jueves, 17 de julio de 2014

''Relato de un fugitivo, completo''


CAPÍTULO PRIMERO


Con toda certeza puedo decir que Hitler es uno de esos pocos individuos que si no hubieran existido el curso de la historia habría sido diferente, muy diferente.
¿Cómo sería el presente? Sinceramente, no lo se, pero si les puedo decir que no hubiese vivido, lo que he viví, no tendría estas marcas en mi cuerpo y no habrían muerto más de seis millones de personas entre ellos judíos (los cuales fuimos definidos como enemigos de la nación), testigos de Jehová, homosexuales y todos aquellos que se opusieron a la estrecha definición nazi de la "nación".
No seré hipócrita, no les diré que todo sería color de rosas, en mi opinión seguiría habiendo matanzas, luchas por el poder, pobreza, explotación y el hombre seguiría, buscando su propia felicidad, poniendo por delante siempre el interés propio al del prójimo.
Pero igual, ¿cómo sería la actualidad?, ¿en qué manos estaría el poder?, quién sabe, quizá no existirían las clases sociales, puede que el consumo fuese más importante que preocuparse por el otro o en todo caso no existirían reglas que seguir, en verdad no me importa en lo más mínimo, ya pasó lo que tenía que pasar y se ve que no hemos aprendido nada al respecto. Si bien, nadie nos persigue para matarnos, se siguen dando cosas que no puedo entender que, aún a fines del siglo veinte, sigan sucediendo.
Pero volviendo al tema que nos compete y sin divagar, me llamo Isac Levchuk, tengo noventa y cinco años de edad, vivo en Rusia, más precisamente en Samara ,una ciudad al este de Moscú y estoy decidido a contar mi historia.
Sobreviví al holocausto, aunque no me gusta decir esa palabra, sino que prefiero llamarlo la solución final, como lo hacían ellos, pasé por mucho gracias a los nazis, tuve mi venganza, pero no me siento satisfecho, perdí todo lo que tenía, no sólo material, perdí amor y parte de mi alma.
Quizá se pregunten por qué hablo de esto después de tantos años, no lo sé, estoy viejo y solo, las personas que amaba ya no están en este mundo y quién sabe donde están enterradas, los recuerdos están en mi mente y puede que si los plasmó en estos papeles, se vayan de una vez por todas para así poder descansar en paz...
Como la mía hay millones de historias similares, entre ella los finales son variados, están los que son buenos y los que son terribles, algunos con una muerte atroz, otros, como yo, pueden contar su propia verdad.
En mi caso, todo comenzó en Alemania, vivía Berlín, a unos cien km de la frontera con Polonia, yo era de la generación de muchachos que no habíamos servido en batalla, por nuestra edad, en mi país se vivía una gran depresión por los gastos que debíamos abonar a los vencedores de la gran guerra, el pueblo estaba muy desconforme, se sentía humillado. Era un muchacho joven, tenía unos siete años, no entendía nada sobre la guerra, vivía en una burbuja, jugaba día y noche, corría con mis amigos por las calles de mi barrio, Chalottenbug.
Todo era armonía y paz para nosotros, mi padre había sabido sobrellevar la situación económica en la gran guerra y gracias a ello nunca nos faltó nada, se había esforzado para que nuestra calidad de vida no se viera perjudicada.
Si bien para ese entonces no lo comprendía, se estaba llevando a cabo cosas grandes en Alemania, entre ellos la aparición de Hitler en el Partido Obrero Alemán.
Pero me gustaría profundizar más en lo que fue mi vida de niño. Tenía un padre que se llamaba Rufold y mi madre María, ambos católicos y de familia cristiana, mi padre no estuvo muy presente en nuestra niñez, y digo nuestra ya que eramos cuatro hermanos, tres hombres y una niña. Con el único que tenía una relación muy cercana era con Rufold Jr. Él y yo sólo teníamos dos años de diferencia, pero nos comprendíamos el uno al otro sin la necesidad de utilizar palabras, en cambio con mis otros dos hermanos, no éramos tan apegados, si bien nos queríamos, la competencia que existía era inmensa. Estos dos últimos eran Michael y Ana. Al ser los dos más pequeños peleaban por la aprobación de mis padres, competían por ganar su atención y por el cariño que merecían o creían merecer. Por otro lado a Rufold ni a mi nos interesaba que nuestros progenitores pusieran el más mínimo empeño en nosotros, quizá fuese por eso que les interesábamos tanto.
Mi fecha de nacimiento fue el veintinueve de marzo de mil novecientos tres, por ello ni Rufold ni yo fuimos a la guerra, si bien sabíamos que la misma se estaba dando, por toda la propaganda y ataques, no nos tocó directamente. Pero si a mi padre, él sirvió dos años en la misma hasta que le dispararon en la pierna y volvió a casa, estaba cambiado, más ausente que de costumbre, la gran guerra lo había transformado por completo. Si bien para ese entonces no éramos muy apegados menos lo fuimos después.
Recuerdo en particular un día del año mil novecientos quince, era un precioso día de verano, soleado y con una brisa que rozaba mi rostros de una forma muy placentera, se sentía como dormir tapado por sábanas de seda o en un colchón de plumas. Yo, un inocente niño de doce años, jugaba en el patio de mi gran casa, feliz, libre y fascinado por la vida que tenía, sentía como el sol me daba en el rostro suavemente, como si quisiera que unos simples mortales se beneficiaran de su gran poder. En este momento con noventa y cinco largos años aún puedo recrear esa escena en mi mente, esa escena de un niño jugando con su pelota de fútbol, rompiendo las macetas y plantas de su madre, creyendo que no había más nada en el mundo, sin preocuparse de lo que puede venir y sin temor de nada ni nadie. Fue una linda época, quisiera haberla disfrutado o aprovechado más, ya que el resto de la historia no es muy bella...
Les contaba sobre mi padre, un hombre que gustaba de la buena vida y por ella trabajaba mucho, no era de demostrar mucho afecto pero él quería lo mejor para nosotros. Cuando volvió de la guerra no espero a recuperarse, comenzó a trabajar nuevamente, al principio desde nuestra casa, dando indicaciones y pasando el día entero en su despacho, al cual teníamos rotundamente prohibida la entrada, sólo salía para comer y dormir. Era una persona muy dedicada y quería posicionarse en lo más alto de la escala social, y lo consiguió. Por un tiempo nuestra familia fue muy respetada socialmente, se organizaban grandes fiestas en nuestra mansión, venían político, empresarios y personas muy ricas. Mi madre era a la que más satisfacción le daba esa clase de eventos. Mis hermanos, a excepción de Rufuld, iban de un lado a otro con sus ropas nuevas y caras, tratando de hacerse notar entre el público, muchas veces les resultaban molestos a más de un invitado.
Pero, con Rufuld, preferíamos huir de allí, cuando mi madre nos buscaba para vestirnos nosotros corríamos a escondernos en un sótano de la casa, hasta que llegó un momento en el cual no nos obligaban a pasar por esas veladas tan encantadoras.
Pero, para no seguir divagando en lo que fue mi hermosa niñez, quiero contarles el momento en el que mi vida dio un giro de unos 180 grados.
Recuerdo ese día, el día en que nos separamos definitivamente de la familia con Rufuld. Tenía unos dieciocho años recién cumplidos y mi hermano veinte, estábamos en el patio de mi casa charlando.
  • ¿Qué piensas hacer ahora que ya has terminado tu estudios Isac?- me preguntó él.
  • Aún no lo he decidido hermano, sé que me iré a la universidad y escaparé de esta casa de locos.- le dije mirándolo a los ojos, él rió y me mostró una cara de satisfacción- ¿De que te ríes ?
  • De que vas hacer exactamente lo que creo que harás.
  • ¿A si? ¿Que crees que haré?- le dije entre risas.
  • Te vas a ir a la universidad de derecho ¿no es así?
  • Exacto, y ¿como lo sabes?
  • Porque es lo que más odia nuestro padre, a los abogados.
  • Lo sé, ¿y sabes que odia también?
  • Me lo imagino, pero prefiero que me lo digas tú.
  • A los obreros, comunistas y todo aquél relacionado con la izquierda.- le dije mientras reíamos a carcajadas, ya que sabíamos que iba a decir el otro.
  • Y me imagino, mejor dicho vas a representar a esa clase de gente.
  • Exactamente mi inteligente hermano, y ¿quieres que te diga más?
  • Me muero por escucharte, Isac.
  • Tú me estás a punto de proponer irte conmigo a estudiar teatro y cine a la prestigiosa universidad Künste que está a un par de calles de la mía.
  • Ja,ja,ja, y ¿cómo es que estás tan seguro?.
  • Elemental mi querido compañero, trabajaste dos años de tu vida para ahorrar dinero, para que ambos nos fuésemos juntos al centro de la ciudad y desaparecer de está casa de ricachones refinados.
  • Bueno como la mayoría de las veces has acertado, no creerás que pensaba dejarte solo en el mundo exterior, aún eres una cría que no sabe volar.
  • Eso crees tú- comenzamos a pelear, riéndonos y disfrutando de lo parecido que éramos.
Ese es el recuerdo más maravilloso que tengo con mi hermano, a partir de allí nos hicimos aún más apegados el uno con el otro. Aunque ninguno de los dos lo dijo antes, ambos sabíamos que él había sacrificado dos años de su vida al terminar la secundaria para trabajar, poder tener dinero para sacarme de ahí y poder vivir la vida que ambos deseábamos.
Cuando llegó el momento de comunicarle la noticia a mi padre, estalló la bomba que se venía creando desde ya hacía muchos años. Los dos hijos prodigios de la familia, los únicos que no necesitaban sentir que eran el centro del mundo y principalmente los únicos en los cuales su padre deseaba dejarles su gran empresa se iban para ya no volver, para hacer lo que su padre más detestaba en la vida, un abogado y un artista.
  • Así que se van así, sin más, no les importa su familia, su legado, sus  responsabilidades para con quien los crió. Quienes sufrieron mucho para darles lo que ahora tienen. 
  • Si  con eso quieres decir que sacrificaste nuestra infancia sólo para estar en lo más alto de la escala social, para que te vean de abajo y crean que eres superior a los demás por tener dinero, para que al pasar por la calle todos giren para ver tu automóvil nuevo, para presumir tu costosa casa, sí, nos vamos y adiós. Nunca quisimos está vida, no somos como ustedes, nos importan más las personas y no el maldito y sucio dinero, el cual no sirve para   comprar absolutamente nada que valga la pena y sea duradero- estas palabras salieron de la boca de mi querido hermano, expulsando el odio que tenía dentro por nuestro padre y toda su maldita nobleza.
  • Si eso es lo que quieres, bien, pero no arrastres a tu hermano en esto, él no tiene porqué seguir los pasos de un vagabundo- cuando  escuché esas palabras, me sentí con ganas de decir todo lo que  sentía, pero era un poco reiterativo ya que lo principal había sido dicho por mi hermano.
  • No es un vagabundo, es mi hermano. Y pienso como él, tu dinero no es         nada para nosotros, nunca pudiste comprarnos como a mis hermanos.         No nos arrastraremos para recibir una tajada de dinero sucio. Nos iremos para ya no volver- al finalizar estas palabras me sentí  liberado por fin. 
  • Perfecto, pero no quiero que nadie vea la escoria de hijos que tuve la mala         suerte de tener. Ustedes dejaron de ser de esta familia. Eliminarán sus apellidos y nunca vuelvan a pedir nada a su madre ni a mi- para ese entonces nuestra madre lloraba desconsoladamente.
  • Es lo que más deseo , no quiero que nadie me vincule con un cerdo,- y dicho esto abrazamos fuertemente a nuestra madre, tomamos nuestras maletas, nos dirigimos al auto ,que estaba estacionado en la calle, propiedad de mi hermano, y nos fuimos de allí. Antes de marcharnos recuerdo que giré la cabeza para ver por última vez el lugar donde había crecido, jugado y desarrollado, pensando que jamás volvería como un miembro de la familia.
Mi hermano ya había pensado en todo, alquiló un pequeño apartamento muy cerca de ambas facultades y conseguimos empleos de seis horas, para poder pagar las cuentas y demás. Yo trabajaba en un bar de jóvenes universitarios, muchos de los clientes del mismo eran compañeros míos en la facultad de derecho. Mi hermano trabajaba en un periódico comunista, su tarea era la de organizar y empaquetar los periódicos. No nos pagaban mucho pero era suficiente para pagar las cuentas y la comida. Las universidad la pagó Rufuld, con lo ahorrado en sus dos años de trabajo, ya que nuestro padre se había negado a ayudarnos, aunque eso no nos molestó ni desilusiono, ya que era un pequeño precio a pagar por liberarnos de él.
El tiempo pasaba, sin grandes cambios, conocí gente que hizo cambiar mis ideas en muchos aspectos, entre ellos la religión. Comencé a participar en grupos de jóvenes judíos, me interesaba saber más sobre ello, ya que en mi familia no había ninguna influencia de dicha religión. Llegué a involucrarme hasta tal punto que terminé convirtiéndome al judaísmo. Entre esas y otras cosas me terminaron condenando en el futuro...
La relación con mi hermano siempre fue excelente, pero con el paso del tiempo se fue debilitando. No porque quisiéramos que pasara, sino que nuestros caminos se fueron separando. Yo estaba muy involucrado con mis estudios y mi participación en los grupos judíos me demandaba mucho tiempo, en cambio, él, se dedicó a darle todo al partido comunista, es decir, fue tal la influencia que tuvieron en él que su pasión lo llevo a entregar su vida al partido. No me malinterpreten, nunca tuve nada en contra, en relación a su elección, más bien me dolía la separación que se estaba llevando a cabo en nuestra relación.
Por este tiempo, nació ''la nueva juventud'', un periódico del cual fui principal fundador, básicamente se encargaba de dar a conocer todas las acciones realizadas por nuestro grupo, y su principal escritor era yo. Este periódico salía una vez al mes, pero con el paso del tiempo fueron pasando a ser dos veces al mes. Ganando una influencia increíble, gracias a nuestras publicaciones, muchas personas se fueron acercando a nosotros para participar en distintos tipos de actividades, principalmente obras sociales.
Todo esto se dio en muy poco tiempo, cuando cumplí los veinte años ya estaba al frente del grupo al cual se lo denominó como “jóvenes en peligro''. Todo continuo como era de esperar, terminé mis estudios en mil novecientos veintinueve, desde ese entonces me dediqué a defender, como dije antes, a comunistas, obreros, anarquistas, etc. 

Pero la verdadera historia comienza tiempo después...


CAPÍTULO SEGUNDO


En mil novecientos treinta y tres, Hitler llega al poder, respaldado por el apoyo popular de su país. Para no abrumarlos mucho con números solo quiero decir que para fines mil novecientos treinta y cuatro o treinta y cinco, no lo recuerdo bien, ya eran más de cincuenta mil judíos que habían emigrado de Alemania.  
Mientras que el partido obrero alemán cumplía un año en el poder cada vez más amigos y compañeros del alma abandonaban el país, a raíz de las intensas medida adoptadas por éste gobierno antisemita, que cuanto más tiempo pasaba más era el poder e influencia que ganaba dentro del país.  
En solo seis años ya se habían aprobado en Alemania más de 1400 leyes contra mi pueblo, la situación empeoraba día a día. De diferentes formas las autoridades nos etiquetaban para que cualquiera pudiese saber que éramos judíos, sin importar si eras o no Mischlinge* (''Criterio utilizado por los nazis describir a los que eran medios judíos ya que poseían uno o dos abuelos judíos.''), por ejemplo a través de una estrella de David que debíamos llevar en el brazo. Con el tiempo ya nadie se sentía seguro, pero yo, no se si por terquedad o por orgullo, seguía en Berlín y esa fue la peor decisión que pude tomar. 
Si bien, hasta entonces no vivía de la mejor manera, por lo menos vivía. En un discurso proclamado por Hitler, el mismo dijo que en dos o tres años, la cuestión judía se resolvería de un modo u otro, para ese entonces ya estábamos sino me equivoco en 1937, seguido a esa declaración el veinticuatro de noviembre de 1938 el periódico de las SS publicó que: “Tendríamos que enfrentarnos a la necesidad irrevocable de exterminar el submundo judío del mismo modo que en nuestro gobierno de ley y orden solemos exterminar a cualquier otro criminal, es decir, con el fuego y la espada. El resultado debería ser la eliminación practica y definitiva de los judíos que hay en Alemania, su aniquilación absoluta”. Años mas tarde de que terminara la guerra pude conseguir este artículo y aún hoy lo conservo ya que fue ese día cuando comenzó todo. 
Mi hermano también vivía con miedo, si bien no era judío como yo, igual era perseguido por sus ideales políticos. Cuando escuchamos estos discursos ambos temimos mucho por la vida del otro y eso derivo en que decidiéramos irnos del país, así que iniciamos los preparativos para irnos de allí, aunque no tuvimos mucha suerte.  
Cuando pasó yo no estaba en casa por eso me salvé, pero mi hermano no corrió con la misma suerte, la Gestapo invadió nuestro barrio en busca de judíos, comunistas, anarquistas, testigos de Jehová y cualquiera que se opusiera al régimen, estos rompieron la puerta de mi casa y se llevaron a mi hermano, del cual nunca supe más nada. Hasta ahora lloro por él, paso noches enteras recordando momentos, encuentros y desencuentros, conversaciones hasta el amanecer, ya sean políticas, de deportes o mujeres, cosas simples a las que le he dado más valor que a todo lo demás.
Como les contaba las medidas eran duras y represivas para con los opositores, después de la desaparición de mi hermano no supe que hacer, entré en pánico y quedé con la mente en blanco. Yo si bien ya no era tan joven, tenía unos treinta y cinco años de edad, estaba asustado, la falta que me hacía mi hermano, mi protector, provoco que solo pensara en esconderme en mi casa suponiendo que ya no volverían a por mi, pero por segunda vez pensé mal. Ya para ese entonces las iglesias proporcionaban información a los nazis diciendo quien era cristiano, es decir 
quien no era judío. Gracias a los buenos y santos cristianos es que sabían que les faltaba yo. Si bien no fui el único que se salvó en ese entonces, ya que muchos jóvenes pudieron huir al enterarse de que estaban los nazis en nuestro barrio, los otros estaban igual que yo, es decir asustados y no tenían a donde ir. 
Aunque ahora me parezca obvio, en ese momento no pensé que volverían a por nosotros, y es ahí cuando comienza mi verdadera historia, la historia de un judío fugitivo, quizá el nombre nos les parezca muy original, quizá alguien podría inventar uno diez veces mejor, pero si creo que es un nombre que caracteriza mucho mi historia.  

Como les mencioné, estaba asustado al igual que muchos otros, todos sabíamos que debíamos tomar una decisión, sabíamos que debíamos huir, teníamos bien claro que seriamos atrapados tarde o temprano, pero nuestro subconsciente quería creer que en nuestros hogares estaríamos bien ya que en ellos albergábamos hermosos recuerdos y es por esa razón por la que nos sentíamos tan seguros allí, aunque eso sólo fuese una simple percepción de una persona desesperada y asustada.  
Mientras analizaba todas las posibilidades en mi mente, me encontraba en el sótano de mi casa, un lugar pequeño, oscuro y triste, pero estaba muy bien oculto y era el lugar mas seguro, entonces de pronto escucho que suena el timbre de mi hogar una vez, recuerdo que la adrenalina comenzó a esparcirse por mi cuerpo como si fuera veneno de serpiente, el  latir de mi corazón era a un  ritmo acelerado, en mi mente pensaba en lo que podría pasar y en métodos que podría utilizar para escapar.  
Pasaron unos diez minutos y nada, estaba realmente asustado, pero en un acto de valentía me aproximé a la puerta que daba a unos cuatro metros de la entrada de mi sótano, al acércame noto que había un sobre blanco tirado en el piso, estaba sucio y mal pegado, lo abrí y pude observar que estaba escrito en alemán, la carta decía lo siguiente:  
  
 

Isac: no me conoces, me llamo Ismael, como tú, he escapado de la redada  
que se dio lugar hace unos días. Estoy seguro de que volverán y debemos  
estar preparado para cualquier cosa, nos reuniremos los pocos que   
quedamos en la mansión abandonada a tres calles de aquí, estoy seguro   
que la encontraras, no utilices los teléfonos, luego sabrás porque   
,ven a las nueve de esta noche, debemos decidir que hacer.   
  
ISMAEL.   
  
  
En verdad no sabía que pensar y toda esta situación me provocaba miedo, pero decidí hacerle caso a mi amigo por correspondencia. A las nueve de la noche llegué a la entrada de la inmensa mansión, la misma había sido ocupada por una pareja de ancianos que fueron detenidos y luego su casa fue saqueada por los soldados de la Gestapo. Al llegar note que no había ni una luz encendida, no podía apreciar nada a mi alrededor y me sentía muy inseguro pero de todas formas entré.  
Apenas abrí la puerta sentí como se abalanzaban sobre mi cuatro personas de gran tamaño, me presionaron la garganta hasta el punto de casi no poder respirar.  
  
  
  • ¿Quién eres? - me preguntó un hombre que estaba al costado- identíficate- grito, pero yo casi no podía articular ningún sonido. Con las pocas fuerzas que me quedaban pude decirles.  
  • Soy yo, Isac Levchuk- fue lo único que pude pronunciar.   
  • Suéltenlo muchachos- y me tomó la mano mientras los demás me dejaban libre- lo siento, es que nos sentimos aterrados por toda esta situación e intentamos tomar todas las medidas de seguridad disponibles.  
  • Esta bien- le respondí- lo entiendo, pero ¿qué es esto?- le pregunté mientras intentaba ver algo al mi alrededor, sin lograrlo ya que estaba todo oscuro.  
  • Soy Ismael, fui quien te dejó la carta en tu casa hoy, aquí nos reunimos desde hace tres días. Eres el último que faltaba llegar.  
  
   En ese preciso instante me dirigen a un salón enorme a unos paso de la entrada, mi mente estaba confusa, si bien estaba asustado por todo lo que nos había tocado vivir en los últimos años, la intriga también se hacía presente. En el salón se encontraban otras cinco personas hablando, al vernos llegar guardaron silencio y se presentaron, sinceramente no recordé ningún nombre ya que mi mente no estaba para esas cosas.  
Pero sí recuerdo uno que me llamo la atención, era el de una muchacha de unos veinticinco años llamada Hanna, era muy hermosa, quizá la más hermosa que había visto hasta ahora, puede que fuese eso lo que hizo que fuese sólo su nombre el que recordara, era baja, morocha y tenía una piel hermosa, su cabello un tanto despeinado, algunas pecas en su rostro y un lunar en su pómulo derecho, aunque se veía que no estaba en su mejor momento me resultaba realmente preciosa.  
  
  
  • Isac, ponte cómodo- me dijo Ismael, aunque creo que fue pura cortesía ya que en ese lugar era imposible ponerse cómodo- en instantes comenzaremos a charlar y te pondremos al tanto de lo que pasa aquí.  
  • Me parece bien- respondí sin muchas ganas, en unos minutos, en el salón, ya éramos unas quince personas, y cuando ya todos estábamos ubicados en nuestros sitios Ismael tomo la palabra, creo que era el que tenía el liderazgo allí, parecía un hombre tranquilo, sabio y también era uno de los más viejos ,por decirlo de alguna manera, ya que él tenía al rededor de unos cuarenta años.  
  • Compañeros creo que llegó el momento de tomar una decisión, en cualquier momento vendrán por nosotros, ya que saben que hemos escapado y tienen nuestros nombres gracias a nuestros hermanos cristianos- estas últimas palabras las dijo como si las escupiera- está claro que debemos crear un plan de escape ya que no somos capaces de pelear contra ellos, pero la pregunta es ¿cómo escapar de este lugar?, y ¿hacía donde ir?  

En ese momento nadie quiso o se animo a hablar, puede que sea por no tener idea de que hacer o, si la tenían, no querían se los responsables de la muerte de sus compañeros.   
  • Yo creo que debemos ir al este, debemos cruzar la frontera con Polonia y refugiarnos allí hasta que termine toda esta tortura- dijo, mientras se paraba, uno de los cuatro que me habían sujetado en la entrada.  
  • A mi me parece bien, la cuestión aquí es como hacerlo- respondió Ismael al tiempo que se notaban caras de aprobación de los demás allí reunidos.  
  • Lo que propondré es arriesgado pero podría resultar- después de pronunciar estas palabras, muchas de las caras que hace un momento fueron de aprobación ahora eran caras que expresaban no estar dispuestas a arriesgarse y perder la vida al escapar.   

El plan se llevaría a cabo el seis de octubre de 1938, este tenía como objetivo robar un auto de un ciudadano alemán, y con el viajar hasta la frontera con Polonia, si bien era un plan arriesgado, no tenía muchas complicaciones, así que se aprobó por todos los reunidos en la salón.   
Yo me encargaría de conducir dicho automóvil hasta la frontera, pero no sabía que harían los demás, ya que se llegó a un acuerdo de que era mejor que cada uno supiera sólo su tarea, por si alguno era capturado, y así no poder revelar nada del plan.  
  
  
Solamente sabía que el seis de octubre se robarían los autos, uno de ellos llegaría a mi casa, al rededor de las tres de la tarde, en el vehículo vendrían las dos personas que lo adquirieron y en mi hogar estaría Hanna esperando para partir al igual que yo, si bien yo me ahorraría la tarea de robar un coche, la cual es muy arriesgada, tendría que llevarlos a todos sanos y salvos hasta Polonia, no es que el viaje sea largo, más bien es corto, pero los peligros estarían al asecho.  
En primer lugar; me había ofrecido para manejar ya que soy bueno en ello, pero no era por ello que quería llevar a cabo esa tarea, sino que, no me sentía emocionalmente preparado para robar y quizá, por qué no, matar por un automóvil, sé que eso podría poner en peligro el plan, y obviamente la vida de mis compañeros, a demás por no mencionar el hecho de que soy o fui un cobarde...  

Llegó el seis de octubre, allí comenzó todo para algunos y terminó todo para otros, ese fue el día en que vi morir por primera vez a personas con mis ojos. Ya estaba todo listo, con Hanna esperábamos ansiosos la llegada del coche, para así poder escapar y dejar de preocuparnos por los cazadores de judíos. La noche anterior había sido la última reunión entre los pocos que quedábamos en el vecindario y todos ellos tenían un futuro incierto al igual que yo. En esta reunión nos despedimos de todos y prometimos encontrarnos en Polonia para poder celebrar nuestro gran escape, para serles sinceros, sabía que a muchos nunca los volvería a ver, pero en el fondo tenía la esperanza de que todos nos salváramos. Luego brindamos y nos dirigimos a nuestros puestos. Hanna se fue conmigo a mi casa y pasamos la noche en el oscuro sótano esperando que pasen las horas eternas que teníamos por delante. No hablamos mucho, ella logró dormir gran parte de su estadía en mi casa. En el correr de la noche me enteré que sus padres se habían negado a ser arrestados y por su desobediencia fueron fusilados, ella presenció todo desde un cuatro secreto que habían mandado a construir a principios de 1933.  
Cuando ya eran las dos y media de la tarde se pudo escuchar el ruido de una bocina en frente a mi casa, al instante supimos quienes eran y salimos corriendo hacía el coche, este ya tenía vació el asiento del conductor y allí me ubiqué, a mi derecha se sentó Hanna y detrás de mi estaban Ismael e Iván, este último fue el que ideo el plan. Ellos se veían calmados y vestían como un ciudadano alemán común, al igual que Hanna y yo, eso también era parte del plan, intentaríamos pasar de ser percibidos para así evitarnos problemas.  
  • ¿Qué pasó?- le pregunte enseguida a Ismael.  
  • ¡Vamosnos de aquí ya! -me respondió, el miedo podía sentirse en su voz- el coche es de una familia del centro de la ciudad, matamos al alemán antes de que pudiera decir palabra alguna, luego dejamos el cuerpo escondido en un callejón, cercano pero oscuro, es cuestión de tiempo que lo encuentren, logramos no hacer mucho escándalo.   
  
  
Era obvio que este hombre no estaba acostumbrado a hacer estas cosas y no se quién fue el que mato al alemán, pero tampoco pienso preguntar, en lo único que podía pensar era en escapar de ese maldito país.  
  
Los primeros km los hicimos sin problemas, nadie sospechaba que éramos judíos, si bien aparentábamos tranquilidad, por dentro cada uno de nosotros estaba sufriendo un colapso nervioso. Llegamos a un punto en que la calle estaba interceptada por camiones de soldados nazis y no le permitían el paso a todos, nosotros pasamos y un oficial se nos quedó viendo fijamente, pero por suerte resultó que le llamaba la atención la belleza de Hanna, la cual estaba muy hermosa ese día, avanzamos por las calles de Berlín sin transpirar mucho, pero nuestra suerte se estaba por terminar.  
   Solo nos quedaba un km para llegar a la frontera con Polonia y vemos a lo lejos que había soldados nazis en el camino, creímos que era mejor dar la vuelta, pero cuando inicié la maniobra estos se dieron cuenta que algo no estaba bien. Allí comenzó la persecución. Al ver que nosotros no parábamos el coche y que cada vez nos aproximábamos más a la frontera, comenzaron a abrir fuego en dirección a nuestro coche.  
Podíamos sentir como las balas daban en nuestro vehículo robado, pero ninguna era letal, hasta que en un momento todo comenzó a verse en cámara lenta, faltaban unos trecientos metros para llegar a nuestro destino cuando una bala destroza el vidrio trasero del auto y da directamente en la nuca de Iván, este cae hacía delante, su cuerpo ya inerte por el impacto de bala comienza a largar sangre , nos cubre con una capa roja liquida y espesa a cada uno de nosotros. Hanna, comenzó a gritar, Ismael no reaccionaba , estaba como perdido en un trance o en un shock, por otra parte yo seguía conduciendo el coche y presionando el acelerador a más no poder, la sangre de Iván corría por mi cara y cuerpo como si fuese mía, como si esta saliera de mi cuerpo y me estuviese muriendo.  

No se como pero logramos entrar a Polonia a salvo, los nazis pararon su camioneta a unos cien metros de la frontera y a nosotros se nos permitió el acceso a este país, creímos que todo había terminado que estábamos a salvo, pero en verdad la historia recién comenzaba.  
  
  
  • ¿Están bien?- fue lo primero que se me ocurrió preguntar al bajarnos del automóvil, no era nada agradable ver tanta sangre por todos lados.  
  • Sí, estamos bien- me respondió Hanna, la cual, aún estaba llorando y aterrada. Ismael, aún estaba perdido y en trance pensando en lo que había ocurrido.   
  • Identifíquense en este instante- esa orden provenía de uno de los soldados polacos que protegían la frontera con Alemania.  
  • Somos judíos, huimos de Alemania, yo soy Isac, el es Ismael y ella se llama Hanna, pedimos asilo en su país- por alguna razón al soldado no le sorprendió en lo más mínimo mi respuesta y petición.  
  • No son los únicos que piden eso, hace dos horas un grupo de cinco personas también lograron cruzar la frontera y huir de los nazis, por esa razón es que estaban tan cerca de la frontera cuando ustedes pasaron- este tenía una sonrisa dibujada en su rostro, como si disfrutara esta situación- ellos nos avisaron que era posible que llegaran otros dos coches más, me imagino que serán ustedes uno de ellos, ¿dónde está el otro?  
  • No lo sabemos, nuestros escapes eran individuales y nadie tenía información del otro, por protección- en ese momento se escucho una explosión muy cerca de nuestra posición, y todos supimos cual era el origen de la misma.  
  • Bueno creo que ya sabemos donde está el otro coche- y su cara cambió e intentó sentir empatía por nosotros- vengan los llevaremos con los demás- y señaló un camión militar para que subiéramos- nosotros nos encargaremos de su amigo muerto.  
  • Muchas gracias, le estamos eternamente agradecidos- le dije mientras salían lagrimas de mis ojos, si bien lloraba, era el que estaba en mejores condiciones para hablar, mientras que mis amigos asimilaban todo lo sucedido.  
  
  
El viaje duro aproximadamente una hora, en el transcurso del mismo intentaba entender que pasaba dentro de mi, era muy confuso, sentía muchas emociones juntas, entre ellas un profundo dolor por la perdida de mis amigos, guardaba un gran rencor y odio por los nazis, pero a su vez, también estaba tranquilo creyendo que todo había terminado, que viviríamos allí hasta que terminara todo para así después poder volver a casa, al lugar de donde proveníamos, ese en el que tanto hemos compartido, vivido, y con la esperanza de que mi hermano aún esté con vida.  
Luego de bajar nos trasladaron hasta un edificio grande y viejo, en la puerta estaba escrita la palabra “refugio”.  
  
  
  • Aquí podrán permanecer dos semanas, ese tiempo tendría que ser suficiente para poder encontrar un empleo y mudarse- dichas esas palabras el soldado se retiró y volvió a subir al camión. Luego me di media vuelta y me dirige a mis amigos.  
  • Todo ha terminado, estamos a salvo- para ese entonces Ismael ya había salido del trance y Hanna estaba más tranquila.  
  • Sí, ha terminado, mejor entremos, hace mucho frío aquí afuera- me respondió Hanna con una mirada tierna y aliviada. Era cierto hacía mucho frío afuera, es algo que aún no había notado, pero por fin mi mente estaba desconectada, ya no estaba alerta, ni pensando que en cualquier momento podría aparecer alguien y fusilarme.  
  
  
Al entrar nos encontramos con la recepción, al igual que el edificio estaba vieja y mal cuidada, fuimos recibidos por una mujer mayor, ella nos dio la bienvenida al refugio y dijo que nos sintiéramos como en casa al tiempo que cada uno se registraba, por segunda vez fuimos notificados que podíamos pasar allí un par de semanas, asentimos y emprendimos el camino hacía nuestras habitaciones.  
El lugar estaba repleto de personas, el refugio tenía una sala de estar donde se juntaban los inquilinos o mejor dicho refugiados para charlar, leer las noticias, jugar al ajedrez, entre otras cosas.  
Para ese entonces el cansancio era tal que ni siquiera recordamos a nuestros amigos que supuestamente también estaban allí. Después de intercambiar miradas y asegurarnos que todo era real y no un sueño decidimos ir a dormir para luego ir a cenar.  
Al despertar recordamos que nuestros amigos de seguro estaban allí y no sabrían nada de nosotros, corrimos por las escaleras y llegamos a la sala de estar, allí se encontraban los cinco, escuchando las noticias en la radio, al vernos corrieron hacía nosotros y nos abrazamos los unos con los otros.  
  
  
  • Están vivos!!!- gritó un muchacho llamado Stock, del cual no recuerdo su apellido.
  • Sí, lo logramos, estuvimos cerca de morir pero acá estamos vivo y seguros- les dijo Ismael.  
  • ¿Dónde está Iván?- preguntó Stock  
  • Él no lo logró, ellos nos interceptaron a un km de la frontera, al vernos comenzaron a disparar y una bala dio en la nuca de Iván que le dio muerte al instante- respondió Ismael con lagrimas en los ojos- En ese momento se hizo un minuto de silencio y luego continuamos la charla.
  • ¿Saben algo de los demás?- esta vez el que preguntaba era un muchacho alto, delgado y con una cabellera roja fuego, creo que su nombre era David, el que respondió fui yo.  
  • No los hemos visto, pero al llegar escuchamos una explosión a un par de km de la frontera, sospechamos que el origen de la misma era de su vehículo.- dichas estas palabras se hizo un nuevo minuto de silencio y nos dirigimos todos juntos al comedor a cenar.  
  
Los días pasaban rápidamente, pasamos las dos semanas que se nos había permitido en el refugio y cada uno logró conseguir un trabajo, luego alquilamos un departamento viejo y en muy mal estado cerca del centro de la capital. Intentábamos escuchar las noticias por radio o leerlas en el diario, se decía que la situación estaba empeorando, los alemanes tenían cada vez más poder y nadie los podía parar. Pero igual nosotros nos sentíamos seguros.  
Cada día que pasaba sentía cosas mas fuertes por Hanna, si bien no era la única chica del grupo, a mis ojos era la más hermosa. Logré conocer un poco más sobre ella y su familia, al igual que yo había nacido en Berlín, tenía tres abuelos judíos y sus padres fueron capturados antes de que se hiciera la redada en la cual se llevaron a mi hermano. Sus abuelos ya no vivían en Alemania, ellos como otros miles se fueron a Israel en 1934. Pero ella y sus padres prefirieron quedarse.  

Habían rumores de que los nazis tenían pensado invadir Polonia, que deseaban expandirse por Europa y el mundo. Nadie prestaba mucha atención hasta que cayo la primer bomba en suelo polaco.  
Todo fue muy extraño gente corriendo de un lado a otro para poder refugiarse, nadie se lo esperaba pero sucedió. La invasión se dio en el año 1939, las tropas alemanas se hicieron con el control de Polonia y de nuevo comenzaron con la cacería de mi gente.
Como era de esperar la dueña de nuestro edificio comunicó a los invasores que nosotros estábamos allí, con la condición de que no le hicieran nada a ella ni a su edificio, estos no aceptaron el trato y la fusilaron en la calle, frente a su preciado edificio. Luego de esa desagradable escena nos fuimos, dejando de nuevo todo atrás, todo lo conseguido en ese año y el lugar que ya considerábamos como nuestro hogar.
Por suerte esta vez teníamos a donde ir, ya que se nos había ofrecido asilo en la casa de una familia amiga de Hanna, que conoció en su trabajo. Estos nos escondieron en su sótano, el cual era muy parecido al mío en Alemania, solo que un poco más grande y más cuidado.
Nos comunicaron que estaban relacionados a un grupo de personas que falsificaban documentos, y que si queríamos podían hacer que nos crearan a cada uno una nueva identidad. Todos aceptamos, al mismo tiempo que les agradecíamos su buena disposición y les ofrecimos dinero, ellos no aceptaron, pero logramos convencerlos diciendo que lo utilizaran para comida ya que nosotros en ese momento no estábamos en condiciones de salir.  
Pasamos dos semanas escondidos en ese sótano, hasta que llegaron nuestros documentos falsos. A partir de ese momento yo me llamaba Mauro Petelonsky, era de nacionalidad polaca y tenía veinticinco años.
Luego volvimos a nuestro apartamento, cuando llegamos notamos que las puertas habían sido forzadas y que nos habían robado todo. Era de esperarse pero nunca perdimos la esperanza de encontrar todo como lo habíamos dejado tiempo atrás.


  • Creo que iré a la fabrica para ver si nos aceptan de nuevo- nos comunicó Ismael, solo quedábamos cinco de los ocho que éramos cuando llegamos aquí, dos consiguieron pareja y se mudaron y uno viajó hacía Israel después de unos meses de residencia en Polonia. Quedábamos Ismael, Hanna, Stock, David y yo. Nos hicimos muy amigos en este tiempo y cada día más unidos.
  • ¿Ahora que haremos?- me pregunto David, yo sinceramente no sabia que responder.
  • No lo sé amigo, creo que quedarnos aquí y esperar, con nuestra documentación falsa podremos trabajar y ser un ciudadano polaco más- le dije sin mucha convicción- esperemos que no nos descubran, ese sería el fin.  

A la hora y media volvió Ismael de la fabrica y este nos comunicó que podíamos volver a trabajar, pero que antes el jefe quería tener una reunión con nosotros.
  • ¿Una reunión? no entiendo- le pregunte a él.
  • Sí, quiere aclarar ciertos puntos ya que somos judíos, debe querer decirnos que si la cosa se pone peligrosa que no contemos con él- nos decía esto sin cambiar la cara, sin expresión alguna, desde que los alemanes invadieron Polonia él estaba así, cabizbajo y sin esperanza.
  • Tranquilos, vamos a salir de esta como la última vez- fue lo único que se me ocurrió decirles aunque ni yo estaba convencido de ello.

Al día siguiente fuimos a trabajar, las calles estaban inundadas de soldados alemanes, estos disfrutaban atemorizando a las personas, se divertían como nunca.
Luego fuimos testigos de una escena muy desagradable, los soldados cortaban la calle cada vez que pasaban tropas de los suyos por la avenida principal, como en un momento se aburrieron de cortar la calle cada diez minutos, cortaron la misma por una hora seguida sin importar si pasaban o no soldados. En el transcurso de ese tiempo las personas debían esperar atrás de un vallado para pasar, pero como los soldados también se aburrieron de esperar quisieron divertirse a costa de los que debían esperar.

  • Tú- dijo uno de los soldados alemanes, mientras señalaba a un hombre que esperaba para cruzar la calle- baila!
  • Perdone ¿qué?- le respondió el hombre, desconcertado y con la voz muy temblorosa.
  • Que he dicho que bailes!- le repitió el soldado.
  • De acuerdo- y se puso a bailar, sin música ni nada que se le parezca.
  • Tú- y señalo a una mujer vieja y gorda- baila con él- y la mujer se aproxima al hombre y comenzaron a bailar. Luego, como si fuera poca la humillación, señalo a un hombre que le faltaba una pierna el cual caminaba con muletas y le dijo que bailara, esta orden se repitió varias veces, entre los elegidos se encontraban dos ancianos, una mujer joven y dos niños.

Después de diez minutos de baile los soldados no podían dejar de reír hasta que el hombre que le faltaba una pierna se cae y no puede bailar más.

  • Levántate y sigue bailando- le dijo el otro soldado que, hasta ahora se había dedicado a reír y mirar, pero el hombre no podía levantarse.  
  • Señor no puedo levantarme-le responde el invalido.
  • Te he dicho que te levantes y sigas bailando!- pero el hombre no se podía mover.- Tú te lo has buscado canalla- y saca su pistola y la pone en la cien del pobre invalido, luego presiona el gatillo y termina con la vida del pobre hombre .

Muchas mujeres allí presentes comenzaron a llorar, entre ellas Hanna, yo la abracé y para que no siga mirando esa espantosa escena. Acto seguido el soldado que había comenzado con todo abre la valla y deja pasar a todas las personas mientras ordena a un grupo de mujeres que retiren el cuerpo de la calle.  
Con Hanna en mis brazos, seguimos nuestro camino, esperando que en cualquier momento nos detenga y pidan nuestras identificaciones, pero eso no ocurrió. Llegamos a la fabrica una hora más temprano de lo habitual para tener la reunión con nuestro jefe. Esperamos diez minutos en la sala de estar de su oficina y su secretaria no hizo entrar.

  • Muchachos, la situación de su gente es muy compleja, los están persiguiendo hasta por debajo de la cama y ustedes lo saben- todos asentimos para darle la razón y en verdad estaba en lo cierto en todo lo que decía- pero se que tienen documentación falsa y pasan de ser percibidos, así que no tengo inconveniente en que sigan trabajando para mi, para lo que necesiten estaré aquí, lo único que les pido es que si los atrapan no digan que yo estaba enterado de su condición de judíos, yo no existo para ustedes y ustedes dejan de existir para mi ¿entendido?
  • Si señor, estamos completamente de acuerdo con lo que nos plantea, agradecemos que nos deje volver y se arriesgue por nosotros- y con estas últimas palabras de Ismael nos retiramos a nuestro puesto de trabajo.
Allí éramos los únicos judíos que trabajan en esa fabrica, pero siempre habíamos sido muy aceptados por las personas que allí trabajan, después de la invasión nazi ya casi nadie se nos acercaba, no por discriminación sino que tenían miedo de que los relacionaran con nosotros, y los entendíamos, quizá si la situación fuera otra nosotros actuaríamos de la misma manera.
Bajo ese contexto logramos sobrevivir por un mes entero, vivíamos pendientes de todo lo que pasaba en nuestro entorno, por las noches hacíamos guardias, siempre nos dividíamos la noche entre los cinco, mientras dormían cuatro uno se quedaba despierto vigilando la ventana, esperando ver a una camioneta de la Gestapo estacionar frente al edifico y entrar para llevarnos a quién sabe donde. El nivel de paranoia que teníamos era demasiado grande, pero supimos controlarlo. Aunque no quisiéramos creerlo era cuestión de tiempo que nos descubrieran.
Y ese día llegó, mientras salíamos de la fábrica vimos a lo lejos que se acercaba una camioneta en nuestra dirección, nosotros comenzamos a caminar más rápido hasta que comenzamos a correr desesperados, en un momento doblamos en una esquina y los perdimos de vista, pero sabíamos que estaban cerca.

  • Por aquí- logramos escuchar como si fuese un susurro a lo lejos, cuando vimos de donde provenía vimos a una anciana que nos decía que vayamos hasta donde estaba ella.
  • Corrimos y corrimos hasta que llegamos y nos hizo entrar en su casa, a los dos minutos pasaron los soldados a una velocidad impresionante, mientras que nosotros los observábamos por la ventana de aquella anciana que nos había salvado la vida.
  • No sabe cuanto se lo agradecemos- le dijo Hanna con los ojos chorreando lagrimas- usted nos ha salvado.
  • No es nada mi niña- le respondió ella con una voz dulce y amable.
  • Si muchas gracias- le repetimos al mismo tiempo Ismael y yo. Éramos solo nosotros tres que estábamos juntos, David y Stock se habían quedado en la fábrica haciendo horas extras.
  • Pueden esconderse aquí si lo desean. Es muy peligroso allí afuera.
  • Se lo agradecemos señora, le prometemos que no nos quedaremos mucho tiempo- le dije.
  • No hay problema, se que así será- esa última parte no la había entendido pero no le di importancia- al final del pasillo hay un sótano pueden ocultarse por ahí.
  • Gracias- y nos dirigimos a él, estábamos muy asustados y no sabíamos que nos tenía preparado el futuro, pero esa vez habíamos tenido suerte.

Despertamos al rededor de las doce de la noche y escuchamos que alguien golpeaba la puerta, en un segundo nuestros corazones se paralizaron y comenzamos a temblar. Se podía escuchar la voz de un hombre y la anciana respondiendo pero no era tan claro como para saber que decían. Lo próximo que recuerdo es que abrieron de una patada la puerta que llevaba al sótano y nos dijeron en alemán que nos paráramos y camináramos hacía afuera. Nosotros, aterrados y esperando lo peor. obedecimos.
  • ¿Son judíos?- pregunto el jefe de la patrulla.
  • No, señor- respondí con la voz temblorosa y a punto de llorar.
  • ¿Están seguros?- volvió a preguntar- no les servirá de nada mentirle a la Gestapo- y ahí pude identificar al hombre que nos hablaba, él era el jefe de la Gestapo, un Alemán llamado Heydrich Meller, lo puedo recordar ya que marco mucho mi vida.
  • Si señor, estoy seguro.- le volví a responder. Acto seguido este le da una orden a un soldado y el soldado viene y me baja los pantalones a mi y a Ismael. Si bien yo no tenía hecha la circuncisión, Ismael si y eso nos condeno.
  • ¿Así que no eres son judío entonces? Malditos infelices- y me da una paliza de la que nunca me olvidare, fue tal el dolor que sentí que hasta ahora, después de tantos años, me duele, primero me pego con la culata de su pistola dejándome semiinconsciente, luego solo puedo recordar que me dio dos puñetazos en la boca del estomago y uno en la cara, después de ese golpe me desplomé en el piso inconsciente, lo único que recuerdo es despertarme tirado en un vagón de tren, apretado a otras cien personas y casi sin aire para poder respirar.


