas.
  • Sí, señor – respondió Dominic, mientras se secaba las lágrimas de los ojos.
  • Cuéntanos que pasó aquí.
  • No lo sé, mi padre me mandó esconderme debajo del asiento de nuestro auto, luego escuché como un hombre le decía un par de palabras y lo demás solo fue ruidos de balas por todos lados.
  • Está bien, ahora vendrás con nosotros y nos encargaremos de ti. ¿Estás de acuerdo?

El niño movió su cabeza de arriba a abajo, para expresar que estaba de acuerdo. Luego lo llevaron a la patrulla y se dirigieron a una estación de policías a unos diez minutos de allí.
En todo momento, Dominic, no podía dejar de pensar en lo que había pasado en ese lugar, en su mente sólo podía dibujar la cara de su padre ordenándole que se quedara escondido en el automóvil. Luego, una oscuridad se plasmaba en su mente y solamente escuchaba el sonido de las balas hiriendo su padre, a su madre y algunas que rebotaban en el coche.
Al llegar a la estación, dejaron al niño en una sala y quedando solo con sus pensamientos. A los minutos, aparece de nuevo el policía que lo había llevado hasta allí.

  • ¿Hijo, como te encuentras? - le preguntó.
  • Bien, señor -le mintió, la verdad no era así, sólo quería estar solo.
  • Bueno, toma – mientras le ofrecía una taza de chocolate caliente y dos donas – te harán sentir mejor.
  • Muchas gracias, señor – y lo volvió a dejar solo con sus pensamientos...



Veinte años después:


  • Señor, el trabajo está hecho - Dominic, le hablaba a un hombre, viejo, de aspecto tranquilo y que sólo con su presencia emanaba respeto.
  • Bien hecho hijo, ahora quiero que te sientes a mi lado y hablemos un rato.
  • Si, ¿qué pasa? - le preguntó Dominic con intriga.
  • Sabes que me estoy poniendo viejo, no sé cuánto tiempo más podré estar frente de la familia. Es momento de que aprendas todo lo posible sobre mi, que sepas manejar el negocio tan bien como yo.
  • Pero, ¿está seguro de que yo seré capaz de estar frente a la familia?- no podía creer lo que estaba escuchando, si bien tenía una relación muy personal con el señor Falcony, nunca hubiese imaginado que él sería su sucesor, y menos, sabiendo que el principal jefe de la cosa nostra, en Estado Unidos, tenía tres hijos varones de sangre.
  • Lo estoy, yo sé en qué estás pensando, sé que nunca hubieses imaginado que serías tú quien tomara mi lugar en la familia, pero ninguno de mis hijos es como tú, ninguno de ellos pasó por las cosas que tú has pasado, tu experiencia de la vida te han hecho fuerte, capaz de sobrevivir a cualquier cosa. Te han hecho un hombre tranquilo, paciente y disciplinado. Además has demostrado en muchas ocasiones tu lealtad hacia mí, y eso es lo que me hace confiar más en ti, más que en mis propios hijos - a Dominic, escuchar eso le provocaba mucha satisfacción, y deseaba poder expresar esa felicidad a través de lágrimas, pero no podía, eso en un hombre sería demostrar debilidad, el acto de llorar era permitido sólo para las mujeres, así que prefirió demostrar su afecto por aquel hombre, prestándole atención y escuchando de manera atenta todo lo que el anciano tenía para decir.
  • Valoro mucho sus palabras señor Falcony, usted sabe que es un padre para mi, pero si aceptara, sería una falta de respeto a sus hijos de sangre.
  • Hijo, las cosas tienen que cambiar, ya no vivimos en los tiempos en que eramos jefes, en los que todos nos tenían respeto, en los que podíamos hacer lo que quisiéramos. Esos tiempos ya no existen, los policías, cada vez son más difíciles de comprar y peor es comprar a un político. Mis hijos no tienen la capacidad de enfrentarse a este nuevo mundo, no la tienen, no son como tú, eres diferente, no se como explicarlo, pero eres lo mejor para nuestra organización,y más en estos momentos.
  • ¿Qué quiere decir con que los tiempos han cambiado?- Dominic, no entendía que quería decir aquel hombre.
  • Las guerras, los ajustes de cuentas, los sobornos, traficar con armas y todas las actividades ilícitas que llevamos a cabo, ya no nos van a proporcionar el poder que ahora poseemos en el futuro- su expresión era sería, dura, intentando dejar bien en claro su mensaje, queriendo hacer entender, a Dominic, que lo que decía iba muy en serio y que no era un juego a lo que se enfrentaría si llegará a tomar su puesto- los tiempos han cambiado, Dominic. Hay muchas formas de conseguir el poder, y ya no es por medio de la violencia o la extorsión, ahora los hombres inteligentes y no los duros son los que se hacen del dinero fácil y consiguen todos los lujos que nos puede proporcionar la vida. Y tú eres uno de esos hombres que solicita el mundo de negocios en el que vivimos.
  • Muchas gracias padre, pero no se como enfrentarme a todo esto, no me considero muy inteligente y menos fuerte, no creo que encaje en toda esa descripción que usted está haciendo sobre mi.
  • Te subestimas demasiado, ese es tu peor defecto, no puedes ver todo lo que vales, y mira que vales mucho- luego de ese último elogio, el anciano abrazó a Dominic y le dijo algo al oído, algo que él nunca iba a olvidar. Acto seguido ordenó a Dominic, que contacte a todos los miembros importantes de la familia y que organice una reunión en su mansión.