CAPITULO TERCERO


Al despertar, sentía que me faltaba el aire, estaba mareado y al mismo tiempo desconcertado. Después de varios intentos logré abrir los ojos y pude ver que estaba en un vagón de tren, en este se encontraban otras cien o más personas, era pequeño y no tenía ventanas, era de la clase de trenes que se utilizaban para transportar animales. Al instante veo que se acerca Ismael y me toma la mano para poder levantarme.

  • ¿Qué ha pasado?- fue lo primero que le pregunte, con la voz débil y el cuerpo dolorido- lo último que recuerdo es que me estaban apaleando y me he desmayado.
  • Luego, te continuo golpeando de una manera muy despiadada hasta que te dejo tirado. Hanna comenzó a llorar y pedir que te dejaran tranquilo. Luego se aproximó a ella y le dio una bofetada- por cada frase que decía se me caía una lagrima al igual que a él- y nos ordenó meter tu cuerpo en un camión. Nosotros llegamos a creer que estabas muerto, intentamos despertarte pero no reaccionabas. A nosotros también nos ordenaron subir al vehículo, cuando termino el viaje nos llevaron a una estación de tren que ninguno conocía, nos pusieron aquí adentro y se fueron. Ya llevamos un día de viaje .
  • ¿Y dónde está Hanna?- le pregunté mientras buscaba con la mirada por el vagón pero eran muchas personas para poder identificarla.
  • Ella está en otro vagón. No se nada más. Lo siento.
  • Está bien, saldremos de esta te lo aseguro- intente consolarlo pero era imposible. Se sentía culpable por todo.
  • Nada está bien, Isac. No entiendes que este es el final, ya se nos agoto la suerte y es el momento de la derrota, caeremos inertes a los pies de un alemán, estos cremaran o quizá entierren nuestros cuerpos en una fosa común, nuestras familias no podrán despedirse de nosotros, quizá ellos correrán el mismo destino que nosotros.
Recuerdo que no intenté nada para consolarlo, hasta yo me sentía abatido y sin esperanzas. Los días transcurrieron muy lentamente, los segundos parecían minutos y los minutos horas, el tren solo hizo una parada en todo el viaje que llego a durar unos tres días y la única vez que comimos fue en dicha escala.
El vagón tenía maderas rotas por las cuales podíamos ver al exterior, recuerdo que había poca vida en aquella zona, todo era tundra y abedules enanos.
Nuestra situación era terrible, esos tres días pasamos mucha hambre y sed pero logramos sobrevivir la gran mayoría. Cuando por fin termino el largo viaje nos tuvieron acampando dos días a las afueras de una estación la cual sigue siendo desconocida para mi. Sólo tengo imágenes en mi mente de ella, puedo ver pastos cortos y amarillos, era vieja y muy mal cuidada, los soldados comían manjares mientras que nosotros nos moríamos de hambre y, para empeorar nuestra situación ,el sol no nos favorecía en nada.
Luego de esos dos días nos hicieron caminar aproximadamente unos docientos kms hacía el sur, ya que según ellos no había locomoción. Nadie hablaba, todos estábamos sumisos en nuestros pensamientos, algunos lloraban pero intentando no hacer ruido por miedo a la muerte.
Demoramos una semana en llegar a nuestro destino, casi no nos alimentaban y ni hablar de comer una comida decente, el agua escaseaba y estábamos tan desesperado que nos vimos obligados a comer pasto, aún conservo el gusto del mismo en mi boca, el cual no era nada rico, recuerdo la tierra seca en mi garganta y el gusto a mierda de insectos. Nos vimos obligados a comer cualquier cosa.

Cuando creímos que no llegaríamos nunca, vimos a lo lejos un predio gigante el cual estaba rodeado por una cerca de unos dos metros de altura, en la sima había alambres de púa y tenía un cartel que anunciaba que dicha cerca estaba electrificada, aunque luego descubrí que era una farsa.
Dentro del inmenso reclusorio lo único que se podía ver era un edificio de unos tres pisos que estaba destinado para los soldados.
- Ahora quiero que formen tres filas y escuchen- nos grito el general encargado de que llegáramos allí. Cuando ya estábamos todos formados continuo hablando- bienvenidos a Breendonck, este será su hogar a partir de ahora, espero que disfruten su instancia con nosotros ja, ja, ja- cuando éste comenzó a reír los soldados que se encontraban detrás le festejaban el chiste.
    A los cinco minutos apareció un hombre alto, rubio y de ojos celestes, todos los soldados incluyendo el general dejaron de reír al instante.
  • General a partir de aquí me ocupo yo- dijo el individuo recién llegado.
  • Si señor, le deseo mucha suerte.
  • No la necesitaré general, ahora ya puede largarse de aquí.
  • Si, señor- repitió el general- larga vida a Hitler.
  • Larga vida a Hitler- repitió el hombre. Yo me encontraba a una fila de Ismael, cuando observo para atrás y veo su cara, pálida sin vida, me di cuenta que algo no andaba bien y estaba en lo cierto, miré más detenidamente a ese hombre y lo reconocí, el hombre alto, rubio y de ojos celestes era Heydrich Meller el que nos había metido en este infierno.

  • Soy Heydrich Meller, ustedes son la basura que debemos destruir y para eso estoy yo aquí- el infeliz disfrutaba de cada palabra que salía de su boca- yo soy el máximo encargado del vertedero de basura del Reich alemán.

Aún puedo sentir el odio que llegue a tener por ese hombre, con cada palabra que pronunciaba recuerdo cada golpe recibido, aunque para ese entonces ya habían pasado una semana de la golpiza, mi cuerpo aún no se había recuperado del todo, en otro momento mi cuerpo ya estaría de maravilla pero la falta de comida, de agua y el gran trayecto recorrido no ayudaron en nada.

  • Ahora quiero que todos aquellos que tengan algún objeto de valor como joyas, dinero, lo que sea, den un paso al frente y déjenlo en el piso.- mientras que Meller terminaba de dar esa orden los primeros en dar un paso al frente fueron una pareja de ancianos, sus rostros reflejaban ternura pero al mismo tiempo se veía que estaban muy asustados, eso debió impulsarlos a obedecer dicho mandato.
    Cuando la pareja ya había dejado el dinero que tenían, no se si eran euros o dolares, no interesa, y se disponían a regresar a su lugar, se aproximaron un par de soldados con sus respectivas pistolas. Todos creíamos que iban a por el dinero pero estábamos equivocados, cuando llegaron al punto donde se ubicaban los ancianos les apuntaron con la pistola en la cabeza y dispararon sin vacilar. Aún puedo ver y sentir la sangre saliendo de sus cuerpos ya inertes, la sensación que sentí en ese instante, veo el polvo que levantaron al caer al suelo y escucho en mi mente las risas de los soldados después de la ejecución. También sigo sin entender como personas como yo o como cualquier otro pueden llevar a cabo estos actos de violencia sin sentido.

Cuando los cuerpos inertes de los dos ancianos tocaron el suelo, Meller o como prefiero llamarlo, el hombre con corazón de hielo, tomo la palabra.

  • ¿Alguien más tiene algo para entregar?- preguntó, pero nadie hizo ningún movimiento, todos se quedaron callados y esperando a que todo terminara- Bueno creo que eso es todo, como ven a sus al rededores están rodeados de una cerca electrificada, no intenten salir, les puedo jurar por mi vida que si alguno se hace el listo y es sorprendido intentando escapar se le introducirá una bala en la cabeza como a estos dos viejos ¿quedó claro?- pero nadie respondió, todos temían que al primero que hablara se lo fucilaría.- Soldado lleve a la basura y póngales sus ropas.
  • Si, señor- le respondió un hombre de más o menos mi edad- vengan conmigo, callados.

Nos llevaron hasta un galpón que estaba detrás del edificio, allí nos dieron a cada uno una remera, un pantalón y una frazada, todo era blanco con rayas grises, se parecían mucho a un piyama. De allí nos trasladaron a una carpa donde nos tatuaron una serie de números, a partir de ese momento me llamaba 13654, eso fue lo más doloroso. Me han ofrecido a lo largo de los años quitarme este maldito tatuaje pero prefiero llevarlo en la piel para recordar que la vida no es tan justa como debería y que hay gente capaz de todo por obtener poder.
Luego nos dijeron que nosotros deberíamos construir nuestras propias barracas, entre otras cosas, que por el momento dormiríamos a la intemperie, sería mejor que fuéramos efectivos en nuestro trabajo porque el invierno estaba muy cerca.
Para ese entonces ya se había hecho de noche así que nos dividieron en tres grupos de quinientas personas aproximadamente, uno estaba compuesto por mujeres, el otro por hombres jóvenes y por último el grupo de los ancianos.
  • Mañana cuando salga el sol comenzarán a trabajar, el grupo de mujeres tendrá un trabajo que consistirá en extraer la arena del foso que rodea la fortaleza de Breendonck y la transportarán en carretilla al otro extremo donde la utilizaran los ancianos para construir un muro que rodee el campo, este muro será construido junto a la cerca. Y por último los hombres se encargarán de hacer lar barracas, pero tienen un límite de tiempo que será de un mes para terminarlas, de lo contrario se encargarán de otra tarea y pasarán frió este invierno- dicho esto nos señalo a que parte deberíamos ir para pasar la noche y se retiró sin decir más nada.
La primer noche fue la peor, era deprimente escuchar a las mujeres, ancianos y hombres llorar, algunos se dedicaron a rezar, otros intentaban consolar a sus amigos o familiares, en lo personal ya había pasado por mucho y todas las situaciones por las que pase me hicieron ser un hombre más frió y en lo único que pensaba era en como hacer para escapar de ese maldito lugar. Recuerdo que casi no pude dormir y las horas pasaban muy lentamente, cuando por fin había logrado dormirme salé el sol y los soldados dispararon cinco veces al cielo, cuando cesaron los disparos ya estaban todos los prisioneros de pie esperando indicaciones.
Luego se nos acercó Meller y nos habló con mucha crueldad.
  • Veo que descansaron bien, es hora de pagar por sus crímenes a la humanidad, hace años deberían de haberse extinguido animales como ustedes pero como dice el dicho mejor tarde que nunca. Ya le les ha informado las tareas que deben realizar cada uno de ustedes, así que no va ser necesario que gaste más palabras innecesariamente. A trabajar!- grito y cada uno se concentro en su labor.

Desde hace una semana que no veía a Hanna, no sabía sobre su paradero o si se encontraba bien y eso me estuvo dando vueltas en mi cabeza. El primer día de trabajo fue duro pero logramos progresar mucho, eran necesario construir unas veinte barracas para que los mil quinientos reclusos pudiéramos dormir bajo techo y solo teníamos un miserable mes para construirlas.
Cuando se cumplió el tiempo límite para terminar las barracas nosotros habíamos logrado construir diecinueve de las veinte necesarias para poder vivir, creímos que podrían darnos una semana más para terminar de hacer la última pero no fue así.
La alimentación allí era escasa y en ocasiones inexistente; si había suerte se distribuían al día para desayunar cien gramos de pan, el cual debíamos cuidar como si fuese oro, con dos dos raciones de bellotas asadas, al mediodía dos raciones de sopa y por la noche otros ciento veinticinco gramos de pan y repetición de la doble ración de bellotas asadas, pero si no recibíamos alimento alguno, nos veíamos obligados a comer césped o plantas.
El invierno se apodero de todo, el frió era despiadado, nuestras habitaciones no tenía calefacción, aunque de vez en cuando se nos permitía la colocación de una estufa, pero ya era costumbre que los prisioneros durmiésemos pegados los unos a los otros para no perder el calor corporal; gracias a ello atraíamos a las chinches y cucarachas que se pegaban a nuestras ropas.
La higiene allí no era buena, se nos permitía el lavado diario de manos o caras pero las duchas, siempre heladas, eran generalmente de carácter semanal o mensual. Por eso era muy común que los prisioneros, los cuales tenían algún accidente al trabajar, se les infectarán sus heridas, aunque fuesen mínimas.
Al terminar el mes y no habernos dado una semana más para terminar la última barraca se nos asigno la tarea de construir, juntos a los ancianos que cada vez eran menos, ya que no podían aguantar el esfuerzo que exigía tal tarea, de levantar el muro que rodeaba el campo, esté estaba aún en sus inicios, no avanzaba muy rápido y eso hacía enfurecer a nuestros captores.
En ese primer mes no hablé mucho con Ismael, pero si lo observaba, se lo veía triste como a todos los demás pero había algo que lo diferenciaba del resto, él ya se había rendido, ya no quería saber nada con la vida que tenía o que le había tocado tener, se había abandonado a si mismo, no le interesaba si vivía o moría, quizá debería haber intentado consolarlo pero no lo hice, cada día me hacía más frió, mi corazón se llenaba de odio y lo único que pasaba por mi mente era mi sed de venganza.
Se nos había prohibido tener contacto con los prisioneros de las barracas de mujeres y de ancianos pero esa regla se estaba debilitando cada día más ya que al habernos puesto a trabajar en la construcción del muro teníamos interacción constante con los demás prisioneros.
Un día, cuando de forma primitiva e inhumana, levantábamos el muro a mano pude ver que se acercaba Hanna con una carretilla cargada hacía mi posición.

  • Aquí tienes- me dijo sin poder reconocerme.
  • Hanna, soy yo- le respondí sin levantar la voz, aunque en ese momento no había ningún guardia cerca.
  • ¿Isac, eres tú?
  • Si, soy yo- y lo que ocurrió luego me desconcertó por completo. Al oír la confirmación de quien era, se abalanzó hacía mi, me beso muy profundamente y luego quedo abrazada a mi cuerpo por unos cinco segundos.
  • No lo puedo creer, no sabia que pensar, llegué a creer que estabas muerto o quien sabe que.
  • Estamos bien, no es que aquí se viva de maravilla pero nos las hemos arreglado para sobrevivir- fue lo único que se me ocurrió decir, aunque en mi mente solo estaba pensando en el beso que me había dado.
  • Me alegro, mira es peligroso que estemos hablando aquí, ¿tienes papel y lápiz en tu barraca?- me hablaba de forma rápida y eso provocaba que sea difícil entender.
  • Conseguiré ¿por?
  • Mira, escribime tu situación y la de Ismael, mañana volveré aquí y me la darás, luego te la responderé y así hasta que podamos estar juntos- y se fue sin decir más nada.
Fue tan extraño y al mismo tiempo rápido, no pude asimilar lo que había sucedido en esos cinco minutos hasta después de unas horas, pensé primero en ella, en como se veía, pude notar que había adelgazado y eso me entristeció, pero se la notaba con energía y con un humor agradable para el lugar en que estábamos. Luego pensé en el beso que había recibido y eso fue lo mas extraño de toda la situación. También me cuestioné si sentía algo por ella, era evidente que si, pero no sabia si era solo amistad o era algo más fuerte que eso, también se que el beso fue el mejor que había recibido en mi vida y eso tenía que significar que algo sentía pero era difícil saberlo, me encontraba en un campo de concentración, estaba siendo esclavizado y cada día estaba más débil, así que no creo que fuese el momento más indicado para pensar en el amor, aunque ese asunto no dejo de darme vueltas en mi cabeza, así que decidí en la noche hacer la carta que me había solicitado.
Fue difícil expresarme, hacerle llegar a través de palabras lo que sentía y por lo que estaba pasando, pero lo intenté, no creo que haya sido la mejor carta de mi vida, pero para las circunstancias era aceptable.

En ella escribí:


Hanna:

Nosotros estamos bien, creo que podría ser peor, mucho peor. Si bien no todos los días comemos, en nuestra barraca se ha implementado un sistema para cuando sucede esto, consiste en que de cada día se guarde unos pocos gramos de pan y se esconda en unos hoyos escondidos en el piso, que creamos cuando construimos estas barracas, quizá no los hayan encontrado ustedes aún, pero búsquenlo les será de ayuda, si al otro día tenemos la suerte de que nos alimenten nos comemos el pan del día anterior y guardamos un poco del nuevo, y así día tras día. No es que no pasemos hambre cuando no nos dan el alimento, pero si nos ayuda a sobrevivir, hay veces que nos vemos forzados a comer pastos o plantas pero si es necesario estamos dispuestos a todo para vivir.
Ismael está cada vez peor, no solo físicamente, al igual que todos, sino que él ya se ha rendido y no se que hacer para que vea que podemos sobrevivir y que no debemos dejarnos vencer por ellos, tienen que darse cuenta que somos fuertes y no dejaremos que nadie nos destruya.
No se que más decir aunque tengo la sensación de que puedo escribir un libro con lo que ya he vivido. Más bien me preocupa tu situación. Luego quizá pueda explayarme más.

Isac.


Luego de haber terminado de escribir, guarde la carta dentro de mis calcetines e intente conciliar el sueño, una hora más tarde pude dormir. Con el paso del tiempo nos fuimos acostumbrando a despertar en sincronía con el sol, el frió cada vez era mas intolerable, había noches en las cuales podíamos dormir cada uno en su cama pero otras que no y nos apretábamos unos con otros para conservar el calor.
Cuando desperté pude ver como dos guardias armados se llevaban a diez hombres de mi barraca, todos estaban enfermos o con alguna lesión grave. Cuando se fueron me levanté y fui corriendo hacía la ventana y pude ver como los arrodillaban uno por uno y les disparaban en la cabeza. Si bien esas escenas ya no me provocaban tanta tristeza y no me parecían tan brutales, sí hacían crecer el odio que tenía dentro. Después de ver aquello solo derrame un par de lagrimas en silencio por mis amigos muertos, cinco de ellos judíos, dos negros y tres testigos de Jehová.
La jornada laboral de ese día fue diferente a las anteriores, estaba ansioso e ilusionado, esperando la llegada de Hanna para entregarle mi carta. El tiempo pasaba y no aparecía por ningún lado. Cuando ya era mediodía apareció con su carretilla cargada de arena, la vi e intente disimular la emoción que sentía ya que cerca de mi posición estaba un soldado fumando un cigarrillo barato. Era muy difícil entregarle la carta sin que el soldado se diera cuenta de lo que hacíamos, pero lo logré. Lo que hice fue aprovechar el momento en que ella tiraba la arena al piso y tirar el papel dentro de su carretilla, ella al ver lo que hacía me dedico una sonrisa y se fue deprisa para poder esconderla dentro de su ropa.
Luego de ello no la volví a ver en todo el día, tampoco paso nada digno de mención, excepto que ese día tuvimos la suerte de poder comer y bañarnos. Por la noche pude ver a Ismael llorando en un rincón solo y sin que nadie le ofreciera un hombro en el cual llorar, tampoco lo hice yo. Ahora me arrepiento por no haber apoyado a mi amigo en ese momento que él necesitaba que su mejor amigo estuviese cerca, que le dijera que todo saldría bien. Pero mi mente estaba bloqueada y segada por el odio que se había apoderado de mi.
Al otro día amanecí emocionado y esperanzado por la carta que debería entregarme Hanna, era todo un récord que en dos días me sintiera tan bien en ese maldito reclusorio.
Ella llegó con su carretilla cargada al rededor de las once de la mañana. Esta vez me la pudo dar en la mano e intercambiamos un par de palabras, pero nada en especial. A la noche, después de trabajar, corrí a mi barraca y leí la carta. Aún conservo todas y cada una de las cartas que me entregó Hanna en ese lugar.

La misma decía:


Querido Isac:

Por aquí no está todo muy bien, si bien en lo que tiene que ver con la comida estamos en la misma situación que ustedes (por cierto gracias por lo del escondite nos será muy útil), hay días que comemos y hay días en que no, pero hemos podido aguantar. Lo que no podemos aguantar es que estos malditos vengan y se lleven mujeres para violarlas, hablan mucho y dicen que somos basura, que no merecemos vivir y que en cualquier momento nos van a fucilar y luego vienen cuando están necesitados y se llevan a una de mis chicas. Es indignante y triste. Ya son diez las chicas violadas, no tienen más de veinticinco años de edad y están muy asustadas, a más de una las han violado en repetidas ocasiones y ya no aguantan más. Una de ellas, la que había sido violada más veces, prefirió la muerte y salió corriendo hacia la cerca, pensando que estaba electrificada y que así moriría, pero resultó que no esta electrificada, los soldados la vieron correr y la atraparon, luego de eso la llevaron a nuestra barraca, la obligaron a practicarle sexo oral a uno de los soldados, ella al ver que su hora había llegado decidió morderle el pene a su agresor de tal forma que se lo arrancó. Lo próximo que paso fue muy triste, la apalearon hasta que estaba moribunda en el suelo, la pusieron de pie e hicieron que veamos como con un cuchillo le cortaban el cuello. Fue la peor escena que presencie en mi vida, luego de eso no pude hablar hasta el otro día. Ahora las violaciones no son muy frecuentes, pero se siguen dando de vez en cuando.
Mientras escribo estas palabras no puedo dejar de llorar y desearía tenerte a mi lado para que puedas abrazarme y decirme que me sacaras de aquí.
Me imagino que estarás confundido, claro está que hablo del beso, y no te reprocho que estés así. Pero quiero explicarte el porque de dicha acción. ¿Recuerdas la vez que Meller te apaleo hasta casi matarte? Bueno yo intervine y él me golpeo, pero no podía seguir viendo como te mataba, ahí me di cuenta que me estaba enamorando de ti, y al verte no pude aguantar las ganas ni el deseo de besarte y sentirte cerca mio. Quizá creas que no es algo del otro mundo pero quiero que sepas que cuando estoy a tu lado me siento segura y tengo la sensación de que podremos superar esta situación que nos está tocando vivir a nosotros y a nuestro pueblo. Perdón si te incomode con estas palabras y el beso pero no lo puedo controlar.
Ahora quiero hablarte de Ismael, por lo que me has contado él está devastado, que ya se ha rendido. Pero quiero que sepas que él se siente culpable porque nosotros estemos en este lugar, piensa que era su obligación mantenernos a salvo ya que es el mayor y fue quien organizó toda nuestra huida. Solo te pido que no lo abandones, apoyalo, dale fuerzas para seguir, se que es difícil apoyar a los demás cuando ni siquiera podemos con nosotros mismos, pero espero que estés a su lado, eres es más indicado.
No quiero agobiarte más, espero que puedas responderme rápido y que estés bien.

Te quiere Hanna.


Luego de leer la carta necesité tiempo para poder comprender todo lo que en ella decía, era demasiada información la que me había dado y quería pensar y entender cada una de ellas.
En primer lugar quedé muy preocupado por la cuestión de las violaciones, no me sorprende pero si me preocupaba. En segundo lugar comprendí que no estaba actuando bien en relación a la situación que estaba viviendo Ismael. No estaba siendo un buen amigo, el odio me estaban segando, por ello decidí que debía ayudarlo a superar lo que estábamos viviendo.
Cuando creí que ya había comprendido todo, le escribí la respuesta. En ella exprese:

Hanna:

Lamento y me preocupa su situación pero al mismo tiempo no me sorprende. Debemos hacer algo, estoy convencido que debemos tomar cartas en el asunto antes de que muera más gente, también se que es muy difícil tomar medidas que puedan mejorar nuestra situación pero es necesario, ya pensaremos en algo.
En relación a Ismael debo confesar que no actué como un buen amigo, estoy segado y quiero ver morir a cada uno de nuestro torturadores, pero tu carta me ha hecho entender que debo preocuparme por cosas más importantes que mi venganza. Ayudaré a Ismael en lo que pueda, intentaré levantarle el animo y que nos ayude a crear un plan para salir de esta como la última vez. Cuando piense en algo te lo haré saber.
Cambiando de tema, ame tu beso, si lo ame, creo que estoy sintiendo cosas por ti que nunca imaginaría que sentiría por alguien. Es una realidad, si bien no podemos estar juntos en este maldito lugar, te prometo que ya llegará ese momento en el que podremos acostarnos en una playa, sin sentir miedo ni tener que estar cuidando nuestras espaldas.
Se que tenemos mucho de que hablar, pero no se como decirte todo por medio de un simple papel, esperemos que no descubran nuestro sistema de comunicación. Si pasa algo procura contarme. Isac.
Debo confesar que en ese momento le mentí a Hanna sobre mis sentimientos, pero creí que ha ella le sería más fácil sobrellevar su estadía en ese lugar creyendo que podríamos estar juntos. Si bien creía que era muy atractiva y sentía mucho cariño por ella, en ese momento no la amaba, pero haría todo lo posible para hacerla sentir mejor. El amor es una herramienta muy útil en momentos difíciles y en ese momento aproveche esa herramienta para hacerla sentir mejor.
Al otro día le entregué la carta sin dificultad alguna y se marcho como siempre, lento y caminando muy torpe a causa de la carretilla.


CAPITULO CUARTO 

Aún recuerdo la fecha exacta que cumplimos un año en el campo de concentración de Breendonck, ese día fue el veintiocho de noviembre de mil novecientos cuarenta y uno. El mismo fue festejado por los soldados y sufrido por los reclusos. Se llevaron a cabo los festejos correspondientes por el aniversario de la llegada de los prisiones y ese fue el día que se inauguro la primer cámara de gas en nuestra prisión.
En ella se ejecutaron a más de quinientos reclusos, estos no sentían dolor alguno al morir, antes se aletargaban en un sueño mortal carente de dolor físico, aunque brutal por saber que iban a morir. En ese momento nadie sabia que pasaba con los prisioneros, pero años después, gracias a un soldado ruso, me enteré que eran y para que se utilizaban dichas cámaras.
En el transcurso de ese año construimos las diecinueve barracas, el muro que rodeaba el campo y un habitáculo de madera que media aproximadamente unos veinticinco metros cuadrados, ese habitáculo resultó ser la cámara de gas.
Nadie entendía porque hicieron desaparecer a tantos prisioneros, ya que nos faltaba mano de obra y la producción iba muy lenta, pero luego nos dimos cuenta que querían hacer espacio para traer nuevos reclusos. En el correr del año habían muerto muchas personas, principalmente ancianos y mujeres, algunas de estas mujeres eran empujadas al foso del cual extraían arena y las dejaban morir allí. También se dieron fusilamientos para vengar al soldado que le habían extirpado el pene y una vez se ahorco a cinco mujeres, nunca supe porque razón.
En el momento que llegué al campo pesaba al rededor de unos sesenta kilos, pasado un año solo pesaba cuarenta de los sesenta al entrar, con el tiempo mi salud empeoraba más y más. Sabia que debía hacer algo pronto o no soportaría otro año. Todos teníamos la esperanza de que se terminara la guerra o que por lo menos que Estados Unidos atacara a la Alemania Nazi, pero eso no pasaba. Mis colegas y amigos morían o enfermaban con el paso del tiempo. Fueron tantas las tragedias vividas que aprendí a no hacer ni crear vínculos fuertes con las personas que no conocía, ya que luego sufriría si les pasara algo.
En el transcurso del año continué fingiendo que amaba a Hanna pero llegó un momento en el que me enamore perdidamente de ella. La amaba de tal forma que era capaz de dar la vida por esa mujer. Y por dicho amor fue que cometí un homicidio...
Una mañana, una semana o dos después de los festejos por el aniversario de nuestro campo, mientras trabajábamos haciendo nuevas barracas observé a los lejos que se acerca una multitud de personas, todos tristes, sucios y hambrientos. Cuando por fin entraron por el portón principal, custodiado por tres soldados fuertemente armados, pude ver de cerca a los recién llegados. Entre ellos habían niños llorando y abrazados a sus madres, mujeres con un aspecto deprimente y hombres que en sus ojos se reflejaba el terror que sentían. Ya no había más diferencias entre hombres, mujeres y ancianos, todos podían estar y trabajar con quien quiera, esto se debía a la cantidad de muertes que hubo en un año y sí se diferenciaban a las personas para cada tarea siempre faltaba mano de obra y la producción era extremadamente lenta. A partir de ese suceso Hanna comenzó a vivir en la misma barraca que yo.
Ismael, de a poco fue volviendo a ser el que era antes. Por suerte recapacité a tiempo para poder ayudarlo, fue muy difícil, él ya había perdido toda esperanza y por ello casi pierde la vida. Con la llegada de Hanna a nuestra barraca, Ismael se recupero completamente y pudo ayudarnos para idear el plan que nos sacaría de ese lugar.
Primero decidimos con Hanna, a través de cartas, que era necesario mejorar nuestra calidad de vida allí, cada vez le importaban menos a nuestros captores si comíamos o no, eso llevó a que pasáramos mucha hambre y mucha gente muriera. 
Con ella nos turnamos para escapar por las noches de nuestras barracas y escondernos muy cerca de la cocina, que utilizaban los soldados para comer. En esas noches de vigilancia descubrimos que la cerraban al rededor de las doce de la noche y la abrían a las seis de la mañana. Cada una semana les llegaban un cargamento de comida con pan, leche en polvo, verduras, carne, etc. De día sería imposible entrar y robar algo para comer, pero de noche era mucho más probable que nuestro plan funcionara. También pudimos descubrir que los soldados destinados a la guardia nocturna muchas veces no salían a recorrer el campo y se quedaban jugando cartas o escuchando radio en sus cacetas. En ese año habían construido, los soldados, dos torres de diez metros de altura con un reflector cada uno, para vigilar el campo, un soldado controlaba el reflector y si había movimiento otro soldado con un rifle de caza ejecutaba al prisionero que rondara a esas horas, eso pasó dos veces y en ambas ocasiones el recluso intentaba escapar pero nunca lo lograba.

  • Creo que llegó el momento de actuar- le dije a Ismael después de contarle toda la información que habíamos recolectado.
  • ¿Estás seguro, Isac?
  • Sí, lo estoy, no quiero que Hanna sepa nada, sé que si le decimos lo que pensamos hacer ella querrá participar y no permitiré que le pase nada.
  • Estoy contigo amigo, ¿cómo quieres hacerlo?
  • Es peligroso, pero necesitamos comida si queremos tener fuerzas para salir de esté lugar. Como ya sabes a las doce cierran la cocina con candado y cadenas, pero atrás de ella hay una ventana que está muy floja y la podremos sacar sin problemas- mientras le contaba mi plan a Ismael, yo estaba muy acelerado, al mismo tiempo sentía una emoción en el pecho que me excitaba y me decía que continuara con ello- también tiene una reja pero se que la podremos pasar, gracias a nuestro estado físico. Cuando uno de los dos esté dentro se encargará de reunir la comida, esta debe ser de poco tamaño y que nos proporcione energía ya que la necesitaremos.- Ismael escuchaba con mucha atención cada una de mis palabras y cuanto más decía, más se convencía de que era un buen plan- luego el que esté dentro le pasará la comida al de afuera, huiremos por el mismo camino que vayamos y esconderemos la comida en el hueco debajo de nuestras camas. 
  • Me parece bien y confió en vos, ¿cómo haremos para llegar hasta la cocina sin ser detectados por los guardias?- sabía que me preguntaría eso y ya tenía la respuesta preparada.
  • Las noches que hace frío los soldados no salen hacer la guardia, entonces iremos cuando haga frío. Y por la cuestión de los reflectores no te preocupes, ellos vigilan los alrededores, es decir el muro y la cerca, ya que todo aquel que salé por la noche pretende escapar, y nunca imaginaran que pensamos robarles.
  • ¿Lo que me estas diciendo es que iremos por el centro del campo para llegar a la cocina?- Su cara cambio de satisfacción a horror.
  • Exactamente – le dije con una sonrisa de oreja a oreja.
  • Pero es un plan suicida.
  • No, no es suicida, es usar la lógica, nunca sospecharán que queremos acercarnos a ellos ya que les tememos, nunca pensarán que alguien en vez de huir les hará frente- vi en su rostro que no lo estaba convenciendo, así que utilice mi última carta- amigo confía en mi. Todo saldrá bien. Podemos esperar aquí a morir de hambre o que nos maten o podemos ir y hacer algo para salvar nuestras vidas.
  • Sabes que estoy contigo y haré lo que sea necesario para salir de este infierno.
A continuación nos dinos un fuerte abrazo y juramos que saldríamos de ese lugar juntos.

  • Recuerda, ni una palabra a Hanna- le dije después del abrazo y muy serio.
  • Claro no le diré nada. Tranquilo.
Luego nos fuimos a dormir, a esa altura del año aún no hacía tanto frío como para dormir todos juntos, pero yo igual compartía mi cama con Hanna. Al acostarme le di un beso y le dije que la amaba.
Podría decir que ya no era el chico asustado que se escondía en su sótano esperando a que todo terminará para poder salir y continuar con su vida cómoda y sin estrés. Ahora era un hombre fuerte, frío y decidido a hacer cualquier cosa para poder vivir. También gracias a Hanna aprendí a controlar mis emociones, a reprimir mi odio y concentrarme en cosas más importantes, por ello pude ayudar a Ismael a salir de su depresión y a ser más paciente. Sabia que en cualquier momento tendría mi venganza, que era cuestión de esperar y ser inteligente.
Les acabo de contar parte de mi transformación, del porque me había convertido en lo que era, pero si bien muchas cosas que vi me marcaron, la causa principal fue el homicidio.
Una tarde, cuando aún trabajábamos construyendo el muro, me tocó la zona de la fosa, donde Hanna sacaba arena para dicha construcción, ya era muy tarde y nuestra jornada estaba por finalizar.
Cuando nos preparábamos para volver a nuestras respectivas barracas se acerca un soldado y toma del brazo a Hanna, yo estaba escondido a unos cincuenta metros de la acción, vi que el soldado se la llevaba a unos de los baños que utilizaban ellos y ya se imaginaran que iba a suceder. Yo me lo imaginé en ese momento y corrí directo al baño. Estaba furioso, loco y dispuesto hacer cualquier cosa por ella. No había nadie cerca cuando sucedió y sabía que no me encontraría a nadie en el baño, ya que se les había prohibido a los soldados tener relaciones con los judíos. Cuando llegué a la puerta del baño frené en seco y pensé en que iba hacer, no tenía tiempo quería evitar a toda costa que el maldito tocara a mi mujer. Mi mente funcionaba al cien por ciento. Entré sigilosamente al baño y lo vi intentando arrancarle la ropa a Hanna, mientras que ella llorando se resistía. El soldado se encontraba de espaldas a la puerta así que no me vio llegar.
El maldito logró quitarle toda la ropa de la cintura para arriba, y ella lloraba desconsoladamente, cuando vio que se estaba resistiendo tanto decidió sacar su arma y la introdujo en su cabeza.
  • Puta, quédate quieta o te vuelo la cabeza- le dijo furioso. Hanna se quedo paralizada del miedo que sentía y no se resistió más pero aún lloraba desconsoladamente.
Lo próximo que recuerdo es que me aproximé por la espalda del violador y le tome la cabeza y se la partí contra el lavado, al no haberse dado cuanta que estaba yo, él no pudo hacer nada. Con el golpe quedó desmayado al instante. Cuando me propuse seguir golpeando al bastado, Hanna me toma el brazo.

  • Basta Isac, no eres un asesino, se que no.- yo estaba furioso, loco, quería matarlo y sacarme el odio que tenía dentro.
  • Hanna veté, corre a tu barraca y procura que nadie te vea.- entonces ella comprendió que no había vuelta atrás. Se fue corriendo y me dejó solo en el baño con su agresor.
En mi mente no solo estaba el odio, tenía que proteger a Hanna y si lo dejaba vivo él volvería a por ella y la mataría. Así que deje salir toda la furia que tenía dentro y comencé a estrellar la cabeza del soldado contra el piso una y otra vez. Él ya estaba muerto pero yo continuaba golpeándolo. Quedé bañado de sangre y me reía como un loco, disfrutaba del momento. Allí comenzó mi venganza y mi convertí en un asesino, no solo un asesino, era el exterminador de nazis. Así fui conocido en el futuro.
Después de quedar satisfecho y haber desfigurado al maldito me fui corriendo rumbo a mi barraca a cambiarme de ropa y esconder la que tenía manchada de sangre.
Nunca nadie supo que pasó en ese baño, Hanna tampoco me lo preguntó, pero igual no se lo hubiese contado. Ismael si me interrogó por lo sucedido y mi única respuesta fue que ese maldito no tocaría más a nadie. Cuando ellos descubrieron que habían matado a uno de los suyos, dejaron descargar su ira contra los nuestros.
Como no sabían quien era el culpable, nos hicieron formar en el patio principal, Melle caminaba de un lado a otros hasta que habló.

  • Tú- y señalo a un hombre de la primer fila- tú- señalo a una mujer de la fila siguiente. Continuo con este proceso hasta que había señalado a unas sesenta personas. - Ahora quiero que den un paso al frente y se arrodillen- todos los elegidos dieron un paso al frente y se dejaron caer al piso. Luego el hombre de corazón de hielo comenzó a caminar hasta el principio de la fila. Sacó su pistola y le dio un disparo ha cada uno de los hombres y mujeres arrodillados en la cabeza. Estos murieron al instante, quedando tendidos en el suelo, luego soltaron a unos perros salvajes que comenzaron a morder los cuerpos inertes hasta dejarlos como carne triturada en el suelo, la sangre corría por todos lados, el polvo del suelo ya no era marrón era rojo oscuro.- soldado lleve a la basura a sus basureros.
  • Si, señor. Caminen, el primero en hablar acompañara a sus amigos.- y todos caminamos lento y con los ojos clavados en el suelo. Ismael y Hanna me miraron, y en sus caras se veía la pena que sentían, no se si era por mi o por las personas muertas. Nunca lo supe...
Este hecho fue el que me cambió completamente, fue el que despojo a la inocencia de mi alma y el que dejó salir mi brutalidad. Esta es la primera vez que lo cuento y me hace sentir bien conmigo mismo, me quita un peso que llevo cargando desde hace muchos, muchos años.
Me resulta muy extraño escribir estas palabras en este momento, siempre me mantuve al margen de todo, no participe en ningún acto realizado en nuestro honor, ni en la memoria de los caídos. No se si será la tristeza, las pesadillas o que ya no quiero vivir más, pero se que debo decir por lo que he vivido y a lo que he llegado gracias a enfermos con sed de poder, dispuestos a sacrificar personas inocentes por creer que son mejores...

  • Hoy es el día, ya no podemos esperar más- le dije a Ismael una mañana al despertar.
  • Está bien, ¿cómo lo haremos?- me preguntó con cara de dormido.
  • Como lo habíamos planeado, será más seguro hacerlo entre las dos de la mañana y las tres, ya para esa hora se habrán aburrido de vigilar y se pondrán hacer cualquier otra cosa.
  • Me parece bien, ¿entonces una y media en la puerta de la barraca?
  • Sí- dicho esto cada uno se fue a su puesto de trabajo, esa mañana no nos dieron nada de comer y sospechaba que no nos darían nada en todo el día, para empeorar nuestra situación no teníamos nada en nuestra reserva de emergencia.
Al llegar la noche, luego de una extensa y dolorosa jornada de trabajos forzados se nos dio cien gramos de pan duro y una sopa fría que parecía hecha con mugre.
Se hicieron la una y media, no había visto a Ismael en todo el día y esperaba que no le hubiera dicho nada a Hanna.
  • Aquí estoy- me dijo Ismael desde un rincón oscuro.
  • Bien es hora de irnos- en ese momento no se como se sentía él, pero yo estaba excitado, con la adrenalina corriendo por mis venas, me sentía fuerte, pero al mismo tiempo no perdía de la cabeza que me estaba arriesgando mucho y que ponía en peligro la vida de mi amigo, creo que él había notado mis preocupaciones ya que me dijo.
  • No te preocupes, sé en lo que me estoy metiendo y soy responsable por lo que me pueda pasar- y me dirigió una sonrisa tranquilizadora.
  • Gracias amigo- y seguimos caminando. Cuando llegamos a la zona de los reflectores nos asustamos mucho, pero seguimos caminando con mucho sigilo, pudimos ver a los dos guardias jugando a las cartas y tomando café. Nos escabullimos sin problemas hasta la cocina.
  • Entro yo-le dije- tu espera aquí a que te de la comida.
  • Pero apúrate- su cara estaba iluminado por el resplandor de la luna, que reposaba a lo alto, sin que nadie la pudiera molestar y observando las injusticias provocadas por el hombre ignorante.
  • No demoraré, te lo aseguro.
Como imaginé, no tuve problemas para entrar a la cocina, las barras de la reja estaban a suficiente distancia el uno con el otro para que una persona, que era puro huevo, pudiese entrar. Al estar dentro pude ver los estantes repletos de comida, las heladeras llenas de carne, se ve que había llegado el cargamento hace muy poco. Tomé lo que pude, entre ellos fruta, pan, frutos secos, leche en polvo, que si bien no podríamos tomarlo caliente si sería muy bueno por el calcio, etc.

  • Toma- le dije en un susurro a mi amigo.
  • Lo tengo, sal ya-y de repente se escucha a un perro ladrar, cada vez más cerca nuestro.- apúrate que ahí vienen.
  • Corre, esconde todo eso debajo de tu cama y duérmete, yo te alcanzaré te lo juro.
  • No me iré sin ti ,Isac, sal ya!!!
  • No lo lograremos si salgo ahora, aquí puedo quedarme por un rato y salir cuando no haya nadie cerca, vete de prometo que llegaré sano y salvo.
  • Está bien pero apúrate- y se lago a toda la velocidad que pudo, yo esperaba que no lo vieran. A los cinco minutos de la partida de Ismael, pude escuchar como pasaban los dos soldados que vimos jugando naipes cuando salimos de nuestra barraca.
  • Hoy está muy frío- le decía un soldado al otro.
  • Lo se deberíamos habernos quedado jugando cartas.- le respondía su amigo.
  • Yo pienso exactamente como tú, pero no podemos descuidar nuestra guardia, ya sabes lo que le pasó al último que tuvo problemas con Meller.
  • Si, no pudo ser más traidor, se merecía terminar en el frente de la batalla.
  • Ya sabes que hay personas para todo, hay algunos que no son tan fuertes y le perdonan la vida a los animales.
  • Si, ja, ja, ja, por suerte no soy uno de esos- pude escuchar como sus risas se perdían a lo lejos, esperé unos diez minutos más pero no había movimiento alguno, los guardias se habrían quedado en su caceta.
Tomé valor y salí de la cocina, imagine que no habían atrapado a Ismael ya que no escuche ningún disparo. Al entrar lo primero que vi fue a una mujer corriendo hacía mi para abrazarme, era Hanna, Ismael la había despertado para contarle lo sucedido ya que estaba muy nervioso y asustado.
  • ¿Estás bien?- fue lo primero que dijo después de dejar de abrazarme.
  • Si, estoy de maravilla- le dije mientras me aproximé a darle un abrazo a mi amigo- lo logramos amigo.
  • Si, lo logramos, pero esto es el principio- me dijo entre lagrimas.
  • Pero el primer paso es el principal. Son batallas que nos harán ganar la guerra.
  • Eso espero- luego se fue a su cama y nos dejo solos con Hanna.
  • Pensé que me dirías, pensé que éramos un equipo y haríamos esto juntos- me dijo con mucha bronca.
  • Lo siento, pero no pensaba arriesgarte en lo más mínimo.
  • Me lo imaginaba, pero entiende que no estas solo, me vas a necesitar tarde o temprano.
  • Espero que sea tarde- luego nos besamos y fuimos a la cama.
A la mañana siguiente al despertar encontré un trozo de pan con manteca dentro de mis zapatos, envuelto en un papel viejo. Al verlo sonreí y busqué la mirada de mi amigo, pero ya se había marchado. Cuando planeamos nuestro gran golpe, habíamos acordado que él sería el encargado de administrar la comida que robáramos, en el caso de triunfar claro está.

  • Mira el regalo que nos ha dejado Ismael- le dije a Hanna mientras la despertaba con un beso en la mejilla.
  • Veo que no perdieron el tiempo anoche – me dijo con una pizca de resentimiento, pero estaba alegre.
Dividimos el pan a la mitad y cada uno se fue a su puesto de trabajo. Nos habían mandado a construir una pista de aterrizaje a las afueras del campo, ya que no se podía acceder a él por ningún otro medio de locomoción. Parecía que habría visitas...
 


CAPÍTULO QUINTO


- ¡Isac lo tienen! - su cara expresaba terror- tienes que ayudarlo, por favor- y sus ojos derramaban lagrimas.
- ¿Hanna, qué pasa? ¿A quién tienen?- mi mente estaba confusa, no entendía que pasaba. Eran aproximadamente las dos de la mañana cuando Hanna entró a la barraca corriendo suplicando ayuda.
- Tienen a Ismael, los soldados lo están apaleando en la puerta del baño- sus ojos seguían derramando lagrimas sin parar, temía por la vida de nuestro amigo.
- ¿Pero por qué?- aún estaba confuso y sin poder despegar los ojos del sueño.
- No sé, recuerdo que quería ir al baño, cuando él salía me despertó con sus pisadas. Luego escuche sus gritos a lo lejos, me aproximé y vi como tres soldados les están dando una paliza. Tienes que ayudarlo, te lo ruego- en medio de la explicación pude escuchar como mi amigo gritaba del dolor. Mientra Hanna me abrazaba excesivamente fuerte.
- Amor no podemos hacer nada, lo siento. Sería peor si vamos, nos van a fucilar.
- ¿Cómo puedes dejar a un amigo solo, abandonado mientras recibe un paliza?- pude notar como su tono paso de espanto a la decepción y sus lagrimas se iban secando de a poco.
- No entiendes, si vamos allá no solo lo matarán a él, sino que también a nosotros. Si no vamos existe la posibilidad de que lo dejen vivo, sino se reciste. Entiende, me duele igual o más que a ti, es mi mejor amigo, pero hay que ser inteligentes en estos momentos- no recibí respuesta alguna, simplemente me tomo del brazo, me llevo a la cama e intentamos dormir, pero estoy seguro que ninguno lo logro.
A la mañana siguiente sonó, como de costumbre, la trompeta que indicaba que era hora de comenzar a trabajar, en la noche no tuvimos noticias de Ismael, con Hanna supusimos que había pasado lo peor, y eso nos dolía profundamente, aunque aún sigo pensando que actué de forma correcta, debía proteger a Hanna a toda costa.
La tarea del día consistía en preparar el terreno para la construcción de la misteriosa pista de aterrizaje, básicamente se basaba en limpiar el terreno, eliminar por completo las raices de árboles y arbustos, llenar con tierra los pozos para que el terreno quede completamente nivelado, eliminar madrigueras y llenar zanjas.
A la mitad del día pude ver a lo lejos como dos soldados cargaban un cuerpo que parecía inerte por el patio trasero, como aún seguía preocupado por mi amigo tomé la decisión de arriesgarme y seguirlos. No era difícil de hacer, pero era peligroso, en cualquier momento un soldado podría verme y matarme. Pero algo en mi interior me decía que debía continuar. Mi aventura no duró mucho, pero fue suficiente para ver que ese cuerpo inmóvil, casi inerte, era el de mi amigo. Al verlo en ese estado sentí como mi pecho se hundía, también sentí como se formaba un vacío dentro de mi, que no me permitía frenar mis piernas, la rabia, el odio que tenía hacía aquellos soldados no podría describirlo con palabras. Cuando estuve a punto de entrar por la misma puerta que entraron esos malditos , sentí como un brazo me agarraba fuerte de mi largo cabello, y me tiraba hacía atrás, no me di cuenta hasta que la fuerza aplicada fue tal que quede tirado en el piso por el impulso.
- Hijo no es el momento de hacerse matar, debes tener paciencia, tu momento llegará te lo aseguro- la voz del hombre era muy tranquila y pausada, se lo veía muy flaco y sin fuerzas como a todos nosotros, pero su cara expresaba paz.
- ¿Cómo sabe usted lo qué quiero? - le respondí un tanto desconfiado y seco.
- Tus ojos lo dicen todo, he visto muchas veces esa mirada que tu tienes, una mirada fría, tensa, cualquiera que prestara atención sabría que tienes sed de venganza.
- ¿Pero cómo sabe que mi momento llegará? Perfectamente podría morir mañana ya sea de un tiro o de hambre.
- Tu día no ha llegado aún, tienes la fortaleza e inteligencia necesaria para sobrevivir, aunque solo sea para poder hacerle daño a aquellos que te están haciendo daño a ti.
-¿Cómo lo sabe?- mil preguntas se me venían a la mente en ese momento, pero la situación me había tomado por sorpresa.
- ¿Cómo lo se? Digamos que yo era como tu, en circunstancias diferentes claro, pero compartimos el mismo sentimiento. Solo déjame decirte una cosa.
- ¿Qué?
- No pienses más en ello, intenta sobrevivir, sal con vida de aquí, si sigues alimentando el odio que llevas dentro solo ganaras más sufrimiento del que ya tienes, no podrás continuar con tu vida.
- Se lo agradezco, pero en este momento no es una buena opción.
- Solamente escucha y piensa en lo que te digo. Este lugar cambia a la gente, y no vas a querer cambiar más de lo que ya has cambiado.
Dicho eso, el desconocido desapareció, como si nada, dejando en mi más dudas que certezas, cosas en las que pensar, cuestionarme a mi mismo, o mejor dicho a mi nuevo yo. Hace mucho tiempo dejé de pensar como un abogado defensor de comunistas, anarquistas, obreros, sindicalistas, es decir todo aquello por lo que vivía y peleaba, simplemente para llevarle la contra a mi padre. Para ese entonces ya era una persona completamente diferente, la vida me estaba golpeando, y no era capaz de saber si sería lo suficientemente fuerte como para devolverle el golpe. Quizá las únicas razones hasta el momento que tenía para poder seguir adelante, las razones que me daban fuerzas para seguir eran proteger a Hanna y vengarme de aquellos que me estaban haciendo daño, los mismo que me quitaron todo, mi carrera, mi hermano, mi vida... Gracias a ese extraño pudé reflexionar, pensar que era lo correcto y como debía actuar, que pasos serían adecuados de ahora en más.
Luego de todo aquello volví a mi puesto de trabajo, distraído, pensando en Ismael y rogando a Dios por la seguridad de mi amigo. Cuando por fin llegué, vi a unos diez metros de mi posición, muy cerca del tejido que nos separaba del exterior, algo que me llamó mucho la atención. No podía apreciar muy bien que era, así que decidí acercarme un poco más. Al ver que no había ningún guardia cerca me asome con intriga para ver que había allí. Cuando lo vi me llevé una gran sorpresa, lo que allí se encontraba era un perro, un perro con manchas negras en su cuerpo blanco, era un dalmata de no más de tres años de edad, se lo veía débil, su piel estaba pegada a sus huesos. Al verme movió de forma entusiasta su cola, con desconfianza me aproximé y le acaricié su cabeza flaca. Fue tal la ternura que me causo esa pobre criatura que, en contra de mi instinto y abuzando de mi suerte, lo tomé en mis brazos y corrí lo más rápido que pude, mejor dicho lo más rápido que mis piernas y mi desnutrido cuerpo me permitieron, hasta mi barraca, acosté al animal en la cama que compartía con Hanna, le di un trozo de pan, lo tape y volví corriendo a mi puesto.
Al finalizar la jornada volví a mi barraca con la esperanza de que el perro siguiera allí, al llegar vi como Hanna acariciaba a la criatura y al verme puso una cara muy picara y cómplice.
- ¿Isac, tienes algo que ver con esto?- no era necesario ni responder a esa pregunta, pero igual lo hice. Puse mi mejor cara de ángel y le conté todo, desde mi aventura siguiendo a los guardias que llevaban en sus brazos a Ismael, mi encuentro con el viejo sabio y el rescate a esta pobre criatura.
- Sé que no es el momento para rescatar animales de una inminente muerte, no tenemos ni para comer nosotros, y menos podemos arriesgarnos a tener un perro en nuestra barraca, pero no puede evitarlo, al verlo ahí tirado en el tejido, moribundo y solo no lo pude evitar- ella me entendía a la perfección, sabía los riesgos que corríamos al tener un animal allí, pero no puedo evitar sonreírme y darme un beso profundo, húmedo y largo.
- Bueno si es una locura, pero yo tampoco hubiese podido dejar a tobi allí tirado.
- ¿Tobi?- le pregunte algo confundido- ¿ya le pusiste nombre?
-No, así se llama- y me señalo el collar que el perro tenía en su cuello. El parecer en el momento de rescatarlo no vi que tenía un collar con su nombre escrito en una plaqueta de plata.
- Así que te llamas tobi eh, bienvenido entonces- le decía mientras le acariciaba con ternura detrás de su oreja.
Luego de eso nos fuimos con Hanna a hacer cola como todos los días para ver si nos daban algo de comer.
Pasaron un par de días y nuestra situación no cambiaba mucho, la pista de aterrizaje estaba en pleno auge, el terreno estaba en condiciones para ser marcado y empezar a utilizarse. No sabíamos nada de Ismael hasta que una noche, cuando la misma ya estaba muy avanzada, escuchamos ruidos cercanos a la puerta. Eran voces que se aproximaban, y cada vez sonaban más fuerte hasta que se frenaron en seco en la puerta de nuestra barraca.
- Déjenlo ahí y volvamos.
- Si, señor.
Cuando ya habían pasado unos dos minutos y no se escuchaba más nada nos apróximamos lentamente a la puerta y con mucha cautela para ver que estaba pasando, al llegar vimos que en medio de a noche y con la débil luz que nos proporcionaba la luna vimos un cuerpo tirado en el piso, se oía como respiraba con lentitud y mucha dificultad.
- ¡Isac, es Ismael! - al decir estas palabras Hanna corrió hasta llegar a donde estaba nuestro amigo, cuando también yo estuve a su lado pudimos ver con dificultad su cuerpo apaleado. Después de llevarlo a su cama y sentarnos junto a él, intentamos hablarle, pero lo único que recibimos eran débiles silbidos que intentaban ser palabras.
- Duerme amigo, mañana hablaremos.- dicho esto me fui a acostar junto a nuestro nuevo amigo. Hanna decidió quedarse junto a Ismael para cuidarlo el resto de la noche.
Al día siguiente ya se sentía mejor e intentamos entablar una conversación con él, pero esta vez no fue en vano. Recuerdo las palabras exactas que dijo esa mañana:

'' Desperté a mitad de la noche, tenía ganas de de ir al baño así que me levanté y fui. Al salir vi como dos soldados me seguían el paso, creí que me matarían, aunque no estuvieron muy lejos de hacerlo. Me apalearon sin piedad, hasta que perdí el conocimiento por completo. Al rato desperté a raíz de un baño en agua helada que recibí por parte de los mismos soldado que me habían golpeado, solo que ahora no solo eran solo los soldados que me raptaron sino que también estaba Meller, y dos más. A penas vieron que ya tenía mis ojos abiertos comenzaron a golpearme de nuevo, yo no entendía absolutamente nada, ni porque me habían llevado allí, porque estaba atado de pies y menos porque me golpeaban sin parar.
- ¿Quién fue el que nos robo comida hace ya algunas noches? - el que hablaba el Meller, con un rostro lleno de odio y sus ojos inyectado en sangre.
- No se de que me habla señor.- le respondí lentamente.
- Sabes de lo que hablo, solo di quien fue que robo la comida y te perdonaremos la vida.
- Se lo juro no se nada- yo lloraba descontroladamente.
- ¿Seguro?
- Si, señor.
- Bien, bien entonces señores ya saben que hacer.
Y siguieron golpeándome sin piedad, hasta que volví a perder el conocimiento. Al otro día me trasladaron a otro galpón que creo que estaba en el patio trasero, pero no lo recuerdo muy bien, ya que en el viaje logré abrir solo en una ocasión los ojos, pero no puedo confiar en lo que vi ya que en mi mente tengo imágenes de haberte visto a ti, Isac.
Cuando entramos en el galpón me hicieron desnudar por completo y me sentaron en una silla, por alguna razón la misma estaba rota abajo, aunque luego descubrí el porque. Lo primero que hicieron fue volver a tirarme agua encima, como para despertarme, aunque les puedo asegurar que estaba bien despierto, luego me volvieron hacer la misma pregunta que me hizo Meller, y mi respuesta fue la misma. Al parecer esperaban que dijera eso, así que uno de los soldados se arrimo hasta la puerta, la abrió y un hombre que no pude identificar le dio una cuerda muy gruesa y que en su extremo tenía una bola casi del tamaño de un balón de fútbol sala. Al parecer mis captores tenían un poco más de humanidad que nuestro general, así que me volvieron a preguntar una vez más.
- ¿Quién fue el que nos robo comida hace ya algunas noches?
- No se de que me habla señor- les volví a responder.
- Última oportunidad, no me haga lastimarlo más. - en su rostro pude ver que el hombre no me quería hacer daño, pero tenía miedo, no miedo a mi, sino que miedo a sus superiores, a que lo mandaran al frente de la batalla a una inminente muerte.
- Señor no le miento, le digo la verdad- estaba dispuesto a que me mataran antes de decirles que habíamos sido nosotros quienes habíamos robado esa comida.
- Discúlpenme usted entonces- y me deja solo allí por unos segundo mientras va a hablar con alguien afuera- Abelard, ya sabe que hacer.
- Si, señor- respondió un muchacho joven, el cual tenía en sus manos la cuerda que había visto hace unos segundo atrás. Luego de eso solo recuerdo como la bola de cuero que estaba en el el extremo de la cuerda se abalanzaba cada vez más rápido y se metía por debajo de mi silla, ahí vi cual era el objetivo de la silla rota, era para que la bola pudiese chocar con violencia contra mis testículos. Después del tercer golpe volví a perder el conocimiento. Cuando desperté de nuevo seguía atado a esa silla, desnudo, pero solo. De vez en cuando se acercaba un soldado y me tiraba comida por la puerta, hasta el día de ayer que decidieron dejarme ''libre'' aquí. ''
Luego de que Ismael nos contara todo esto, yo no supe como mirarlo, no me daban las palabras para expresar lo que sentía en ese instante, una mezcla de agradecimiento, horror, tristeza y admiración. Lo único que pude hacer fue ir y abrazarlo muy fuerte.
- Eres muy valiente amigo- le dije mientras los tres derramábamos lagrimas, no solo eran lagrimas de tristeza, sino que en ellas se mezclaba la alegría de estar todos juntos, el cariño y amor que nos sentíamos, la esperanza renovada de poder salir de ese lugar juntos. Pero de la nada en ese abrazo fraternal entres los tres, siento en mi pierna que algo me roza, cuando miro para abajo pude a ver a Tobi junto a nosotros queriendo participar de ese momento de pura ternura y fraternidad.
- ¿QuiÉn es nuestro nuevo amigo?- pregunto asombrado Ismael.
- El es Tobi, lo encontré tirado en el tejido y me lo traje.
- Estás muy loco Isac- y los tres comenzamos a reír.
Los días continuaron pasando como hasta ese entonces lentos, tediosos, sufridos y tristes. Cada vez se hacía más difícil idear una forma para poder escapar de ese lugar, la comida que habíamos robado se estaba agotando y si no nos dábamos prisa y tomábamos la decisión de actuar, solo nos quedaban dos opciones, rendirnos y dejar de pelear por nuestras vidas o robar más comida, en ese momento veía mas factible la primer opción...
Una semana después la pista de aterrizaje ya estaba terminada al fin, y comenzaban a rondar rumores, al principio pensamos que el objetivo de la misma era facilitar la llegada de las provisiones, o de los nuevos soldados, pero al parecer no sólo era ese su cometido, habría una visita importante. A los soldados se los veía entusiasmados, alegres. No nos maltrataban tanto como antes, y hasta las comidas eran más regular.
Por fin una tarde logré sacarme la duda y saber que estaba pasando. Mientras trabajaba pude escuchar una conversación entre dos soldados de categoría baja, que hablaban con entusiasmo.
- ¿Es verdad entonces?- le decía uno rubio a otro- ¿ya está confirmado?
- Si, está todo pronto, la próxima semana nos visitará- el tono de ambos era muy alegre, y no paraban de sonreír.
- Según Meller nos aumentaran de grado a todos.
- Eso sería muy bueno, en nuestro caso dejaríamos de estar en la lista de los primeros para ir al frente de la batalla.
- Es un tema que no me deja dormir en paz, saber que en cualquier momento podrían llamarnos y sería una sentencia a muerte.
- No hay que verlo de esa manera- no sonaba tan convencido pero se veía de lejos que intentaba animar a su amigo- hay que sacrificarse por la patria, ya saber que dice nuestro líder, nuestra raza debe prevalecer por encima de las otras.
- En eso tiene razón, pero nadie quiere morir, menos yo.
-Lo sé, lo sé, esperemos que no tengamos que pasar por eso- dicho esto miro su reloj y dijo- mejor volvamos a nuestra guardia si no queremos darles excusas para mandarnos al campo.
- Tienes razón, nos vemos para la cena.
Y cada uno se fue por su lado. Ahí me di cuenta que la visita sería el fuhrer en persona, la razón de todo, y por quien estábamos todos allí. En ese momento miles de cosas pasaron por mi mente, pero la más tentadora era la de vengarme de una vez por todas, era mi oportunidad, lo que estaba esperando desde que tuve que escapar de mi hogar. Pero no era la única opción, podríamos aprovechar el importante evento para escapar y no volver nunca más, aunque estaría tirando toda mi venganza por la borda, perdiendo así la oportunidad de matar a todos los que me hicieron daño, no sólo a mi, a Hanna, Ismale, mi hermano y millones de personas más. A demás ¿quién podría asegurarme que lo lograríamos? ¿Podríamos llegar a algún sitio seguro? ¿Y si en el camino no nos encontraríamos con algún soldado y nos fusilara allí mismo a los tres?
Mientras más pensaba en ello, más tentadora era la idea de quedarme e idear un plan para eliminarlos, sabía que hiciera lo que hiciera era seguro que iba a morir, pero en ese entonces en mi mente predominaba la idea de llevarme a la mayor cantidad de ellos conmigo como me fuese posible...
Cuando ya estábamos en nuestra barraca los tres reunidos, bah cuatro con nuestro nuevo amigos, les conté lo que había escuchado, ellos no apartaban la mirada de mi boca y estaban muy concentrados en lo que decía. A penas terminé de contarles lo primero que se les vino a la cabeza fue:
- Es el momento ideal para escapar- dijeron al mismo tiempo.
- Lo sé, pero no estoy muy seguro de eso- les respondí bajando la mirada.
- Isac- me dijo muy lentamente Hanna- sé lo que te está pasando por la mente- y me tomo la cara para que yo pueda mirarla a los ojos y ver como sus lagrimas comenzaban a descender por sus ojos- sé lo que deseas y que ese deseo te está consumiendo por dentro, no permitas que te termine de apoderar de ti, eres más que eso, mereces una vida, merecemos una vida, una que podamos vivirla juntos, sin preocupaciones, sin miedo a vivir.- y de la nada salió corriendo por hacía una balde que se encontraba cerca nuestro.
- ¿Hanna que pasa?- grité mientras corría detrás de ella.
- Nada, nada, fue un mareo- y volvió a vomitar en el balde.
- Recuéstate- y la tome en mis brazos y la lleve a la cama.- Duerme un rato, no notarán que no estás trabajando, están más concentrados en la llegada de su líder que de nosotros- y me di media vuelta cuando ella me toma el brazo y me dice.
- No te dejes consumir, por favor.
- Lo tendré en cuenta, ahora duerme.
Después de eso, con Ismael, nos fuimos a trabajar dejando a Hanna descansar y protegida por nuestro guardián, Tobi.
- Creo que ella tiene razón amigo- me dijo, Ismael, mientras trabajábamos- ¿no te das cuenta lo mucho que le importas?
- ¿Crees que no me doy cuenta de la situación?- le respondí un tanto brusco.
-Yo creo que sabes muy bien todo lo que implica esto, pero creo que no tienes muy clara tus prioridades.
- Mi prioridad es sacarlos de aquí, ¡vivos!
- ¿Si? ¿estás seguro de ello? Porque hasta ahora tu mente solo de está exigiendo que mates alemanes.
- ¡Lo merecen! ¡Ellos nos están matando de a millones! ¡Nos están exterminando como si fuéramos un plaga!
- ¿Y crees que vas a cambiar algo matando a un par de alemanes? No crees que es mejor salvar a Hanna y a su hi... y salvar a la mayor par...-no lo dejé continuar.
- ¿Qué dijiste?- le pregunté antes de que siguiera hablando.
- No dije nada, mi puntos es que...
- ¿Qué dijiste? - y me abalancé sobre el, tomándolo muy fuerte de su ropa- ¿qué salvara a Hanna y a su qué?
- Amigo Hanna está embarazada.- y bajo la mirada, sin saber que más decir.
- ¿Cómo que está embarazada? No tiene sentido, nunca tuvimos relaciones.
- No es tuyo, el hijo es de un soldado.
- ¿Cómo es posible? Porque no me dijo nada a mi- y comencé a llorar desconsoladamente.
- Porque sabía que no pararías hasta encontrar al miserable que la violo, sabía que irías tras el, no quiso que pasara lo mismo que pasó en ese baño hace ya tiempo. Por eso no te contó, tenía la esperanza de no quedar embarazada y dejar que el tiempo borre esa herida de su alma.
- Si todo eso es cierto no podemos quedarnos ni un segundo más en este lugar. ¡Debemos irnos cuanto antes!
- Por fin pensamos igual. Pero no podemos actuar de manera precipitada, hay que pensar nuestros pasos muy bien antes de arriesgarnos- su cara me hizo recordar a aquella reunión que tuvimos en la mansión abandonada, por fin pude ver en su rostro de nuevo la ilusión, la misma que teníamos al idear el plan para escapar a Polonia, era una mezcla de adrenalina, felicidad y mucho miedo.
- Debemos aprovechar la llegada de Hitler, es nuestra única oportunidad, todos van a estar muy distraídos.
- Es verdad. En la noche hablamos mejor, ahí vienen dos guardias.
Y nos separamos al instante. Cuando llegó la noche llegamos a la barraca y vi a Hanna acostada en la cama, al verme y ver que cara tenía supo al instante que me estaba pasando.
- Lo siento, estaba asustada y no pens...- le puse el dedo en la boca para que callara.
-Está bien mi amor, lo entiendo, todo va a estar bien..


CAPÍTULO SEXTO parte 1.

  • ¿Qué haremos con el perro?
  • Aún no lo se, Ismael.
  • Sabes que nos traerá problemas a la hora de escapar ¿no?.
  • Lo tengo muy claro amigo, pero quiero dejar ese tema para el final, por ahora dejemos que Hanna disfrute de él. Desde que lo rescaté ella sonríe mucho más, hay algo especial en ese animal, y no quiero pensar que va a ser de el cuando tengamos que escapar.
  • Pensamos igual Isac, pero debemos planear muy bien el próximo paso que vamos a dar, es el momento ideal para escapar, y si lo arruinamos puede que no tengamos otra oportunidad.
  • Eso es lo que menos me preocupa mi amigo, sabes que si fallamos es seguro que moriremos, hasta me arriesgaría a decir que el propio Hitler nos pondría una bala en la cabeza a cada uno de nosotros.
  • Con suerte sería una muerte rápida...
  • A mi me gustaría creer que así sería, pero si vamos al caso y morimos ese día no creo que vayan a ser tan piadosos con nosotros, se van a enojar mucho cuando sepan que tres judíos están planeando escapar... escapar el día más esperado por ellos, cuando una celebridad viene de visita.
  • Me gusta la idea.
  • ¿A qué te refieres, Ismael?
  • La idea de escapar en sus narices, arruinarles la fiesta. Es más me gustaría verles la cara cuando nos fuguemos, y ver el discurso que les va a dar su salvador cuando sepa que fueron lo suficientemente idiotas para dejarnos escapar un día tan importante.
  • Estás loco, y gracias a esa locura es que nos libraremos de este maldito reclusorio.
  • Sabes, hay algo que quiero preguntarte hace tiempo, Isac, pero nunca supe como ni cuando hacerlo.
  • Dime, no seas tímido.
  • ¿Tanto amas a Hanna como para escapar y olvidarte de todo?
  • ¿A qué te refieres?
  • Lo que quiero decir es que ¿si estás dispuesto a olvidar todo lo que nos hicieron, dejar pasar el odio y la rabia que tienes dentro para con ellos todo por salvarnos?
  • Cada día que pasa amanezco ideando miles de formas diferentes de hacerles sufrir por todo, hacerles pagar por cada una de las cosas que nos han hecho pasar. Y principalmente deseo matar a Meller. Pero amor a Hanna, no podría permitirme perderle, si bien al principio fingí que la quería, con el tiempo aprendí a amarla, ahora, si bien en mi mente y en mi corazón predominan las ganas de correr hasta esa casilla de seguridad y fucilar a esos malditos, creo que ustedes son más importantes para mi.
  • Gracias amigo. Y hay algo que debo decirte sobre Hanna, y por cuestión de respeto o mejor dicho miedo a perder nuestra amistad no te he dicho.
  • No es necesario que me digas nada, ya lo se.
  • ¿Cómo que lo sabes? ¿Qué es lo que sabes, Isac?
  • Yo sé que estas enamorado de Hanna, lo se hace tiempo pero esperaba a que tú sacases el tema para que podamos hablar.
  • Lo siento amigo, nunca fue mi intención, simplemente me pasó.
  • No tienes porque disculparte por nada, eres sincero conmigo y lo valoro mucho. Solo prometeme una cosa.
  • Lo que sea por ti.
  • No es por mi, es por Hanna.
  • Sólo dilo.
  • Si algo me pasara quiero que la cuides, a ella y a su bebe. Debes procurar que lo ame tanto como la amamos nosotros, que lo mire con los ojos que nosotros la miramos. Debes procurar que tengan una vida feliz y que nunca se arrepienta de haber dado a luz a hijo de un maldito Nazi, ya que el o ella no tiene la culpa de nada.
  • No te preocupes, esa promesa la vas a cumplir tu no yo, tú serás quien la haga feliz, tú ocuparas el lugar de padre cuando el bebe nazca y tú serás el responsable de contarle a la criatura como nos sacaste con vida de este infierno.
  • Esperemos que así sea, esperemos...

Puedo dibujar esa escena en mi mente siempre que lo deseo, si bien con el paso del tiempo mis recuerdos se van volviendo cada vez más borrosos, ese día lo recuerdo como si fuese ayer. Era tarde por la noche y ni Ismael ni yo podíamos dormir, así que decidimos salir y sentarnos afuera. Pasamos mucho rato mirando las estrellas , hasta que comenzamos a charlar. Nuestros rostros a penas si se veían en la oscuridad, los ruidos de la naturaleza se hacían presentes en la silenciosa noche, la cual acechaba sin prisa y con mucha calma, esperando que quien lo desee se siente a apreciarla, no por su hermosura, sino por la tranquilidad que nos brida cada día, esa tranquilidad que le permite a uno relajarse y descansar, para poder afrontar de nuevo como todos los días al sol, en nuestro caso descansar para poder sobrevivir un día más.
Ese día afianzó aún más la confianza que no teníamos con Ismael, esa confianza que no se pierde con el paso del tiempo, allí es cuando de verdad sientes que le confiarías la vida a alguien. Pero no solo por eso fue una noche especial, el hecho de que mi amigo confesara estar enamorado de Hanna significo mucho para mi, en ese instante me di cuenta que podía dejar en sus manos la seguridad de mi amada, en ese instante supe que si algo me llegara a pasar ella estaría segura, junto a alguien que la cuidaría y al amaría tanto como yo lo hacía en ese entonces. Pero algo en el fondo me decía que yo no lograría huir de ese lugar, había algo que me impedía creer que lo iba a lograr. Años más tarde me di cuenta de que era esa sensación que me impedía creer que saldría vivo de allí, eran mis ganas de vengarme. Mis deseos de poder vengar la memoria de mi hermano de sangre y alma, vengar la muerte de millones de personas que fueron desprendidas de sus familias para saciar la sed de un hombre que se creía superior a los demás y que por eso pensó que podía hacer lo que quisiera con la vida de las personas.
La semana pasó rápido, el ritmo de trabajo se hizo más lento, ya no nos prestaban tanta atención a los prisioneros, hasta podría decirse que los soldados trabajaban más duro que nosotros.

  • Las indicaciones del general fueron muy claras, debe estar todo listo para el próximo lunes.
  • Si, señor – repitieron al mismo tiempo un grupo de soldados que estaban reunidos en el patio delantero recibiendo ordenes de un sargento.

Ya faltaba poco para el gran día, solo debíamos esperar cinco días más para llevar a cabo nuestro plan. No teníamos la menor idea de si iba a funcionar, y menos sabíamos si eramos los únicos que teníamos planeado huir ese mismo día. Pero no podíamos esperar más, no podíamos sufrir más ese castigo que nos fue impuesto.
El plan era muy simple, y no nos tendría que costar mucho llevarlo a cabo, pero eso sí, el mismo se basaba en especulaciones, no teníamos la certeza de que ocurría lo que nosotros creíamos que iba a pasar. La idea era aprovechar el momento en el que deberían darle la bienvenida a Hitler, pensábamos que la misma sería en el patio delantero justo al lado de la pista de aterrizaje. Si eso ocurriera nosotros nos escurriríamos por detrás de nuestra barraca hasta llegar el tejido supuestamente electrificado. Al llegar allí con unas pinzas robadas saltaríamos la fosa y cortaríamos el tejido, lo suficiente para poder pasar, de allí lo que pudiera pasar para nosotros es un misterio.
El día esperado había llegado, era un hermosos día, el sol brillaba como nunca, había aves rondando por las fronteras de nuestro reclusorio, la brisa que corría por el campo era muy agradable. Los soldado habían dado indicaciones de que nos quedáramos encerrados en nuestras barracas y que no saliéramos hasta que fuera solicitado. Eso no fue de gran ayuda para nosotros ya que hubiese sido mucho más fácil para nosotros poder acercarnos hasta el patio trasero si ellos creyeran que estábamos trabajando. Pero eso no nos desmotivo, seguíamos convencidos de que era el momento ideal para escapar de allí.
Cuando escuchamos el ruido de un avión llegar creímos que era el momento ideal para poder huir, así que tomamos nuestras cosas, básicamente comida vieja, y nos acercamos a la puerta para ver si había algún soldado al acecho. Nuestro siguiente paso fue salir, pero cuando estábamos a punto de comenzar a correr una mujer toma del brazo a Hanna.

  • Por favor no vayas, los matarán a los tres, no sacrifiques tu vida hija mía.- los ojos de la señora derramaban lágrimas y sinceridad.
  • Lo siento, Magaret, pero es algo que debo hacer, aquí no hay esperanzas, y no pienso rendirme sin luchar- también Hanna lloraba mucho, el vínculo que tenía con esa mujer mayor era muy grande.
  • Hija, Dios no ayudará y nos sacará de este lugar, te lo prometo.
  • Ya no me quedan lágrimas para seguir esperando que me rescate, nuestro Dios nos abandonó en el momento en que llegamos hasta este lugar. No puedo seguir haciéndome más ilusiones, es el momento de luchar, luchar por la vida que nos han quitado, recuperar el tiempo perdido, ese tiempo que nos han arrebatado sin pedir permiso.
  • Cuídate, oraré por ti y por tus amigos.
  • Muchas gracias, yo lo haré por ti- y se abrazaron muy fuerte, derramando esas lágrimas que expresaban tristeza y amor.
  • Es hora de irnos, Hanna- le dije mientras volvíamos a la puerta.

Logramos avanzar unos diez metros cuando de repente escuchamos que algo se acercaba a nuestra posición, los tres quedamos congelados, el miedo se había apoderado de nosotros, llegamos a pensar que era el fin, pero dos segundos después vimos que quien nos acechaba era Tobi, nuestro querido ángel guardián.

  • Ven aquí amigo- el que le hablaba era Ismael, lo tomo en brazos y lo comenzó a acariciar.

Fue una gran sorpresa que Tobi pudiese seguirnos, ya que las últimas dos semana había pasado tirado debajo de nuestra cama, sin poder moverse y comiendo poco.

  • Saldremos de aquí amigo te lo aseguro. Ahora síguenos- y dicho esto volvimos a avanzar, solo que ahora eramos cuatro. Recuerdo como se escuchaba a lo lejos el sonido de los soldados alabando a líder, no paraban de gritar: ''Larga vida a Hitler''.

Pero nuestra aventura todavía estaba en pañales. Cuando por fin podríamos ver el tejido que nos separaba de nuestro infierno, pudimos escuchar como dos botas se acercaban a nosotros.

  • ¡Alto! - grito un soldado- ¿es qué se atreven a escapar?- nos preguntó mientras reía.
  • No, señor, solo ibam...
  • No te atrevas a mentirme rata asquerosa- y me dio una patada en la boca que me dejo sangrando en el piso- ahora quiero que se arrodillen junto a mi. - y eso fue lo que hicimos. Era el fin, hasta allí habíamos llegado, cuando de repente Tobi salta detrás nuestro y comienza a morderle la garganta al soldado, al cual se le cae el arma al suelo y comienza a luchar para poder desprenderse del animal- maldito perro sal de arriba mío- pero cada vez se le dificultaba más hablar, por la fuerza, que era tal con la que Tobi presionaba su garganta, que le impedía decir dos palabras seguidas sin atragantarse. El soldado se dio cuenta de que estaba por morir así que sacó con mucho esfuerzo de su cinto una navaja de guerra y la introdujo en el abdomen del pobre perro. Pero este a pesar de la apuñalada siguió mordiendo con toda su fuerza la garganta del hombre. Pero este tampoco se daba por vencido así que retiro la hoja de la navaja y volvió a introducirla en el pecho del perro. Nosotros tres mirábamos la escena shoqueados por la situación y quietos sin poder hacer nada, ya que nuestros cuerpos no respondían a ninguna de las ordenes que le enviábamos. La lucha entre el soldado y nuestro perro seguía, hasta que escuchamos un ruido que nos hizo despertar de nuestro trance, el mismo era de la garganta del soldado quebrándose en dos. Al instante cayeron ambos al piso. Dejando así el cuerpo del soldado inerte en el piso, Tobi, nos miraba con un solo ojo abierto, nosotros corrimos hacía él sabiendo que no podíamos hacer nada. Las dos heridas que tenía en su abdomen y pecho producto de las apuñaladas no paraban de sangrar. Cuando ya estuvimos a su lado Hanna le levanto la cabeza y se la apoyo sobre sus piernas.
  • Muchas gracias, amigo- le dije mientras mil lágrimas se derramaban por mis ojos- jamás te olvidaremos ¿sabes por qué?, porque eres un héroe y gracias a ti nosotros viviremos- la única respuesta que recibí fue una sonrisa y el movimiento de su cola que cada vez se hacía más y más lento hasta que dejo de moverse y sus ojos se cerraron para siempre.

Luego de habernos despedido de nuestro eterno amigo caminé dos pasos hasta donde estaba el arma del soldado, luego inspeccioné su cuerpo que estaba tendido en el suelo, le quité su cuchillo, brújula, cantimplora y sus municiones para la pistola. Antes de avanzar escupí su cuerpo y les hice una señal a Hanna e Ismael para que siguiéramos con nuestro camino...


CAPÍTULO 6 parte 2.


En el ambiente se respiraba un clima tenso, un silencio propio de un velorio, sólo interrumpido por el suave llanto de Hanna.
  • Toma- le dije a Ismael, mientras extendía mi mano para darle el cuchillo de guerra que le había robado a el soldado nazi.
  • Gracias- y volvió a reinar el silencio.
Cada vez estábamos más y más lejos de nuestros captores, sentíamos como nuestros corazones palpitaban a un ritmo acelerado, como cuando escapamos de Berlín, en aquel plan ideado por Ismael. Cuanto más avanzábamos más nos convencíamos de que podríamos lograr escapar.

  • Allí está- me dice Hanna, cuando al doblar por una esquina pudimos ver el tejido.
  • Vamos, vamos, estamos muy cerca -corrimos lo más rápido que nos permitían nuestros demacrados cuerpos.
  • Isac, dame las pinzas.
  • Toma – en el momento que sentí su mano al darle la herramienta pude sentir como temblaba, hasta el punto de que se le resbalo la misma y cayó al suelo.- déjame a mi, yo me encargo- y tomé la posición de Ismael. Luego corté los alambres, que eran más duros de lo que creíamos y pude abrir un hueco lo suficientemente grande como para que escapemos todos- salgan ya!

Corrimos, corrimos como nunca, sentíamos el viento chocar contra nuestros rostros, y, por primera vez en mucho tiempo, nos sentíamos libres, sin ataduras ni torturas. Libres corriendo hacía un lugar mejor, donde poder dormir, comer y amar sin sentir que puedes morir en cualquier momento. Esa clase de libertad no la dejaríamos ir jamas, tendrían que matarnos para quitarnos la sensación que estábamos sintiendo en ese preciso instante. Pero si bien habíamos logrado escapar de ese lugar, también sabíamos que esto recién empezaba, debíamos movernos rápido, porque en cualquier momento los soldados se darían cuenta que alguien había roto el tejido, matado a uno de los suyos y escapado. Esa era la mayor humillación que podría sentir un nazi.

  • Debemos alejarnos lo más rápido posible. Aún no estamos a salvo – al decir esas palabras logré hacer que Hanna e Ismael bajaran de la nube en que viajaban, se habían olvidado de que aún teníamos kilómetros y kilómetros por recorrer, sin hablar de la poca comida y la amenaza de que nos encuentren.

Ninguno habló, corrimos y caminamos durante horas y horas, parando para descansar de vez en cuando y tomar un poco de agua. La única que podía comer era Hanna ya que estaba embarazada y no podía darse el lujo de poner en peligro a esa criatura que llevaba en su interior, y menos en ese instante en el cual la libertad estaba tan cerca.
Después de tanto caminar decimos que era mejor buscar un lugar donde poder acampar, hasta que encontramos el hueco de un árbol lo suficientemente grande como para los tres. Decidimos dormir todos juntos y apretados el uno con el otro para darnos calor ya que la noche se había vuelto fría y tenebrosa.
A mitad de la noche Hanna me abraza y me dice algo al oído.

  • Quiero que sepas que te amo, y que si esto no terminara bien – en ese instante le puse mi dedo en sus labios para que no dijera lo que pensaba decir.
  • Por favor, no digas esas cosas -mientras de mis ojos se desprendían un par de lágrimas, secas, lágrimas que mi cuerpo no fue capaz de crear durante mucho tiempo- lo lograremos, saldremos de esta, como las muchas veces ya que lo hemos logrado.
  • Lo se, sé que saldremos de aquí, pero necesito decirte esto, por favor.
  • Dime...
  • Quería que sepas que te amo, que no me imagino una vida sin ti a mi lado, y creo que prefiero no vivir a no tenerte conmigo, apoyándome, protegiéndome y escuchándome. Pero si esto no terminase bien, con un final feliz para mi, quiero que sepas que debes seguir adelante, no rendirte nunca, vive una vida larga y plena, busca una mujer digna de ti, cásate con ella y sean felices.
  • Eso lo haremos tu y yo cuando esto termine te lo aseguro- y le di un beso en su tierna boca, un beso húmedo y profundo, mezclado con ternura y cariño, ese cariño que nos teníamos. Terminamos cediendo ante el cansancio y durmiendo uno abrazado al otro.
  • Noooooo, suéltenme, ayuda!- luego siento como me golpean con algo y caigo al suelo inconsciente.


De a poco fui abriendo mis dos ojos, era temprano y el sol impedía que viera con claridad, hasta que vi que estábamos frente a una multitud de soldado y prisioneros.

  • Esta es la última vez que esto pasa, si alguien intenta escapar de nuevo van a sufrir lo mismo que van a sufrir ellos o quizás más. - el que hablaba era Meller- no pudieron ni escapar de nosotros un día entero, la mejor oportunidad que tuvo cualquier prisionero de escapar y ni así pudieron dejar atrás este campo, que ya es como su hogar ¿verdad? Entonces quiero que piensen bien las cosas antes de hacer algo tan loco como lo que hicieron estos estúpidos, estas ratas asquerosas que no merecen mi atención ni por dos segundos- pum, todo quedo en silencio. Con un movimiento muy hábil Meller saco su pistola y le dio un disparo en la cabeza a Ismael. Yo quedé perplejo, inmóvil, sin poder decir ni hacer absolutamente nada. En menos de dos segundo las vida de mi amigo se había desvanecido, ya no estaba, su cuerpo nos había dejado para siempre...

Nadie dijo nada, el lugar quedo en un completo silencio. Muchas caras asustadas y lágrimas de mujeres decoraban el paisaje tan aterrador que tuvieron que presenciar.

- Ahora, ven lo que pasa si nos desobedecen, si hacen algo que a mi no me guste y que no apruebo. He? He? Lo ven, no son nada para mi, puedo exterminarlos en cualquier momento, cuando yo quiera doy la señal y todos terminan como la cucaracha esta que está en el piso. Así que no me provoquen, no jueguen con su suerte, ya demasiada suerte tienen que aún siguen con vida, si fuese por mi ya ni eso tendrían- entonces comienza a caminar de un lado al otro, observando a las personas que allí se encontraban, mientras el cuerpo de mi amigo era apaleado por otros dos soldados.
Entonces cuando ya se vio aburrido de caminar en silencio, se aproximó a una anciana y la tomo del bazo mientras su cara expresaba todo el asco que le producía esa acción.

  • Dime tu nombre – le dije en voz muy alta Meller a la anciana.
  • Mi nombre el Alda señor.- la pobre no podía ni levantar la cabeza para ver la cara de ese hombre.
  • ¿Alda, que piensas de lo que han hecho tus amigos?- le preguntó con una sonrisa burlona en su rostro. La mujer asustada respondió al instante.
  • No son mis amigos. Se lo juro por mi vida que no son mis amigos.
  • Tu vida no vale nada para mi, así que tu juramento no tiene sentido por ende...

Sonó otro disparo, Meller acaba de fusilar a la pobre anciana...

  • Entonces... después de este aperitivo que nos dimos el lujo de tener, puedo continuar con mi aburrido discurso, y de ante mano les pido perdón por ser tan aburrido a la hora de dar discursos. Pero bueno aquel que tenga alguna objeción puede decirlo con toda confianza que no va a haber ningún problema- pero el silencio reinaba, todos estaban muy asustados para ser tan tontos y decirle algo a ese asesino – veo que lo están pasando de maravilla al igual que yo, ya que no se han quejado ni una sola vez. Eso es bueno, muy bueno. Y como veo que están muy interesados en mis palabras, creo que me siento listo para continuar con mi discurso. Bueno como les decía ustedes no pueden ser tan tontos para intentar escapar, saben que los vamos a agarrar y después matar, no tiene sentido que se arriesguen tanto. Por lo menos saben que si se quedan aquí van a estar protegidos por todos nosotros, ¿qué más pueden pedir?- hizo una nueva pausa y se aproximo a donde estaba tirada Hanna – ¿puede ser que usted esté embarazada?.
Y Hanna muy nerviosa, con miedo y pensando en mi seguridad responde - si señor.
  • En hora nueva, felicidades para usted y el padre de la criatura, y dígame si no es mucha molestia ¿de quién es, del muerto o del otro que está allí tirado?- le hace una nueva pregunta pero esta vez me señala con el dedo.
  • Es de él señor -responde Hanna mientras también me señalaba con el dedo.
  • Bueno veo que no perdieron el tiempo. Debe ser difícil ver morir a un hijo, ¿verdad?- y esta vez la pregunta iba dirigida a mi.
  • Eso creo – le respondo mirándolo a los ojos sin miedo y con mucho odio.
  • Yo la verdad es que no tengo hijos, dí mi vida a la causa y hasta que no llegue el momento indicado no traeré al mundo a una criatura inocente que tendrá que vivir rodeados de pestes como ustedes. No es lo que quiero para un hijo mio, con mi sangre y herencia. Pero por qué no me dices tú qué es perder a un hijo ya que yo no podré experimentar esa experiencia en mi vida.
  • Disculpe pero yo no ten...- y veo como el maldito deja de escuchar mis palabras y se aproxima a Hanna y le da una patada en su panza. - Hanna noooo!- intenté levantarme, pero al instante volví al suelo impulsado por el golpe de un soldado.
  • ¿Así que se siente?- me pregunta Melle.
  • Maldito hijo de perra, te voy a matar yo mismo por lo que le hiciste a ella y a mi amigo.
  • Cállate, no estas en condiciones de amenazar a nadie.
  • Escucha mis palabras déjala en paz o te matare, lo juro que lo haré!
  • Veo que no pudiste entender el punto, pero también descubrí cual es tu mayor debilidad. Es decir ella.- y comenzó a reír como el loco que era – soldado tráigamela, que vamos a reponer la criatura que por accidente acabamos de matar.
  • Si señor - le responde un soldado.

En el momento en que vi que todos estaban prestando atención a lo que hacía Meller con mi mujer, yo sentí como algo me apretaba en la cintura. Cuando vi que nadie me veía tanteé la zona y vi que era el cuchillo que le había dado horas atrás a Isamel. Se ve que se las había ingeniado para poner el cuchillo dentro de mis ropas antes de que nos capturaran.
Cuando creí que todo estaba perdido y este era el final de nuestra historia, todo el mundo quedó paralizado, a lo lejos se escuchaba como se aproximaban una especie de tanques de guerra y también se oía muchos gritos en un lenguaje que yo no entendía en ese momento. Todos los soldados cambiaron su expresión al instante, dejaron esas sonrisas y la transformaron en muecas de miedo.

  • Prepárense! - Gritó Meller- ya están aquí, llegaron mucho antes.
  • Señor ¿qué haremos?- le pregunto un soldado joven que nunca había luchado en su vida.
  • Vayan a las trincheras, debemos agarrarlos por sorpresa.
  • Si, señor.
Ya nadie le prestaba atención a los prisioneros, los cuales no sabían que hacer. Pero yo si tenía un plan, era el momento por el cual tanto esperé.

  • Corre debemos irnos ya! - era Hanna que se había escapado.
  • No, tú escóndete que yo terminaré con algo antes. - mis ojos no la miraban a ella, sino que apuntaban a la dirección donde se había ido el maldito bastardo de Meller.
  • No por favor, ven conmigo, nos iremos de este lugar.
  • Hazme caso y escóndete! yo iré a por ti te lo juro.
  • De acuerdo- y salió corriendo a esconderse en el hueco de una de las barracas.

Yo corrí en dirección donde estaba Meller, ya al verlo me escondí para que él no me viera. Cuando me dio la espalda corrí hacía el y lo empujé al piso.

  • Llegó tu hora hijo de perra- le dije cuando estaba encima de él.
  • Que gracioso que eres. Te piensas que con matarme vas a conseguir salir vivo de este lugar? Te equivocas amigo mío. Yo te mataré a ti!

Y comenzó una larga lucha en el suelo, ambos habíamos perdido nuestras armas al chocar y caer al suelo, y nuestra lucha se basaba en ver quien llegaba primero a agarrar una de las dos. Ninguno cedía, ambos deseamos matar al otro, había fuego en nuestros ojos, la adrenalina corría por mi cuerpo, de tal manera que me sentía como un adicto. Cuando por fin logré quedar arriba de él y ser capaz de tomar su pistola se la puse adentro de su boca. Él quieto e inmóvil no decía ninguna palabra, hasta que sentí como sus pantalones se mojaban por el miedo.