Dominic, siguiendo las ordenes del viejo, llamó a cada uno de los miembros de la familia, a los hijos, a su consiglieri y a capos de las familias que trabajaban para el Don, los cuales se contactarían con el resto de la organización. Él, no sabía el porque de la reunión, pero lo sospechaba y sabía que lo que diría el Don ocasionaría muchas discusiones y pleitos.
Ya entrada las diez de la noche del mismo día, en el despacho del Don, el cual era amplio y con espacio suficiente para todos los miembros de las organización, estaban reunidos todos los invitados, esperando impacientes por la llegada de su anfitrión. El mismo llegó diez minutos después, cuando ya estaba seguro de que todos estaban allí reunidos. Entró despacio y en su rostro se observada una serenidad impresionando, digna de un hombre de su reputación.
  • Gracias Dominic, por haber arreglado está reunión a último momento – y le brindó una sonrisa juguetona, propia del sentido del humor del Don – bueno, se preguntarán porqué están acá, porqué pedí organizar esta reunión a último momento, y por eso es que le agradezco su presencia y sé que muchos tuvieron que cancelar compromisos previos, y también agradezco que no hicieran preguntas sobre la misma - muchas mirada bajaron en seguida, ya que lo último que dijo el Don fue un tanto irónico, pues se había enterado que muchos de los allí presenten habían preguntado el por qué de la reunión y si era de suma importancia asistir a la misma, por el hecho de que tenían compromisos previos. Al no recibir respuesta alguna sobre sus inquietudes, no tuvieron más opción que cancelar todo y asistir - Como ya les dije, estoy muy agradecido y sin más preámbulos comencemos la reunión.



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  Capítulo I




Las calles estaban muy oscuras y un silencio sepulcral reinaba en la tranquila noche. Nueva York, dormía y sus habitantes descansaban después de una larga jornada.
Pero, no todos dormían, algunos salían a dar vueltas por ahí, otros, vagabundos, sin tener a donde ir, se refugiaban en algún callejón intentando conciliar el sueños, mientras tanto, dejaban un ojo abierto para estar alerta.
Las horas pasaban, y el reloj marcaba la medianoche. En ese instante salían Giovanni Musso, Margaret Musso y su hijo Dominic, del teatro, que se encontraba a un par de manzanas del museo Cooper-Hewitt en Manhattan.