  • Llegaste hasta aquí, y yo voy a ser el que tenga el placer de matarte, de que sea a mi a quien le salpique tu sangre.
  • No me importa, hazlo, de todas formas morir...- y antes de que terminara la última palabra jalé el gatillo y lo mate. Toda su sangre quedo en mi cara y pecho, pero me sentía bien. Me había vengado por fin.
  • Isac noooooo! - era la voz de Hanna, al darme vuelta veo que ella corría hacía mi, y que muy cerca de eso había un soldado que me apuntaba a unos 5 metros de distancia. Al ver esa escena me di cuenta lo que estaba pasando y no quería que eso sea cierto.
  • Hanna no! Agáchate! - le grité, pero no me hizo caso, cuando giro mi cuerpo para dispararle al soldado, él lo hace primero, cierro lo ojos y me apronto para morir. Pero en vez de eso, Hanna cae a mis pies con un bala alojada en su corazón. Miro al soldado y se había quedado sin municiones, cuando está dispuesto a cargar tomo la pistola y le doy un tiro en su cabeza. Al instante me arrodillo ante Hanna y la miro a los ojos- mi amor vas a estar bien te lo juro.
  • No dejes que el odio te consuma, Isac, eres mejor que eso. Te amo y lo seguiré haciendo después de la muerte. Júrame que vas a seguir con tu vida y sobrevivirás a todo lo que se te cruce en el camino.
  • Lo haremos juntos mi vida...
  • No, no podremos, pero tú si lo puedes hacer, hazlo por ambos, vive la vida que teníamos planeada y disfruta de todo lo que la vida te da, porque eres una persona muy bue...- y dejo de hablar, mi amada no pudo terminar su última palabra, murió salvándome a mi, yo debería ser quien estuviese muerto, no ella.
La abracé, y cerré sus bellos ojos, que ya no tenían esa luz especial que la caracterizaban, y menos su hermosa sonrisa decorada con el lunar en su pómulo derecho. Por mi, había muerto. Por mi odio y sed de venganza, un alma inocente dio su vida. Lo único que podía hacer era intentar hacer lo que ella me encargó. La besé por última vez y salí corriendo a donde se estaba llevando a cabo toda la acción. Tome las municiones del soldado que había matado a mi amada y corrí en busca de ayuda.
En el patio de en frente solo quedaban los restos de la batalla librada. Cuando llegó veo como soldados con la bandera de la URSS ayudan a los prisioneros que sobrevivieron a la batalla. Luego me senté y cerré los ojos, intentando no pensar en nada y en ni ver el rostro de Hanna en mi mente, pero era imposible, no podía dejar de pensar en ella. Más tarde unos soldados se aproximaron a mi y me indicaron que suba al camión.

  • Hola, soy Robert- me dijo un soldado rubio cuando íbamos en camino a no se donde.
  • Hola, soy Isac.
  • Un gusto, isac, pude ver como mataste a mierda de persona de Meller, sinceramente lograste hacer lo que media URSS quiere. Felicidades.
  • Gracias, se lo merecía.- si bien hablaba con él, me sentía ausente, mi cuerpo estaba pero mi mente no.
  • Exacto, te nos quieres unir?- me pregunta sin rodeos.
  • Unirme a qué?
  • A nuestro ejercito, tendrás la oportunidad de matar más gente como Meller.
  • Ya no tengo razones para vivir, y si puedo vengar a mis amigos y familiares lo haré.
  • Concuerdo contigo – me dijo mientras sonreía.
Y se fue sin decir mas nada, a hablar con sus compañeros...


Ya han pasado tantos años y aún hoy en día no puedo dejar de recordar su cara, su sonrisa, esos ojos que enamoran a cualquiera. Su humor extraño pero acogedor. Nunca pude sacarme a Hanna de la cabeza y a esta altura de mi vida no lo lograré. Tampoco pude cumplir con su pedido, no pude estar con más nadie, y mucho menor mantener una familia. Me dediqué a matar nazis y luego a vivir en una granja, viviendo solo sin nadie que me haga compañía. Muchos amigos rusos murieron en batalla, otros se fueron del país a los Estados Unidos y yo recordando cada día esta historia que he plasmado en estos papeles que supieron ser blancos y ahora son un manuscrito para aquel que quiera saber lo que he vivido y conocer un poco más mi historia.

No se si podré morir tranquilo, no se si podré seguir viviendo, pero por lo menos le hice un homenaje a esa mujer tan importante para mi, nunca olvidaré le día en que la conocí en esa reunión secreta, ella, bajita, morena, muy simpática, con sus hermosos ojos marrones y su lunar...




A la mañana siguiente suena la puerta de la casa de Isac, un golpe, dos golpes, tres golpes y nadie respondía. Al otro lado de la puerta se encontraba un muchacho joven con su grabadora en la mano esperando ser atendido por un veterano de guerra y famoso dentro de Rusia.

  • Hola, hay alguien en casa? -peguntó, pero no recibió respuesta alguna. Al pasar unos cinco minutos decidió caminar al rededor de la casa, cuando pasó por la venta del cuarto donde dormía Isac, golpeo el vidrió, pero seguía sin obtener respuesta.- Señor, Isac se encuentra por ahí? Soy Mark, había quedado en venir hoy a hacerle una entrevista sobre su vida, lo recuerda? - pero no respondían.
Cansado de esperar miró más detenidamente por la ventana y lo vio allí durmiendo abrazado a unos cuantos papeles escritos. Así que fue hacía la puerta trasera y entró a la casa, al entrar al dormitorio supo que Isac se encontraba muerto, tendido en su cama abrazado a su manuscrito.

El muchacho, triste, tomó el manuscrito y leyó las primeras dos paginas. En ella decían: '' Para que seas recordada eternamente mi amor, la persona que me salvo no sólo la vida, sino de mi mismo. Hanna'' y por otro lado se veía escrito: ''Relato de un fugitivo''.





Nota: Muchas gracias a aquellos que hayan leído hasta el final, se que es medio largo para un blog, pero quería que estuviese presente, pido disculpas por lo errores que puedan encontrar, y espero que me sigan leyendo, saludos! Sean. 

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jueves, 17 de julio de 2014

''Relato de un fugitivo, completo''


CAPÍTULO PRIMERO


Con toda certeza puedo decir que Hitler es uno de esos pocos individuos que si no hubieran existido el curso de la historia habría sido diferente, muy diferente.
¿Cómo sería el presente? Sinceramente, no lo se, pero si les puedo decir que no hubiese vivido, lo que he viví, no tendría estas marcas en mi cuerpo y no habrían muerto más de seis millones de personas entre ellos judíos (los cuales fuimos definidos como enemigos de la nación), testigos de Jehová, homosexuales y todos aquellos que se opusieron a la estrecha definición nazi de la "nación".
No seré hipócrita, no les diré que todo sería color de rosas, en mi opinión seguiría habiendo matanzas, luchas por el poder, pobreza, explotación y el hombre seguiría, buscando su propia felicidad, poniendo por delante siempre el interés propio al del prójimo.
Pero igual, ¿cómo sería la actualidad?, ¿en qué manos estaría el poder?, quién sabe, quizá no existirían las clases sociales, puede que el consumo fuese más importante que preocuparse por el otro o en todo caso no existirían reglas que seguir, en verdad no me importa en lo más mínimo, ya pasó lo que tenía que pasar y se ve que no hemos aprendido nada al respecto. Si bien, nadie nos persigue para matarnos, se siguen dando cosas que no puedo entender que, aún a fines del siglo veinte, sigan sucediendo.
Pero volviendo al tema que nos compete y sin divagar, me llamo Isac Levchuk, tengo noventa y cinco años de edad, vivo en Rusia, más precisamente en Samara ,una ciudad al este de Moscú y estoy decidido a contar mi historia.
Sobreviví al holocausto, aunque no me gusta decir esa palabra, sino que prefiero llamarlo la solución final, como lo hacían ellos, pasé por mucho gracias a los nazis, tuve mi venganza, pero no me siento satisfecho, perdí todo lo que tenía, no sólo material, perdí amor y parte de mi alma.
Quizá se pregunten por qué hablo de esto después de tantos años, no lo sé, estoy viejo y solo, las personas que amaba ya no están en este mundo y quién sabe donde están enterradas, los recuerdos están en mi mente y puede que si los plasmó en estos papeles, se vayan de una vez por todas para así poder descansar en paz...
Como la mía hay millones de historias similares, entre ella los finales son variados, están los que son buenos y los que son terribles, algunos con una muerte atroz, otros, como yo, pueden contar su propia verdad.
En mi caso, todo comenzó en Alemania, vivía Berlín, a unos cien km de la frontera con Polonia, yo era de la generación de muchachos que no habíamos servido en batalla, por nuestra edad, en mi país se vivía una gran depresión por los gastos que debíamos abonar a los vencedores de la gran guerra, el pueblo estaba muy desconforme, se sentía humillado. Era un muchacho joven, tenía unos siete años, no entendía nada sobre la guerra, vivía en una burbuja, jugaba día y noche, corría con mis amigos por las calles de mi barrio, Chalottenbug.
Todo era armonía y paz para nosotros, mi padre había sabido sobrellevar la situación económica en la gran guerra y gracias a ello nunca nos faltó nada, se había esforzado para que nuestra calidad de vida no se viera perjudicada.
Si bien para ese entonces no lo comprendía, se estaba llevando a cabo cosas grandes en Alemania, entre ellos la aparición de Hitler en el Partido Obrero Alemán.
Pero me gustaría profundizar más en lo que fue mi vida de niño. Tenía un padre que se llamaba Rufold y mi madre María, ambos católicos y de familia cristiana, mi padre no estuvo muy presente en nuestra niñez, y digo nuestra ya que eramos cuatro hermanos, tres hombres y una niña. Con el único que tenía una relación muy cercana era con Rufold Jr. Él y yo sólo teníamos dos años de diferencia, pero nos comprendíamos el uno al otro sin la necesidad de utilizar palabras, en cambio con mis otros dos hermanos, no éramos tan apegados, si bien nos queríamos, la competencia que existía era inmensa. Estos dos últimos eran Michael y Ana. Al ser los dos más pequeños peleaban por la aprobación de mis padres, competían por ganar su atención y por el cariño que merecían o creían merecer. Por otro lado a Rufold ni a mi nos interesaba que nuestros progenitores pusieran el más mínimo empeño en nosotros, quizá fuese por eso que les interesábamos tanto.
Mi fecha de nacimiento fue el veintinueve de marzo de mil novecientos tres, por ello ni Rufold ni yo fuimos a la guerra, si bien sabíamos que la misma se estaba dando, por toda la propaganda y ataques, no nos tocó directamente. Pero si a mi padre, él sirvió dos años en la misma hasta que le dispararon en la pierna y volvió a casa, estaba cambiado, más ausente que de costumbre, la gran guerra lo había transformado por completo. Si bien para ese entonces no éramos muy apegados menos lo fuimos después.
Recuerdo en particular un día del año mil novecientos quince, era un precioso día de verano, soleado y con una brisa que rozaba mi rostros de una forma muy placentera, se sentía como dormir tapado por sábanas de seda o en un colchón de plumas. Yo, un inocente niño de doce años, jugaba en el patio de mi gran casa, feliz, libre y fascinado por la vida que tenía, sentía como el sol me daba en el rostro suavemente, como si quisiera que unos simples mortales se beneficiaran de su gran poder. En este momento con noventa y cinco largos años aún puedo recrear esa escena en mi mente, esa escena de un niño jugando con su pelota de fútbol, rompiendo las macetas y plantas de su madre, creyendo que no había más nada en el mundo, sin preocuparse de lo que puede venir y sin temor de nada ni nadie. Fue una linda época, quisiera haberla disfrutado o aprovechado más, ya que el resto de la historia no es muy bella...
Les contaba sobre mi padre, un hombre que gustaba de la buena vida y por ella trabajaba mucho, no era de demostrar mucho afecto pero él quería lo mejor para nosotros. Cuando volvió de la guerra no espero a recuperarse, comenzó a trabajar nuevamente, al principio desde nuestra casa, dando indicaciones y pasando el día entero en su despacho, al cual teníamos rotundamente prohibida la entrada, sólo salía para comer y dormir. Era una persona muy dedicada y quería posicionarse en lo más alto de la escala social, y lo consiguió. Por un tiempo nuestra familia fue muy respetada socialmente, se organizaban grandes fiestas en nuestra mansión, venían político, empresarios y personas muy ricas. Mi madre era a la que más satisfacción le daba esa clase de eventos. Mis hermanos, a excepción de Rufuld, iban de un lado a otro con sus ropas nuevas y caras, tratando de hacerse notar entre el público, muchas veces les resultaban molestos a más de un invitado.
Pero, con Rufuld, preferíamos huir de allí, cuando mi madre nos buscaba para vestirnos nosotros corríamos a escondernos en un sótano de la casa, hasta que llegó un momento en el cual no nos obligaban a pasar por esas veladas tan encantadoras.
Pero, para no seguir divagando en lo que fue mi hermosa niñez, quiero contarles el momento en el que mi vida dio un giro de unos 180 grados.
Recuerdo ese día, el día en que nos separamos definitivamente de la familia con Rufuld. Tenía unos dieciocho años recién cumplidos y mi hermano veinte, estábamos en el patio de mi casa charlando.
  • ¿Qué piensas hacer ahora que ya has terminado tu estudios Isac?- me preguntó él.
  • Aún no lo he decidido hermano, sé que me iré a la universidad y escaparé de esta casa de locos.- le dije mirándolo a los ojos, él rió y me mostró una cara de satisfacción- ¿De que te ríes ?
  • De que vas hacer exactamente lo que creo que harás.
  • ¿A si? ¿Que crees que haré?- le dije entre risas.
  • Te vas a ir a la universidad de derecho ¿no es así?
  • Exacto, y ¿como lo sabes?
  • Porque es lo que más odia nuestro padre, a los abogados.
  • Lo sé, ¿y sabes que odia también?
  • Me lo imagino, pero prefiero que me lo digas tú.
  • A los obreros, comunistas y todo aquél relacionado con la izquierda.- le dije mientras reíamos a carcajadas, ya que sabíamos que iba a decir el otro.
  • Y me imagino, mejor dicho vas a representar a esa clase de gente.
  • Exactamente mi inteligente hermano, y ¿quieres que te diga más?
  • Me muero por escucharte, Isac.
  • Tú me estás a punto de proponer irte conmigo a estudiar teatro y cine a la prestigiosa universidad Künste que está a un par de calles de la mía.
  • Ja,ja,ja, y ¿cómo es que estás tan seguro?.
  • Elemental mi querido compañero, trabajaste dos años de tu vida para ahorrar dinero, para que ambos nos fuésemos juntos al centro de la ciudad y desaparecer de está casa de ricachones refinados.
  • Bueno como la mayoría de las veces has acertado, no creerás que pensaba dejarte solo en el mundo exterior, aún eres una cría que no sabe volar.
  • Eso crees tú- comenzamos a pelear, riéndonos y disfrutando de lo parecido que éramos.
Ese es el recuerdo más maravilloso que tengo con mi hermano, a partir de allí nos hicimos aún más apegados el uno con el otro. Aunque ninguno de los dos lo dijo antes, ambos sabíamos que él había sacrificado dos años de su vida al terminar la secundaria para trabajar, poder tener dinero para sacarme de ahí y poder vivir la vida que ambos deseábamos.
Cuando llegó el momento de comunicarle la noticia a mi padre, estalló la bomba que se venía creando desde ya hacía muchos años. Los dos hijos prodigios de la familia, los únicos que no necesitaban sentir que eran el centro del mundo y principalmente los únicos en los cuales su padre deseaba dejarles su gran empresa se iban para ya no volver, para hacer lo que su padre más detestaba en la vida, un abogado y un artista.
  • Así que se van así, sin más, no les importa su familia, su legado, sus  responsabilidades para con quien los crió. Quienes sufrieron mucho para darles lo que ahora tienen. 
  • Si  con eso quieres decir que sacrificaste nuestra infancia sólo para estar en lo más alto de la escala social, para que te vean de abajo y crean que eres superior a los demás por tener dinero, para que al pasar por la calle todos giren para ver tu automóvil nuevo, para presumir tu costosa casa, sí, nos vamos y adiós. Nunca quisimos está vida, no somos como ustedes, nos importan más las personas y no el maldito y sucio dinero, el cual no sirve para   comprar absolutamente nada que valga la pena y sea duradero- estas palabras salieron de la boca de mi querido hermano, expulsando el odio que tenía dentro por nuestro padre y toda su maldita nobleza.
  • Si eso es lo que quieres, bien, pero no arrastres a tu hermano en esto, él no tiene porqué seguir los pasos de un vagabundo- cuando  escuché esas palabras, me sentí con ganas de decir todo lo que  sentía, pero era un poco reiterativo ya que lo principal había sido dicho por mi hermano.
  • No es un vagabundo, es mi hermano. Y pienso como él, tu dinero no es         nada para nosotros, nunca pudiste comprarnos como a mis hermanos.         No nos arrastraremos para recibir una tajada de dinero sucio. Nos iremos para ya no volver- al finalizar estas palabras me sentí  liberado por fin. 
  • Perfecto, pero no quiero que nadie vea la escoria de hijos que tuve la mala         suerte de tener. Ustedes dejaron de ser de esta familia. Eliminarán sus apellidos y nunca vuelvan a pedir nada a su madre ni a mi- para ese entonces nuestra madre lloraba desconsoladamente.
  • Es lo que más deseo , no quiero que nadie me vincule con un cerdo,- y dicho esto abrazamos fuertemente a nuestra madre, tomamos nuestras maletas, nos dirigimos al auto ,que estaba estacionado en la calle, propiedad de mi hermano, y nos fuimos de allí. Antes de marcharnos recuerdo que giré la cabeza para ver por última vez el lugar donde había crecido, jugado y desarrollado, pensando que jamás volvería como un miembro de la familia.
Mi hermano ya había pensado en todo, alquiló un pequeño apartamento muy cerca de ambas facultades y conseguimos empleos de seis horas, para poder pagar las cuentas y demás. Yo trabajaba en un bar de jóvenes universitarios, muchos de los clientes del mismo eran compañeros míos en la facultad de derecho. Mi hermano trabajaba en un periódico comunista, su tarea era la de organizar y empaquetar los periódicos. No nos pagaban mucho pero era suficiente para pagar las cuentas y la comida. Las universidad la pagó Rufuld, con lo ahorrado en sus dos años de trabajo, ya que nuestro padre se había negado a ayudarnos, aunque eso no nos molestó ni desilusiono, ya que era un pequeño precio a pagar por liberarnos de él.
El tiempo pasaba, sin grandes cambios, conocí gente que hizo cambiar mis ideas en muchos aspectos, entre ellos la religión. Comencé a participar en grupos de jóvenes judíos, me interesaba saber más sobre ello, ya que en mi familia no había ninguna influencia de dicha religión. Llegué a involucrarme hasta tal punto que terminé convirtiéndome al judaísmo. Entre esas y otras cosas me terminaron condenando en el futuro...
La relación con mi hermano siempre fue excelente, pero con el paso del tiempo se fue debilitando. No porque quisiéramos que pasara, sino que nuestros caminos se fueron separando. Yo estaba muy involucrado con mis estudios y mi participación en los grupos judíos me demandaba mucho tiempo, en cambio, él, se dedicó a darle todo al partido comunista, es decir, fue tal la influencia que tuvieron en él que su pasión lo llevo a entregar su vida al partido. No me malinterpreten, nunca tuve nada en contra, en relación a su elección, más bien me dolía la separación que se estaba llevando a cabo en nuestra relación.
Por este tiempo, nació ''la nueva juventud'', un periódico del cual fui principal fundador, básicamente se encargaba de dar a conocer todas las acciones realizadas por nuestro grupo, y su principal escritor era yo. Este periódico salía una vez al mes, pero con el paso del tiempo fueron pasando a ser dos veces al mes. Ganando una influencia increíble, gracias a nuestras publicaciones, muchas personas se fueron acercando a nosotros para participar en distintos tipos de actividades, principalmente obras sociales.
Todo esto se dio en muy poco tiempo, cuando cumplí los veinte años ya estaba al frente del grupo al cual se lo denominó como “jóvenes en peligro''. Todo continuo como era de esperar, terminé mis estudios en mil novecientos veintinueve, desde ese entonces me dediqué a defender, como dije antes, a comunistas, obreros, anarquistas, etc. 

Pero la verdadera historia comienza tiempo después...


CAPÍTULO SEGUNDO


En mil novecientos treinta y tres, Hitler llega al poder, respaldado por el apoyo popular de su país. Para no abrumarlos mucho con números solo quiero decir que para fines mil novecientos treinta y cuatro o treinta y cinco, no lo recuerdo bien, ya eran más de cincuenta mil judíos que habían emigrado de Alemania.  
Mientras que el partido obrero alemán cumplía un año en el poder cada vez más amigos y compañeros del alma abandonaban el país, a raíz de las intensas medida adoptadas por éste gobierno antisemita, que cuanto más tiempo pasaba más era el poder e influencia que ganaba dentro del país.  
En solo seis años ya se habían aprobado en Alemania más de 1400 leyes contra mi pueblo, la situación empeoraba día a día. De diferentes formas las autoridades nos etiquetaban para que cualquiera pudiese saber que éramos judíos, sin importar si eras o no Mischlinge* (''Criterio utilizado por los nazis describir a los que eran medios judíos ya que poseían uno o dos abuelos judíos.''), por ejemplo a través de una estrella de David que debíamos llevar en el brazo. Con el tiempo ya nadie se sentía seguro, pero yo, no se si por terquedad o por orgullo, seguía en Berlín y esa fue la peor decisión que pude tomar. 
Si bien, hasta entonces no vivía de la mejor manera, por lo menos vivía. En un discurso proclamado por Hitler, el mismo dijo que en dos o tres años, la cuestión judía se resolvería de un modo u otro, para ese entonces ya estábamos sino me equivoco en 1937, seguido a esa declaración el veinticuatro de noviembre de 1938 el periódico de las SS publicó que: “Tendríamos que enfrentarnos a la necesidad irrevocable de exterminar el submundo judío del mismo modo que en nuestro gobierno de ley y orden solemos exterminar a cualquier otro criminal, es decir, con el fuego y la espada. El resultado debería ser la eliminación practica y definitiva de los judíos que hay en Alemania, su aniquilación absoluta”. Años mas tarde de que terminara la guerra pude conseguir este artículo y aún hoy lo conservo ya que fue ese día cuando comenzó todo. 
Mi hermano también vivía con miedo, si bien no era judío como yo, igual era perseguido por sus ideales políticos. Cuando escuchamos estos discursos ambos temimos mucho por la vida del otro y eso derivo en que decidiéramos irnos del país, así que iniciamos los preparativos para irnos de allí, aunque no tuvimos mucha suerte.  
Cuando pasó yo no estaba en casa por eso me salvé, pero mi hermano no corrió con la misma suerte, la Gestapo invadió nuestro barrio en busca de judíos, comunistas, anarquistas, testigos de Jehová y cualquiera que se opusiera al régimen, estos rompieron la puerta de mi casa y se llevaron a mi hermano, del cual nunca supe más nada. Hasta ahora lloro por él, paso noches enteras recordando momentos, encuentros y desencuentros, conversaciones hasta el amanecer, ya sean políticas, de deportes o mujeres, cosas simples a las que le he dado más valor que a todo lo demás.
Como les contaba las medidas eran duras y represivas para con los opositores, después de la desaparición de mi hermano no supe que hacer, entré en pánico y quedé con la mente en blanco. Yo si bien ya no era tan joven, tenía unos treinta y cinco años de edad, estaba asustado, la falta que me hacía mi hermano, mi protector, provoco que solo pensara en esconderme en mi casa suponiendo que ya no volverían a por mi, pero por segunda vez pensé mal. Ya para ese entonces las iglesias proporcionaban información a los nazis diciendo quien era cristiano, es decir 
quien no era judío. Gracias a los buenos y santos cristianos es que sabían que les faltaba yo. Si bien no fui el único que se salvó en ese entonces, ya que muchos jóvenes pudieron huir al enterarse de que estaban los nazis en nuestro barrio, los otros estaban igual que yo, es decir asustados y no tenían a donde ir. 
Aunque ahora me parezca obvio, en ese momento no pensé que volverían a por nosotros, y es ahí cuando comienza mi verdadera historia, la historia de un judío fugitivo, quizá el nombre nos les parezca muy original, quizá alguien podría inventar uno diez veces mejor, pero si creo que es un nombre que caracteriza mucho mi historia.  

Como les mencioné, estaba asustado al igual que muchos otros, todos sabíamos que debíamos tomar una decisión, sabíamos que debíamos huir, teníamos bien claro que seriamos atrapados tarde o temprano, pero nuestro subconsciente quería creer que en nuestros hogares estaríamos bien ya que en ellos albergábamos hermosos recuerdos y es por esa razón por la que nos sentíamos tan seguros allí, aunque eso sólo fuese una simple percepción de una persona desesperada y asustada.  
Mientras analizaba todas las posibilidades en mi mente, me encontraba en el sótano de mi casa, un lugar pequeño, oscuro y triste, pero estaba muy bien oculto y era el lugar mas seguro, entonces de pronto escucho que suena el timbre de mi hogar una vez, recuerdo que la adrenalina comenzó a esparcirse por mi cuerpo como si fuera veneno de serpiente, el  latir de mi corazón era a un  ritmo acelerado, en mi mente pensaba en lo que podría pasar y en métodos que podría utilizar para escapar.  
Pasaron unos diez minutos y nada, estaba realmente asustado, pero en un acto de valentía me aproximé a la puerta que daba a unos cuatro metros de la entrada de mi sótano, al acércame noto que había un sobre blanco tirado en el piso, estaba sucio y mal pegado, lo abrí y pude observar que estaba escrito en alemán, la carta decía lo siguiente:  
  
 

Isac: no me conoces, me llamo Ismael, como tú, he escapado de la redada  
que se dio lugar hace unos días. Estoy seguro de que volverán y debemos  
estar preparado para cualquier cosa, nos reuniremos los pocos que   
quedamos en la mansión abandonada a tres calles de aquí, estoy seguro   
que la encontraras, no utilices los teléfonos, luego sabrás porque   
,ven a las nueve de esta noche, debemos decidir que hacer.   
  
ISMAEL.   
  
  
En verdad no sabía que pensar y toda esta situación me provocaba miedo, pero decidí hacerle caso a mi amigo por correspondencia. A las nueve de la noche llegué a la entrada de la inmensa mansión, la misma había sido ocupada por una pareja de ancianos que fueron detenidos y luego su casa fue saqueada por los soldados de la Gestapo. Al llegar note que no había ni una luz encendida, no podía apreciar nada a mi alrededor y me sentía muy inseguro pero de todas formas entré.  
Apenas abrí la puerta sentí como se abalanzaban sobre mi cuatro personas de gran tamaño, me presionaron la garganta hasta el punto de casi no poder respirar.  
  
  
  • ¿Quién eres? - me preguntó un hombre que estaba al costado- identíficate- grito, pero yo casi no podía articular ningún sonido. Con las pocas fuerzas que me quedaban pude decirles.  
  • Soy yo, Isac Levchuk- fue lo único que pude pronunciar.   
  • Suéltenlo muchachos- y me tomó la mano mientras los demás me dejaban libre- lo siento, es que nos sentimos aterrados por toda esta situación e intentamos tomar todas las medidas de seguridad disponibles.  
  • Esta bien- le respondí- lo entiendo, pero ¿qué es esto?- le pregunté mientras intentaba ver algo al mi alrededor, sin lograrlo ya que estaba todo oscuro.  
  • Soy Ismael, fui quien te dejó la carta en tu casa hoy, aquí nos reunimos desde hace tres días. Eres el último que faltaba llegar.  
  
   En ese preciso instante me dirigen a un salón enorme a unos paso de la entrada, mi mente estaba confusa, si bien estaba asustado por todo lo que nos había tocado vivir en los últimos años, la intriga también se hacía presente. En el salón se encontraban otras cinco personas hablando, al vernos llegar guardaron silencio y se presentaron, sinceramente no recordé ningún nombre ya que mi mente no estaba para esas cosas.  
Pero sí recuerdo uno que me llamo la atención, era el de una muchacha de unos veinticinco años llamada Hanna, era muy hermosa, quizá la más hermosa que había visto hasta ahora, puede que fuese eso lo que hizo que fuese sólo su nombre el que recordara, era baja, morocha y tenía una piel hermosa, su cabello un tanto despeinado, algunas pecas en su rostro y un lunar en su pómulo derecho, aunque se veía que no estaba en su mejor momento me resultaba realmente preciosa.  
  
  
  • Isac, ponte cómodo- me dijo Ismael, aunque creo que fue pura cortesía ya que en ese lugar era imposible ponerse cómodo- en instantes comenzaremos a charlar y te pondremos al tanto de lo que pasa aquí.  
  • Me parece bien- respondí sin muchas ganas, en unos minutos, en el salón, ya éramos unas quince personas, y cuando ya todos estábamos ubicados en nuestros sitios Ismael tomo la palabra, creo que era el que tenía el liderazgo allí, parecía un hombre tranquilo, sabio y también era uno de los más viejos ,por decirlo de alguna manera, ya que él tenía al rededor de unos cuarenta años.  
  • Compañeros creo que llegó el momento de tomar una decisión, en cualquier momento vendrán por nosotros, ya que saben que hemos escapado y tienen nuestros nombres gracias a nuestros hermanos cristianos- estas últimas palabras las dijo como si las escupiera- está claro que debemos crear un plan de escape ya que no somos capaces de pelear contra ellos, pero la pregunta es ¿cómo escapar de este lugar?, y ¿hacía donde ir?  

En ese momento nadie quiso o se animo a hablar, puede que sea por no tener idea de que hacer o, si la tenían, no querían se los responsables de la muerte de sus compañeros.   
  • Yo creo que debemos ir al este, debemos cruzar la frontera con Polonia y refugiarnos allí hasta que termine toda esta tortura- dijo, mientras se paraba, uno de los cuatro que me habían sujetado en la entrada.  
  • A mi me parece bien, la cuestión aquí es como hacerlo- respondió Ismael al tiempo que se notaban caras de aprobación de los demás allí reunidos.  
  • Lo que propondré es arriesgado pero podría resultar- después de pronunciar estas palabras, muchas de las caras que hace un momento fueron de aprobación ahora eran caras que expresaban no estar dispuestas a arriesgarse y perder la vida al escapar.   

El plan se llevaría a cabo el seis de octubre de 1938, este tenía como objetivo robar un auto de un ciudadano alemán, y con el viajar hasta la frontera con Polonia, si bien era un plan arriesgado, no tenía muchas complicaciones, así que se aprobó por todos los reunidos en la salón.   
Yo me encargaría de conducir dicho automóvil hasta la frontera, pero no sabía que harían los demás, ya que se llegó a un acuerdo de que era mejor que cada uno supiera sólo su tarea, por si alguno era capturado, y así no poder revelar nada del plan.  
  
  
Solamente sabía que el seis de octubre se robarían los autos, uno de ellos llegaría a mi casa, al rededor de las tres de la tarde, en el vehículo vendrían las dos personas que lo adquirieron y en mi hogar estaría Hanna esperando para partir al igual que yo, si bien yo me ahorraría la tarea de robar un coche, la cual es muy arriesgada, tendría que llevarlos a todos sanos y salvos hasta Polonia, no es que el viaje sea largo, más bien es corto, pero los peligros estarían al asecho.  
En primer lugar; me había ofrecido para manejar ya que soy bueno en ello, pero no era por ello que quería llevar a cabo esa tarea, sino que, no me sentía emocionalmente preparado para robar y quizá, por qué no, matar por un automóvil, sé que eso podría poner en peligro el plan, y obviamente la vida de mis compañeros, a demás por no mencionar el hecho de que soy o fui un cobarde...  

Llegó el seis de octubre, allí comenzó todo para algunos y terminó todo para otros, ese fue el día en que vi morir por primera vez a personas con mis ojos. Ya estaba todo listo, con Hanna esperábamos ansiosos la llegada del coche, para así poder escapar y dejar de preocuparnos por los cazadores de judíos. La noche anterior había sido la última reunión entre los pocos que quedábamos en el vecindario y todos ellos tenían un futuro incierto al igual que yo. En esta reunión nos despedimos de todos y prometimos encontrarnos en Polonia para poder celebrar nuestro gran escape, para serles sinceros, sabía que a muchos nunca los volvería a ver, pero en el fondo tenía la esperanza de que todos nos salváramos. Luego brindamos y nos dirigimos a nuestros puestos. Hanna se fue conmigo a mi casa y pasamos la noche en el oscuro sótano esperando que pasen las horas eternas que teníamos por delante. No hablamos mucho, ella logró dormir gran parte de su estadía en mi casa. En el correr de la noche me enteré que sus padres se habían negado a ser arrestados y por su desobediencia fueron fusilados, ella presenció todo desde un cuatro secreto que habían mandado a construir a principios de 1933.  
Cuando ya eran las dos y media de la tarde se pudo escuchar el ruido de una bocina en frente a mi casa, al instante supimos quienes eran y salimos corriendo hacía el coche, este ya tenía vació el asiento del conductor y allí me ubiqué, a mi derecha se sentó Hanna y detrás de mi estaban Ismael e Iván, este último fue el que ideo el plan. Ellos se veían calmados y vestían como un ciudadano alemán común, al igual que Hanna y yo, eso también era parte del plan, intentaríamos pasar de ser percibidos para así evitarnos problemas.  
  • ¿Qué pasó?- le pregunte enseguida a Ismael.  
  • ¡Vamosnos de aquí ya! -me respondió, el miedo podía sentirse en su voz- el coche es de una familia del centro de la ciudad, matamos al alemán antes de que pudiera decir palabra alguna, luego dejamos el cuerpo escondido en un callejón, cercano pero oscuro, es cuestión de tiempo que lo encuentren, logramos no hacer mucho escándalo.   
  
  
Era obvio que este hombre no estaba acostumbrado a hacer estas cosas y no se quién fue el que mato al alemán, pero tampoco pienso preguntar, en lo único que podía pensar era en escapar de ese maldito país.  
  
Los primeros km los hicimos sin problemas, nadie sospechaba que éramos judíos, si bien aparentábamos tranquilidad, por dentro cada uno de nosotros estaba sufriendo un colapso nervioso. Llegamos a un punto en que la calle estaba interceptada por camiones de soldados nazis y no le permitían el paso a todos, nosotros pasamos y un oficial se nos quedó viendo fijamente, pero por suerte resultó que le llamaba la atención la belleza de Hanna, la cual estaba muy hermosa ese día, avanzamos por las calles de Berlín sin transpirar mucho, pero nuestra suerte se estaba por terminar.  
   Solo nos quedaba un km para llegar a la frontera con Polonia y vemos a lo lejos que había soldados nazis en el camino, creímos que era mejor dar la vuelta, pero cuando inicié la maniobra estos se dieron cuenta que algo no estaba bien. Allí comenzó la persecución. Al ver que nosotros no parábamos el coche y que cada vez nos aproximábamos más a la frontera, comenzaron a abrir fuego en dirección a nuestro coche.  
Podíamos sentir como las balas daban en nuestro vehículo robado, pero ninguna era letal, hasta que en un momento todo comenzó a verse en cámara lenta, faltaban unos trecientos metros para llegar a nuestro destino cuando una bala destroza el vidrio trasero del auto y da directamente en la nuca de Iván, este cae hacía delante, su cuerpo ya inerte por el impacto de bala comienza a largar sangre , nos cubre con una capa roja liquida y espesa a cada uno de nosotros. Hanna, comenzó a gritar, Ismael no reaccionaba , estaba como perdido en un trance o en un shock, por otra parte yo seguía conduciendo el coche y presionando el acelerador a más no poder, la sangre de Iván corría por mi cara y cuerpo como si fuese mía, como si esta saliera de mi cuerpo y me estuviese muriendo.  

No se como pero logramos entrar a Polonia a salvo, los nazis pararon su camioneta a unos cien metros de la frontera y a nosotros se nos permitió el acceso a este país, creímos que todo había terminado que estábamos a salvo, pero en verdad la historia recién comenzaba.  
  
  
  • ¿Están bien?- fue lo primero que se me ocurrió preguntar al bajarnos del automóvil, no era nada agradable ver tanta sangre por todos lados.  
  • Sí, estamos bien- me respondió Hanna, la cual, aún estaba llorando y aterrada. Ismael, aún estaba perdido y en trance pensando en lo que había ocurrido.   
  • Identifíquense en este instante- esa orden provenía de uno de los soldados polacos que protegían la frontera con Alemania.  
  • Somos judíos, huimos de Alemania, yo soy Isac, el es Ismael y ella se llama Hanna, pedimos asilo en su país- por alguna razón al soldado no le sorprendió en lo más mínimo mi respuesta y petición.  
  • No son los únicos que piden eso, hace dos horas un grupo de cinco personas también lograron cruzar la frontera y huir de los nazis, por esa razón es que estaban tan cerca de la frontera cuando ustedes pasaron- este tenía una sonrisa dibujada en su rostro, como si disfrutara esta situación- ellos nos avisaron que era posible que llegaran otros dos coches más, me imagino que serán ustedes uno de ellos, ¿dónde está el otro?  
  • No lo sabemos, nuestros escapes eran individuales y nadie tenía información del otro, por protección- en ese momento se escucho una explosión muy cerca de nuestra posición, y todos supimos cual era el origen de la misma.  
  • Bueno creo que ya sabemos donde está el otro coche- y su cara cambió e intentó sentir empatía por nosotros- vengan los llevaremos con los demás- y señaló un camión militar para que subiéramos- nosotros nos encargaremos de su amigo muerto.  
  • Muchas gracias, le estamos eternamente agradecidos- le dije mientras salían lagrimas de mis ojos, si bien lloraba, era el que estaba en mejores condiciones para hablar, mientras que mis amigos asimilaban todo lo sucedido.  
  
  
El viaje duro aproximadamente una hora, en el transcurso del mismo intentaba entender que pasaba dentro de mi, era muy confuso, sentía muchas emociones juntas, entre ellas un profundo dolor por la perdida de mis amigos, guardaba un gran rencor y odio por los nazis, pero a su vez, también estaba tranquilo creyendo que todo había terminado, que viviríamos allí hasta que terminara todo para así después poder volver a casa, al lugar de donde proveníamos, ese en el que tanto hemos compartido, vivido, y con la esperanza de que mi hermano aún esté con vida.  
Luego de bajar nos trasladaron hasta un edificio grande y viejo, en la puerta estaba escrita la palabra “refugio”.  
  
  
  • Aquí podrán permanecer dos semanas, ese tiempo tendría que ser suficiente para poder encontrar un empleo y mudarse- dichas esas palabras el soldado se retiró y volvió a subir al camión. Luego me di media vuelta y me dirige a mis amigos.  
  • Todo ha terminado, estamos a salvo- para ese entonces Ismael ya había salido del trance y Hanna estaba más tranquila.  
  • Sí, ha terminado, mejor entremos, hace mucho frío aquí afuera- me respondió Hanna con una mirada tierna y aliviada. Era cierto hacía mucho frío afuera, es algo que aún no había notado, pero por fin mi mente estaba desconectada, ya no estaba alerta, ni pensando que en cualquier momento podría aparecer alguien y fusilarme.  
  
  
Al entrar nos encontramos con la recepción, al igual que el edificio estaba vieja y mal cuidada, fuimos recibidos por una mujer mayor, ella nos dio la bienvenida al refugio y dijo que nos sintiéramos como en casa al tiempo que cada uno se registraba, por segunda vez fuimos notificados que podíamos pasar allí un par de semanas, asentimos y emprendimos el camino hacía nuestras habitaciones.  
El lugar estaba repleto de personas, el refugio tenía una sala de estar donde se juntaban los inquilinos o mejor dicho refugiados para charlar, leer las noticias, jugar al ajedrez, entre otras cosas.  
Para ese entonces el cansancio era tal que ni siquiera recordamos a nuestros amigos que supuestamente también estaban allí. Después de intercambiar miradas y asegurarnos que todo era real y no un sueño decidimos ir a dormir para luego ir a cenar.  
Al despertar recordamos que nuestros amigos de seguro estaban allí y no sabrían nada de nosotros, corrimos por las escaleras y llegamos a la sala de estar, allí se encontraban los cinco, escuchando las noticias en la radio, al vernos corrieron hacía nosotros y nos abrazamos los unos con los otros.  
  
  
  • Están vivos!!!- gritó un muchacho llamado Stock, del cual no recuerdo su apellido.
  • Sí, lo logramos, estuvimos cerca de morir pero acá estamos vivo y seguros- les dijo Ismael.  
  • ¿Dónde está Iván?- preguntó Stock  
  • Él no lo logró, ellos nos interceptaron a un km de la frontera, al vernos comenzaron a disparar y una bala dio en la nuca de Iván que le dio muerte al instante- respondió Ismael con lagrimas en los ojos- En ese momento se hizo un minuto de silencio y luego continuamos la charla.
  • ¿Saben algo de los demás?- esta vez el que preguntaba era un muchacho alto, delgado y con una cabellera roja fuego, creo que su nombre era David, el que respondió fui yo.  
  • No los hemos visto, pero al llegar escuchamos una explosión a un par de km de la frontera, sospechamos que el origen de la misma era de su vehículo.- dichas estas palabras se hizo un nuevo minuto de silencio y nos dirigimos todos juntos al comedor a cenar.  
  
Los días pasaban rápidamente, pasamos las dos semanas que se nos había permitido en el refugio y cada uno logró conseguir un trabajo, luego alquilamos un departamento viejo y en muy mal estado cerca del centro de la capital. Intentábamos escuchar las noticias por radio o leerlas en el diario, se decía que la situación estaba empeorando, los alemanes tenían cada vez más poder y nadie los podía parar. Pero igual nosotros nos sentíamos seguros.  
Cada día que pasaba sentía cosas mas fuertes por Hanna, si bien no era la única chica del grupo, a mis ojos era la más hermosa. Logré conocer un poco más sobre ella y su familia, al igual que yo había nacido en Berlín, tenía tres abuelos judíos y sus padres fueron capturados antes de que se hiciera la redada en la cual se llevaron a mi hermano. Sus abuelos ya no vivían en Alemania, ellos como otros miles se fueron a Israel en 1934. Pero ella y sus padres prefirieron quedarse.  

Habían rumores de que los nazis tenían pensado invadir Polonia, que deseaban expandirse por Europa y el mundo. Nadie prestaba mucha atención hasta que cayo la primer bomba en suelo polaco.  
Todo fue muy extraño gente corriendo de un lado a otro para poder refugiarse, nadie se lo esperaba pero sucedió. La invasión se dio en el año 1939, las tropas alemanas se hicieron con el control de Polonia y de nuevo comenzaron con la cacería de mi gente.
Como era de esperar la dueña de nuestro edificio comunicó a los invasores que nosotros estábamos allí, con la condición de que no le hicieran nada a ella ni a su edificio, estos no aceptaron el trato y la fusilaron en la calle, frente a su preciado edificio. Luego de esa desagradable escena nos fuimos, dejando de nuevo todo atrás, todo lo conseguido en ese año y el lugar que ya considerábamos como nuestro hogar.
Por suerte esta vez teníamos a donde ir, ya que se nos había ofrecido asilo en la casa de una familia amiga de Hanna, que conoció en su trabajo. Estos nos escondieron en su sótano, el cual era muy parecido al mío en Alemania, solo que un poco más grande y más cuidado.
Nos comunicaron que estaban relacionados a un grupo de personas que falsificaban documentos, y que si queríamos podían hacer que nos crearan a cada uno una nueva identidad. Todos aceptamos, al mismo tiempo que les agradecíamos su buena disposición y les ofrecimos dinero, ellos no aceptaron, pero logramos convencerlos diciendo que lo utilizaran para comida ya que nosotros en ese momento no estábamos en condiciones de salir.  
Pasamos dos semanas escondidos en ese sótano, hasta que llegaron nuestros documentos falsos. A partir de ese momento yo me llamaba Mauro Petelonsky, era de nacionalidad polaca y tenía veinticinco años.
Luego volvimos a nuestro apartamento, cuando llegamos notamos que las puertas habían sido forzadas y que nos habían robado todo. Era de esperarse pero nunca perdimos la esperanza de encontrar todo como lo habíamos dejado tiempo atrás.


  • Creo que iré a la fabrica para ver si nos aceptan de nuevo- nos comunicó Ismael, solo quedábamos cinco de los ocho que éramos cuando llegamos aquí, dos consiguieron pareja y se mudaron y uno viajó hacía Israel después de unos meses de residencia en Polonia. Quedábamos Ismael, Hanna, Stock, David y yo. Nos hicimos muy amigos en este tiempo y cada día más unidos.
  • ¿Ahora que haremos?- me pregunto David, yo sinceramente no sabia que responder.
  • No lo sé amigo, creo que quedarnos aquí y esperar, con nuestra documentación falsa podremos trabajar y ser un ciudadano polaco más- le dije sin mucha convicción- esperemos que no nos descubran, ese sería el fin.  

A la hora y media volvió Ismael de la fabrica y este nos comunicó que podíamos volver a trabajar, pero que antes el jefe quería tener una reunión con nosotros.
  • ¿Una reunión? no entiendo- le pregunte a él.
  • Sí, quiere aclarar ciertos puntos ya que somos judíos, debe querer decirnos que si la cosa se pone peligrosa que no contemos con él- nos decía esto sin cambiar la cara, sin expresión alguna, desde que los alemanes invadieron Polonia él estaba así, cabizbajo y sin esperanza.
  • Tranquilos, vamos a salir de esta como la última vez- fue lo único que se me ocurrió decirles aunque ni yo estaba convencido de ello.

Al día siguiente fuimos a trabajar, las calles estaban inundadas de soldados alemanes, estos disfrutaban atemorizando a las personas, se divertían como nunca.
Luego fuimos testigos de una escena muy desagradable, los soldados cortaban la calle cada vez que pasaban tropas de los suyos por la avenida principal, como en un momento se aburrieron de cortar la calle cada diez minutos, cortaron la misma por una hora seguida sin importar si pasaban o no soldados. En el transcurso de ese tiempo las personas debían esperar atrás de un vallado para pasar, pero como los soldados también se aburrieron de esperar quisieron divertirse a costa de los que debían esperar.

  • Tú- dijo uno de los soldados alemanes, mientras señalaba a un hombre que esperaba para cruzar la calle- baila!
  • Perdone ¿qué?- le respondió el hombre, desconcertado y con la voz muy temblorosa.
  • Que he dicho que bailes!- le repitió el soldado.
  • De acuerdo- y se puso a bailar, sin música ni nada que se le parezca.
  • Tú- y señalo a una mujer vieja y gorda- baila con él- y la mujer se aproxima al hombre y comenzaron a bailar. Luego, como si fuera poca la humillación, señalo a un hombre que le faltaba una pierna el cual caminaba con muletas y le dijo que bailara, esta orden se repitió varias veces, entre los elegidos se encontraban dos ancianos, una mujer joven y dos niños.

Después de diez minutos de baile los soldados no podían dejar de reír hasta que el hombre que le faltaba una pierna se cae y no puede bailar más.

  • Levántate y sigue bailando- le dijo el otro soldado que, hasta ahora se había dedicado a reír y mirar, pero el hombre no podía levantarse.  
  • Señor no puedo levantarme-le responde el invalido.
  • Te he dicho que te levantes y sigas bailando!- pero el hombre no se podía mover.- Tú te lo has buscado canalla- y saca su pistola y la pone en la cien del pobre invalido, luego presiona el gatillo y termina con la vida del pobre hombre .

Muchas mujeres allí presentes comenzaron a llorar, entre ellas Hanna, yo la abracé y para que no siga mirando esa espantosa escena. Acto seguido el soldado que había comenzado con todo abre la valla y deja pasar a todas las personas mientras ordena a un grupo de mujeres que retiren el cuerpo de la calle.  
Con Hanna en mis brazos, seguimos nuestro camino, esperando que en cualquier momento nos detenga y pidan nuestras identificaciones, pero eso no ocurrió. Llegamos a la fabrica una hora más temprano de lo habitual para tener la reunión con nuestro jefe. Esperamos diez minutos en la sala de estar de su oficina y su secretaria no hizo entrar.

  • Muchachos, la situación de su gente es muy compleja, los están persiguiendo hasta por debajo de la cama y ustedes lo saben- todos asentimos para darle la razón y en verdad estaba en lo cierto en todo lo que decía- pero se que tienen documentación falsa y pasan de ser percibidos, así que no tengo inconveniente en que sigan trabajando para mi, para lo que necesiten estaré aquí, lo único que les pido es que si los atrapan no digan que yo estaba enterado de su condición de judíos, yo no existo para ustedes y ustedes dejan de existir para mi ¿entendido?
  • Si señor, estamos completamente de acuerdo con lo que nos plantea, agradecemos que nos deje volver y se arriesgue por nosotros- y con estas últimas palabras de Ismael nos retiramos a nuestro puesto de trabajo.
Allí éramos los únicos judíos que trabajan en esa fabrica, pero siempre habíamos sido muy aceptados por las personas que allí trabajan, después de la invasión nazi ya casi nadie se nos acercaba, no por discriminación sino que tenían miedo de que los relacionaran con nosotros, y los entendíamos, quizá si la situación fuera otra nosotros actuaríamos de la misma manera.
Bajo ese contexto logramos sobrevivir por un mes entero, vivíamos pendientes de todo lo que pasaba en nuestro entorno, por las noches hacíamos guardias, siempre nos dividíamos la noche entre los cinco, mientras dormían cuatro uno se quedaba despierto vigilando la ventana, esperando ver a una camioneta de la Gestapo estacionar frente al edifico y entrar para llevarnos a quién sabe donde. El nivel de paranoia que teníamos era demasiado grande, pero supimos controlarlo. Aunque no quisiéramos creerlo era cuestión de tiempo que nos descubrieran.
Y ese día llegó, mientras salíamos de la fábrica vimos a lo lejos que se acercaba una camioneta en nuestra dirección, nosotros comenzamos a caminar más rápido hasta que comenzamos a correr desesperados, en un momento doblamos en una esquina y los perdimos de vista, pero sabíamos que estaban cerca.

  • Por aquí- logramos escuchar como si fuese un susurro a lo lejos, cuando vimos de donde provenía vimos a una anciana que nos decía que vayamos hasta donde estaba ella.
  • Corrimos y corrimos hasta que llegamos y nos hizo entrar en su casa, a los dos minutos pasaron los soldados a una velocidad impresionante, mientras que nosotros los observábamos por la ventana de aquella anciana que nos había salvado la vida.
  • No sabe cuanto se lo agradecemos- le dijo Hanna con los ojos chorreando lagrimas- usted nos ha salvado.
  • No es nada mi niña- le respondió ella con una voz dulce y amable.
  • Si muchas gracias- le repetimos al mismo tiempo Ismael y yo. Éramos solo nosotros tres que estábamos juntos, David y Stock se habían quedado en la fábrica haciendo horas extras.
  • Pueden esconderse aquí si lo desean. Es muy peligroso allí afuera.
  • Se lo agradecemos señora, le prometemos que no nos quedaremos mucho tiempo- le dije.
  • No hay problema, se que así será- esa última parte no la había entendido pero no le di importancia- al final del pasillo hay un sótano pueden ocultarse por ahí.
  • Gracias- y nos dirigimos a él, estábamos muy asustados y no sabíamos que nos tenía preparado el futuro, pero esa vez habíamos tenido suerte.

Despertamos al rededor de las doce de la noche y escuchamos que alguien golpeaba la puerta, en un segundo nuestros corazones se paralizaron y comenzamos a temblar. Se podía escuchar la voz de un hombre y la anciana respondiendo pero no era tan claro como para saber que decían. Lo próximo que recuerdo es que abrieron de una patada la puerta que llevaba al sótano y nos dijeron en alemán que nos paráramos y camináramos hacía afuera. Nosotros, aterrados y esperando lo peor. obedecimos.
  • ¿Son judíos?- pregunto el jefe de la patrulla.
  • No, señor- respondí con la voz temblorosa y a punto de llorar.
  • ¿Están seguros?- volvió a preguntar- no les servirá de nada mentirle a la Gestapo- y ahí pude identificar al hombre que nos hablaba, él era el jefe de la Gestapo, un Alemán llamado Heydrich Meller, lo puedo recordar ya que marco mucho mi vida.
  • Si señor, estoy seguro.- le volví a responder. Acto seguido este le da una orden a un soldado y el soldado viene y me baja los pantalones a mi y a Ismael. Si bien yo no tenía hecha la circuncisión, Ismael si y eso nos condeno.
  • ¿Así que no eres son judío entonces? Malditos infelices- y me da una paliza de la que nunca me olvidare, fue tal el dolor que sentí que hasta ahora, después de tantos años, me duele, primero me pego con la culata de su pistola dejándome semiinconsciente, luego solo puedo recordar que me dio dos puñetazos en la boca del estomago y uno en la cara, después de ese golpe me desplomé en el piso inconsciente, lo único que recuerdo es despertarme tirado en un vagón de tren, apretado a otras cien personas y casi sin aire para poder respirar.


CAPITULO TERCERO


Al despertar, sentía que me faltaba el aire, estaba mareado y al mismo tiempo desconcertado. Después de varios intentos logré abrir los ojos y pude ver que estaba en un vagón de tren, en este se encontraban otras cien o más personas, era pequeño y no tenía ventanas, era de la clase de trenes que se utilizaban para transportar animales. Al instante veo que se acerca Ismael y me toma la mano para poder levantarme.

  • ¿Qué ha pasado?- fue lo primero que le pregunte, con la voz débil y el cuerpo dolorido- lo último que recuerdo es que me estaban apaleando y me he desmayado.
  • Luego, te continuo golpeando de una manera muy despiadada hasta que te dejo tirado. Hanna comenzó a llorar y pedir que te dejaran tranquilo. Luego se aproximó a ella y le dio una bofetada- por cada frase que decía se me caía una lagrima al igual que a él- y nos ordenó meter tu cuerpo en un camión. Nosotros llegamos a creer que estabas muerto, intentamos despertarte pero no reaccionabas. A nosotros también nos ordenaron subir al vehículo, cuando termino el viaje nos llevaron a una estación de tren que ninguno conocía, nos pusieron aquí adentro y se fueron. Ya llevamos un día de viaje .
  • ¿Y dónde está Hanna?- le pregunté mientras buscaba con la mirada por el vagón pero eran muchas personas para poder identificarla.
  • Ella está en otro vagón. No se nada más. Lo siento.
  • Está bien, saldremos de esta te lo aseguro- intente consolarlo pero era imposible. Se sentía culpable por todo.
  • Nada está bien, Isac. No entiendes que este es el final, ya se nos agoto la suerte y es el momento de la derrota, caeremos inertes a los pies de un alemán, estos cremaran o quizá entierren nuestros cuerpos en una fosa común, nuestras familias no podrán despedirse de nosotros, quizá ellos correrán el mismo destino que nosotros.
Recuerdo que no intenté nada para consolarlo, hasta yo me sentía abatido y sin esperanzas. Los días transcurrieron muy lentamente, los segundos parecían minutos y los minutos horas, el tren solo hizo una parada en todo el viaje que llego a durar unos tres días y la única vez que comimos fue en dicha escala.
El vagón tenía maderas rotas por las cuales podíamos ver al exterior, recuerdo que había poca vida en aquella zona, todo era tundra y abedules enanos.
Nuestra situación era terrible, esos tres días pasamos mucha hambre y sed pero logramos sobrevivir la gran mayoría. Cuando por fin termino el largo viaje nos tuvieron acampando dos días a las afueras de una estación la cual sigue siendo desconocida para mi. Sólo tengo imágenes en mi mente de ella, puedo ver pastos cortos y amarillos, era vieja y muy mal cuidada, los soldados comían manjares mientras que nosotros nos moríamos de hambre y, para empeorar nuestra situación ,el sol no nos favorecía en nada.
Luego de esos dos días nos hicieron caminar aproximadamente unos docientos kms hacía el sur, ya que según ellos no había locomoción. Nadie hablaba, todos estábamos sumisos en nuestros pensamientos, algunos lloraban pero intentando no hacer ruido por miedo a la muerte.
Demoramos una semana en llegar a nuestro destino, casi no nos alimentaban y ni hablar de comer una comida decente, el agua escaseaba y estábamos tan desesperado que nos vimos obligados a comer pasto, aún conservo el gusto del mismo en mi boca, el cual no era nada rico, recuerdo la tierra seca en mi garganta y el gusto a mierda de insectos. Nos vimos obligados a comer cualquier cosa.

Cuando creímos que no llegaríamos nunca, vimos a lo lejos un predio gigante el cual estaba rodeado por una cerca de unos dos metros de altura, en la sima había alambres de púa y tenía un cartel que anunciaba que dicha cerca estaba electrificada, aunque luego descubrí que era una farsa.
Dentro del inmenso reclusorio lo único que se podía ver era un edificio de unos tres pisos que estaba destinado para los soldados.
- Ahora quiero que formen tres filas y escuchen- nos grito el general encargado de que llegáramos allí. Cuando ya estábamos todos formados continuo hablando- bienvenidos a Breendonck, este será su hogar a partir de ahora, espero que disfruten su instancia con nosotros ja, ja, ja- cuando éste comenzó a reír los soldados que se encontraban detrás le festejaban el chiste.
    A los cinco minutos apareció un hombre alto, rubio y de ojos celestes, todos los soldados incluyendo el general dejaron de reír al instante.
  • General a partir de aquí me ocupo yo- dijo el individuo recién llegado.
  • Si señor, le deseo mucha suerte.
  • No la necesitaré general, ahora ya puede largarse de aquí.
  • Si, señor- repitió el general- larga vida a Hitler.
  • Larga vida a Hitler- repitió el hombre. Yo me encontraba a una fila de Ismael, cuando observo para atrás y veo su cara, pálida sin vida, me di cuenta que algo no andaba bien y estaba en lo cierto, miré más detenidamente a ese hombre y lo reconocí, el hombre alto, rubio y de ojos celestes era Heydrich Meller el que nos había metido en este infierno.

  • Soy Heydrich Meller, ustedes son la basura que debemos destruir y para eso estoy yo aquí- el infeliz disfrutaba de cada palabra que salía de su boca- yo soy el máximo encargado del vertedero de basura del Reich alemán.

Aún puedo sentir el odio que llegue a tener por ese hombre, con cada palabra que pronunciaba recuerdo cada golpe recibido, aunque para ese entonces ya habían pasado una semana de la golpiza, mi cuerpo aún no se había recuperado del todo, en otro momento mi cuerpo ya estaría de maravilla pero la falta de comida, de agua y el gran trayecto recorrido no ayudaron en nada.

  • Ahora quiero que todos aquellos que tengan algún objeto de valor como joyas, dinero, lo que sea, den un paso al frente y déjenlo en el piso.- mientras que Meller terminaba de dar esa orden los primeros en dar un paso al frente fueron una pareja de ancianos, sus rostros reflejaban ternura pero al mismo tiempo se veía que estaban muy asustados, eso debió impulsarlos a obedecer dicho mandato.
    Cuando la pareja ya había dejado el dinero que tenían, no se si eran euros o dolares, no interesa, y se disponían a regresar a su lugar, se aproximaron un par de soldados con sus respectivas pistolas. Todos creíamos que iban a por el dinero pero estábamos equivocados, cuando llegaron al punto donde se ubicaban los ancianos les apuntaron con la pistola en la cabeza y dispararon sin vacilar. Aún puedo ver y sentir la sangre saliendo de sus cuerpos ya inertes, la sensación que sentí en ese instante, veo el polvo que levantaron al caer al suelo y escucho en mi mente las risas de los soldados después de la ejecución. También sigo sin entender como personas como yo o como cualquier otro pueden llevar a cabo estos actos de violencia sin sentido.

Cuando los cuerpos inertes de los dos ancianos tocaron el suelo, Meller o como prefiero llamarlo, el hombre con corazón de hielo, tomo la palabra.

  • ¿Alguien más tiene algo para entregar?- preguntó, pero nadie hizo ningún movimiento, todos se quedaron callados y esperando a que todo terminara- Bueno creo que eso es todo, como ven a sus al rededores están rodeados de una cerca electrificada, no intenten salir, les puedo jurar por mi vida que si alguno se hace el listo y es sorprendido intentando escapar se le introducirá una bala en la cabeza como a estos dos viejos ¿quedó claro?- pero nadie respondió, todos temían que al primero que hablara se lo fucilaría.- Soldado lleve a la basura y póngales sus ropas.
  • Si, señor- le respondió un hombre de más o menos mi edad- vengan conmigo, callados.

Nos llevaron hasta un galpón que estaba detrás del edificio, allí nos dieron a cada uno una remera, un pantalón y una frazada, todo era blanco con rayas grises, se parecían mucho a un piyama. De allí nos trasladaron a una carpa donde nos tatuaron una serie de números, a partir de ese momento me llamaba 13654, eso fue lo más doloroso. Me han ofrecido a lo largo de los años quitarme este maldito tatuaje pero prefiero llevarlo en la piel para recordar que la vida no es tan justa como debería y que hay gente capaz de todo por obtener poder.
Luego nos dijeron que nosotros deberíamos construir nuestras propias barracas, entre otras cosas, que por el momento dormiríamos a la intemperie, sería mejor que fuéramos efectivos en nuestro trabajo porque el invierno estaba muy cerca.
Para ese entonces ya se había hecho de noche así que nos dividieron en tres grupos de quinientas personas aproximadamente, uno estaba compuesto por mujeres, el otro por hombres jóvenes y por último el grupo de los ancianos.
  • Mañana cuando salga el sol comenzarán a trabajar, el grupo de mujeres tendrá un trabajo que consistirá en extraer la arena del foso que rodea la fortaleza de Breendonck y la transportarán en carretilla al otro extremo donde la utilizaran los ancianos para construir un muro que rodee el campo, este muro será construido junto a la cerca. Y por último los hombres se encargarán de hacer lar barracas, pero tienen un límite de tiempo que será de un mes para terminarlas, de lo contrario se encargarán de otra tarea y pasarán frió este invierno- dicho esto nos señalo a que parte deberíamos ir para pasar la noche y se retiró sin decir más nada.
La primer noche fue la peor, era deprimente escuchar a las mujeres, ancianos y hombres llorar, algunos se dedicaron a rezar, otros intentaban consolar a sus amigos o familiares, en lo personal ya había pasado por mucho y todas las situaciones por las que pase me hicieron ser un hombre más frió y en lo único que pensaba era en como hacer para escapar de ese maldito lugar. Recuerdo que casi no pude dormir y las horas pasaban muy lentamente, cuando por fin había logrado dormirme salé el sol y los soldados dispararon cinco veces al cielo, cuando cesaron los disparos ya estaban todos los prisioneros de pie esperando indicaciones.
Luego se nos acercó Meller y nos habló con mucha crueldad.
  • Veo que descansaron bien, es hora de pagar por sus crímenes a la humanidad, hace años deberían de haberse extinguido animales como ustedes pero como dice el dicho mejor tarde que nunca. Ya le les ha informado las tareas que deben realizar cada uno de ustedes, así que no va ser necesario que gaste más palabras innecesariamente. A trabajar!- grito y cada uno se concentro en su labor.

Desde hace una semana que no veía a Hanna, no sabía sobre su paradero o si se encontraba bien y eso me estuvo dando vueltas en mi cabeza. El primer día de trabajo fue duro pero logramos progresar mucho, eran necesario construir unas veinte barracas para que los mil quinientos reclusos pudiéramos dormir bajo techo y solo teníamos un miserable mes para construirlas.
Cuando se cumplió el tiempo límite para terminar las barracas nosotros habíamos logrado construir diecinueve de las veinte necesarias para poder vivir, creímos que podrían darnos una semana más para terminar de hacer la última pero no fue así.
La alimentación allí era escasa y en ocasiones inexistente; si había suerte se distribuían al día para desayunar cien gramos de pan, el cual debíamos cuidar como si fuese oro, con dos dos raciones de bellotas asadas, al mediodía dos raciones de sopa y por la noche otros ciento veinticinco gramos de pan y repetición de la doble ración de bellotas asadas, pero si no recibíamos alimento alguno, nos veíamos obligados a comer césped o plantas.
El invierno se apodero de todo, el frió era despiadado, nuestras habitaciones no tenía calefacción, aunque de vez en cuando se nos permitía la colocación de una estufa, pero ya era costumbre que los prisioneros durmiésemos pegados los unos a los otros para no perder el calor corporal; gracias a ello atraíamos a las chinches y cucarachas que se pegaban a nuestras ropas.
La higiene allí no era buena, se nos permitía el lavado diario de manos o caras pero las duchas, siempre heladas, eran generalmente de carácter semanal o mensual. Por eso era muy común que los prisioneros, los cuales tenían algún accidente al trabajar, se les infectarán sus heridas, aunque fuesen mínimas.
Al terminar el mes y no habernos dado una semana más para terminar la última barraca se nos asigno la tarea de construir, juntos a los ancianos que cada vez eran menos, ya que no podían aguantar el esfuerzo que exigía tal tarea, de levantar el muro que rodeaba el campo, esté estaba aún en sus inicios, no avanzaba muy rápido y eso hacía enfurecer a nuestros captores.
En ese primer mes no hablé mucho con Ismael, pero si lo observaba, se lo veía triste como a todos los demás pero había algo que lo diferenciaba del resto, él ya se había rendido, ya no quería saber nada con la vida que tenía o que le había tocado tener, se había abandonado a si mismo, no le interesaba si vivía o moría, quizá debería haber intentado consolarlo pero no lo hice, cada día me hacía más frió, mi corazón se llenaba de odio y lo único que pasaba por mi mente era mi sed de venganza.
Se nos había prohibido tener contacto con los prisioneros de las barracas de mujeres y de ancianos pero esa regla se estaba debilitando cada día más ya que al habernos puesto a trabajar en la construcción del muro teníamos interacción constante con los demás prisioneros.
Un día, cuando de forma primitiva e inhumana, levantábamos el muro a mano pude ver que se acercaba Hanna con una carretilla cargada hacía mi posición.

  • Aquí tienes- me dijo sin poder reconocerme.
  • Hanna, soy yo- le respondí sin levantar la voz, aunque en ese momento no había ningún guardia cerca.
  • ¿Isac, eres tú?
  • Si, soy yo- y lo que ocurrió luego me desconcertó por completo. Al oír la confirmación de quien era, se abalanzó hacía mi, me beso muy profundamente y luego quedo abrazada a mi cuerpo por unos cinco segundos.
  • No lo puedo creer, no sabia que pensar, llegué a creer que estabas muerto o quien sabe que.
  • Estamos bien, no es que aquí se viva de maravilla pero nos las hemos arreglado para sobrevivir- fue lo único que se me ocurrió decir, aunque en mi mente solo estaba pensando en el beso que me había dado.
  • Me alegro, mira es peligroso que estemos hablando aquí, ¿tienes papel y lápiz en tu barraca?- me hablaba de forma rápida y eso provocaba que sea difícil entender.
  • Conseguiré ¿por?
  • Mira, escribime tu situación y la de Ismael, mañana volveré aquí y me la darás, luego te la responderé y así hasta que podamos estar juntos- y se fue sin decir más nada.
Fue tan extraño y al mismo tiempo rápido, no pude asimilar lo que había sucedido en esos cinco minutos hasta después de unas horas, pensé primero en ella, en como se veía, pude notar que había adelgazado y eso me entristeció, pero se la notaba con energía y con un humor agradable para el lugar en que estábamos. Luego pensé en el beso que había recibido y eso fue lo mas extraño de toda la situación. También me cuestioné si sentía algo por ella, era evidente que si, pero no sabia si era solo amistad o era algo más fuerte que eso, también se que el beso fue el mejor que había recibido en mi vida y eso tenía que significar que algo sentía pero era difícil saberlo, me encontraba en un campo de concentración, estaba siendo esclavizado y cada día estaba más débil, así que no creo que fuese el momento más indicado para pensar en el amor, aunque ese asunto no dejo de darme vueltas en mi cabeza, así que decidí en la noche hacer la carta que me había solicitado.
Fue difícil expresarme, hacerle llegar a través de palabras lo que sentía y por lo que estaba pasando, pero lo intenté, no creo que haya sido la mejor carta de mi vida, pero para las circunstancias era aceptable.

En ella escribí:


Hanna:

Nosotros estamos bien, creo que podría ser peor, mucho peor. Si bien no todos los días comemos, en nuestra barraca se ha implementado un sistema para cuando sucede esto, consiste en que de cada día se guarde unos pocos gramos de pan y se esconda en unos hoyos escondidos en el piso, que creamos cuando construimos estas barracas, quizá no los hayan encontrado ustedes aún, pero búsquenlo les será de ayuda, si al otro día tenemos la suerte de que nos alimenten nos comemos el pan del día anterior y guardamos un poco del nuevo, y así día tras día. No es que no pasemos hambre cuando no nos dan el alimento, pero si nos ayuda a sobrevivir, hay veces que nos vemos forzados a comer pastos o plantas pero si es necesario estamos dispuestos a todo para vivir.
Ismael está cada vez peor, no solo físicamente, al igual que todos, sino que él ya se ha rendido y no se que hacer para que vea que podemos sobrevivir y que no debemos dejarnos vencer por ellos, tienen que darse cuenta que somos fuertes y no dejaremos que nadie nos destruya.
No se que más decir aunque tengo la sensación de que puedo escribir un libro con lo que ya he vivido. Más bien me preocupa tu situación. Luego quizá pueda explayarme más.

Isac.


Luego de haber terminado de escribir, guarde la carta dentro de mis calcetines e intente conciliar el sueño, una hora más tarde pude dormir. Con el paso del tiempo nos fuimos acostumbrando a despertar en sincronía con el sol, el frió cada vez era mas intolerable, había noches en las cuales podíamos dormir cada uno en su cama pero otras que no y nos apretábamos unos con otros para conservar el calor.
Cuando desperté pude ver como dos guardias armados se llevaban a diez hombres de mi barraca, todos estaban enfermos o con alguna lesión grave. Cuando se fueron me levanté y fui corriendo hacía la ventana y pude ver como los arrodillaban uno por uno y les disparaban en la cabeza. Si bien esas escenas ya no me provocaban tanta tristeza y no me parecían tan brutales, sí hacían crecer el odio que tenía dentro. Después de ver aquello solo derrame un par de lagrimas en silencio por mis amigos muertos, cinco de ellos judíos, dos negros y tres testigos de Jehová.
La jornada laboral de ese día fue diferente a las anteriores, estaba ansioso e ilusionado, esperando la llegada de Hanna para entregarle mi carta. El tiempo pasaba y no aparecía por ningún lado. Cuando ya era mediodía apareció con su carretilla cargada de arena, la vi e intente disimular la emoción que sentía ya que cerca de mi posición estaba un soldado fumando un cigarrillo barato. Era muy difícil entregarle la carta sin que el soldado se diera cuenta de lo que hacíamos, pero lo logré. Lo que hice fue aprovechar el momento en que ella tiraba la arena al piso y tirar el papel dentro de su carretilla, ella al ver lo que hacía me dedico una sonrisa y se fue deprisa para poder esconderla dentro de su ropa.
Luego de ello no la volví a ver en todo el día, tampoco paso nada digno de mención, excepto que ese día tuvimos la suerte de poder comer y bañarnos. Por la noche pude ver a Ismael llorando en un rincón solo y sin que nadie le ofreciera un hombro en el cual llorar, tampoco lo hice yo. Ahora me arrepiento por no haber apoyado a mi amigo en ese momento que él necesitaba que su mejor amigo estuviese cerca, que le dijera que todo saldría bien. Pero mi mente estaba bloqueada y segada por el odio que se había apoderado de mi.
Al otro día amanecí emocionado y esperanzado por la carta que debería entregarme Hanna, era todo un récord que en dos días me sintiera tan bien en ese maldito reclusorio.
Ella llegó con su carretilla cargada al rededor de las once de la mañana. Esta vez me la pudo dar en la mano e intercambiamos un par de palabras, pero nada en especial. A la noche, después de trabajar, corrí a mi barraca y leí la carta. Aún conservo todas y cada una de las cartas que me entregó Hanna en ese lugar.

La misma decía:


Querido Isac:

Por aquí no está todo muy bien, si bien en lo que tiene que ver con la comida estamos en la misma situación que ustedes (por cierto gracias por lo del escondite nos será muy útil), hay días que comemos y hay días en que no, pero hemos podido aguantar. Lo que no podemos aguantar es que estos malditos vengan y se lleven mujeres para violarlas, hablan mucho y dicen que somos basura, que no merecemos vivir y que en cualquier momento nos van a fucilar y luego vienen cuando están necesitados y se llevan a una de mis chicas. Es indignante y triste. Ya son diez las chicas violadas, no tienen más de veinticinco años de edad y están muy asustadas, a más de una las han violado en repetidas ocasiones y ya no aguantan más. Una de ellas, la que había sido violada más veces, prefirió la muerte y salió corriendo hacia la cerca, pensando que estaba electrificada y que así moriría, pero resultó que no esta electrificada, los soldados la vieron correr y la atraparon, luego de eso la llevaron a nuestra barraca, la obligaron a practicarle sexo oral a uno de los soldados, ella al ver que su hora había llegado decidió morderle el pene a su agresor de tal forma que se lo arrancó. Lo próximo que paso fue muy triste, la apalearon hasta que estaba moribunda en el suelo, la pusieron de pie e hicieron que veamos como con un cuchillo le cortaban el cuello. Fue la peor escena que presencie en mi vida, luego de eso no pude hablar hasta el otro día. Ahora las violaciones no son muy frecuentes, pero se siguen dando de vez en cuando.
Mientras escribo estas palabras no puedo dejar de llorar y desearía tenerte a mi lado para que puedas abrazarme y decirme que me sacaras de aquí.
Me imagino que estarás confundido, claro está que hablo del beso, y no te reprocho que estés así. Pero quiero explicarte el porque de dicha acción. ¿Recuerdas la vez que Meller te apaleo hasta casi matarte? Bueno yo intervine y él me golpeo, pero no podía seguir viendo como te mataba, ahí me di cuenta que me estaba enamorando de ti, y al verte no pude aguantar las ganas ni el deseo de besarte y sentirte cerca mio. Quizá creas que no es algo del otro mundo pero quiero que sepas que cuando estoy a tu lado me siento segura y tengo la sensación de que podremos superar esta situación que nos está tocando vivir a nosotros y a nuestro pueblo. Perdón si te incomode con estas palabras y el beso pero no lo puedo controlar.
Ahora quiero hablarte de Ismael, por lo que me has contado él está devastado, que ya se ha rendido. Pero quiero que sepas que él se siente culpable porque nosotros estemos en este lugar, piensa que era su obligación mantenernos a salvo ya que es el mayor y fue quien organizó toda nuestra huida. Solo te pido que no lo abandones, apoyalo, dale fuerzas para seguir, se que es difícil apoyar a los demás cuando ni siquiera podemos con nosotros mismos, pero espero que estés a su lado, eres es más indicado.
No quiero agobiarte más, espero que puedas responderme rápido y que estés bien.

Te quiere Hanna.


Luego de leer la carta necesité tiempo para poder comprender todo lo que en ella decía, era demasiada información la que me había dado y quería pensar y entender cada una de ellas.
En primer lugar quedé muy preocupado por la cuestión de las violaciones, no me sorprende pero si me preocupaba. En segundo lugar comprendí que no estaba actuando bien en relación a la situación que estaba viviendo Ismael. No estaba siendo un buen amigo, el odio me estaban segando, por ello decidí que debía ayudarlo a superar lo que estábamos viviendo.
Cuando creí que ya había comprendido todo, le escribí la respuesta. En ella exprese:

Hanna:

Lamento y me preocupa su situación pero al mismo tiempo no me sorprende. Debemos hacer algo, estoy convencido que debemos tomar cartas en el asunto antes de que muera más gente, también se que es muy difícil tomar medidas que puedan mejorar nuestra situación pero es necesario, ya pensaremos en algo.
En relación a Ismael debo confesar que no actué como un buen amigo, estoy segado y quiero ver morir a cada uno de nuestro torturadores, pero tu carta me ha hecho entender que debo preocuparme por cosas más importantes que mi venganza. Ayudaré a Ismael en lo que pueda, intentaré levantarle el animo y que nos ayude a crear un plan para salir de esta como la última vez. Cuando piense en algo te lo haré saber.
Cambiando de tema, ame tu beso, si lo ame, creo que estoy sintiendo cosas por ti que nunca imaginaría que sentiría por alguien. Es una realidad, si bien no podemos estar juntos en este maldito lugar, te prometo que ya llegará ese momento en el que podremos acostarnos en una playa, sin sentir miedo ni tener que estar cuidando nuestras espaldas.
Se que tenemos mucho de que hablar, pero no se como decirte todo por medio de un simple papel, esperemos que no descubran nuestro sistema de comunicación. Si pasa algo procura contarme. Isac.
Debo confesar que en ese momento le mentí a Hanna sobre mis sentimientos, pero creí que ha ella le sería más fácil sobrellevar su estadía en ese lugar creyendo que podríamos estar juntos. Si bien creía que era muy atractiva y sentía mucho cariño por ella, en ese momento no la amaba, pero haría todo lo posible para hacerla sentir mejor. El amor es una herramienta muy útil en momentos difíciles y en ese momento aproveche esa herramienta para hacerla sentir mejor.
Al otro día le entregué la carta sin dificultad alguna y se marcho como siempre, lento y caminando muy torpe a causa de la carretilla.


CAPITULO CUARTO 

Aún recuerdo la fecha exacta que cumplimos un año en el campo de concentración de Breendonck, ese día fue el veintiocho de noviembre de mil novecientos cuarenta y uno. El mismo fue festejado por los soldados y sufrido por los reclusos. Se llevaron a cabo los festejos correspondientes por el aniversario de la llegada de los prisiones y ese fue el día que se inauguro la primer cámara de gas en nuestra prisión.
En ella se ejecutaron a más de quinientos reclusos, estos no sentían dolor alguno al morir, antes se aletargaban en un sueño mortal carente de dolor físico, aunque brutal por saber que iban a morir. En ese momento nadie sabia que pasaba con los prisioneros, pero años después, gracias a un soldado ruso, me enteré que eran y para que se utilizaban dichas cámaras.
En el transcurso de ese año construimos las diecinueve barracas, el muro que rodeaba el campo y un habitáculo de madera que media aproximadamente unos veinticinco metros cuadrados, ese habitáculo resultó ser la cámara de gas.
Nadie entendía porque hicieron desaparecer a tantos prisioneros, ya que nos faltaba mano de obra y la producción iba muy lenta, pero luego nos dimos cuenta que querían hacer espacio para traer nuevos reclusos. En el correr del año habían muerto muchas personas, principalmente ancianos y mujeres, algunas de estas mujeres eran empujadas al foso del cual extraían arena y las dejaban morir allí. También se dieron fusilamientos para vengar al soldado que le habían extirpado el pene y una vez se ahorco a cinco mujeres, nunca supe porque razón.
En el momento que llegué al campo pesaba al rededor de unos sesenta kilos, pasado un año solo pesaba cuarenta de los sesenta al entrar, con el tiempo mi salud empeoraba más y más. Sabia que debía hacer algo pronto o no soportaría otro año. Todos teníamos la esperanza de que se terminara la guerra o que por lo menos que Estados Unidos atacara a la Alemania Nazi, pero eso no pasaba. Mis colegas y amigos morían o enfermaban con el paso del tiempo. Fueron tantas las tragedias vividas que aprendí a no hacer ni crear vínculos fuertes con las personas que no conocía, ya que luego sufriría si les pasara algo.
En el transcurso del año continué fingiendo que amaba a Hanna pero llegó un momento en el que me enamore perdidamente de ella. La amaba de tal forma que era capaz de dar la vida por esa mujer. Y por dicho amor fue que cometí un homicidio...
Una mañana, una semana o dos después de los festejos por el aniversario de nuestro campo, mientras trabajábamos haciendo nuevas barracas observé a los lejos que se acerca una multitud de personas, todos tristes, sucios y hambrientos. Cuando por fin entraron por el portón principal, custodiado por tres soldados fuertemente armados, pude ver de cerca a los recién llegados. Entre ellos habían niños llorando y abrazados a sus madres, mujeres con un aspecto deprimente y hombres que en sus ojos se reflejaba el terror que sentían. Ya no había más diferencias entre hombres, mujeres y ancianos, todos podían estar y trabajar con quien quiera, esto se debía a la cantidad de muertes que hubo en un año y sí se diferenciaban a las personas para cada tarea siempre faltaba mano de obra y la producción era extremadamente lenta. A partir de ese suceso Hanna comenzó a vivir en la misma barraca que yo.
Ismael, de a poco fue volviendo a ser el que era antes. Por suerte recapacité a tiempo para poder ayudarlo, fue muy difícil, él ya había perdido toda esperanza y por ello casi pierde la vida. Con la llegada de Hanna a nuestra barraca, Ismael se recupero completamente y pudo ayudarnos para idear el plan que nos sacaría de ese lugar.
Primero decidimos con Hanna, a través de cartas, que era necesario mejorar nuestra calidad de vida allí, cada vez le importaban menos a nuestros captores si comíamos o no, eso llevó a que pasáramos mucha hambre y mucha gente muriera. 
Con ella nos turnamos para escapar por las noches de nuestras barracas y escondernos muy cerca de la cocina, que utilizaban los soldados para comer. En esas noches de vigilancia descubrimos que la cerraban al rededor de las doce de la noche y la abrían a las seis de la mañana. Cada una semana les llegaban un cargamento de comida con pan, leche en polvo, verduras, carne, etc. De día sería imposible entrar y robar algo para comer, pero de noche era mucho más probable que nuestro plan funcionara. También pudimos descubrir que los soldados destinados a la guardia nocturna muchas veces no salían a recorrer el campo y se quedaban jugando cartas o escuchando radio en sus cacetas. En ese año habían construido, los soldados, dos torres de diez metros de altura con un reflector cada uno, para vigilar el campo, un soldado controlaba el reflector y si había movimiento otro soldado con un rifle de caza ejecutaba al prisionero que rondara a esas horas, eso pasó dos veces y en ambas ocasiones el recluso intentaba escapar pero nunca lo lograba.

  • Creo que llegó el momento de actuar- le dije a Ismael después de contarle toda la información que habíamos recolectado.
  • ¿Estás seguro, Isac?
  • Sí, lo estoy, no quiero que Hanna sepa nada, sé que si le decimos lo que pensamos hacer ella querrá participar y no permitiré que le pase nada.
  • Estoy contigo amigo, ¿cómo quieres hacerlo?
  • Es peligroso, pero necesitamos comida si queremos tener fuerzas para salir de esté lugar. Como ya sabes a las doce cierran la cocina con candado y cadenas, pero atrás de ella hay una ventana que está muy floja y la podremos sacar sin problemas- mientras le contaba mi plan a Ismael, yo estaba muy acelerado, al mismo tiempo sentía una emoción en el pecho que me excitaba y me decía que continuara con ello- también tiene una reja pero se que la podremos pasar, gracias a nuestro estado físico. Cuando uno de los dos esté dentro se encargará de reunir la comida, esta debe ser de poco tamaño y que nos proporcione energía ya que la necesitaremos.- Ismael escuchaba con mucha atención cada una de mis palabras y cuanto más decía, más se convencía de que era un buen plan- luego el que esté dentro le pasará la comida al de afuera, huiremos por el mismo camino que vayamos y esconderemos la comida en el hueco debajo de nuestras camas. 
  • Me parece bien y confió en vos, ¿cómo haremos para llegar hasta la cocina sin ser detectados por los guardias?- sabía que me preguntaría eso y ya tenía la respuesta preparada.
  • Las noches que hace frío los soldados no salen hacer la guardia, entonces iremos cuando haga frío. Y por la cuestión de los reflectores no te preocupes, ellos vigilan los alrededores, es decir el muro y la cerca, ya que todo aquel que salé por la noche pretende escapar, y nunca imaginaran que pensamos robarles.
  • ¿Lo que me estas diciendo es que iremos por el centro del campo para llegar a la cocina?- Su cara cambio de satisfacción a horror.
  • Exactamente – le dije con una sonrisa de oreja a oreja.
  • Pero es un plan suicida.
  • No, no es suicida, es usar la lógica, nunca sospecharán que queremos acercarnos a ellos ya que les tememos, nunca pensarán que alguien en vez de huir les hará frente- vi en su rostro que no lo estaba convenciendo, así que utilice mi última carta- amigo confía en mi. Todo saldrá bien. Podemos esperar aquí a morir de hambre o que nos maten o podemos ir y hacer algo para salvar nuestras vidas.
  • Sabes que estoy contigo y haré lo que sea necesario para salir de este infierno.
A continuación nos dinos un fuerte abrazo y juramos que saldríamos de ese lugar juntos.

  • Recuerda, ni una palabra a Hanna- le dije después del abrazo y muy serio.
  • Claro no le diré nada. Tranquilo.
Luego nos fuimos a dormir, a esa altura del año aún no hacía tanto frío como para dormir todos juntos, pero yo igual compartía mi cama con Hanna. Al acostarme le di un beso y le dije que la amaba.
Podría decir que ya no era el chico asustado que se escondía en su sótano esperando a que todo terminará para poder salir y continuar con su vida cómoda y sin estrés. Ahora era un hombre fuerte, frío y decidido a hacer cualquier cosa para poder vivir. También gracias a Hanna aprendí a controlar mis emociones, a reprimir mi odio y concentrarme en cosas más importantes, por ello pude ayudar a Ismael a salir de su depresión y a ser más paciente. Sabia que en cualquier momento tendría mi venganza, que era cuestión de esperar y ser inteligente.
Les acabo de contar parte de mi transformación, del porque me había convertido en lo que era, pero si bien muchas cosas que vi me marcaron, la causa principal fue el homicidio.
Una tarde, cuando aún trabajábamos construyendo el muro, me tocó la zona de la fosa, donde Hanna sacaba arena para dicha construcción, ya era muy tarde y nuestra jornada estaba por finalizar.
Cuando nos preparábamos para volver a nuestras respectivas barracas se acerca un soldado y toma del brazo a Hanna, yo estaba escondido a unos cincuenta metros de la acción, vi que el soldado se la llevaba a unos de los baños que utilizaban ellos y ya se imaginaran que iba a suceder. Yo me lo imaginé en ese momento y corrí directo al baño. Estaba furioso, loco y dispuesto hacer cualquier cosa por ella. No había nadie cerca cuando sucedió y sabía que no me encontraría a nadie en el baño, ya que se les había prohibido a los soldados tener relaciones con los judíos. Cuando llegué a la puerta del baño frené en seco y pensé en que iba hacer, no tenía tiempo quería evitar a toda costa que el maldito tocara a mi mujer. Mi mente funcionaba al cien por ciento. Entré sigilosamente al baño y lo vi intentando arrancarle la ropa a Hanna, mientras que ella llorando se resistía. El soldado se encontraba de espaldas a la puerta así que no me vio llegar.
El maldito logró quitarle toda la ropa de la cintura para arriba, y ella lloraba desconsoladamente, cuando vio que se estaba resistiendo tanto decidió sacar su arma y la introdujo en su cabeza.
  • Puta, quédate quieta o te vuelo la cabeza- le dijo furioso. Hanna se quedo paralizada del miedo que sentía y no se resistió más pero aún lloraba desconsoladamente.
Lo próximo que recuerdo es que me aproximé por la espalda del violador y le tome la cabeza y se la partí contra el lavado, al no haberse dado cuanta que estaba yo, él no pudo hacer nada. Con el golpe quedó desmayado al instante. Cuando me propuse seguir golpeando al bastado, Hanna me toma el brazo.

  • Basta Isac, no eres un asesino, se que no.- yo estaba furioso, loco, quería matarlo y sacarme el odio que tenía dentro.
  • Hanna veté, corre a tu barraca y procura que nadie te vea.- entonces ella comprendió que no había vuelta atrás. Se fue corriendo y me dejó solo en el baño con su agresor.
En mi mente no solo estaba el odio, tenía que proteger a Hanna y si lo dejaba vivo él volvería a por ella y la mataría. Así que deje salir toda la furia que tenía dentro y comencé a estrellar la cabeza del soldado contra el piso una y otra vez. Él ya estaba muerto pero yo continuaba golpeándolo. Quedé bañado de sangre y me reía como un loco, disfrutaba del momento. Allí comenzó mi venganza y mi convertí en un asesino, no solo un asesino, era el exterminador de nazis. Así fui conocido en el futuro.
Después de quedar satisfecho y haber desfigurado al maldito me fui corriendo rumbo a mi barraca a cambiarme de ropa y esconder la que tenía manchada de sangre.
Nunca nadie supo que pasó en ese baño, Hanna tampoco me lo preguntó, pero igual no se lo hubiese contado. Ismael si me interrogó por lo sucedido y mi única respuesta fue que ese maldito no tocaría más a nadie. Cuando ellos descubrieron que habían matado a uno de los suyos, dejaron descargar su ira contra los nuestros.
Como no sabían quien era el culpable, nos hicieron formar en el patio principal, Melle caminaba de un lado a otros hasta que habló.

  • Tú- y señalo a un hombre de la primer fila- tú- señalo a una mujer de la fila siguiente. Continuo con este proceso hasta que había señalado a unas sesenta personas. - Ahora quiero que den un paso al frente y se arrodillen- todos los elegidos dieron un paso al frente y se dejaron caer al piso. Luego el hombre de corazón de hielo comenzó a caminar hasta el principio de la fila. Sacó su pistola y le dio un disparo ha cada uno de los hombres y mujeres arrodillados en la cabeza. Estos murieron al instante, quedando tendidos en el suelo, luego soltaron a unos perros salvajes que comenzaron a morder los cuerpos inertes hasta dejarlos como carne triturada en el suelo, la sangre corría por todos lados, el polvo del suelo ya no era marrón era rojo oscuro.- soldado lleve a la basura a sus basureros.
  • Si, señor. Caminen, el primero en hablar acompañara a sus amigos.- y todos caminamos lento y con los ojos clavados en el suelo. Ismael y Hanna me miraron, y en sus caras se veía la pena que sentían, no se si era por mi o por las personas muertas. Nunca lo supe...
Este hecho fue el que me cambió completamente, fue el que despojo a la inocencia de mi alma y el que dejó salir mi brutalidad. Esta es la primera vez que lo cuento y me hace sentir bien conmigo mismo, me quita un peso que llevo cargando desde hace muchos, muchos años.
Me resulta muy extraño escribir estas palabras en este momento, siempre me mantuve al margen de todo, no participe en ningún acto realizado en nuestro honor, ni en la memoria de los caídos. No se si será la tristeza, las pesadillas o que ya no quiero vivir más, pero se que debo decir por lo que he vivido y a lo que he llegado gracias a enfermos con sed de poder, dispuestos a sacrificar personas inocentes por creer que son mejores...

  • Hoy es el día, ya no podemos esperar más- le dije a Ismael una mañana al despertar.
  • Está bien, ¿cómo lo haremos?- me preguntó con cara de dormido.
  • Como lo habíamos planeado, será más seguro hacerlo entre las dos de la mañana y las tres, ya para esa hora se habrán aburrido de vigilar y se pondrán hacer cualquier otra cosa.
  • Me parece bien, ¿entonces una y media en la puerta de la barraca?
  • Sí- dicho esto cada uno se fue a su puesto de trabajo, esa mañana no nos dieron nada de comer y sospechaba que no nos darían nada en todo el día, para empeorar nuestra situación no teníamos nada en nuestra reserva de emergencia.
Al llegar la noche, luego de una extensa y dolorosa jornada de trabajos forzados se nos dio cien gramos de pan duro y una sopa fría que parecía hecha con mugre.
Se hicieron la una y media, no había visto a Ismael en todo el día y esperaba que no le hubiera dicho nada a Hanna.
  • Aquí estoy- me dijo Ismael desde un rincón oscuro.
  • Bien es hora de irnos- en ese momento no se como se sentía él, pero yo estaba excitado, con la adrenalina corriendo por mis venas, me sentía fuerte, pero al mismo tiempo no perdía de la cabeza que me estaba arriesgando mucho y que ponía en peligro la vida de mi amigo, creo que él había notado mis preocupaciones ya que me dijo.
  • No te preocupes, sé en lo que me estoy metiendo y soy responsable por lo que me pueda pasar- y me dirigió una sonrisa tranquilizadora.
  • Gracias amigo- y seguimos caminando. Cuando llegamos a la zona de los reflectores nos asustamos mucho, pero seguimos caminando con mucho sigilo, pudimos ver a los dos guardias jugando a las cartas y tomando café. Nos escabullimos sin problemas hasta la cocina.
  • Entro yo-le dije- tu espera aquí a que te de la comida.
  • Pero apúrate- su cara estaba iluminado por el resplandor de la luna, que reposaba a lo alto, sin que nadie la pudiera molestar y observando las injusticias provocadas por el hombre ignorante.
  • No demoraré, te lo aseguro.
Como imaginé, no tuve problemas para entrar a la cocina, las barras de la reja estaban a suficiente distancia el uno con el otro para que una persona, que era puro huevo, pudiese entrar. Al estar dentro pude ver los estantes repletos de comida, las heladeras llenas de carne, se ve que había llegado el cargamento hace muy poco. Tomé lo que pude, entre ellos fruta, pan, frutos secos, leche en polvo, que si bien no podríamos tomarlo caliente si sería muy bueno por el calcio, etc.