  • Gracias por traernos, padre – le dijo Dominic, mientras tomaba la mano de su padre para cruzar la calle.
  • De nada, hijo. Lo siento por no poder hacer esto más seguido, pero la familia me lleva mucho tiempo, y es algo a lo que no le puedo dar la espalda – y lo besó en la frente, mostrando cariño y afecto por su hijo- pero ya lo vas a entender cuando crezcas y seas un hombre.
  • Está bien, yo te entiendo- y le sonrió de manera muy tierna e inocente.

Dominic tenía nueve años, era bajo para su edad, su cabello era negro y sus ojos celestes, que sólo eran comparables con el color del cielo en una tarde de primavera. Su padre, un hombre de unos cuarenta años, iba a su lado: alto, muy blanco y con la mirada dura, característica de un hombre de negocios. Por último, estaba su madre, que se había quedado tras ellos, dejándolos a solas para que pudiesen hablar de padre a hijo, de hombre a hombre, el lo cual, ella no se encontraba incluida. Era hermosa, debía tener unos cinco años menos que su marido, al igual que él, era italiana de sangre, pero había viajado con su familia cuando era pequeña a los Estado Unidos, desde ese entonces vivió en Florida con sus padres hasta que conoció a Giovanni y se la llevó a vivir con él a Manhattan. Sus ojos, de un celeste hermoso al igual que su hijo, eran la envidia de todas las damas de la ciudad, muy rubia y siempre iba muy arreglada a donde sea, hasta en su casa.
La familia cruzó la calle, y cuando se encontraban junto al coche, el padre, abrió la puerta trasera del auto para que pudiese entrar su hijo, luego fue a hacer lo mismo con su mujer, pero cuando fue abrir la puerta apareció otro coche, doblando desde la esquina a una velocidad excesiva. Frenó a dos metros del auto de Giovanni y, del mismo, descendieron tres hombre, portando en sus manos una metralleta cada uno.
Giovanni, al ver lo que pasaba, le susurro algo al oído de su hijo.
  • Dominic, quédate en el coche, escóndete debajo del asiento y no salgas por nada. Hazme caso. Te amo hijo.
Esas fueron las últimas palabras que pudo decirle su hijo. Luego abrazó a su mujer y esperó lo inminente.

  • Giovanni, te envía saludos Don Marcotti - y sin decir más nada los hombres vaciaron sus cargadores en los padres de Dominic. Pararon cuando ya no les quedaban balas. Luego sin decir palabra alguna, uno de ellos se acercó a los cuerpos, ya inertes en el piso, y escupió en los restos que quedaban de Giovanni. Luego miró con tristeza el cuerpo de la mujer y desapareció en el coche junto a sus cómplices.

Unos minutos después, cuando ya no había ningún ruido en la calle, Dominic salió de su escondite, esperando ver a su padre sano y salvo, con un abrazo y diciéndole que todo estaba bien, que sólo había sido un mal entendido. Pero no, al salir del coche, miró en todas las direcciones y lo único que vio fue a los dos cuerpos destrozados en el piso por las balas de los que antes eran sus dos padres.
El niño, comenzó a llorar desconsoladamente, se tiró encima de los cuerpos y los abrazó lo más fuerte que pudo, creyendo que aún estaban allí con él, pero no era así, ya no volverían, lo habían dejado solo, sin nadie para protegerlo.
Eran tan fuertes los gritos que hacia el niño, que hizo que se prendieran muchas luces en la manzana, hasta que una señora, de unos setenta años, salió a la calle a consolarlo.

  • Ven, hijo, ven conmigo todo va a estar bien, ya llamé a la policía, llegarán en cualquier momento- le decía mientras lo rodeaba con sus brazos y le acariciaba la cabeza.

Así estuvieron por un buen rato hasta la llegada de la policía.