  • Toma- le dije en un susurro a mi amigo.
  • Lo tengo, sal ya-y de repente se escucha a un perro ladrar, cada vez más cerca nuestro.- apúrate que ahí vienen.
  • Corre, esconde todo eso debajo de tu cama y duérmete, yo te alcanzaré te lo juro.
  • No me iré sin ti ,Isac, sal ya!!!
  • No lo lograremos si salgo ahora, aquí puedo quedarme por un rato y salir cuando no haya nadie cerca, vete de prometo que llegaré sano y salvo.
  • Está bien pero apúrate- y se lago a toda la velocidad que pudo, yo esperaba que no lo vieran. A los cinco minutos de la partida de Ismael, pude escuchar como pasaban los dos soldados que vimos jugando naipes cuando salimos de nuestra barraca.
  • Hoy está muy frío- le decía un soldado al otro.
  • Lo se deberíamos habernos quedado jugando cartas.- le respondía su amigo.
  • Yo pienso exactamente como tú, pero no podemos descuidar nuestra guardia, ya sabes lo que le pasó al último que tuvo problemas con Meller.
  • Si, no pudo ser más traidor, se merecía terminar en el frente de la batalla.
  • Ya sabes que hay personas para todo, hay algunos que no son tan fuertes y le perdonan la vida a los animales.
  • Si, ja, ja, ja, por suerte no soy uno de esos- pude escuchar como sus risas se perdían a lo lejos, esperé unos diez minutos más pero no había movimiento alguno, los guardias se habrían quedado en su caceta.
Tomé valor y salí de la cocina, imagine que no habían atrapado a Ismael ya que no escuche ningún disparo. Al entrar lo primero que vi fue a una mujer corriendo hacía mi para abrazarme, era Hanna, Ismael la había despertado para contarle lo sucedido ya que estaba muy nervioso y asustado.
  • ¿Estás bien?- fue lo primero que dijo después de dejar de abrazarme.
  • Si, estoy de maravilla- le dije mientras me aproximé a darle un abrazo a mi amigo- lo logramos amigo.
  • Si, lo logramos, pero esto es el principio- me dijo entre lagrimas.
  • Pero el primer paso es el principal. Son batallas que nos harán ganar la guerra.
  • Eso espero- luego se fue a su cama y nos dejo solos con Hanna.
  • Pensé que me dirías, pensé que éramos un equipo y haríamos esto juntos- me dijo con mucha bronca.
  • Lo siento, pero no pensaba arriesgarte en lo más mínimo.
  • Me lo imaginaba, pero entiende que no estas solo, me vas a necesitar tarde o temprano.
  • Espero que sea tarde- luego nos besamos y fuimos a la cama.
A la mañana siguiente al despertar encontré un trozo de pan con manteca dentro de mis zapatos, envuelto en un papel viejo. Al verlo sonreí y busqué la mirada de mi amigo, pero ya se había marchado. Cuando planeamos nuestro gran golpe, habíamos acordado que él sería el encargado de administrar la comida que robáramos, en el caso de triunfar claro está.

  • Mira el regalo que nos ha dejado Ismael- le dije a Hanna mientras la despertaba con un beso en la mejilla.
  • Veo que no perdieron el tiempo anoche – me dijo con una pizca de resentimiento, pero estaba alegre.
Dividimos el pan a la mitad y cada uno se fue a su puesto de trabajo. Nos habían mandado a construir una pista de aterrizaje a las afueras del campo, ya que no se podía acceder a él por ningún otro medio de locomoción. Parecía que habría visitas...
 


CAPÍTULO QUINTO


- ¡Isac lo tienen! - su cara expresaba terror- tienes que ayudarlo, por favor- y sus ojos derramaban lagrimas.
- ¿Hanna, qué pasa? ¿A quién tienen?- mi mente estaba confusa, no entendía que pasaba. Eran aproximadamente las dos de la mañana cuando Hanna entró a la barraca corriendo suplicando ayuda.
- Tienen a Ismael, los soldados lo están apaleando en la puerta del baño- sus ojos seguían derramando lagrimas sin parar, temía por la vida de nuestro amigo.
- ¿Pero por qué?- aún estaba confuso y sin poder despegar los ojos del sueño.
- No sé, recuerdo que quería ir al baño, cuando él salía me despertó con sus pisadas. Luego escuche sus gritos a lo lejos, me aproximé y vi como tres soldados les están dando una paliza. Tienes que ayudarlo, te lo ruego- en medio de la explicación pude escuchar como mi amigo gritaba del dolor. Mientra Hanna me abrazaba excesivamente fuerte.
- Amor no podemos hacer nada, lo siento. Sería peor si vamos, nos van a fucilar.
- ¿Cómo puedes dejar a un amigo solo, abandonado mientras recibe un paliza?- pude notar como su tono paso de espanto a la decepción y sus lagrimas se iban secando de a poco.
- No entiendes, si vamos allá no solo lo matarán a él, sino que también a nosotros. Si no vamos existe la posibilidad de que lo dejen vivo, sino se reciste. Entiende, me duele igual o más que a ti, es mi mejor amigo, pero hay que ser inteligentes en estos momentos- no recibí respuesta alguna, simplemente me tomo del brazo, me llevo a la cama e intentamos dormir, pero estoy seguro que ninguno lo logro.
A la mañana siguiente sonó, como de costumbre, la trompeta que indicaba que era hora de comenzar a trabajar, en la noche no tuvimos noticias de Ismael, con Hanna supusimos que había pasado lo peor, y eso nos dolía profundamente, aunque aún sigo pensando que actué de forma correcta, debía proteger a Hanna a toda costa.
La tarea del día consistía en preparar el terreno para la construcción de la misteriosa pista de aterrizaje, básicamente se basaba en limpiar el terreno, eliminar por completo las raices de árboles y arbustos, llenar con tierra los pozos para que el terreno quede completamente nivelado, eliminar madrigueras y llenar zanjas.
A la mitad del día pude ver a lo lejos como dos soldados cargaban un cuerpo que parecía inerte por el patio trasero, como aún seguía preocupado por mi amigo tomé la decisión de arriesgarme y seguirlos. No era difícil de hacer, pero era peligroso, en cualquier momento un soldado podría verme y matarme. Pero algo en mi interior me decía que debía continuar. Mi aventura no duró mucho, pero fue suficiente para ver que ese cuerpo inmóvil, casi inerte, era el de mi amigo. Al verlo en ese estado sentí como mi pecho se hundía, también sentí como se formaba un vacío dentro de mi, que no me permitía frenar mis piernas, la rabia, el odio que tenía hacía aquellos soldados no podría describirlo con palabras. Cuando estuve a punto de entrar por la misma puerta que entraron esos malditos , sentí como un brazo me agarraba fuerte de mi largo cabello, y me tiraba hacía atrás, no me di cuenta hasta que la fuerza aplicada fue tal que quede tirado en el piso por el impulso.
- Hijo no es el momento de hacerse matar, debes tener paciencia, tu momento llegará te lo aseguro- la voz del hombre era muy tranquila y pausada, se lo veía muy flaco y sin fuerzas como a todos nosotros, pero su cara expresaba paz.
- ¿Cómo sabe usted lo qué quiero? - le respondí un tanto desconfiado y seco.
- Tus ojos lo dicen todo, he visto muchas veces esa mirada que tu tienes, una mirada fría, tensa, cualquiera que prestara atención sabría que tienes sed de venganza.
- ¿Pero cómo sabe que mi momento llegará? Perfectamente podría morir mañana ya sea de un tiro o de hambre.
- Tu día no ha llegado aún, tienes la fortaleza e inteligencia necesaria para sobrevivir, aunque solo sea para poder hacerle daño a aquellos que te están haciendo daño a ti.
-¿Cómo lo sabe?- mil preguntas se me venían a la mente en ese momento, pero la situación me había tomado por sorpresa.
- ¿Cómo lo se? Digamos que yo era como tu, en circunstancias diferentes claro, pero compartimos el mismo sentimiento. Solo déjame decirte una cosa.
- ¿Qué?
- No pienses más en ello, intenta sobrevivir, sal con vida de aquí, si sigues alimentando el odio que llevas dentro solo ganaras más sufrimiento del que ya tienes, no podrás continuar con tu vida.
- Se lo agradezco, pero en este momento no es una buena opción.
- Solamente escucha y piensa en lo que te digo. Este lugar cambia a la gente, y no vas a querer cambiar más de lo que ya has cambiado.
Dicho eso, el desconocido desapareció, como si nada, dejando en mi más dudas que certezas, cosas en las que pensar, cuestionarme a mi mismo, o mejor dicho a mi nuevo yo. Hace mucho tiempo dejé de pensar como un abogado defensor de comunistas, anarquistas, obreros, sindicalistas, es decir todo aquello por lo que vivía y peleaba, simplemente para llevarle la contra a mi padre. Para ese entonces ya era una persona completamente diferente, la vida me estaba golpeando, y no era capaz de saber si sería lo suficientemente fuerte como para devolverle el golpe. Quizá las únicas razones hasta el momento que tenía para poder seguir adelante, las razones que me daban fuerzas para seguir eran proteger a Hanna y vengarme de aquellos que me estaban haciendo daño, los mismo que me quitaron todo, mi carrera, mi hermano, mi vida... Gracias a ese extraño pudé reflexionar, pensar que era lo correcto y como debía actuar, que pasos serían adecuados de ahora en más.
Luego de todo aquello volví a mi puesto de trabajo, distraído, pensando en Ismael y rogando a Dios por la seguridad de mi amigo. Cuando por fin llegué, vi a unos diez metros de mi posición, muy cerca del tejido que nos separaba del exterior, algo que me llamó mucho la atención. No podía apreciar muy bien que era, así que decidí acercarme un poco más. Al ver que no había ningún guardia cerca me asome con intriga para ver que había allí. Cuando lo vi me llevé una gran sorpresa, lo que allí se encontraba era un perro, un perro con manchas negras en su cuerpo blanco, era un dalmata de no más de tres años de edad, se lo veía débil, su piel estaba pegada a sus huesos. Al verme movió de forma entusiasta su cola, con desconfianza me aproximé y le acaricié su cabeza flaca. Fue tal la ternura que me causo esa pobre criatura que, en contra de mi instinto y abuzando de mi suerte, lo tomé en mis brazos y corrí lo más rápido que pude, mejor dicho lo más rápido que mis piernas y mi desnutrido cuerpo me permitieron, hasta mi barraca, acosté al animal en la cama que compartía con Hanna, le di un trozo de pan, lo tape y volví corriendo a mi puesto.
Al finalizar la jornada volví a mi barraca con la esperanza de que el perro siguiera allí, al llegar vi como Hanna acariciaba a la criatura y al verme puso una cara muy picara y cómplice.
- ¿Isac, tienes algo que ver con esto?- no era necesario ni responder a esa pregunta, pero igual lo hice. Puse mi mejor cara de ángel y le conté todo, desde mi aventura siguiendo a los guardias que llevaban en sus brazos a Ismael, mi encuentro con el viejo sabio y el rescate a esta pobre criatura.
- Sé que no es el momento para rescatar animales de una inminente muerte, no tenemos ni para comer nosotros, y menos podemos arriesgarnos a tener un perro en nuestra barraca, pero no puede evitarlo, al verlo ahí tirado en el tejido, moribundo y solo no lo pude evitar- ella me entendía a la perfección, sabía los riesgos que corríamos al tener un animal allí, pero no puedo evitar sonreírme y darme un beso profundo, húmedo y largo.
- Bueno si es una locura, pero yo tampoco hubiese podido dejar a tobi allí tirado.
- ¿Tobi?- le pregunte algo confundido- ¿ya le pusiste nombre?
-No, así se llama- y me señalo el collar que el perro tenía en su cuello. El parecer en el momento de rescatarlo no vi que tenía un collar con su nombre escrito en una plaqueta de plata.
- Así que te llamas tobi eh, bienvenido entonces- le decía mientras le acariciaba con ternura detrás de su oreja.
Luego de eso nos fuimos con Hanna a hacer cola como todos los días para ver si nos daban algo de comer.
Pasaron un par de días y nuestra situación no cambiaba mucho, la pista de aterrizaje estaba en pleno auge, el terreno estaba en condiciones para ser marcado y empezar a utilizarse. No sabíamos nada de Ismael hasta que una noche, cuando la misma ya estaba muy avanzada, escuchamos ruidos cercanos a la puerta. Eran voces que se aproximaban, y cada vez sonaban más fuerte hasta que se frenaron en seco en la puerta de nuestra barraca.
- Déjenlo ahí y volvamos.
- Si, señor.
Cuando ya habían pasado unos dos minutos y no se escuchaba más nada nos apróximamos lentamente a la puerta y con mucha cautela para ver que estaba pasando, al llegar vimos que en medio de a noche y con la débil luz que nos proporcionaba la luna vimos un cuerpo tirado en el piso, se oía como respiraba con lentitud y mucha dificultad.
- ¡Isac, es Ismael! - al decir estas palabras Hanna corrió hasta llegar a donde estaba nuestro amigo, cuando también yo estuve a su lado pudimos ver con dificultad su cuerpo apaleado. Después de llevarlo a su cama y sentarnos junto a él, intentamos hablarle, pero lo único que recibimos eran débiles silbidos que intentaban ser palabras.
- Duerme amigo, mañana hablaremos.- dicho esto me fui a acostar junto a nuestro nuevo amigo. Hanna decidió quedarse junto a Ismael para cuidarlo el resto de la noche.
Al día siguiente ya se sentía mejor e intentamos entablar una conversación con él, pero esta vez no fue en vano. Recuerdo las palabras exactas que dijo esa mañana:

'' Desperté a mitad de la noche, tenía ganas de de ir al baño así que me levanté y fui. Al salir vi como dos soldados me seguían el paso, creí que me matarían, aunque no estuvieron muy lejos de hacerlo. Me apalearon sin piedad, hasta que perdí el conocimiento por completo. Al rato desperté a raíz de un baño en agua helada que recibí por parte de los mismos soldado que me habían golpeado, solo que ahora no solo eran solo los soldados que me raptaron sino que también estaba Meller, y dos más. A penas vieron que ya tenía mis ojos abiertos comenzaron a golpearme de nuevo, yo no entendía absolutamente nada, ni porque me habían llevado allí, porque estaba atado de pies y menos porque me golpeaban sin parar.
- ¿Quién fue el que nos robo comida hace ya algunas noches? - el que hablaba el Meller, con un rostro lleno de odio y sus ojos inyectado en sangre.
- No se de que me habla señor.- le respondí lentamente.
- Sabes de lo que hablo, solo di quien fue que robo la comida y te perdonaremos la vida.
- Se lo juro no se nada- yo lloraba descontroladamente.
- ¿Seguro?
- Si, señor.
- Bien, bien entonces señores ya saben que hacer.
Y siguieron golpeándome sin piedad, hasta que volví a perder el conocimiento. Al otro día me trasladaron a otro galpón que creo que estaba en el patio trasero, pero no lo recuerdo muy bien, ya que en el viaje logré abrir solo en una ocasión los ojos, pero no puedo confiar en lo que vi ya que en mi mente tengo imágenes de haberte visto a ti, Isac.
Cuando entramos en el galpón me hicieron desnudar por completo y me sentaron en una silla, por alguna razón la misma estaba rota abajo, aunque luego descubrí el porque. Lo primero que hicieron fue volver a tirarme agua encima, como para despertarme, aunque les puedo asegurar que estaba bien despierto, luego me volvieron hacer la misma pregunta que me hizo Meller, y mi respuesta fue la misma. Al parecer esperaban que dijera eso, así que uno de los soldados se arrimo hasta la puerta, la abrió y un hombre que no pude identificar le dio una cuerda muy gruesa y que en su extremo tenía una bola casi del tamaño de un balón de fútbol sala. Al parecer mis captores tenían un poco más de humanidad que nuestro general, así que me volvieron a preguntar una vez más.
- ¿Quién fue el que nos robo comida hace ya algunas noches?
- No se de que me habla señor- les volví a responder.
- Última oportunidad, no me haga lastimarlo más. - en su rostro pude ver que el hombre no me quería hacer daño, pero tenía miedo, no miedo a mi, sino que miedo a sus superiores, a que lo mandaran al frente de la batalla a una inminente muerte.
- Señor no le miento, le digo la verdad- estaba dispuesto a que me mataran antes de decirles que habíamos sido nosotros quienes habíamos robado esa comida.
- Discúlpenme usted entonces- y me deja solo allí por unos segundo mientras va a hablar con alguien afuera- Abelard, ya sabe que hacer.
- Si, señor- respondió un muchacho joven, el cual tenía en sus manos la cuerda que había visto hace unos segundo atrás. Luego de eso solo recuerdo como la bola de cuero que estaba en el el extremo de la cuerda se abalanzaba cada vez más rápido y se metía por debajo de mi silla, ahí vi cual era el objetivo de la silla rota, era para que la bola pudiese chocar con violencia contra mis testículos. Después del tercer golpe volví a perder el conocimiento. Cuando desperté de nuevo seguía atado a esa silla, desnudo, pero solo. De vez en cuando se acercaba un soldado y me tiraba comida por la puerta, hasta el día de ayer que decidieron dejarme ''libre'' aquí. ''
Luego de que Ismael nos contara todo esto, yo no supe como mirarlo, no me daban las palabras para expresar lo que sentía en ese instante, una mezcla de agradecimiento, horror, tristeza y admiración. Lo único que pude hacer fue ir y abrazarlo muy fuerte.
- Eres muy valiente amigo- le dije mientras los tres derramábamos lagrimas, no solo eran lagrimas de tristeza, sino que en ellas se mezclaba la alegría de estar todos juntos, el cariño y amor que nos sentíamos, la esperanza renovada de poder salir de ese lugar juntos. Pero de la nada en ese abrazo fraternal entres los tres, siento en mi pierna que algo me roza, cuando miro para abajo pude a ver a Tobi junto a nosotros queriendo participar de ese momento de pura ternura y fraternidad.
- ¿QuiÉn es nuestro nuevo amigo?- pregunto asombrado Ismael.
- El es Tobi, lo encontré tirado en el tejido y me lo traje.
- Estás muy loco Isac- y los tres comenzamos a reír.
Los días continuaron pasando como hasta ese entonces lentos, tediosos, sufridos y tristes. Cada vez se hacía más difícil idear una forma para poder escapar de ese lugar, la comida que habíamos robado se estaba agotando y si no nos dábamos prisa y tomábamos la decisión de actuar, solo nos quedaban dos opciones, rendirnos y dejar de pelear por nuestras vidas o robar más comida, en ese momento veía mas factible la primer opción...
Una semana después la pista de aterrizaje ya estaba terminada al fin, y comenzaban a rondar rumores, al principio pensamos que el objetivo de la misma era facilitar la llegada de las provisiones, o de los nuevos soldados, pero al parecer no sólo era ese su cometido, habría una visita importante. A los soldados se los veía entusiasmados, alegres. No nos maltrataban tanto como antes, y hasta las comidas eran más regular.
Por fin una tarde logré sacarme la duda y saber que estaba pasando. Mientras trabajaba pude escuchar una conversación entre dos soldados de categoría baja, que hablaban con entusiasmo.
- ¿Es verdad entonces?- le decía uno rubio a otro- ¿ya está confirmado?
- Si, está todo pronto, la próxima semana nos visitará- el tono de ambos era muy alegre, y no paraban de sonreír.
- Según Meller nos aumentaran de grado a todos.
- Eso sería muy bueno, en nuestro caso dejaríamos de estar en la lista de los primeros para ir al frente de la batalla.
- Es un tema que no me deja dormir en paz, saber que en cualquier momento podrían llamarnos y sería una sentencia a muerte.
- No hay que verlo de esa manera- no sonaba tan convencido pero se veía de lejos que intentaba animar a su amigo- hay que sacrificarse por la patria, ya saber que dice nuestro líder, nuestra raza debe prevalecer por encima de las otras.
- En eso tiene razón, pero nadie quiere morir, menos yo.
-Lo sé, lo sé, esperemos que no tengamos que pasar por eso- dicho esto miro su reloj y dijo- mejor volvamos a nuestra guardia si no queremos darles excusas para mandarnos al campo.
- Tienes razón, nos vemos para la cena.
Y cada uno se fue por su lado. Ahí me di cuenta que la visita sería el fuhrer en persona, la razón de todo, y por quien estábamos todos allí. En ese momento miles de cosas pasaron por mi mente, pero la más tentadora era la de vengarme de una vez por todas, era mi oportunidad, lo que estaba esperando desde que tuve que escapar de mi hogar. Pero no era la única opción, podríamos aprovechar el importante evento para escapar y no volver nunca más, aunque estaría tirando toda mi venganza por la borda, perdiendo así la oportunidad de matar a todos los que me hicieron daño, no sólo a mi, a Hanna, Ismale, mi hermano y millones de personas más. A demás ¿quién podría asegurarme que lo lograríamos? ¿Podríamos llegar a algún sitio seguro? ¿Y si en el camino no nos encontraríamos con algún soldado y nos fusilara allí mismo a los tres?
Mientras más pensaba en ello, más tentadora era la idea de quedarme e idear un plan para eliminarlos, sabía que hiciera lo que hiciera era seguro que iba a morir, pero en ese entonces en mi mente predominaba la idea de llevarme a la mayor cantidad de ellos conmigo como me fuese posible...
Cuando ya estábamos en nuestra barraca los tres reunidos, bah cuatro con nuestro nuevo amigos, les conté lo que había escuchado, ellos no apartaban la mirada de mi boca y estaban muy concentrados en lo que decía. A penas terminé de contarles lo primero que se les vino a la cabeza fue:
- Es el momento ideal para escapar- dijeron al mismo tiempo.
- Lo sé, pero no estoy muy seguro de eso- les respondí bajando la mirada.
- Isac- me dijo muy lentamente Hanna- sé lo que te está pasando por la mente- y me tomo la cara para que yo pueda mirarla a los ojos y ver como sus lagrimas comenzaban a descender por sus ojos- sé lo que deseas y que ese deseo te está consumiendo por dentro, no permitas que te termine de apoderar de ti, eres más que eso, mereces una vida, merecemos una vida, una que podamos vivirla juntos, sin preocupaciones, sin miedo a vivir.- y de la nada salió corriendo por hacía una balde que se encontraba cerca nuestro.
- ¿Hanna que pasa?- grité mientras corría detrás de ella.
- Nada, nada, fue un mareo- y volvió a vomitar en el balde.
- Recuéstate- y la tome en mis brazos y la lleve a la cama.- Duerme un rato, no notarán que no estás trabajando, están más concentrados en la llegada de su líder que de nosotros- y me di media vuelta cuando ella me toma el brazo y me dice.
- No te dejes consumir, por favor.
- Lo tendré en cuenta, ahora duerme.
Después de eso, con Ismael, nos fuimos a trabajar dejando a Hanna descansar y protegida por nuestro guardián, Tobi.
- Creo que ella tiene razón amigo- me dijo, Ismael, mientras trabajábamos- ¿no te das cuenta lo mucho que le importas?
- ¿Crees que no me doy cuenta de la situación?- le respondí un tanto brusco.
-Yo creo que sabes muy bien todo lo que implica esto, pero creo que no tienes muy clara tus prioridades.
- Mi prioridad es sacarlos de aquí, ¡vivos!
- ¿Si? ¿estás seguro de ello? Porque hasta ahora tu mente solo de está exigiendo que mates alemanes.
- ¡Lo merecen! ¡Ellos nos están matando de a millones! ¡Nos están exterminando como si fuéramos un plaga!
- ¿Y crees que vas a cambiar algo matando a un par de alemanes? No crees que es mejor salvar a Hanna y a su hi... y salvar a la mayor par...-no lo dejé continuar.
- ¿Qué dijiste?- le pregunté antes de que siguiera hablando.
- No dije nada, mi puntos es que...
- ¿Qué dijiste? - y me abalancé sobre el, tomándolo muy fuerte de su ropa- ¿qué salvara a Hanna y a su qué?
- Amigo Hanna está embarazada.- y bajo la mirada, sin saber que más decir.
- ¿Cómo que está embarazada? No tiene sentido, nunca tuvimos relaciones.
- No es tuyo, el hijo es de un soldado.
- ¿Cómo es posible? Porque no me dijo nada a mi- y comencé a llorar desconsoladamente.
- Porque sabía que no pararías hasta encontrar al miserable que la violo, sabía que irías tras el, no quiso que pasara lo mismo que pasó en ese baño hace ya tiempo. Por eso no te contó, tenía la esperanza de no quedar embarazada y dejar que el tiempo borre esa herida de su alma.
- Si todo eso es cierto no podemos quedarnos ni un segundo más en este lugar. ¡Debemos irnos cuanto antes!
- Por fin pensamos igual. Pero no podemos actuar de manera precipitada, hay que pensar nuestros pasos muy bien antes de arriesgarnos- su cara me hizo recordar a aquella reunión que tuvimos en la mansión abandonada, por fin pude ver en su rostro de nuevo la ilusión, la misma que teníamos al idear el plan para escapar a Polonia, era una mezcla de adrenalina, felicidad y mucho miedo.
- Debemos aprovechar la llegada de Hitler, es nuestra única oportunidad, todos van a estar muy distraídos.
- Es verdad. En la noche hablamos mejor, ahí vienen dos guardias.
Y nos separamos al instante. Cuando llegó la noche llegamos a la barraca y vi a Hanna acostada en la cama, al verme y ver que cara tenía supo al instante que me estaba pasando.
- Lo siento, estaba asustada y no pens...- le puse el dedo en la boca para que callara.
-Está bien mi amor, lo entiendo, todo va a estar bien..


CAPÍTULO SEXTO parte 1.

  • ¿Qué haremos con el perro?
  • Aún no lo se, Ismael.
  • Sabes que nos traerá problemas a la hora de escapar ¿no?.
  • Lo tengo muy claro amigo, pero quiero dejar ese tema para el final, por ahora dejemos que Hanna disfrute de él. Desde que lo rescaté ella sonríe mucho más, hay algo especial en ese animal, y no quiero pensar que va a ser de el cuando tengamos que escapar.
  • Pensamos igual Isac, pero debemos planear muy bien el próximo paso que vamos a dar, es el momento ideal para escapar, y si lo arruinamos puede que no tengamos otra oportunidad.
  • Eso es lo que menos me preocupa mi amigo, sabes que si fallamos es seguro que moriremos, hasta me arriesgaría a decir que el propio Hitler nos pondría una bala en la cabeza a cada uno de nosotros.
  • Con suerte sería una muerte rápida...
  • A mi me gustaría creer que así sería, pero si vamos al caso y morimos ese día no creo que vayan a ser tan piadosos con nosotros, se van a enojar mucho cuando sepan que tres judíos están planeando escapar... escapar el día más esperado por ellos, cuando una celebridad viene de visita.
  • Me gusta la idea.
  • ¿A qué te refieres, Ismael?
  • La idea de escapar en sus narices, arruinarles la fiesta. Es más me gustaría verles la cara cuando nos fuguemos, y ver el discurso que les va a dar su salvador cuando sepa que fueron lo suficientemente idiotas para dejarnos escapar un día tan importante.
  • Estás loco, y gracias a esa locura es que nos libraremos de este maldito reclusorio.
  • Sabes, hay algo que quiero preguntarte hace tiempo, Isac, pero nunca supe como ni cuando hacerlo.
  • Dime, no seas tímido.
  • ¿Tanto amas a Hanna como para escapar y olvidarte de todo?
  • ¿A qué te refieres?
  • Lo que quiero decir es que ¿si estás dispuesto a olvidar todo lo que nos hicieron, dejar pasar el odio y la rabia que tienes dentro para con ellos todo por salvarnos?
  • Cada día que pasa amanezco ideando miles de formas diferentes de hacerles sufrir por todo, hacerles pagar por cada una de las cosas que nos han hecho pasar. Y principalmente deseo matar a Meller. Pero amor a Hanna, no podría permitirme perderle, si bien al principio fingí que la quería, con el tiempo aprendí a amarla, ahora, si bien en mi mente y en mi corazón predominan las ganas de correr hasta esa casilla de seguridad y fucilar a esos malditos, creo que ustedes son más importantes para mi.
  • Gracias amigo. Y hay algo que debo decirte sobre Hanna, y por cuestión de respeto o mejor dicho miedo a perder nuestra amistad no te he dicho.
  • No es necesario que me digas nada, ya lo se.
  • ¿Cómo que lo sabes? ¿Qué es lo que sabes, Isac?
  • Yo sé que estas enamorado de Hanna, lo se hace tiempo pero esperaba a que tú sacases el tema para que podamos hablar.
  • Lo siento amigo, nunca fue mi intención, simplemente me pasó.
  • No tienes porque disculparte por nada, eres sincero conmigo y lo valoro mucho. Solo prometeme una cosa.
  • Lo que sea por ti.
  • No es por mi, es por Hanna.
  • Sólo dilo.
  • Si algo me pasara quiero que la cuides, a ella y a su bebe. Debes procurar que lo ame tanto como la amamos nosotros, que lo mire con los ojos que nosotros la miramos. Debes procurar que tengan una vida feliz y que nunca se arrepienta de haber dado a luz a hijo de un maldito Nazi, ya que el o ella no tiene la culpa de nada.
  • No te preocupes, esa promesa la vas a cumplir tu no yo, tú serás quien la haga feliz, tú ocuparas el lugar de padre cuando el bebe nazca y tú serás el responsable de contarle a la criatura como nos sacaste con vida de este infierno.
  • Esperemos que así sea, esperemos...

Puedo dibujar esa escena en mi mente siempre que lo deseo, si bien con el paso del tiempo mis recuerdos se van volviendo cada vez más borrosos, ese día lo recuerdo como si fuese ayer. Era tarde por la noche y ni Ismael ni yo podíamos dormir, así que decidimos salir y sentarnos afuera. Pasamos mucho rato mirando las estrellas , hasta que comenzamos a charlar. Nuestros rostros a penas si se veían en la oscuridad, los ruidos de la naturaleza se hacían presentes en la silenciosa noche, la cual acechaba sin prisa y con mucha calma, esperando que quien lo desee se siente a apreciarla, no por su hermosura, sino por la tranquilidad que nos brida cada día, esa tranquilidad que le permite a uno relajarse y descansar, para poder afrontar de nuevo como todos los días al sol, en nuestro caso descansar para poder sobrevivir un día más.
Ese día afianzó aún más la confianza que no teníamos con Ismael, esa confianza que no se pierde con el paso del tiempo, allí es cuando de verdad sientes que le confiarías la vida a alguien. Pero no solo por eso fue una noche especial, el hecho de que mi amigo confesara estar enamorado de Hanna significo mucho para mi, en ese instante me di cuenta que podía dejar en sus manos la seguridad de mi amada, en ese instante supe que si algo me llegara a pasar ella estaría segura, junto a alguien que la cuidaría y al amaría tanto como yo lo hacía en ese entonces. Pero algo en el fondo me decía que yo no lograría huir de ese lugar, había algo que me impedía creer que lo iba a lograr. Años más tarde me di cuenta de que era esa sensación que me impedía creer que saldría vivo de allí, eran mis ganas de vengarme. Mis deseos de poder vengar la memoria de mi hermano de sangre y alma, vengar la muerte de millones de personas que fueron desprendidas de sus familias para saciar la sed de un hombre que se creía superior a los demás y que por eso pensó que podía hacer lo que quisiera con la vida de las personas.
La semana pasó rápido, el ritmo de trabajo se hizo más lento, ya no nos prestaban tanta atención a los prisioneros, hasta podría decirse que los soldados trabajaban más duro que nosotros.

  • Las indicaciones del general fueron muy claras, debe estar todo listo para el próximo lunes.
  • Si, señor – repitieron al mismo tiempo un grupo de soldados que estaban reunidos en el patio delantero recibiendo ordenes de un sargento.

Ya faltaba poco para el gran día, solo debíamos esperar cinco días más para llevar a cabo nuestro plan. No teníamos la menor idea de si iba a funcionar, y menos sabíamos si eramos los únicos que teníamos planeado huir ese mismo día. Pero no podíamos esperar más, no podíamos sufrir más ese castigo que nos fue impuesto.
El plan era muy simple, y no nos tendría que costar mucho llevarlo a cabo, pero eso sí, el mismo se basaba en especulaciones, no teníamos la certeza de que ocurría lo que nosotros creíamos que iba a pasar. La idea era aprovechar el momento en el que deberían darle la bienvenida a Hitler, pensábamos que la misma sería en el patio delantero justo al lado de la pista de aterrizaje. Si eso ocurriera nosotros nos escurriríamos por detrás de nuestra barraca hasta llegar el tejido supuestamente electrificado. Al llegar allí con unas pinzas robadas saltaríamos la fosa y cortaríamos el tejido, lo suficiente para poder pasar, de allí lo que pudiera pasar para nosotros es un misterio.
El día esperado había llegado, era un hermosos día, el sol brillaba como nunca, había aves rondando por las fronteras de nuestro reclusorio, la brisa que corría por el campo era muy agradable. Los soldado habían dado indicaciones de que nos quedáramos encerrados en nuestras barracas y que no saliéramos hasta que fuera solicitado. Eso no fue de gran ayuda para nosotros ya que hubiese sido mucho más fácil para nosotros poder acercarnos hasta el patio trasero si ellos creyeran que estábamos trabajando. Pero eso no nos desmotivo, seguíamos convencidos de que era el momento ideal para escapar de allí.
Cuando escuchamos el ruido de un avión llegar creímos que era el momento ideal para poder huir, así que tomamos nuestras cosas, básicamente comida vieja, y nos acercamos a la puerta para ver si había algún soldado al acecho. Nuestro siguiente paso fue salir, pero cuando estábamos a punto de comenzar a correr una mujer toma del brazo a Hanna.

  • Por favor no vayas, los matarán a los tres, no sacrifiques tu vida hija mía.- los ojos de la señora derramaban lágrimas y sinceridad.
  • Lo siento, Magaret, pero es algo que debo hacer, aquí no hay esperanzas, y no pienso rendirme sin luchar- también Hanna lloraba mucho, el vínculo que tenía con esa mujer mayor era muy grande.
  • Hija, Dios no ayudará y nos sacará de este lugar, te lo prometo.
  • Ya no me quedan lágrimas para seguir esperando que me rescate, nuestro Dios nos abandonó en el momento en que llegamos hasta este lugar. No puedo seguir haciéndome más ilusiones, es el momento de luchar, luchar por la vida que nos han quitado, recuperar el tiempo perdido, ese tiempo que nos han arrebatado sin pedir permiso.
  • Cuídate, oraré por ti y por tus amigos.
  • Muchas gracias, yo lo haré por ti- y se abrazaron muy fuerte, derramando esas lágrimas que expresaban tristeza y amor.
  • Es hora de irnos, Hanna- le dije mientras volvíamos a la puerta.

Logramos avanzar unos diez metros cuando de repente escuchamos que algo se acercaba a nuestra posición, los tres quedamos congelados, el miedo se había apoderado de nosotros, llegamos a pensar que era el fin, pero dos segundos después vimos que quien nos acechaba era Tobi, nuestro querido ángel guardián.

  • Ven aquí amigo- el que le hablaba era Ismael, lo tomo en brazos y lo comenzó a acariciar.

Fue una gran sorpresa que Tobi pudiese seguirnos, ya que las últimas dos semana había pasado tirado debajo de nuestra cama, sin poder moverse y comiendo poco.

  • Saldremos de aquí amigo te lo aseguro. Ahora síguenos- y dicho esto volvimos a avanzar, solo que ahora eramos cuatro. Recuerdo como se escuchaba a lo lejos el sonido de los soldados alabando a líder, no paraban de gritar: ''Larga vida a Hitler''.

Pero nuestra aventura todavía estaba en pañales. Cuando por fin podríamos ver el tejido que nos separaba de nuestro infierno, pudimos escuchar como dos botas se acercaban a nosotros.

  • ¡Alto! - grito un soldado- ¿es qué se atreven a escapar?- nos preguntó mientras reía.
  • No, señor, solo ibam...
  • No te atrevas a mentirme rata asquerosa- y me dio una patada en la boca que me dejo sangrando en el piso- ahora quiero que se arrodillen junto a mi. - y eso fue lo que hicimos. Era el fin, hasta allí habíamos llegado, cuando de repente Tobi salta detrás nuestro y comienza a morderle la garganta al soldado, al cual se le cae el arma al suelo y comienza a luchar para poder desprenderse del animal- maldito perro sal de arriba mío- pero cada vez se le dificultaba más hablar, por la fuerza, que era tal con la que Tobi presionaba su garganta, que le impedía decir dos palabras seguidas sin atragantarse. El soldado se dio cuenta de que estaba por morir así que sacó con mucho esfuerzo de su cinto una navaja de guerra y la introdujo en el abdomen del pobre perro. Pero este a pesar de la apuñalada siguió mordiendo con toda su fuerza la garganta del hombre. Pero este tampoco se daba por vencido así que retiro la hoja de la navaja y volvió a introducirla en el pecho del perro. Nosotros tres mirábamos la escena shoqueados por la situación y quietos sin poder hacer nada, ya que nuestros cuerpos no respondían a ninguna de las ordenes que le enviábamos. La lucha entre el soldado y nuestro perro seguía, hasta que escuchamos un ruido que nos hizo despertar de nuestro trance, el mismo era de la garganta del soldado quebrándose en dos. Al instante cayeron ambos al piso. Dejando así el cuerpo del soldado inerte en el piso, Tobi, nos miraba con un solo ojo abierto, nosotros corrimos hacía él sabiendo que no podíamos hacer nada. Las dos heridas que tenía en su abdomen y pecho producto de las apuñaladas no paraban de sangrar. Cuando ya estuvimos a su lado Hanna le levanto la cabeza y se la apoyo sobre sus piernas.
  • Muchas gracias, amigo- le dije mientras mil lágrimas se derramaban por mis ojos- jamás te olvidaremos ¿sabes por qué?, porque eres un héroe y gracias a ti nosotros viviremos- la única respuesta que recibí fue una sonrisa y el movimiento de su cola que cada vez se hacía más y más lento hasta que dejo de moverse y sus ojos se cerraron para siempre.

Luego de habernos despedido de nuestro eterno amigo caminé dos pasos hasta donde estaba el arma del soldado, luego inspeccioné su cuerpo que estaba tendido en el suelo, le quité su cuchillo, brújula, cantimplora y sus municiones para la pistola. Antes de avanzar escupí su cuerpo y les hice una señal a Hanna e Ismael para que siguiéramos con nuestro camino...


CAPÍTULO 6 parte 2.


En el ambiente se respiraba un clima tenso, un silencio propio de un velorio, sólo interrumpido por el suave llanto de Hanna.
  • Toma- le dije a Ismael, mientras extendía mi mano para darle el cuchillo de guerra que le había robado a el soldado nazi.
  • Gracias- y volvió a reinar el silencio.
Cada vez estábamos más y más lejos de nuestros captores, sentíamos como nuestros corazones palpitaban a un ritmo acelerado, como cuando escapamos de Berlín, en aquel plan ideado por Ismael. Cuanto más avanzábamos más nos convencíamos de que podríamos lograr escapar.

  • Allí está- me dice Hanna, cuando al doblar por una esquina pudimos ver el tejido.
  • Vamos, vamos, estamos muy cerca -corrimos lo más rápido que nos permitían nuestros demacrados cuerpos.
  • Isac, dame las pinzas.
  • Toma – en el momento que sentí su mano al darle la herramienta pude sentir como temblaba, hasta el punto de que se le resbalo la misma y cayó al suelo.- déjame a mi, yo me encargo- y tomé la posición de Ismael. Luego corté los alambres, que eran más duros de lo que creíamos y pude abrir un hueco lo suficientemente grande como para que escapemos todos- salgan ya!

Corrimos, corrimos como nunca, sentíamos el viento chocar contra nuestros rostros, y, por primera vez en mucho tiempo, nos sentíamos libres, sin ataduras ni torturas. Libres corriendo hacía un lugar mejor, donde poder dormir, comer y amar sin sentir que puedes morir en cualquier momento. Esa clase de libertad no la dejaríamos ir jamas, tendrían que matarnos para quitarnos la sensación que estábamos sintiendo en ese preciso instante. Pero si bien habíamos logrado escapar de ese lugar, también sabíamos que esto recién empezaba, debíamos movernos rápido, porque en cualquier momento los soldados se darían cuenta que alguien había roto el tejido, matado a uno de los suyos y escapado. Esa era la mayor humillación que podría sentir un nazi.

  • Debemos alejarnos lo más rápido posible. Aún no estamos a salvo – al decir esas palabras logré hacer que Hanna e Ismael bajaran de la nube en que viajaban, se habían olvidado de que aún teníamos kilómetros y kilómetros por recorrer, sin hablar de la poca comida y la amenaza de que nos encuentren.

Ninguno habló, corrimos y caminamos durante horas y horas, parando para descansar de vez en cuando y tomar un poco de agua. La única que podía comer era Hanna ya que estaba embarazada y no podía darse el lujo de poner en peligro a esa criatura que llevaba en su interior, y menos en ese instante en el cual la libertad estaba tan cerca.
Después de tanto caminar decimos que era mejor buscar un lugar donde poder acampar, hasta que encontramos el hueco de un árbol lo suficientemente grande como para los tres. Decidimos dormir todos juntos y apretados el uno con el otro para darnos calor ya que la noche se había vuelto fría y tenebrosa.
A mitad de la noche Hanna me abraza y me dice algo al oído.

  • Quiero que sepas que te amo, y que si esto no terminara bien – en ese instante le puse mi dedo en sus labios para que no dijera lo que pensaba decir.
  • Por favor, no digas esas cosas -mientras de mis ojos se desprendían un par de lágrimas, secas, lágrimas que mi cuerpo no fue capaz de crear durante mucho tiempo- lo lograremos, saldremos de esta, como las muchas veces ya que lo hemos logrado.
  • Lo se, sé que saldremos de aquí, pero necesito decirte esto, por favor.
  • Dime...
  • Quería que sepas que te amo, que no me imagino una vida sin ti a mi lado, y creo que prefiero no vivir a no tenerte conmigo, apoyándome, protegiéndome y escuchándome. Pero si esto no terminase bien, con un final feliz para mi, quiero que sepas que debes seguir adelante, no rendirte nunca, vive una vida larga y plena, busca una mujer digna de ti, cásate con ella y sean felices.
  • Eso lo haremos tu y yo cuando esto termine te lo aseguro- y le di un beso en su tierna boca, un beso húmedo y profundo, mezclado con ternura y cariño, ese cariño que nos teníamos. Terminamos cediendo ante el cansancio y durmiendo uno abrazado al otro.
  • Noooooo, suéltenme, ayuda!- luego siento como me golpean con algo y caigo al suelo inconsciente.


De a poco fui abriendo mis dos ojos, era temprano y el sol impedía que viera con claridad, hasta que vi que estábamos frente a una multitud de soldado y prisioneros.

  • Esta es la última vez que esto pasa, si alguien intenta escapar de nuevo van a sufrir lo mismo que van a sufrir ellos o quizás más. - el que hablaba era Meller- no pudieron ni escapar de nosotros un día entero, la mejor oportunidad que tuvo cualquier prisionero de escapar y ni así pudieron dejar atrás este campo, que ya es como su hogar ¿verdad? Entonces quiero que piensen bien las cosas antes de hacer algo tan loco como lo que hicieron estos estúpidos, estas ratas asquerosas que no merecen mi atención ni por dos segundos- pum, todo quedo en silencio. Con un movimiento muy hábil Meller saco su pistola y le dio un disparo en la cabeza a Ismael. Yo quedé perplejo, inmóvil, sin poder decir ni hacer absolutamente nada. En menos de dos segundo las vida de mi amigo se había desvanecido, ya no estaba, su cuerpo nos había dejado para siempre...

Nadie dijo nada, el lugar quedo en un completo silencio. Muchas caras asustadas y lágrimas de mujeres decoraban el paisaje tan aterrador que tuvieron que presenciar.

- Ahora, ven lo que pasa si nos desobedecen, si hacen algo que a mi no me guste y que no apruebo. He? He? Lo ven, no son nada para mi, puedo exterminarlos en cualquier momento, cuando yo quiera doy la señal y todos terminan como la cucaracha esta que está en el piso. Así que no me provoquen, no jueguen con su suerte, ya demasiada suerte tienen que aún siguen con vida, si fuese por mi ya ni eso tendrían- entonces comienza a caminar de un lado al otro, observando a las personas que allí se encontraban, mientras el cuerpo de mi amigo era apaleado por otros dos soldados.
Entonces cuando ya se vio aburrido de caminar en silencio, se aproximó a una anciana y la tomo del bazo mientras su cara expresaba todo el asco que le producía esa acción.

  • Dime tu nombre – le dije en voz muy alta Meller a la anciana.
  • Mi nombre el Alda señor.- la pobre no podía ni levantar la cabeza para ver la cara de ese hombre.
  • ¿Alda, que piensas de lo que han hecho tus amigos?- le preguntó con una sonrisa burlona en su rostro. La mujer asustada respondió al instante.
  • No son mis amigos. Se lo juro por mi vida que no son mis amigos.
  • Tu vida no vale nada para mi, así que tu juramento no tiene sentido por ende...

Sonó otro disparo, Meller acaba de fusilar a la pobre anciana...

  • Entonces... después de este aperitivo que nos dimos el lujo de tener, puedo continuar con mi aburrido discurso, y de ante mano les pido perdón por ser tan aburrido a la hora de dar discursos. Pero bueno aquel que tenga alguna objeción puede decirlo con toda confianza que no va a haber ningún problema- pero el silencio reinaba, todos estaban muy asustados para ser tan tontos y decirle algo a ese asesino – veo que lo están pasando de maravilla al igual que yo, ya que no se han quejado ni una sola vez. Eso es bueno, muy bueno. Y como veo que están muy interesados en mis palabras, creo que me siento listo para continuar con mi discurso. Bueno como les decía ustedes no pueden ser tan tontos para intentar escapar, saben que los vamos a agarrar y después matar, no tiene sentido que se arriesguen tanto. Por lo menos saben que si se quedan aquí van a estar protegidos por todos nosotros, ¿qué más pueden pedir?- hizo una nueva pausa y se aproximo a donde estaba tirada Hanna – ¿puede ser que usted esté embarazada?.
Y Hanna muy nerviosa, con miedo y pensando en mi seguridad responde - si señor.
  • En hora nueva, felicidades para usted y el padre de la criatura, y dígame si no es mucha molestia ¿de quién es, del muerto o del otro que está allí tirado?- le hace una nueva pregunta pero esta vez me señala con el dedo.
  • Es de él señor -responde Hanna mientras también me señalaba con el dedo.
  • Bueno veo que no perdieron el tiempo. Debe ser difícil ver morir a un hijo, ¿verdad?- y esta vez la pregunta iba dirigida a mi.
  • Eso creo – le respondo mirándolo a los ojos sin miedo y con mucho odio.
  • Yo la verdad es que no tengo hijos, dí mi vida a la causa y hasta que no llegue el momento indicado no traeré al mundo a una criatura inocente que tendrá que vivir rodeados de pestes como ustedes. No es lo que quiero para un hijo mio, con mi sangre y herencia. Pero por qué no me dices tú qué es perder a un hijo ya que yo no podré experimentar esa experiencia en mi vida.
  • Disculpe pero yo no ten...- y veo como el maldito deja de escuchar mis palabras y se aproxima a Hanna y le da una patada en su panza. - Hanna noooo!- intenté levantarme, pero al instante volví al suelo impulsado por el golpe de un soldado.
  • ¿Así que se siente?- me pregunta Melle.
  • Maldito hijo de perra, te voy a matar yo mismo por lo que le hiciste a ella y a mi amigo.
  • Cállate, no estas en condiciones de amenazar a nadie.
  • Escucha mis palabras déjala en paz o te matare, lo juro que lo haré!
  • Veo que no pudiste entender el punto, pero también descubrí cual es tu mayor debilidad. Es decir ella.- y comenzó a reír como el loco que era – soldado tráigamela, que vamos a reponer la criatura que por accidente acabamos de matar.
  • Si señor - le responde un soldado.

En el momento en que vi que todos estaban prestando atención a lo que hacía Meller con mi mujer, yo sentí como algo me apretaba en la cintura. Cuando vi que nadie me veía tanteé la zona y vi que era el cuchillo que le había dado horas atrás a Isamel. Se ve que se las había ingeniado para poner el cuchillo dentro de mis ropas antes de que nos capturaran.
Cuando creí que todo estaba perdido y este era el final de nuestra historia, todo el mundo quedó paralizado, a lo lejos se escuchaba como se aproximaban una especie de tanques de guerra y también se oía muchos gritos en un lenguaje que yo no entendía en ese momento. Todos los soldados cambiaron su expresión al instante, dejaron esas sonrisas y la transformaron en muecas de miedo.

  • Prepárense! - Gritó Meller- ya están aquí, llegaron mucho antes.
  • Señor ¿qué haremos?- le pregunto un soldado joven que nunca había luchado en su vida.
  • Vayan a las trincheras, debemos agarrarlos por sorpresa.
  • Si, señor.
Ya nadie le prestaba atención a los prisioneros, los cuales no sabían que hacer. Pero yo si tenía un plan, era el momento por el cual tanto esperé.

  • Corre debemos irnos ya! - era Hanna que se había escapado.
  • No, tú escóndete que yo terminaré con algo antes. - mis ojos no la miraban a ella, sino que apuntaban a la dirección donde se había ido el maldito bastardo de Meller.
  • No por favor, ven conmigo, nos iremos de este lugar.
  • Hazme caso y escóndete! yo iré a por ti te lo juro.
  • De acuerdo- y salió corriendo a esconderse en el hueco de una de las barracas.

Yo corrí en dirección donde estaba Meller, ya al verlo me escondí para que él no me viera. Cuando me dio la espalda corrí hacía el y lo empujé al piso.

  • Llegó tu hora hijo de perra- le dije cuando estaba encima de él.
  • Que gracioso que eres. Te piensas que con matarme vas a conseguir salir vivo de este lugar? Te equivocas amigo mío. Yo te mataré a ti!

Y comenzó una larga lucha en el suelo, ambos habíamos perdido nuestras armas al chocar y caer al suelo, y nuestra lucha se basaba en ver quien llegaba primero a agarrar una de las dos. Ninguno cedía, ambos deseamos matar al otro, había fuego en nuestros ojos, la adrenalina corría por mi cuerpo, de tal manera que me sentía como un adicto. Cuando por fin logré quedar arriba de él y ser capaz de tomar su pistola se la puse adentro de su boca. Él quieto e inmóvil no decía ninguna palabra, hasta que sentí como sus pantalones se mojaban por el miedo.

  • Llegaste hasta aquí, y yo voy a ser el que tenga el placer de matarte, de que sea a mi a quien le salpique tu sangre.
  • No me importa, hazlo, de todas formas morir...- y antes de que terminara la última palabra jalé el gatillo y lo mate. Toda su sangre quedo en mi cara y pecho, pero me sentía bien. Me había vengado por fin.
  • Isac noooooo! - era la voz de Hanna, al darme vuelta veo que ella corría hacía mi, y que muy cerca de eso había un soldado que me apuntaba a unos 5 metros de distancia. Al ver esa escena me di cuenta lo que estaba pasando y no quería que eso sea cierto.
  • Hanna no! Agáchate! - le grité, pero no me hizo caso, cuando giro mi cuerpo para dispararle al soldado, él lo hace primero, cierro lo ojos y me apronto para morir. Pero en vez de eso, Hanna cae a mis pies con un bala alojada en su corazón. Miro al soldado y se había quedado sin municiones, cuando está dispuesto a cargar tomo la pistola y le doy un tiro en su cabeza. Al instante me arrodillo ante Hanna y la miro a los ojos- mi amor vas a estar bien te lo juro.
  • No dejes que el odio te consuma, Isac, eres mejor que eso. Te amo y lo seguiré haciendo después de la muerte. Júrame que vas a seguir con tu vida y sobrevivirás a todo lo que se te cruce en el camino.
  • Lo haremos juntos mi vida...
  • No, no podremos, pero tú si lo puedes hacer, hazlo por ambos, vive la vida que teníamos planeada y disfruta de todo lo que la vida te da, porque eres una persona muy bue...- y dejo de hablar, mi amada no pudo terminar su última palabra, murió salvándome a mi, yo debería ser quien estuviese muerto, no ella.
La abracé, y cerré sus bellos ojos, que ya no tenían esa luz especial que la caracterizaban, y menos su hermosa sonrisa decorada con el lunar en su pómulo derecho. Por mi, había muerto. Por mi odio y sed de venganza, un alma inocente dio su vida. Lo único que podía hacer era intentar hacer lo que ella me encargó. La besé por última vez y salí corriendo a donde se estaba llevando a cabo toda la acción. Tome las municiones del soldado que había matado a mi amada y corrí en busca de ayuda.
En el patio de en frente solo quedaban los restos de la batalla librada. Cuando llegó veo como soldados con la bandera de la URSS ayudan a los prisioneros que sobrevivieron a la batalla. Luego me senté y cerré los ojos, intentando no pensar en nada y en ni ver el rostro de Hanna en mi mente, pero era imposible, no podía dejar de pensar en ella. Más tarde unos soldados se aproximaron a mi y me indicaron que suba al camión.

  • Hola, soy Robert- me dijo un soldado rubio cuando íbamos en camino a no se donde.
  • Hola, soy Isac.
  • Un gusto, isac, pude ver como mataste a mierda de persona de Meller, sinceramente lograste hacer lo que media URSS quiere. Felicidades.
  • Gracias, se lo merecía.- si bien hablaba con él, me sentía ausente, mi cuerpo estaba pero mi mente no.
  • Exacto, te nos quieres unir?- me pregunta sin rodeos.
  • Unirme a qué?
  • A nuestro ejercito, tendrás la oportunidad de matar más gente como Meller.
  • Ya no tengo razones para vivir, y si puedo vengar a mis amigos y familiares lo haré.
  • Concuerdo contigo – me dijo mientras sonreía.
Y se fue sin decir mas nada, a hablar con sus compañeros...


Ya han pasado tantos años y aún hoy en día no puedo dejar de recordar su cara, su sonrisa, esos ojos que enamoran a cualquiera. Su humor extraño pero acogedor. Nunca pude sacarme a Hanna de la cabeza y a esta altura de mi vida no lo lograré. Tampoco pude cumplir con su pedido, no pude estar con más nadie, y mucho menor mantener una familia. Me dediqué a matar nazis y luego a vivir en una granja, viviendo solo sin nadie que me haga compañía. Muchos amigos rusos murieron en batalla, otros se fueron del país a los Estados Unidos y yo recordando cada día esta historia que he plasmado en estos papeles que supieron ser blancos y ahora son un manuscrito para aquel que quiera saber lo que he vivido y conocer un poco más mi historia.

No se si podré morir tranquilo, no se si podré seguir viviendo, pero por lo menos le hice un homenaje a esa mujer tan importante para mi, nunca olvidaré le día en que la conocí en esa reunión secreta, ella, bajita, morena, muy simpática, con sus hermosos ojos marrones y su lunar...




A la mañana siguiente suena la puerta de la casa de Isac, un golpe, dos golpes, tres golpes y nadie respondía. Al otro lado de la puerta se encontraba un muchacho joven con su grabadora en la mano esperando ser atendido por un veterano de guerra y famoso dentro de Rusia.

  • Hola, hay alguien en casa? -peguntó, pero no recibió respuesta alguna. Al pasar unos cinco minutos decidió caminar al rededor de la casa, cuando pasó por la venta del cuarto donde dormía Isac, golpeo el vidrió, pero seguía sin obtener respuesta.- Señor, Isac se encuentra por ahí? Soy Mark, había quedado en venir hoy a hacerle una entrevista sobre su vida, lo recuerda? - pero no respondían.
Cansado de esperar miró más detenidamente por la ventana y lo vio allí durmiendo abrazado a unos cuantos papeles escritos. Así que fue hacía la puerta trasera y entró a la casa, al entrar al dormitorio supo que Isac se encontraba muerto, tendido en su cama abrazado a su manuscrito.

El muchacho, triste, tomó el manuscrito y leyó las primeras dos paginas. En ella decían: '' Para que seas recordada eternamente mi amor, la persona que me salvo no sólo la vida, sino de mi mismo. Hanna'' y por otro lado se veía escrito: ''Relato de un fugitivo''.





Nota: Muchas gracias a aquellos que hayan leído hasta el final, se que es medio largo para un blog, pero quería que estuviese presente, pido disculpas por lo errores que puedan encontrar, y espero que me sigan leyendo, saludos! Sean. 

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''Relato de un fugitivo, completo''


CAPÍTULO PRIMERO


Con toda certeza puedo decir que Hitler es uno de esos pocos individuos que si no hubieran existido el curso de la historia habría sido diferente, muy diferente.
¿Cómo sería el presente? Sinceramente, no lo se, pero si les puedo decir que no hubiese vivido, lo que he viví, no tendría estas marcas en mi cuerpo y no habrían muerto más de seis millones de personas entre ellos judíos (los cuales fuimos definidos como enemigos de la nación), testigos de Jehová, homosexuales y todos aquellos que se opusieron a la estrecha definición nazi de la "nación".
No seré hipócrita, no les diré que todo sería color de rosas, en mi opinión seguiría habiendo matanzas, luchas por el poder, pobreza, explotación y el hombre seguiría, buscando su propia felicidad, poniendo por delante siempre el interés propio al del prójimo.
Pero igual, ¿cómo sería la actualidad?, ¿en qué manos estaría el poder?, quién sabe, quizá no existirían las clases sociales, puede que el consumo fuese más importante que preocuparse por el otro o en todo caso no existirían reglas que seguir, en verdad no me importa en lo más mínimo, ya pasó lo que tenía que pasar y se ve que no hemos aprendido nada al respecto. Si bien, nadie nos persigue para matarnos, se siguen dando cosas que no puedo entender que, aún a fines del siglo veinte, sigan sucediendo.
Pero volviendo al tema que nos compete y sin divagar, me llamo Isac Levchuk, tengo noventa y cinco años de edad, vivo en Rusia, más precisamente en Samara ,una ciudad al este de Moscú y estoy decidido a contar mi historia.
Sobreviví al holocausto, aunque no me gusta decir esa palabra, sino que prefiero llamarlo la solución final, como lo hacían ellos, pasé por mucho gracias a los nazis, tuve mi venganza, pero no me siento satisfecho, perdí todo lo que tenía, no sólo material, perdí amor y parte de mi alma.
Quizá se pregunten por qué hablo de esto después de tantos años, no lo sé, estoy viejo y solo, las personas que amaba ya no están en este mundo y quién sabe donde están enterradas, los recuerdos están en mi mente y puede que si los plasmó en estos papeles, se vayan de una vez por todas para así poder descansar en paz...
Como la mía hay millones de historias similares, entre ella los finales son variados, están los que son buenos y los que son terribles, algunos con una muerte atroz, otros, como yo, pueden contar su propia verdad.
En mi caso, todo comenzó en Alemania, vivía Berlín, a unos cien km de la frontera con Polonia, yo era de la generación de muchachos que no habíamos servido en batalla, por nuestra edad, en mi país se vivía una gran depresión por los gastos que debíamos abonar a los vencedores de la gran guerra, el pueblo estaba muy desconforme, se sentía humillado. Era un muchacho joven, tenía unos siete años, no entendía nada sobre la guerra, vivía en una burbuja, jugaba día y noche, corría con mis amigos por las calles de mi barrio, Chalottenbug.
Todo era armonía y paz para nosotros, mi padre había sabido sobrellevar la situación económica en la gran guerra y gracias a ello nunca nos faltó nada, se había esforzado para que nuestra calidad de vida no se viera perjudicada.
Si bien para ese entonces no lo comprendía, se estaba llevando a cabo cosas grandes en Alemania, entre ellos la aparición de Hitler en el Partido Obrero Alemán.
Pero me gustaría profundizar más en lo que fue mi vida de niño. Tenía un padre que se llamaba Rufold y mi madre María, ambos católicos y de familia cristiana, mi padre no estuvo muy presente en nuestra niñez, y digo nuestra ya que eramos cuatro hermanos, tres hombres y una niña. Con el único que tenía una relación muy cercana era con Rufold Jr. Él y yo sólo teníamos dos años de diferencia, pero nos comprendíamos el uno al otro sin la necesidad de utilizar palabras, en cambio con mis otros dos hermanos, no éramos tan apegados, si bien nos queríamos, la competencia que existía era inmensa. Estos dos últimos eran Michael y Ana. Al ser los dos más pequeños peleaban por la aprobación de mis padres, competían por ganar su atención y por el cariño que merecían o creían merecer. Por otro lado a Rufold ni a mi nos interesaba que nuestros progenitores pusieran el más mínimo empeño en nosotros, quizá fuese por eso que les interesábamos tanto.
Mi fecha de nacimiento fue el veintinueve de marzo de mil novecientos tres, por ello ni Rufold ni yo fuimos a la guerra, si bien sabíamos que la misma se estaba dando, por toda la propaganda y ataques, no nos tocó directamente. Pero si a mi padre, él sirvió dos años en la misma hasta que le dispararon en la pierna y volvió a casa, estaba cambiado, más ausente que de costumbre, la gran guerra lo había transformado por completo. Si bien para ese entonces no éramos muy apegados menos lo fuimos después.
Recuerdo en particular un día del año mil novecientos quince, era un precioso día de verano, soleado y con una brisa que rozaba mi rostros de una forma muy placentera, se sentía como dormir tapado por sábanas de seda o en un colchón de plumas. Yo, un inocente niño de doce años, jugaba en el patio de mi gran casa, feliz, libre y fascinado por la vida que tenía, sentía como el sol me daba en el rostro suavemente, como si quisiera que unos simples mortales se beneficiaran de su gran poder. En este momento con noventa y cinco largos años aún puedo recrear esa escena en mi mente, esa escena de un niño jugando con su pelota de fútbol, rompiendo las macetas y plantas de su madre, creyendo que no había más nada en el mundo, sin preocuparse de lo que puede venir y sin temor de nada ni nadie. Fue una linda época, quisiera haberla disfrutado o aprovechado más, ya que el resto de la historia no es muy bella...
Les contaba sobre mi padre, un hombre que gustaba de la buena vida y por ella trabajaba mucho, no era de demostrar mucho afecto pero él quería lo mejor para nosotros. Cuando volvió de la guerra no espero a recuperarse, comenzó a trabajar nuevamente, al principio desde nuestra casa, dando indicaciones y pasando el día entero en su despacho, al cual teníamos rotundamente prohibida la entrada, sólo salía para comer y dormir. Era una persona muy dedicada y quería posicionarse en lo más alto de la escala social, y lo consiguió. Por un tiempo nuestra familia fue muy respetada socialmente, se organizaban grandes fiestas en nuestra mansión, venían político, empresarios y personas muy ricas. Mi madre era a la que más satisfacción le daba esa clase de eventos. Mis hermanos, a excepción de Rufuld, iban de un lado a otro con sus ropas nuevas y caras, tratando de hacerse notar entre el público, muchas veces les resultaban molestos a más de un invitado.
Pero, con Rufuld, preferíamos huir de allí, cuando mi madre nos buscaba para vestirnos nosotros corríamos a escondernos en un sótano de la casa, hasta que llegó un momento en el cual no nos obligaban a pasar por esas veladas tan encantadoras.
Pero, para no seguir divagando en lo que fue mi hermosa niñez, quiero contarles el momento en el que mi vida dio un giro de unos 180 grados.
Recuerdo ese día, el día en que nos separamos definitivamente de la familia con Rufuld. Tenía unos dieciocho años recién cumplidos y mi hermano veinte, estábamos en el patio de mi casa charlando.
  • ¿Qué piensas hacer ahora que ya has terminado tu estudios Isac?- me preguntó él.
  • Aún no lo he decidido hermano, sé que me iré a la universidad y escaparé de esta casa de locos.- le dije mirándolo a los ojos, él rió y me mostró una cara de satisfacción- ¿De que te ríes ?
  • De que vas hacer exactamente lo que creo que harás.
  • ¿A si? ¿Que crees que haré?- le dije entre risas.
  • Te vas a ir a la universidad de derecho ¿no es así?
  • Exacto, y ¿como lo sabes?
  • Porque es lo que más odia nuestro padre, a los abogados.
  • Lo sé, ¿y sabes que odia también?
  • Me lo imagino, pero prefiero que me lo digas tú.
  • A los obreros, comunistas y todo aquél relacionado con la izquierda.- le dije mientras reíamos a carcajadas, ya que sabíamos que iba a decir el otro.
  • Y me imagino, mejor dicho vas a representar a esa clase de gente.
  • Exactamente mi inteligente hermano, y ¿quieres que te diga más?
  • Me muero por escucharte, Isac.
  • Tú me estás a punto de proponer irte conmigo a estudiar teatro y cine a la prestigiosa universidad Künste que está a un par de calles de la mía.
  • Ja,ja,ja, y ¿cómo es que estás tan seguro?.
  • Elemental mi querido compañero, trabajaste dos años de tu vida para ahorrar dinero, para que ambos nos fuésemos juntos al centro de la ciudad y desaparecer de está casa de ricachones refinados.
  • Bueno como la mayoría de las veces has acertado, no creerás que pensaba dejarte solo en el mundo exterior, aún eres una cría que no sabe volar.
  • Eso crees tú- comenzamos a pelear, riéndonos y disfrutando de lo parecido que éramos.
Ese es el recuerdo más maravilloso que tengo con mi hermano, a partir de allí nos hicimos aún más apegados el uno con el otro. Aunque ninguno de los dos lo dijo antes, ambos sabíamos que él había sacrificado dos años de su vida al terminar la secundaria para trabajar, poder tener dinero para sacarme de ahí y poder vivir la vida que ambos deseábamos.
Cuando llegó el momento de comunicarle la noticia a mi padre, estalló la bomba que se venía creando desde ya hacía muchos años. Los dos hijos prodigios de la familia, los únicos que no necesitaban sentir que eran el centro del mundo y principalmente los únicos en los cuales su padre deseaba dejarles su gran empresa se iban para ya no volver, para hacer lo que su padre más detestaba en la vida, un abogado y un artista.
  • Así que se van así, sin más, no les importa su familia, su legado, sus  responsabilidades para con quien los crió. Quienes sufrieron mucho para darles lo que ahora tienen. 
  • Si  con eso quieres decir que sacrificaste nuestra infancia sólo para estar en lo más alto de la escala social, para que te vean de abajo y crean que eres superior a los demás por tener dinero, para que al pasar por la calle todos giren para ver tu automóvil nuevo, para presumir tu costosa casa, sí, nos vamos y adiós. Nunca quisimos está vida, no somos como ustedes, nos importan más las personas y no el maldito y sucio dinero, el cual no sirve para   comprar absolutamente nada que valga la pena y sea duradero- estas palabras salieron de la boca de mi querido hermano, expulsando el odio que tenía dentro por nuestro padre y toda su maldita nobleza.
  • Si eso es lo que quieres, bien, pero no arrastres a tu hermano en esto, él no tiene porqué seguir los pasos de un vagabundo- cuando  escuché esas palabras, me sentí con ganas de decir todo lo que  sentía, pero era un poco reiterativo ya que lo principal había sido dicho por mi hermano.
  • No es un vagabundo, es mi hermano. Y pienso como él, tu dinero no es         nada para nosotros, nunca pudiste comprarnos como a mis hermanos.         No nos arrastraremos para recibir una tajada de dinero sucio. Nos iremos para ya no volver- al finalizar estas palabras me sentí  liberado por fin. 
  • Perfecto, pero no quiero que nadie vea la escoria de hijos que tuve la mala         suerte de tener. Ustedes dejaron de ser de esta familia. Eliminarán sus apellidos y nunca vuelvan a pedir nada a su madre ni a mi- para ese entonces nuestra madre lloraba desconsoladamente.
  • Es lo que más deseo , no quiero que nadie me vincule con un cerdo,- y dicho esto abrazamos fuertemente a nuestra madre, tomamos nuestras maletas, nos dirigimos al auto ,que estaba estacionado en la calle, propiedad de mi hermano, y nos fuimos de allí. Antes de marcharnos recuerdo que giré la cabeza para ver por última vez el lugar donde había crecido, jugado y desarrollado, pensando que jamás volvería como un miembro de la familia.
Mi hermano ya había pensado en todo, alquiló un pequeño apartamento muy cerca de ambas facultades y conseguimos empleos de seis horas, para poder pagar las cuentas y demás. Yo trabajaba en un bar de jóvenes universitarios, muchos de los clientes del mismo eran compañeros míos en la facultad de derecho. Mi hermano trabajaba en un periódico comunista, su tarea era la de organizar y empaquetar los periódicos. No nos pagaban mucho pero era suficiente para pagar las cuentas y la comida. Las universidad la pagó Rufuld, con lo ahorrado en sus dos años de trabajo, ya que nuestro padre se había negado a ayudarnos, aunque eso no nos molestó ni desilusiono, ya que era un pequeño precio a pagar por liberarnos de él.
El tiempo pasaba, sin grandes cambios, conocí gente que hizo cambiar mis ideas en muchos aspectos, entre ellos la religión. Comencé a participar en grupos de jóvenes judíos, me interesaba saber más sobre ello, ya que en mi familia no había ninguna influencia de dicha religión. Llegué a involucrarme hasta tal punto que terminé convirtiéndome al judaísmo. Entre esas y otras cosas me terminaron condenando en el futuro...
La relación con mi hermano siempre fue excelente, pero con el paso del tiempo se fue debilitando. No porque quisiéramos que pasara, sino que nuestros caminos se fueron separando. Yo estaba muy involucrado con mis estudios y mi participación en los grupos judíos me demandaba mucho tiempo, en cambio, él, se dedicó a darle todo al partido comunista, es decir, fue tal la influencia que tuvieron en él que su pasión lo llevo a entregar su vida al partido. No me malinterpreten, nunca tuve nada en contra, en relación a su elección, más bien me dolía la separación que se estaba llevando a cabo en nuestra relación.
Por este tiempo, nació ''la nueva juventud'', un periódico del cual fui principal fundador, básicamente se encargaba de dar a conocer todas las acciones realizadas por nuestro grupo, y su principal escritor era yo. Este periódico salía una vez al mes, pero con el paso del tiempo fueron pasando a ser dos veces al mes. Ganando una influencia increíble, gracias a nuestras publicaciones, muchas personas se fueron acercando a nosotros para participar en distintos tipos de actividades, principalmente obras sociales.
Todo esto se dio en muy poco tiempo, cuando cumplí los veinte años ya estaba al frente del grupo al cual se lo denominó como “jóvenes en peligro''. Todo continuo como era de esperar, terminé mis estudios en mil novecientos veintinueve, desde ese entonces me dediqué a defender, como dije antes, a comunistas, obreros, anarquistas, etc. 

Pero la verdadera historia comienza tiempo después...


CAPÍTULO SEGUNDO


En mil novecientos treinta y tres, Hitler llega al poder, respaldado por el apoyo popular de su país. Para no abrumarlos mucho con números solo quiero decir que para fines mil novecientos treinta y cuatro o treinta y cinco, no lo recuerdo bien, ya eran más de cincuenta mil judíos que habían emigrado de Alemania.  
Mientras que el partido obrero alemán cumplía un año en el poder cada vez más amigos y compañeros del alma abandonaban el país, a raíz de las intensas medida adoptadas por éste gobierno antisemita, que cuanto más tiempo pasaba más era el poder e influencia que ganaba dentro del país.  
En solo seis años ya se habían aprobado en Alemania más de 1400 leyes contra mi pueblo, la situación empeoraba día a día. De diferentes formas las autoridades nos etiquetaban para que cualquiera pudiese saber que éramos judíos, sin importar si eras o no Mischlinge* (''Criterio utilizado por los nazis describir a los que eran medios judíos ya que poseían uno o dos abuelos judíos.''), por ejemplo a través de una estrella de David que debíamos llevar en el brazo. Con el tiempo ya nadie se sentía seguro, pero yo, no se si por terquedad o por orgullo, seguía en Berlín y esa fue la peor decisión que pude tomar. 
Si bien, hasta entonces no vivía de la mejor manera, por lo menos vivía. En un discurso proclamado por Hitler, el mismo dijo que en dos o tres años, la cuestión judía se resolvería de un modo u otro, para ese entonces ya estábamos sino me equivoco en 1937, seguido a esa declaración el veinticuatro de noviembre de 1938 el periódico de las SS publicó que: “Tendríamos que enfrentarnos a la necesidad irrevocable de exterminar el submundo judío del mismo modo que en nuestro gobierno de ley y orden solemos exterminar a cualquier otro criminal, es decir, con el fuego y la espada. El resultado debería ser la eliminación practica y definitiva de los judíos que hay en Alemania, su aniquilación absoluta”. Años mas tarde de que terminara la guerra pude conseguir este artículo y aún hoy lo conservo ya que fue ese día cuando comenzó todo. 
Mi hermano también vivía con miedo, si bien no era judío como yo, igual era perseguido por sus ideales políticos. Cuando escuchamos estos discursos ambos temimos mucho por la vida del otro y eso derivo en que decidiéramos irnos del país, así que iniciamos los preparativos para irnos de allí, aunque no tuvimos mucha suerte.  
Cuando pasó yo no estaba en casa por eso me salvé, pero mi hermano no corrió con la misma suerte, la Gestapo invadió nuestro barrio en busca de judíos, comunistas, anarquistas, testigos de Jehová y cualquiera que se opusiera al régimen, estos rompieron la puerta de mi casa y se llevaron a mi hermano, del cual nunca supe más nada. Hasta ahora lloro por él, paso noches enteras recordando momentos, encuentros y desencuentros, conversaciones hasta el amanecer, ya sean políticas, de deportes o mujeres, cosas simples a las que le he dado más valor que a todo lo demás.
Como les contaba las medidas eran duras y represivas para con los opositores, después de la desaparición de mi hermano no supe que hacer, entré en pánico y quedé con la mente en blanco. Yo si bien ya no era tan joven, tenía unos treinta y cinco años de edad, estaba asustado, la falta que me hacía mi hermano, mi protector, provoco que solo pensara en esconderme en mi casa suponiendo que ya no volverían a por mi, pero por segunda vez pensé mal. Ya para ese entonces las iglesias proporcionaban información a los nazis diciendo quien era cristiano, es decir 
quien no era judío. Gracias a los buenos y santos cristianos es que sabían que les faltaba yo. Si bien no fui el único que se salvó en ese entonces, ya que muchos jóvenes pudieron huir al enterarse de que estaban los nazis en nuestro barrio, los otros estaban igual que yo, es decir asustados y no tenían a donde ir. 
Aunque ahora me parezca obvio, en ese momento no pensé que volverían a por nosotros, y es ahí cuando comienza mi verdadera historia, la historia de un judío fugitivo, quizá el nombre nos les parezca muy original, quizá alguien podría inventar uno diez veces mejor, pero si creo que es un nombre que caracteriza mucho mi historia.  

Como les mencioné, estaba asustado al igual que muchos otros, todos sabíamos que debíamos tomar una decisión, sabíamos que debíamos huir, teníamos bien claro que seriamos atrapados tarde o temprano, pero nuestro subconsciente quería creer que en nuestros hogares estaríamos bien ya que en ellos albergábamos hermosos recuerdos y es por esa razón por la que nos sentíamos tan seguros allí, aunque eso sólo fuese una simple percepción de una persona desesperada y asustada.  
Mientras analizaba todas las posibilidades en mi mente, me encontraba en el sótano de mi casa, un lugar pequeño, oscuro y triste, pero estaba muy bien oculto y era el lugar mas seguro, entonces de pronto escucho que suena el timbre de mi hogar una vez, recuerdo que la adrenalina comenzó a esparcirse por mi cuerpo como si fuera veneno de serpiente, el  latir de mi corazón era a un  ritmo acelerado, en mi mente pensaba en lo que podría pasar y en métodos que podría utilizar para escapar.  
Pasaron unos diez minutos y nada, estaba realmente asustado, pero en un acto de valentía me aproximé a la puerta que daba a unos cuatro metros de la entrada de mi sótano, al acércame noto que había un sobre blanco tirado en el piso, estaba sucio y mal pegado, lo abrí y pude observar que estaba escrito en alemán, la carta decía lo siguiente:  
  
 

Isac: no me conoces, me llamo Ismael, como tú, he escapado de la redada  
que se dio lugar hace unos días. Estoy seguro de que volverán y debemos  
estar preparado para cualquier cosa, nos reuniremos los pocos que   
quedamos en la mansión abandonada a tres calles de aquí, estoy seguro   
que la encontraras, no utilices los teléfonos, luego sabrás porque   
,ven a las nueve de esta noche, debemos decidir que hacer.   
  
ISMAEL.   
  
  
En verdad no sabía que pensar y toda esta situación me provocaba miedo, pero decidí hacerle caso a mi amigo por correspondencia. A las nueve de la noche llegué a la entrada de la inmensa mansión, la misma había sido ocupada por una pareja de ancianos que fueron detenidos y luego su casa fue saqueada por los soldados de la Gestapo. Al llegar note que no había ni una luz encendida, no podía apreciar nada a mi alrededor y me sentía muy inseguro pero de todas formas entré.  
Apenas abrí la puerta sentí como se abalanzaban sobre mi cuatro personas de gran tamaño, me presionaron la garganta hasta el punto de casi no poder respirar.  
  
  
  • ¿Quién eres? - me preguntó un hombre que estaba al costado- identíficate- grito, pero yo casi no podía articular ningún sonido. Con las pocas fuerzas que me quedaban pude decirles.  
  • Soy yo, Isac Levchuk- fue lo único que pude pronunciar.   
  • Suéltenlo muchachos- y me tomó la mano mientras los demás me dejaban libre- lo siento, es que nos sentimos aterrados por toda esta situación e intentamos tomar todas las medidas de seguridad disponibles.  
  • Esta bien- le respondí- lo entiendo, pero ¿qué es esto?- le pregunté mientras intentaba ver algo al mi alrededor, sin lograrlo ya que estaba todo oscuro.  
  • Soy Ismael, fui quien te dejó la carta en tu casa hoy, aquí nos reunimos desde hace tres días. Eres el último que faltaba llegar.  
  
   En ese preciso instante me dirigen a un salón enorme a unos paso de la entrada, mi mente estaba confusa, si bien estaba asustado por todo lo que nos había tocado vivir en los últimos años, la intriga también se hacía presente. En el salón se encontraban otras cinco personas hablando, al vernos llegar guardaron silencio y se presentaron, sinceramente no recordé ningún nombre ya que mi mente no estaba para esas cosas.  
Pero sí recuerdo uno que me llamo la atención, era el de una muchacha de unos veinticinco años llamada Hanna, era muy hermosa, quizá la más hermosa que había visto hasta ahora, puede que fuese eso lo que hizo que fuese sólo su nombre el que recordara, era baja, morocha y tenía una piel hermosa, su cabello un tanto despeinado, algunas pecas en su rostro y un lunar en su pómulo derecho, aunque se veía que no estaba en su mejor momento me resultaba realmente preciosa.  
  
  
  • Isac, ponte cómodo- me dijo Ismael, aunque creo que fue pura cortesía ya que en ese lugar era imposible ponerse cómodo- en instantes comenzaremos a charlar y te pondremos al tanto de lo que pasa aquí.  
  • Me parece bien- respondí sin muchas ganas, en unos minutos, en el salón, ya éramos unas quince personas, y cuando ya todos estábamos ubicados en nuestros sitios Ismael tomo la palabra, creo que era el que tenía el liderazgo allí, parecía un hombre tranquilo, sabio y también era uno de los más viejos ,por decirlo de alguna manera, ya que él tenía al rededor de unos cuarenta años.  
  • Compañeros creo que llegó el momento de tomar una decisión, en cualquier momento vendrán por nosotros, ya que saben que hemos escapado y tienen nuestros nombres gracias a nuestros hermanos cristianos- estas últimas palabras las dijo como si las escupiera- está claro que debemos crear un plan de escape ya que no somos capaces de pelear contra ellos, pero la pregunta es ¿cómo escapar de este lugar?, y ¿hacía donde ir?  

En ese momento nadie quiso o se animo a hablar, puede que sea por no tener idea de que hacer o, si la tenían, no querían se los responsables de la muerte de sus compañeros.   
  • Yo creo que debemos ir al este, debemos cruzar la frontera con Polonia y refugiarnos allí hasta que termine toda esta tortura- dijo, mientras se paraba, uno de los cuatro que me habían sujetado en la entrada.  
  • A mi me parece bien, la cuestión aquí es como hacerlo- respondió Ismael al tiempo que se notaban caras de aprobación de los demás allí reunidos.  
  • Lo que propondré es arriesgado pero podría resultar- después de pronunciar estas palabras, muchas de las caras que hace un momento fueron de aprobación ahora eran caras que expresaban no estar dispuestas a arriesgarse y perder la vida al escapar.   

El plan se llevaría a cabo el seis de octubre de 1938, este tenía como objetivo robar un auto de un ciudadano alemán, y con el viajar hasta la frontera con Polonia, si bien era un plan arriesgado, no tenía muchas complicaciones, así que se aprobó por todos los reunidos en la salón.   
Yo me encargaría de conducir dicho automóvil hasta la frontera, pero no sabía que harían los demás, ya que se llegó a un acuerdo de que era mejor que cada uno supiera sólo su tarea, por si alguno era capturado, y así no poder revelar nada del plan.  
  
  
Solamente sabía que el seis de octubre se robarían los autos, uno de ellos llegaría a mi casa, al rededor de las tres de la tarde, en el vehículo vendrían las dos personas que lo adquirieron y en mi hogar estaría Hanna esperando para partir al igual que yo, si bien yo me ahorraría la tarea de robar un coche, la cual es muy arriesgada, tendría que llevarlos a todos sanos y salvos hasta Polonia, no es que el viaje sea largo, más bien es corto, pero los peligros estarían al asecho.  
En primer lugar; me había ofrecido para manejar ya que soy bueno en ello, pero no era por ello que quería llevar a cabo esa tarea, sino que, no me sentía emocionalmente preparado para robar y quizá, por qué no, matar por un automóvil, sé que eso podría poner en peligro el plan, y obviamente la vida de mis compañeros, a demás por no mencionar el hecho de que soy o fui un cobarde...  

Llegó el seis de octubre, allí comenzó todo para algunos y terminó todo para otros, ese fue el día en que vi morir por primera vez a personas con mis ojos. Ya estaba todo listo, con Hanna esperábamos ansiosos la llegada del coche, para así poder escapar y dejar de preocuparnos por los cazadores de judíos. La noche anterior había sido la última reunión entre los pocos que quedábamos en el vecindario y todos ellos tenían un futuro incierto al igual que yo. En esta reunión nos despedimos de todos y prometimos encontrarnos en Polonia para poder celebrar nuestro gran escape, para serles sinceros, sabía que a muchos nunca los volvería a ver, pero en el fondo tenía la esperanza de que todos nos salváramos. Luego brindamos y nos dirigimos a nuestros puestos. Hanna se fue conmigo a mi casa y pasamos la noche en el oscuro sótano esperando que pasen las horas eternas que teníamos por delante. No hablamos mucho, ella logró dormir gran parte de su estadía en mi casa. En el correr de la noche me enteré que sus padres se habían negado a ser arrestados y por su desobediencia fueron fusilados, ella presenció todo desde un cuatro secreto que habían mandado a construir a principios de 1933.  
Cuando ya eran las dos y media de la tarde se pudo escuchar el ruido de una bocina en frente a mi casa, al instante supimos quienes eran y salimos corriendo hacía el coche, este ya tenía vació el asiento del conductor y allí me ubiqué, a mi derecha se sentó Hanna y detrás de mi estaban Ismael e Iván, este último fue el que ideo el plan. Ellos se veían calmados y vestían como un ciudadano alemán común, al igual que Hanna y yo, eso también era parte del plan, intentaríamos pasar de ser percibidos para así evitarnos problemas.  
  • ¿Qué pasó?- le pregunte enseguida a Ismael.  
  • ¡Vamosnos de aquí ya! -me respondió, el miedo podía sentirse en su voz- el coche es de una familia del centro de la ciudad, matamos al alemán antes de que pudiera decir palabra alguna, luego dejamos el cuerpo escondido en un callejón, cercano pero oscuro, es cuestión de tiempo que lo encuentren, logramos no hacer mucho escándalo.   
  
  
Era obvio que este hombre no estaba acostumbrado a hacer estas cosas y no se quién fue el que mato al alemán, pero tampoco pienso preguntar, en lo único que podía pensar era en escapar de ese maldito país.  
  
Los primeros km los hicimos sin problemas, nadie sospechaba que éramos judíos, si bien aparentábamos tranquilidad, por dentro cada uno de nosotros estaba sufriendo un colapso nervioso. Llegamos a un punto en que la calle estaba interceptada por camiones de soldados nazis y no le permitían el paso a todos, nosotros pasamos y un oficial se nos quedó viendo fijamente, pero por suerte resultó que le llamaba la atención la belleza de Hanna, la cual estaba muy hermosa ese día, avanzamos por las calles de Berlín sin transpirar mucho, pero nuestra suerte se estaba por terminar.  
   Solo nos quedaba un km para llegar a la frontera con Polonia y vemos a lo lejos que había soldados nazis en el camino, creímos que era mejor dar la vuelta, pero cuando inicié la maniobra estos se dieron cuenta que algo no estaba bien. Allí comenzó la persecución. Al ver que nosotros no parábamos el coche y que cada vez nos aproximábamos más a la frontera, comenzaron a abrir fuego en dirección a nuestro coche.  
Podíamos sentir como las balas daban en nuestro vehículo robado, pero ninguna era letal, hasta que en un momento todo comenzó a verse en cámara lenta, faltaban unos trecientos metros para llegar a nuestro destino cuando una bala destroza el vidrio trasero del auto y da directamente en la nuca de Iván, este cae hacía delante, su cuerpo ya inerte por el impacto de bala comienza a largar sangre , nos cubre con una capa roja liquida y espesa a cada uno de nosotros. Hanna, comenzó a gritar, Ismael no reaccionaba , estaba como perdido en un trance o en un shock, por otra parte yo seguía conduciendo el coche y presionando el acelerador a más no poder, la sangre de Iván corría por mi cara y cuerpo como si fuese mía, como si esta saliera de mi cuerpo y me estuviese muriendo.  

No se como pero logramos entrar a Polonia a salvo, los nazis pararon su camioneta a unos cien metros de la frontera y a nosotros se nos permitió el acceso a este país, creímos que todo había terminado que estábamos a salvo, pero en verdad la historia recién comenzaba.  
  
  
  • ¿Están bien?- fue lo primero que se me ocurrió preguntar al bajarnos del automóvil, no era nada agradable ver tanta sangre por todos lados.  
  • Sí, estamos bien- me respondió Hanna, la cual, aún estaba llorando y aterrada. Ismael, aún estaba perdido y en trance pensando en lo que había ocurrido.   
  • Identifíquense en este instante- esa orden provenía de uno de los soldados polacos que protegían la frontera con Alemania.  
  • Somos judíos, huimos de Alemania, yo soy Isac, el es Ismael y ella se llama Hanna, pedimos asilo en su país- por alguna razón al soldado no le sorprendió en lo más mínimo mi respuesta y petición.  
  • No son los únicos que piden eso, hace dos horas un grupo de cinco personas también lograron cruzar la frontera y huir de los nazis, por esa razón es que estaban tan cerca de la frontera cuando ustedes pasaron- este tenía una sonrisa dibujada en su rostro, como si disfrutara esta situación- ellos nos avisaron que era posible que llegaran otros dos coches más, me imagino que serán ustedes uno de ellos, ¿dónde está el otro?  
  • No lo sabemos, nuestros escapes eran individuales y nadie tenía información del otro, por protección- en ese momento se escucho una explosión muy cerca de nuestra posición, y todos supimos cual era el origen de la misma.  
  • Bueno creo que ya sabemos donde está el otro coche- y su cara cambió e intentó sentir empatía por nosotros- vengan los llevaremos con los demás- y señaló un camión militar para que subiéramos- nosotros nos encargaremos de su amigo muerto.  
  • Muchas gracias, le estamos eternamente agradecidos- le dije mientras salían lagrimas de mis ojos, si bien lloraba, era el que estaba en mejores condiciones para hablar, mientras que mis amigos asimilaban todo lo sucedido.  
  
  
El viaje duro aproximadamente una hora, en el transcurso del mismo intentaba entender que pasaba dentro de mi, era muy confuso, sentía muchas emociones juntas, entre ellas un profundo dolor por la perdida de mis amigos, guardaba un gran rencor y odio por los nazis, pero a su vez, también estaba tranquilo creyendo que todo había terminado, que viviríamos allí hasta que terminara todo para así después poder volver a casa, al lugar de donde proveníamos, ese en el que tanto hemos compartido, vivido, y con la esperanza de que mi hermano aún esté con vida.  
Luego de bajar nos trasladaron hasta un edificio grande y viejo, en la puerta estaba escrita la palabra “refugio”.  
  
  
  • Aquí podrán permanecer dos semanas, ese tiempo tendría que ser suficiente para poder encontrar un empleo y mudarse- dichas esas palabras el soldado se retiró y volvió a subir al camión. Luego me di media vuelta y me dirige a mis amigos.  
  • Todo ha terminado, estamos a salvo- para ese entonces Ismael ya había salido del trance y Hanna estaba más tranquila.  
  • Sí, ha terminado, mejor entremos, hace mucho frío aquí afuera- me respondió Hanna con una mirada tierna y aliviada. Era cierto hacía mucho frío afuera, es algo que aún no había notado, pero por fin mi mente estaba desconectada, ya no estaba alerta, ni pensando que en cualquier momento podría aparecer alguien y fusilarme.  
  
  
Al entrar nos encontramos con la recepción, al igual que el edificio estaba vieja y mal cuidada, fuimos recibidos por una mujer mayor, ella nos dio la bienvenida al refugio y dijo que nos sintiéramos como en casa al tiempo que cada uno se registraba, por segunda vez fuimos notificados que podíamos pasar allí un par de semanas, asentimos y emprendimos el camino hacía nuestras habitaciones.  
El lugar estaba repleto de personas, el refugio tenía una sala de estar donde se juntaban los inquilinos o mejor dicho refugiados para charlar, leer las noticias, jugar al ajedrez, entre otras cosas.  
Para ese entonces el cansancio era tal que ni siquiera recordamos a nuestros amigos que supuestamente también estaban allí. Después de intercambiar miradas y asegurarnos que todo era real y no un sueño decidimos ir a dormir para luego ir a cenar.  
Al despertar recordamos que nuestros amigos de seguro estaban allí y no sabrían nada de nosotros, corrimos por las escaleras y llegamos a la sala de estar, allí se encontraban los cinco, escuchando las noticias en la radio, al vernos corrieron hacía nosotros y nos abrazamos los unos con los otros.  
  
  
  • Están vivos!!!- gritó un muchacho llamado Stock, del cual no recuerdo su apellido.
  • Sí, lo logramos, estuvimos cerca de morir pero acá estamos vivo y seguros- les dijo Ismael.  
  • ¿Dónde está Iván?- preguntó Stock  
  • Él no lo logró, ellos nos interceptaron a un km de la frontera, al vernos comenzaron a disparar y una bala dio en la nuca de Iván que le dio muerte al instante- respondió Ismael con lagrimas en los ojos- En ese momento se hizo un minuto de silencio y luego continuamos la charla.
  • ¿Saben algo de los demás?- esta vez el que preguntaba era un muchacho alto, delgado y con una cabellera roja fuego, creo que su nombre era David, el que respondió fui yo.  
  • No los hemos visto, pero al llegar escuchamos una explosión a un par de km de la frontera, sospechamos que el origen de la misma era de su vehículo.- dichas estas palabras se hizo un nuevo minuto de silencio y nos dirigimos todos juntos al comedor a cenar.  
  
Los días pasaban rápidamente, pasamos las dos semanas que se nos había permitido en el refugio y cada uno logró conseguir un trabajo, luego alquilamos un departamento viejo y en muy mal estado cerca del centro de la capital. Intentábamos escuchar las noticias por radio o leerlas en el diario, se decía que la situación estaba empeorando, los alemanes tenían cada vez más poder y nadie los podía parar. Pero igual nosotros nos sentíamos seguros.  
Cada día que pasaba sentía cosas mas fuertes por Hanna, si bien no era la única chica del grupo, a mis ojos era la más hermosa. Logré conocer un poco más sobre ella y su familia, al igual que yo había nacido en Berlín, tenía tres abuelos judíos y sus padres fueron capturados antes de que se hiciera la redada en la cual se llevaron a mi hermano. Sus abuelos ya no vivían en Alemania, ellos como otros miles se fueron a Israel en 1934. Pero ella y sus padres prefirieron quedarse.  