  • Maldición, otro ajuste de cuentas – le decía un oficial al otro- no puede ser que se estén apoderando de la ciudad como si nada.
  • Yo lo conozco, se llama Giovanni Musso, trabaja para Don Falcony, el principal jefe de Manhattan.
  • No me importa quiénes sean, no podemos seguir tolerando esto, por lo menos esta vez se están matando entre ellos- la cara del policía expresaba asco al hablar de los mafiosos.

A los cinco minutos, se dio la llegada de una ambulancia y sin preguntar por lo que había pasado, corroboraron que los cuerpos estaban inertes y se retiraron. Luego uno de los dos policías se acercó para hablar con el niño.

  • ¿Hijo, estás bien?- le preguntó el oficial que conocía a las víctimas.
  • Sí, señor – respondió Dominic, mientras se secaba las lágrimas de los ojos.
  • Cuéntanos que pasó aquí.
  • No lo sé, mi padre me mandó esconderme debajo del asiento de nuestro auto, luego escuché como un hombre le decía un par de palabras y lo demás solo fue ruidos de balas por todos lados.
  • Está bien, ahora vendrás con nosotros y nos encargaremos de ti. ¿Estás de acuerdo?

El niño movió su cabeza de arriba a abajo, para expresar que estaba de acuerdo. Luego lo llevaron a la patrulla y se dirigieron a una estación de policías a unos diez minutos de allí.
En todo momento, Dominic, no podía dejar de pensar en lo que había pasado en ese lugar, en su mente sólo podía dibujar la cara de su padre ordenándole que se quedara escondido en el automóvil. Luego, una oscuridad se plasmaba en su mente y solamente escuchaba el sonido de las balas hiriendo su padre, a su madre y algunas que rebotaban en el coche.
Al llegar a la estación, dejaron al niño en una sala y quedando solo con sus pensamientos. A los minutos, aparece de nuevo el policía que lo había llevado hasta allí.

  • ¿Hijo, como te encuentras? - le preguntó.
  • Bien, señor -le mintió, la verdad no era así, sólo quería estar solo.
  • Bueno, toma – mientras le ofrecía una taza de chocolate caliente y dos donas – te harán sentir mejor.
  • Muchas gracias, señor – y lo volvió a dejar solo con sus pensamientos...



Veinte años después:


  • Señor, el trabajo está hecho - Dominic, le hablaba a un hombre, viejo, de aspecto tranquilo y que sólo con su presencia emanaba respeto.
  • Bien hecho hijo, ahora quiero que te sientes a mi lado y hablemos un rato.
  • Si, ¿qué pasa? - le preguntó Dominic con intriga.
  • Sabes que me estoy poniendo viejo, no sé cuánto tiempo más podré estar frente de la familia. Es momento de que aprendas todo lo posible sobre mi, que sepas manejar el negocio tan bien como yo.
  • Pero, ¿está seguro de que yo seré capaz de estar frente a la familia?- no podía creer lo que estaba escuchando, si bien tenía una relación muy personal con el señor Falcony, nunca hubiese imaginado que él sería su sucesor, y menos, sabiendo que el principal jefe de la cosa nostra, en Estado Unidos, tenía tres hijos varones de sangre.
  • Lo estoy, yo sé en qué estás pensando, sé que nunca hubieses imaginado que serías tú quien tomara mi lugar en la familia, pero ninguno de mis hijos es como tú, ninguno de ellos pasó por las cosas que tú has pasado, tu experiencia de la vida te han hecho fuerte, capaz de sobrevivir a cualquier cosa. Te han hecho un hombre tranquilo, paciente y disciplinado. Además has demostrado en muchas ocasiones tu lealtad hacia mí, y eso es lo que me hace confiar más en ti, más que en mis propios hijos - a Dominic, escuchar eso le provocaba mucha satisfacción, y deseaba poder expresar esa felicidad a través de lágrimas, pero no podía, eso en un hombre sería demostrar debilidad, el acto de llorar era permitido sólo para las mujeres, así que prefirió demostrar su afecto por aquel hombre, prestándole atención y escuchando de manera atenta todo lo que el anciano tenía para decir.
  • Valoro mucho sus palabras señor Falcony, usted sabe que es un padre para mi, pero si aceptara, sería una falta de respeto a sus hijos de sangre.
  • Hijo, las cosas tienen que cambiar, ya no vivimos en los tiempos en que eramos jefes, en los que todos nos tenían respeto, en los que podíamos hacer lo que quisiéramos. Esos tiempos ya no existen, los policías, cada vez son más difíciles de comprar y peor es comprar a un político. Mis hijos no tienen la capacidad de enfrentarse a este nuevo mundo, no la tienen, no son como tú, eres diferente, no se como explicarlo, pero eres lo mejor para nuestra organización,y más en estos momentos.
  • ¿Qué quiere decir con que los tiempos han cambiado?- Dominic, no entendía que quería decir aquel hombre.
  • Las guerras, los ajustes de cuentas, los sobornos, traficar con armas y todas las actividades ilícitas que llevamos a cabo, ya no nos van a proporcionar el poder que ahora poseemos en el futuro- su expresión era sería, dura, intentando dejar bien en claro su mensaje, queriendo hacer entender, a Dominic, que lo que decía iba muy en serio y que no era un juego a lo que se enfrentaría si llegará a tomar su puesto- los tiempos han cambiado, Dominic. Hay muchas formas de conseguir el poder, y ya no es por medio de la violencia o la extorsión, ahora los hombres inteligentes y no los duros son los que se hacen del dinero fácil y consiguen todos los lujos que nos puede proporcionar la vida. Y tú eres uno de esos hombres que solicita el mundo de negocios en el que vivimos.
  • Muchas gracias padre, pero no se como enfrentarme a todo esto, no me considero muy inteligente y menos fuerte, no creo que encaje en toda esa descripción que usted está haciendo sobre mi.
  • Te subestimas demasiado, ese es tu peor defecto, no puedes ver todo lo que vales, y mira que vales mucho- luego de ese último elogio, el anciano abrazó a Dominic y le dijo algo al oído, algo que él nunca iba a olvidar. Acto seguido ordenó a Dominic, que contacte a todos los miembros importantes de la familia y que organice una reunión en su mansión.


Dominic, siguiendo las ordenes del viejo, llamó a cada uno de los miembros de la familia, a los hijos, a su consiglieri y a capos de las familias que trabajaban para el Don, los cuales se contactarían con el resto de la organización. Él, no sabía el porque de la reunión, pero lo sospechaba y sabía que lo que diría el Don ocasionaría muchas discusiones y pleitos.
Ya entrada las diez de la noche del mismo día, en el despacho del Don, el cual era amplio y con espacio suficiente para todos los miembros de las organización, estaban reunidos todos los invitados, esperando impacientes por la llegada de su anfitrión. El mismo llegó diez minutos después, cuando ya estaba seguro de que todos estaban allí reunidos. Entró despacio y en su rostro se observada una serenidad impresionando, digna de un hombre de su reputación.
  • Gracias Dominic, por haber arreglado está reunión a último momento – y le brindó una sonrisa juguetona, propia del sentido del humor del Don – bueno, se preguntarán porqué están acá, porqué pedí organizar esta reunión a último momento, y por eso es que le agradezco su presencia y sé que muchos tuvieron que cancelar compromisos previos, y también agradezco que no hicieran preguntas sobre la misma - muchas mirada bajaron en seguida, ya que lo último que dijo el Don fue un tanto irónico, pues se había enterado que muchos de los allí presenten habían preguntado el por qué de la reunión y si era de suma importancia asistir a la misma, por el hecho de que tenían compromisos previos. Al no recibir respuesta alguna sobre sus inquietudes, no tuvieron más opción que cancelar todo y asistir - Como ya les dije, estoy muy agradecido y sin más preámbulos comencemos la reunión.