Habían rumores de que los nazis tenían pensado invadir Polonia, que deseaban expandirse por Europa y el mundo. Nadie prestaba mucha atención hasta que cayo la primer bomba en suelo polaco.  
Todo fue muy extraño gente corriendo de un lado a otro para poder refugiarse, nadie se lo esperaba pero sucedió. La invasión se dio en el año 1939, las tropas alemanas se hicieron con el control de Polonia y de nuevo comenzaron con la cacería de mi gente.
Como era de esperar la dueña de nuestro edificio comunicó a los invasores que nosotros estábamos allí, con la condición de que no le hicieran nada a ella ni a su edificio, estos no aceptaron el trato y la fusilaron en la calle, frente a su preciado edificio. Luego de esa desagradable escena nos fuimos, dejando de nuevo todo atrás, todo lo conseguido en ese año y el lugar que ya considerábamos como nuestro hogar.
Por suerte esta vez teníamos a donde ir, ya que se nos había ofrecido asilo en la casa de una familia amiga de Hanna, que conoció en su trabajo. Estos nos escondieron en su sótano, el cual era muy parecido al mío en Alemania, solo que un poco más grande y más cuidado.
Nos comunicaron que estaban relacionados a un grupo de personas que falsificaban documentos, y que si queríamos podían hacer que nos crearan a cada uno una nueva identidad. Todos aceptamos, al mismo tiempo que les agradecíamos su buena disposición y les ofrecimos dinero, ellos no aceptaron, pero logramos convencerlos diciendo que lo utilizaran para comida ya que nosotros en ese momento no estábamos en condiciones de salir.  
Pasamos dos semanas escondidos en ese sótano, hasta que llegaron nuestros documentos falsos. A partir de ese momento yo me llamaba Mauro Petelonsky, era de nacionalidad polaca y tenía veinticinco años.
Luego volvimos a nuestro apartamento, cuando llegamos notamos que las puertas habían sido forzadas y que nos habían robado todo. Era de esperarse pero nunca perdimos la esperanza de encontrar todo como lo habíamos dejado tiempo atrás.


  • Creo que iré a la fabrica para ver si nos aceptan de nuevo- nos comunicó Ismael, solo quedábamos cinco de los ocho que éramos cuando llegamos aquí, dos consiguieron pareja y se mudaron y uno viajó hacía Israel después de unos meses de residencia en Polonia. Quedábamos Ismael, Hanna, Stock, David y yo. Nos hicimos muy amigos en este tiempo y cada día más unidos.
  • ¿Ahora que haremos?- me pregunto David, yo sinceramente no sabia que responder.
  • No lo sé amigo, creo que quedarnos aquí y esperar, con nuestra documentación falsa podremos trabajar y ser un ciudadano polaco más- le dije sin mucha convicción- esperemos que no nos descubran, ese sería el fin.  

A la hora y media volvió Ismael de la fabrica y este nos comunicó que podíamos volver a trabajar, pero que antes el jefe quería tener una reunión con nosotros.
  • ¿Una reunión? no entiendo- le pregunte a él.
  • Sí, quiere aclarar ciertos puntos ya que somos judíos, debe querer decirnos que si la cosa se pone peligrosa que no contemos con él- nos decía esto sin cambiar la cara, sin expresión alguna, desde que los alemanes invadieron Polonia él estaba así, cabizbajo y sin esperanza.
  • Tranquilos, vamos a salir de esta como la última vez- fue lo único que se me ocurrió decirles aunque ni yo estaba convencido de ello.

Al día siguiente fuimos a trabajar, las calles estaban inundadas de soldados alemanes, estos disfrutaban atemorizando a las personas, se divertían como nunca.
Luego fuimos testigos de una escena muy desagradable, los soldados cortaban la calle cada vez que pasaban tropas de los suyos por la avenida principal, como en un momento se aburrieron de cortar la calle cada diez minutos, cortaron la misma por una hora seguida sin importar si pasaban o no soldados. En el transcurso de ese tiempo las personas debían esperar atrás de un vallado para pasar, pero como los soldados también se aburrieron de esperar quisieron divertirse a costa de los que debían esperar.

  • Tú- dijo uno de los soldados alemanes, mientras señalaba a un hombre que esperaba para cruzar la calle- baila!
  • Perdone ¿qué?- le respondió el hombre, desconcertado y con la voz muy temblorosa.
  • Que he dicho que bailes!- le repitió el soldado.
  • De acuerdo- y se puso a bailar, sin música ni nada que se le parezca.
  • Tú- y señalo a una mujer vieja y gorda- baila con él- y la mujer se aproxima al hombre y comenzaron a bailar. Luego, como si fuera poca la humillación, señalo a un hombre que le faltaba una pierna el cual caminaba con muletas y le dijo que bailara, esta orden se repitió varias veces, entre los elegidos se encontraban dos ancianos, una mujer joven y dos niños.

Después de diez minutos de baile los soldados no podían dejar de reír hasta que el hombre que le faltaba una pierna se cae y no puede bailar más.

  • Levántate y sigue bailando- le dijo el otro soldado que, hasta ahora se había dedicado a reír y mirar, pero el hombre no podía levantarse.  
  • Señor no puedo levantarme-le responde el invalido.
  • Te he dicho que te levantes y sigas bailando!- pero el hombre no se podía mover.- Tú te lo has buscado canalla- y saca su pistola y la pone en la cien del pobre invalido, luego presiona el gatillo y termina con la vida del pobre hombre .

Muchas mujeres allí presentes comenzaron a llorar, entre ellas Hanna, yo la abracé y para que no siga mirando esa espantosa escena. Acto seguido el soldado que había comenzado con todo abre la valla y deja pasar a todas las personas mientras ordena a un grupo de mujeres que retiren el cuerpo de la calle.  
Con Hanna en mis brazos, seguimos nuestro camino, esperando que en cualquier momento nos detenga y pidan nuestras identificaciones, pero eso no ocurrió. Llegamos a la fabrica una hora más temprano de lo habitual para tener la reunión con nuestro jefe. Esperamos diez minutos en la sala de estar de su oficina y su secretaria no hizo entrar.

  • Muchachos, la situación de su gente es muy compleja, los están persiguiendo hasta por debajo de la cama y ustedes lo saben- todos asentimos para darle la razón y en verdad estaba en lo cierto en todo lo que decía- pero se que tienen documentación falsa y pasan de ser percibidos, así que no tengo inconveniente en que sigan trabajando para mi, para lo que necesiten estaré aquí, lo único que les pido es que si los atrapan no digan que yo estaba enterado de su condición de judíos, yo no existo para ustedes y ustedes dejan de existir para mi ¿entendido?
  • Si señor, estamos completamente de acuerdo con lo que nos plantea, agradecemos que nos deje volver y se arriesgue por nosotros- y con estas últimas palabras de Ismael nos retiramos a nuestro puesto de trabajo.
Allí éramos los únicos judíos que trabajan en esa fabrica, pero siempre habíamos sido muy aceptados por las personas que allí trabajan, después de la invasión nazi ya casi nadie se nos acercaba, no por discriminación sino que tenían miedo de que los relacionaran con nosotros, y los entendíamos, quizá si la situación fuera otra nosotros actuaríamos de la misma manera.
Bajo ese contexto logramos sobrevivir por un mes entero, vivíamos pendientes de todo lo que pasaba en nuestro entorno, por las noches hacíamos guardias, siempre nos dividíamos la noche entre los cinco, mientras dormían cuatro uno se quedaba despierto vigilando la ventana, esperando ver a una camioneta de la Gestapo estacionar frente al edifico y entrar para llevarnos a quién sabe donde. El nivel de paranoia que teníamos era demasiado grande, pero supimos controlarlo. Aunque no quisiéramos creerlo era cuestión de tiempo que nos descubrieran.
Y ese día llegó, mientras salíamos de la fábrica vimos a lo lejos que se acercaba una camioneta en nuestra dirección, nosotros comenzamos a caminar más rápido hasta que comenzamos a correr desesperados, en un momento doblamos en una esquina y los perdimos de vista, pero sabíamos que estaban cerca.

  • Por aquí- logramos escuchar como si fuese un susurro a lo lejos, cuando vimos de donde provenía vimos a una anciana que nos decía que vayamos hasta donde estaba ella.
  • Corrimos y corrimos hasta que llegamos y nos hizo entrar en su casa, a los dos minutos pasaron los soldados a una velocidad impresionante, mientras que nosotros los observábamos por la ventana de aquella anciana que nos había salvado la vida.
  • No sabe cuanto se lo agradecemos- le dijo Hanna con los ojos chorreando lagrimas- usted nos ha salvado.
  • No es nada mi niña- le respondió ella con una voz dulce y amable.
  • Si muchas gracias- le repetimos al mismo tiempo Ismael y yo. Éramos solo nosotros tres que estábamos juntos, David y Stock se habían quedado en la fábrica haciendo horas extras.
  • Pueden esconderse aquí si lo desean. Es muy peligroso allí afuera.
  • Se lo agradecemos señora, le prometemos que no nos quedaremos mucho tiempo- le dije.
  • No hay problema, se que así será- esa última parte no la había entendido pero no le di importancia- al final del pasillo hay un sótano pueden ocultarse por ahí.
  • Gracias- y nos dirigimos a él, estábamos muy asustados y no sabíamos que nos tenía preparado el futuro, pero esa vez habíamos tenido suerte.

Despertamos al rededor de las doce de la noche y escuchamos que alguien golpeaba la puerta, en un segundo nuestros corazones se paralizaron y comenzamos a temblar. Se podía escuchar la voz de un hombre y la anciana respondiendo pero no era tan claro como para saber que decían. Lo próximo que recuerdo es que abrieron de una patada la puerta que llevaba al sótano y nos dijeron en alemán que nos paráramos y camináramos hacía afuera. Nosotros, aterrados y esperando lo peor. obedecimos.
  • ¿Son judíos?- pregunto el jefe de la patrulla.
  • No, señor- respondí con la voz temblorosa y a punto de llorar.
  • ¿Están seguros?- volvió a preguntar- no les servirá de nada mentirle a la Gestapo- y ahí pude identificar al hombre que nos hablaba, él era el jefe de la Gestapo, un Alemán llamado Heydrich Meller, lo puedo recordar ya que marco mucho mi vida.
  • Si señor, estoy seguro.- le volví a responder. Acto seguido este le da una orden a un soldado y el soldado viene y me baja los pantalones a mi y a Ismael. Si bien yo no tenía hecha la circuncisión, Ismael si y eso nos condeno.
  • ¿Así que no eres son judío entonces? Malditos infelices- y me da una paliza de la que nunca me olvidare, fue tal el dolor que sentí que hasta ahora, después de tantos años, me duele, primero me pego con la culata de su pistola dejándome semiinconsciente, luego solo puedo recordar que me dio dos puñetazos en la boca del estomago y uno en la cara, después de ese golpe me desplomé en el piso inconsciente, lo único que recuerdo es despertarme tirado en un vagón de tren, apretado a otras cien personas y casi sin aire para poder respirar.


CAPITULO TERCERO


Al despertar, sentía que me faltaba el aire, estaba mareado y al mismo tiempo desconcertado. Después de varios intentos logré abrir los ojos y pude ver que estaba en un vagón de tren, en este se encontraban otras cien o más personas, era pequeño y no tenía ventanas, era de la clase de trenes que se utilizaban para transportar animales. Al instante veo que se acerca Ismael y me toma la mano para poder levantarme.

  • ¿Qué ha pasado?- fue lo primero que le pregunte, con la voz débil y el cuerpo dolorido- lo último que recuerdo es que me estaban apaleando y me he desmayado.
  • Luego, te continuo golpeando de una manera muy despiadada hasta que te dejo tirado. Hanna comenzó a llorar y pedir que te dejaran tranquilo. Luego se aproximó a ella y le dio una bofetada- por cada frase que decía se me caía una lagrima al igual que a él- y nos ordenó meter tu cuerpo en un camión. Nosotros llegamos a creer que estabas muerto, intentamos despertarte pero no reaccionabas. A nosotros también nos ordenaron subir al vehículo, cuando termino el viaje nos llevaron a una estación de tren que ninguno conocía, nos pusieron aquí adentro y se fueron. Ya llevamos un día de viaje .
  • ¿Y dónde está Hanna?- le pregunté mientras buscaba con la mirada por el vagón pero eran muchas personas para poder identificarla.
  • Ella está en otro vagón. No se nada más. Lo siento.
  • Está bien, saldremos de esta te lo aseguro- intente consolarlo pero era imposible. Se sentía culpable por todo.
  • Nada está bien, Isac. No entiendes que este es el final, ya se nos agoto la suerte y es el momento de la derrota, caeremos inertes a los pies de un alemán, estos cremaran o quizá entierren nuestros cuerpos en una fosa común, nuestras familias no podrán despedirse de nosotros, quizá ellos correrán el mismo destino que nosotros.
Recuerdo que no intenté nada para consolarlo, hasta yo me sentía abatido y sin esperanzas. Los días transcurrieron muy lentamente, los segundos parecían minutos y los minutos horas, el tren solo hizo una parada en todo el viaje que llego a durar unos tres días y la única vez que comimos fue en dicha escala.
El vagón tenía maderas rotas por las cuales podíamos ver al exterior, recuerdo que había poca vida en aquella zona, todo era tundra y abedules enanos.
Nuestra situación era terrible, esos tres días pasamos mucha hambre y sed pero logramos sobrevivir la gran mayoría. Cuando por fin termino el largo viaje nos tuvieron acampando dos días a las afueras de una estación la cual sigue siendo desconocida para mi. Sólo tengo imágenes en mi mente de ella, puedo ver pastos cortos y amarillos, era vieja y muy mal cuidada, los soldados comían manjares mientras que nosotros nos moríamos de hambre y, para empeorar nuestra situación ,el sol no nos favorecía en nada.
Luego de esos dos días nos hicieron caminar aproximadamente unos docientos kms hacía el sur, ya que según ellos no había locomoción. Nadie hablaba, todos estábamos sumisos en nuestros pensamientos, algunos lloraban pero intentando no hacer ruido por miedo a la muerte.
Demoramos una semana en llegar a nuestro destino, casi no nos alimentaban y ni hablar de comer una comida decente, el agua escaseaba y estábamos tan desesperado que nos vimos obligados a comer pasto, aún conservo el gusto del mismo en mi boca, el cual no era nada rico, recuerdo la tierra seca en mi garganta y el gusto a mierda de insectos. Nos vimos obligados a comer cualquier cosa.

Cuando creímos que no llegaríamos nunca, vimos a lo lejos un predio gigante el cual estaba rodeado por una cerca de unos dos metros de altura, en la sima había alambres de púa y tenía un cartel que anunciaba que dicha cerca estaba electrificada, aunque luego descubrí que era una farsa.
Dentro del inmenso reclusorio lo único que se podía ver era un edificio de unos tres pisos que estaba destinado para los soldados.
- Ahora quiero que formen tres filas y escuchen- nos grito el general encargado de que llegáramos allí. Cuando ya estábamos todos formados continuo hablando- bienvenidos a Breendonck, este será su hogar a partir de ahora, espero que disfruten su instancia con nosotros ja, ja, ja- cuando éste comenzó a reír los soldados que se encontraban detrás le festejaban el chiste.
    A los cinco minutos apareció un hombre alto, rubio y de ojos celestes, todos los soldados incluyendo el general dejaron de reír al instante.
  • General a partir de aquí me ocupo yo- dijo el individuo recién llegado.
  • Si señor, le deseo mucha suerte.
  • No la necesitaré general, ahora ya puede largarse de aquí.
  • Si, señor- repitió el general- larga vida a Hitler.
  • Larga vida a Hitler- repitió el hombre. Yo me encontraba a una fila de Ismael, cuando observo para atrás y veo su cara, pálida sin vida, me di cuenta que algo no andaba bien y estaba en lo cierto, miré más detenidamente a ese hombre y lo reconocí, el hombre alto, rubio y de ojos celestes era Heydrich Meller el que nos había metido en este infierno.

  • Soy Heydrich Meller, ustedes son la basura que debemos destruir y para eso estoy yo aquí- el infeliz disfrutaba de cada palabra que salía de su boca- yo soy el máximo encargado del vertedero de basura del Reich alemán.

Aún puedo sentir el odio que llegue a tener por ese hombre, con cada palabra que pronunciaba recuerdo cada golpe recibido, aunque para ese entonces ya habían pasado una semana de la golpiza, mi cuerpo aún no se había recuperado del todo, en otro momento mi cuerpo ya estaría de maravilla pero la falta de comida, de agua y el gran trayecto recorrido no ayudaron en nada.

  • Ahora quiero que todos aquellos que tengan algún objeto de valor como joyas, dinero, lo que sea, den un paso al frente y déjenlo en el piso.- mientras que Meller terminaba de dar esa orden los primeros en dar un paso al frente fueron una pareja de ancianos, sus rostros reflejaban ternura pero al mismo tiempo se veía que estaban muy asustados, eso debió impulsarlos a obedecer dicho mandato.
    Cuando la pareja ya había dejado el dinero que tenían, no se si eran euros o dolares, no interesa, y se disponían a regresar a su lugar, se aproximaron un par de soldados con sus respectivas pistolas. Todos creíamos que iban a por el dinero pero estábamos equivocados, cuando llegaron al punto donde se ubicaban los ancianos les apuntaron con la pistola en la cabeza y dispararon sin vacilar. Aún puedo ver y sentir la sangre saliendo de sus cuerpos ya inertes, la sensación que sentí en ese instante, veo el polvo que levantaron al caer al suelo y escucho en mi mente las risas de los soldados después de la ejecución. También sigo sin entender como personas como yo o como cualquier otro pueden llevar a cabo estos actos de violencia sin sentido.

Cuando los cuerpos inertes de los dos ancianos tocaron el suelo, Meller o como prefiero llamarlo, el hombre con corazón de hielo, tomo la palabra.

  • ¿Alguien más tiene algo para entregar?- preguntó, pero nadie hizo ningún movimiento, todos se quedaron callados y esperando a que todo terminara- Bueno creo que eso es todo, como ven a sus al rededores están rodeados de una cerca electrificada, no intenten salir, les puedo jurar por mi vida que si alguno se hace el listo y es sorprendido intentando escapar se le introducirá una bala en la cabeza como a estos dos viejos ¿quedó claro?- pero nadie respondió, todos temían que al primero que hablara se lo fucilaría.- Soldado lleve a la basura y póngales sus ropas.
  • Si, señor- le respondió un hombre de más o menos mi edad- vengan conmigo, callados.

Nos llevaron hasta un galpón que estaba detrás del edificio, allí nos dieron a cada uno una remera, un pantalón y una frazada, todo era blanco con rayas grises, se parecían mucho a un piyama. De allí nos trasladaron a una carpa donde nos tatuaron una serie de números, a partir de ese momento me llamaba 13654, eso fue lo más doloroso. Me han ofrecido a lo largo de los años quitarme este maldito tatuaje pero prefiero llevarlo en la piel para recordar que la vida no es tan justa como debería y que hay gente capaz de todo por obtener poder.
Luego nos dijeron que nosotros deberíamos construir nuestras propias barracas, entre otras cosas, que por el momento dormiríamos a la intemperie, sería mejor que fuéramos efectivos en nuestro trabajo porque el invierno estaba muy cerca.
Para ese entonces ya se había hecho de noche así que nos dividieron en tres grupos de quinientas personas aproximadamente, uno estaba compuesto por mujeres, el otro por hombres jóvenes y por último el grupo de los ancianos.
  • Mañana cuando salga el sol comenzarán a trabajar, el grupo de mujeres tendrá un trabajo que consistirá en extraer la arena del foso que rodea la fortaleza de Breendonck y la transportarán en carretilla al otro extremo donde la utilizaran los ancianos para construir un muro que rodee el campo, este muro será construido junto a la cerca. Y por último los hombres se encargarán de hacer lar barracas, pero tienen un límite de tiempo que será de un mes para terminarlas, de lo contrario se encargarán de otra tarea y pasarán frió este invierno- dicho esto nos señalo a que parte deberíamos ir para pasar la noche y se retiró sin decir más nada.
La primer noche fue la peor, era deprimente escuchar a las mujeres, ancianos y hombres llorar, algunos se dedicaron a rezar, otros intentaban consolar a sus amigos o familiares, en lo personal ya había pasado por mucho y todas las situaciones por las que pase me hicieron ser un hombre más frió y en lo único que pensaba era en como hacer para escapar de ese maldito lugar. Recuerdo que casi no pude dormir y las horas pasaban muy lentamente, cuando por fin había logrado dormirme salé el sol y los soldados dispararon cinco veces al cielo, cuando cesaron los disparos ya estaban todos los prisioneros de pie esperando indicaciones.
Luego se nos acercó Meller y nos habló con mucha crueldad.
  • Veo que descansaron bien, es hora de pagar por sus crímenes a la humanidad, hace años deberían de haberse extinguido animales como ustedes pero como dice el dicho mejor tarde que nunca. Ya le les ha informado las tareas que deben realizar cada uno de ustedes, así que no va ser necesario que gaste más palabras innecesariamente. A trabajar!- grito y cada uno se concentro en su labor.

Desde hace una semana que no veía a Hanna, no sabía sobre su paradero o si se encontraba bien y eso me estuvo dando vueltas en mi cabeza. El primer día de trabajo fue duro pero logramos progresar mucho, eran necesario construir unas veinte barracas para que los mil quinientos reclusos pudiéramos dormir bajo techo y solo teníamos un miserable mes para construirlas.
Cuando se cumplió el tiempo límite para terminar las barracas nosotros habíamos logrado construir diecinueve de las veinte necesarias para poder vivir, creímos que podrían darnos una semana más para terminar de hacer la última pero no fue así.
La alimentación allí era escasa y en ocasiones inexistente; si había suerte se distribuían al día para desayunar cien gramos de pan, el cual debíamos cuidar como si fuese oro, con dos dos raciones de bellotas asadas, al mediodía dos raciones de sopa y por la noche otros ciento veinticinco gramos de pan y repetición de la doble ración de bellotas asadas, pero si no recibíamos alimento alguno, nos veíamos obligados a comer césped o plantas.
El invierno se apodero de todo, el frió era despiadado, nuestras habitaciones no tenía calefacción, aunque de vez en cuando se nos permitía la colocación de una estufa, pero ya era costumbre que los prisioneros durmiésemos pegados los unos a los otros para no perder el calor corporal; gracias a ello atraíamos a las chinches y cucarachas que se pegaban a nuestras ropas.
La higiene allí no era buena, se nos permitía el lavado diario de manos o caras pero las duchas, siempre heladas, eran generalmente de carácter semanal o mensual. Por eso era muy común que los prisioneros, los cuales tenían algún accidente al trabajar, se les infectarán sus heridas, aunque fuesen mínimas.
Al terminar el mes y no habernos dado una semana más para terminar la última barraca se nos asigno la tarea de construir, juntos a los ancianos que cada vez eran menos, ya que no podían aguantar el esfuerzo que exigía tal tarea, de levantar el muro que rodeaba el campo, esté estaba aún en sus inicios, no avanzaba muy rápido y eso hacía enfurecer a nuestros captores.
En ese primer mes no hablé mucho con Ismael, pero si lo observaba, se lo veía triste como a todos los demás pero había algo que lo diferenciaba del resto, él ya se había rendido, ya no quería saber nada con la vida que tenía o que le había tocado tener, se había abandonado a si mismo, no le interesaba si vivía o moría, quizá debería haber intentado consolarlo pero no lo hice, cada día me hacía más frió, mi corazón se llenaba de odio y lo único que pasaba por mi mente era mi sed de venganza.
Se nos había prohibido tener contacto con los prisioneros de las barracas de mujeres y de ancianos pero esa regla se estaba debilitando cada día más ya que al habernos puesto a trabajar en la construcción del muro teníamos interacción constante con los demás prisioneros.
Un día, cuando de forma primitiva e inhumana, levantábamos el muro a mano pude ver que se acercaba Hanna con una carretilla cargada hacía mi posición.

  • Aquí tienes- me dijo sin poder reconocerme.
  • Hanna, soy yo- le respondí sin levantar la voz, aunque en ese momento no había ningún guardia cerca.
  • ¿Isac, eres tú?
  • Si, soy yo- y lo que ocurrió luego me desconcertó por completo. Al oír la confirmación de quien era, se abalanzó hacía mi, me beso muy profundamente y luego quedo abrazada a mi cuerpo por unos cinco segundos.
  • No lo puedo creer, no sabia que pensar, llegué a creer que estabas muerto o quien sabe que.
  • Estamos bien, no es que aquí se viva de maravilla pero nos las hemos arreglado para sobrevivir- fue lo único que se me ocurrió decir, aunque en mi mente solo estaba pensando en el beso que me había dado.
  • Me alegro, mira es peligroso que estemos hablando aquí, ¿tienes papel y lápiz en tu barraca?- me hablaba de forma rápida y eso provocaba que sea difícil entender.
  • Conseguiré ¿por?
  • Mira, escribime tu situación y la de Ismael, mañana volveré aquí y me la darás, luego te la responderé y así hasta que podamos estar juntos- y se fue sin decir más nada.
Fue tan extraño y al mismo tiempo rápido, no pude asimilar lo que había sucedido en esos cinco minutos hasta después de unas horas, pensé primero en ella, en como se veía, pude notar que había adelgazado y eso me entristeció, pero se la notaba con energía y con un humor agradable para el lugar en que estábamos. Luego pensé en el beso que había recibido y eso fue lo mas extraño de toda la situación. También me cuestioné si sentía algo por ella, era evidente que si, pero no sabia si era solo amistad o era algo más fuerte que eso, también se que el beso fue el mejor que había recibido en mi vida y eso tenía que significar que algo sentía pero era difícil saberlo, me encontraba en un campo de concentración, estaba siendo esclavizado y cada día estaba más débil, así que no creo que fuese el momento más indicado para pensar en el amor, aunque ese asunto no dejo de darme vueltas en mi cabeza, así que decidí en la noche hacer la carta que me había solicitado.
Fue difícil expresarme, hacerle llegar a través de palabras lo que sentía y por lo que estaba pasando, pero lo intenté, no creo que haya sido la mejor carta de mi vida, pero para las circunstancias era aceptable.

En ella escribí:


Hanna:

Nosotros estamos bien, creo que podría ser peor, mucho peor. Si bien no todos los días comemos, en nuestra barraca se ha implementado un sistema para cuando sucede esto, consiste en que de cada día se guarde unos pocos gramos de pan y se esconda en unos hoyos escondidos en el piso, que creamos cuando construimos estas barracas, quizá no los hayan encontrado ustedes aún, pero búsquenlo les será de ayuda, si al otro día tenemos la suerte de que nos alimenten nos comemos el pan del día anterior y guardamos un poco del nuevo, y así día tras día. No es que no pasemos hambre cuando no nos dan el alimento, pero si nos ayuda a sobrevivir, hay veces que nos vemos forzados a comer pastos o plantas pero si es necesario estamos dispuestos a todo para vivir.
Ismael está cada vez peor, no solo físicamente, al igual que todos, sino que él ya se ha rendido y no se que hacer para que vea que podemos sobrevivir y que no debemos dejarnos vencer por ellos, tienen que darse cuenta que somos fuertes y no dejaremos que nadie nos destruya.
No se que más decir aunque tengo la sensación de que puedo escribir un libro con lo que ya he vivido. Más bien me preocupa tu situación. Luego quizá pueda explayarme más.

Isac.


Luego de haber terminado de escribir, guarde la carta dentro de mis calcetines e intente conciliar el sueño, una hora más tarde pude dormir. Con el paso del tiempo nos fuimos acostumbrando a despertar en sincronía con el sol, el frió cada vez era mas intolerable, había noches en las cuales podíamos dormir cada uno en su cama pero otras que no y nos apretábamos unos con otros para conservar el calor.
Cuando desperté pude ver como dos guardias armados se llevaban a diez hombres de mi barraca, todos estaban enfermos o con alguna lesión grave. Cuando se fueron me levanté y fui corriendo hacía la ventana y pude ver como los arrodillaban uno por uno y les disparaban en la cabeza. Si bien esas escenas ya no me provocaban tanta tristeza y no me parecían tan brutales, sí hacían crecer el odio que tenía dentro. Después de ver aquello solo derrame un par de lagrimas en silencio por mis amigos muertos, cinco de ellos judíos, dos negros y tres testigos de Jehová.
La jornada laboral de ese día fue diferente a las anteriores, estaba ansioso e ilusionado, esperando la llegada de Hanna para entregarle mi carta. El tiempo pasaba y no aparecía por ningún lado. Cuando ya era mediodía apareció con su carretilla cargada de arena, la vi e intente disimular la emoción que sentía ya que cerca de mi posición estaba un soldado fumando un cigarrillo barato. Era muy difícil entregarle la carta sin que el soldado se diera cuenta de lo que hacíamos, pero lo logré. Lo que hice fue aprovechar el momento en que ella tiraba la arena al piso y tirar el papel dentro de su carretilla, ella al ver lo que hacía me dedico una sonrisa y se fue deprisa para poder esconderla dentro de su ropa.
Luego de ello no la volví a ver en todo el día, tampoco paso nada digno de mención, excepto que ese día tuvimos la suerte de poder comer y bañarnos. Por la noche pude ver a Ismael llorando en un rincón solo y sin que nadie le ofreciera un hombro en el cual llorar, tampoco lo hice yo. Ahora me arrepiento por no haber apoyado a mi amigo en ese momento que él necesitaba que su mejor amigo estuviese cerca, que le dijera que todo saldría bien. Pero mi mente estaba bloqueada y segada por el odio que se había apoderado de mi.
Al otro día amanecí emocionado y esperanzado por la carta que debería entregarme Hanna, era todo un récord que en dos días me sintiera tan bien en ese maldito reclusorio.
Ella llegó con su carretilla cargada al rededor de las once de la mañana. Esta vez me la pudo dar en la mano e intercambiamos un par de palabras, pero nada en especial. A la noche, después de trabajar, corrí a mi barraca y leí la carta. Aún conservo todas y cada una de las cartas que me entregó Hanna en ese lugar.

La misma decía:


Querido Isac:

Por aquí no está todo muy bien, si bien en lo que tiene que ver con la comida estamos en la misma situación que ustedes (por cierto gracias por lo del escondite nos será muy útil), hay días que comemos y hay días en que no, pero hemos podido aguantar. Lo que no podemos aguantar es que estos malditos vengan y se lleven mujeres para violarlas, hablan mucho y dicen que somos basura, que no merecemos vivir y que en cualquier momento nos van a fucilar y luego vienen cuando están necesitados y se llevan a una de mis chicas. Es indignante y triste. Ya son diez las chicas violadas, no tienen más de veinticinco años de edad y están muy asustadas, a más de una las han violado en repetidas ocasiones y ya no aguantan más. Una de ellas, la que había sido violada más veces, prefirió la muerte y salió corriendo hacia la cerca, pensando que estaba electrificada y que así moriría, pero resultó que no esta electrificada, los soldados la vieron correr y la atraparon, luego de eso la llevaron a nuestra barraca, la obligaron a practicarle sexo oral a uno de los soldados, ella al ver que su hora había llegado decidió morderle el pene a su agresor de tal forma que se lo arrancó. Lo próximo que paso fue muy triste, la apalearon hasta que estaba moribunda en el suelo, la pusieron de pie e hicieron que veamos como con un cuchillo le cortaban el cuello. Fue la peor escena que presencie en mi vida, luego de eso no pude hablar hasta el otro día. Ahora las violaciones no son muy frecuentes, pero se siguen dando de vez en cuando.
Mientras escribo estas palabras no puedo dejar de llorar y desearía tenerte a mi lado para que puedas abrazarme y decirme que me sacaras de aquí.
Me imagino que estarás confundido, claro está que hablo del beso, y no te reprocho que estés así. Pero quiero explicarte el porque de dicha acción. ¿Recuerdas la vez que Meller te apaleo hasta casi matarte? Bueno yo intervine y él me golpeo, pero no podía seguir viendo como te mataba, ahí me di cuenta que me estaba enamorando de ti, y al verte no pude aguantar las ganas ni el deseo de besarte y sentirte cerca mio. Quizá creas que no es algo del otro mundo pero quiero que sepas que cuando estoy a tu lado me siento segura y tengo la sensación de que podremos superar esta situación que nos está tocando vivir a nosotros y a nuestro pueblo. Perdón si te incomode con estas palabras y el beso pero no lo puedo controlar.
Ahora quiero hablarte de Ismael, por lo que me has contado él está devastado, que ya se ha rendido. Pero quiero que sepas que él se siente culpable porque nosotros estemos en este lugar, piensa que era su obligación mantenernos a salvo ya que es el mayor y fue quien organizó toda nuestra huida. Solo te pido que no lo abandones, apoyalo, dale fuerzas para seguir, se que es difícil apoyar a los demás cuando ni siquiera podemos con nosotros mismos, pero espero que estés a su lado, eres es más indicado.
No quiero agobiarte más, espero que puedas responderme rápido y que estés bien.

Te quiere Hanna.


Luego de leer la carta necesité tiempo para poder comprender todo lo que en ella decía, era demasiada información la que me había dado y quería pensar y entender cada una de ellas.
En primer lugar quedé muy preocupado por la cuestión de las violaciones, no me sorprende pero si me preocupaba. En segundo lugar comprendí que no estaba actuando bien en relación a la situación que estaba viviendo Ismael. No estaba siendo un buen amigo, el odio me estaban segando, por ello decidí que debía ayudarlo a superar lo que estábamos viviendo.
Cuando creí que ya había comprendido todo, le escribí la respuesta. En ella exprese:

Hanna:

Lamento y me preocupa su situación pero al mismo tiempo no me sorprende. Debemos hacer algo, estoy convencido que debemos tomar cartas en el asunto antes de que muera más gente, también se que es muy difícil tomar medidas que puedan mejorar nuestra situación pero es necesario, ya pensaremos en algo.
En relación a Ismael debo confesar que no actué como un buen amigo, estoy segado y quiero ver morir a cada uno de nuestro torturadores, pero tu carta me ha hecho entender que debo preocuparme por cosas más importantes que mi venganza. Ayudaré a Ismael en lo que pueda, intentaré levantarle el animo y que nos ayude a crear un plan para salir de esta como la última vez. Cuando piense en algo te lo haré saber.
Cambiando de tema, ame tu beso, si lo ame, creo que estoy sintiendo cosas por ti que nunca imaginaría que sentiría por alguien. Es una realidad, si bien no podemos estar juntos en este maldito lugar, te prometo que ya llegará ese momento en el que podremos acostarnos en una playa, sin sentir miedo ni tener que estar cuidando nuestras espaldas.
Se que tenemos mucho de que hablar, pero no se como decirte todo por medio de un simple papel, esperemos que no descubran nuestro sistema de comunicación. Si pasa algo procura contarme. Isac.
Debo confesar que en ese momento le mentí a Hanna sobre mis sentimientos, pero creí que ha ella le sería más fácil sobrellevar su estadía en ese lugar creyendo que podríamos estar juntos. Si bien creía que era muy atractiva y sentía mucho cariño por ella, en ese momento no la amaba, pero haría todo lo posible para hacerla sentir mejor. El amor es una herramienta muy útil en momentos difíciles y en ese momento aproveche esa herramienta para hacerla sentir mejor.
Al otro día le entregué la carta sin dificultad alguna y se marcho como siempre, lento y caminando muy torpe a causa de la carretilla.


CAPITULO CUARTO 

Aún recuerdo la fecha exacta que cumplimos un año en el campo de concentración de Breendonck, ese día fue el veintiocho de noviembre de mil novecientos cuarenta y uno. El mismo fue festejado por los soldados y sufrido por los reclusos. Se llevaron a cabo los festejos correspondientes por el aniversario de la llegada de los prisiones y ese fue el día que se inauguro la primer cámara de gas en nuestra prisión.
En ella se ejecutaron a más de quinientos reclusos, estos no sentían dolor alguno al morir, antes se aletargaban en un sueño mortal carente de dolor físico, aunque brutal por saber que iban a morir. En ese momento nadie sabia que pasaba con los prisioneros, pero años después, gracias a un soldado ruso, me enteré que eran y para que se utilizaban dichas cámaras.
En el transcurso de ese año construimos las diecinueve barracas, el muro que rodeaba el campo y un habitáculo de madera que media aproximadamente unos veinticinco metros cuadrados, ese habitáculo resultó ser la cámara de gas.
Nadie entendía porque hicieron desaparecer a tantos prisioneros, ya que nos faltaba mano de obra y la producción iba muy lenta, pero luego nos dimos cuenta que querían hacer espacio para traer nuevos reclusos. En el correr del año habían muerto muchas personas, principalmente ancianos y mujeres, algunas de estas mujeres eran empujadas al foso del cual extraían arena y las dejaban morir allí. También se dieron fusilamientos para vengar al soldado que le habían extirpado el pene y una vez se ahorco a cinco mujeres, nunca supe porque razón.
En el momento que llegué al campo pesaba al rededor de unos sesenta kilos, pasado un año solo pesaba cuarenta de los sesenta al entrar, con el tiempo mi salud empeoraba más y más. Sabia que debía hacer algo pronto o no soportaría otro año. Todos teníamos la esperanza de que se terminara la guerra o que por lo menos que Estados Unidos atacara a la Alemania Nazi, pero eso no pasaba. Mis colegas y amigos morían o enfermaban con el paso del tiempo. Fueron tantas las tragedias vividas que aprendí a no hacer ni crear vínculos fuertes con las personas que no conocía, ya que luego sufriría si les pasara algo.
En el transcurso del año continué fingiendo que amaba a Hanna pero llegó un momento en el que me enamore perdidamente de ella. La amaba de tal forma que era capaz de dar la vida por esa mujer. Y por dicho amor fue que cometí un homicidio...
Una mañana, una semana o dos después de los festejos por el aniversario de nuestro campo, mientras trabajábamos haciendo nuevas barracas observé a los lejos que se acerca una multitud de personas, todos tristes, sucios y hambrientos. Cuando por fin entraron por el portón principal, custodiado por tres soldados fuertemente armados, pude ver de cerca a los recién llegados. Entre ellos habían niños llorando y abrazados a sus madres, mujeres con un aspecto deprimente y hombres que en sus ojos se reflejaba el terror que sentían. Ya no había más diferencias entre hombres, mujeres y ancianos, todos podían estar y trabajar con quien quiera, esto se debía a la cantidad de muertes que hubo en un año y sí se diferenciaban a las personas para cada tarea siempre faltaba mano de obra y la producción era extremadamente lenta. A partir de ese suceso Hanna comenzó a vivir en la misma barraca que yo.
Ismael, de a poco fue volviendo a ser el que era antes. Por suerte recapacité a tiempo para poder ayudarlo, fue muy difícil, él ya había perdido toda esperanza y por ello casi pierde la vida. Con la llegada de Hanna a nuestra barraca, Ismael se recupero completamente y pudo ayudarnos para idear el plan que nos sacaría de ese lugar.
Primero decidimos con Hanna, a través de cartas, que era necesario mejorar nuestra calidad de vida allí, cada vez le importaban menos a nuestros captores si comíamos o no, eso llevó a que pasáramos mucha hambre y mucha gente muriera. 
Con ella nos turnamos para escapar por las noches de nuestras barracas y escondernos muy cerca de la cocina, que utilizaban los soldados para comer. En esas noches de vigilancia descubrimos que la cerraban al rededor de las doce de la noche y la abrían a las seis de la mañana. Cada una semana les llegaban un cargamento de comida con pan, leche en polvo, verduras, carne, etc. De día sería imposible entrar y robar algo para comer, pero de noche era mucho más probable que nuestro plan funcionara. También pudimos descubrir que los soldados destinados a la guardia nocturna muchas veces no salían a recorrer el campo y se quedaban jugando cartas o escuchando radio en sus cacetas. En ese año habían construido, los soldados, dos torres de diez metros de altura con un reflector cada uno, para vigilar el campo, un soldado controlaba el reflector y si había movimiento otro soldado con un rifle de caza ejecutaba al prisionero que rondara a esas horas, eso pasó dos veces y en ambas ocasiones el recluso intentaba escapar pero nunca lo lograba.

  • Creo que llegó el momento de actuar- le dije a Ismael después de contarle toda la información que habíamos recolectado.
  • ¿Estás seguro, Isac?
  • Sí, lo estoy, no quiero que Hanna sepa nada, sé que si le decimos lo que pensamos hacer ella querrá participar y no permitiré que le pase nada.
  • Estoy contigo amigo, ¿cómo quieres hacerlo?
  • Es peligroso, pero necesitamos comida si queremos tener fuerzas para salir de esté lugar. Como ya sabes a las doce cierran la cocina con candado y cadenas, pero atrás de ella hay una ventana que está muy floja y la podremos sacar sin problemas- mientras le contaba mi plan a Ismael, yo estaba muy acelerado, al mismo tiempo sentía una emoción en el pecho que me excitaba y me decía que continuara con ello- también tiene una reja pero se que la podremos pasar, gracias a nuestro estado físico. Cuando uno de los dos esté dentro se encargará de reunir la comida, esta debe ser de poco tamaño y que nos proporcione energía ya que la necesitaremos.- Ismael escuchaba con mucha atención cada una de mis palabras y cuanto más decía, más se convencía de que era un buen plan- luego el que esté dentro le pasará la comida al de afuera, huiremos por el mismo camino que vayamos y esconderemos la comida en el hueco debajo de nuestras camas. 
  • Me parece bien y confió en vos, ¿cómo haremos para llegar hasta la cocina sin ser detectados por los guardias?- sabía que me preguntaría eso y ya tenía la respuesta preparada.
  • Las noches que hace frío los soldados no salen hacer la guardia, entonces iremos cuando haga frío. Y por la cuestión de los reflectores no te preocupes, ellos vigilan los alrededores, es decir el muro y la cerca, ya que todo aquel que salé por la noche pretende escapar, y nunca imaginaran que pensamos robarles.
  • ¿Lo que me estas diciendo es que iremos por el centro del campo para llegar a la cocina?- Su cara cambio de satisfacción a horror.
  • Exactamente – le dije con una sonrisa de oreja a oreja.
  • Pero es un plan suicida.
  • No, no es suicida, es usar la lógica, nunca sospecharán que queremos acercarnos a ellos ya que les tememos, nunca pensarán que alguien en vez de huir les hará frente- vi en su rostro que no lo estaba convenciendo, así que utilice mi última carta- amigo confía en mi. Todo saldrá bien. Podemos esperar aquí a morir de hambre o que nos maten o podemos ir y hacer algo para salvar nuestras vidas.
  • Sabes que estoy contigo y haré lo que sea necesario para salir de este infierno.
A continuación nos dinos un fuerte abrazo y juramos que saldríamos de ese lugar juntos.

  • Recuerda, ni una palabra a Hanna- le dije después del abrazo y muy serio.
  • Claro no le diré nada. Tranquilo.
Luego nos fuimos a dormir, a esa altura del año aún no hacía tanto frío como para dormir todos juntos, pero yo igual compartía mi cama con Hanna. Al acostarme le di un beso y le dije que la amaba.
Podría decir que ya no era el chico asustado que se escondía en su sótano esperando a que todo terminará para poder salir y continuar con su vida cómoda y sin estrés. Ahora era un hombre fuerte, frío y decidido a hacer cualquier cosa para poder vivir. También gracias a Hanna aprendí a controlar mis emociones, a reprimir mi odio y concentrarme en cosas más importantes, por ello pude ayudar a Ismael a salir de su depresión y a ser más paciente. Sabia que en cualquier momento tendría mi venganza, que era cuestión de esperar y ser inteligente.
Les acabo de contar parte de mi transformación, del porque me había convertido en lo que era, pero si bien muchas cosas que vi me marcaron, la causa principal fue el homicidio.
Una tarde, cuando aún trabajábamos construyendo el muro, me tocó la zona de la fosa, donde Hanna sacaba arena para dicha construcción, ya era muy tarde y nuestra jornada estaba por finalizar.
Cuando nos preparábamos para volver a nuestras respectivas barracas se acerca un soldado y toma del brazo a Hanna, yo estaba escondido a unos cincuenta metros de la acción, vi que el soldado se la llevaba a unos de los baños que utilizaban ellos y ya se imaginaran que iba a suceder. Yo me lo imaginé en ese momento y corrí directo al baño. Estaba furioso, loco y dispuesto hacer cualquier cosa por ella. No había nadie cerca cuando sucedió y sabía que no me encontraría a nadie en el baño, ya que se les había prohibido a los soldados tener relaciones con los judíos. Cuando llegué a la puerta del baño frené en seco y pensé en que iba hacer, no tenía tiempo quería evitar a toda costa que el maldito tocara a mi mujer. Mi mente funcionaba al cien por ciento. Entré sigilosamente al baño y lo vi intentando arrancarle la ropa a Hanna, mientras que ella llorando se resistía. El soldado se encontraba de espaldas a la puerta así que no me vio llegar.
El maldito logró quitarle toda la ropa de la cintura para arriba, y ella lloraba desconsoladamente, cuando vio que se estaba resistiendo tanto decidió sacar su arma y la introdujo en su cabeza.
  • Puta, quédate quieta o te vuelo la cabeza- le dijo furioso. Hanna se quedo paralizada del miedo que sentía y no se resistió más pero aún lloraba desconsoladamente.
Lo próximo que recuerdo es que me aproximé por la espalda del violador y le tome la cabeza y se la partí contra el lavado, al no haberse dado cuanta que estaba yo, él no pudo hacer nada. Con el golpe quedó desmayado al instante. Cuando me propuse seguir golpeando al bastado, Hanna me toma el brazo.

  • Basta Isac, no eres un asesino, se que no.- yo estaba furioso, loco, quería matarlo y sacarme el odio que tenía dentro.
  • Hanna veté, corre a tu barraca y procura que nadie te vea.- entonces ella comprendió que no había vuelta atrás. Se fue corriendo y me dejó solo en el baño con su agresor.
En mi mente no solo estaba el odio, tenía que proteger a Hanna y si lo dejaba vivo él volvería a por ella y la mataría. Así que deje salir toda la furia que tenía dentro y comencé a estrellar la cabeza del soldado contra el piso una y otra vez. Él ya estaba muerto pero yo continuaba golpeándolo. Quedé bañado de sangre y me reía como un loco, disfrutaba del momento. Allí comenzó mi venganza y mi convertí en un asesino, no solo un asesino, era el exterminador de nazis. Así fui conocido en el futuro.
Después de quedar satisfecho y haber desfigurado al maldito me fui corriendo rumbo a mi barraca a cambiarme de ropa y esconder la que tenía manchada de sangre.
Nunca nadie supo que pasó en ese baño, Hanna tampoco me lo preguntó, pero igual no se lo hubiese contado. Ismael si me interrogó por lo sucedido y mi única respuesta fue que ese maldito no tocaría más a nadie. Cuando ellos descubrieron que habían matado a uno de los suyos, dejaron descargar su ira contra los nuestros.
Como no sabían quien era el culpable, nos hicieron formar en el patio principal, Melle caminaba de un lado a otros hasta que habló.

  • Tú- y señalo a un hombre de la primer fila- tú- señalo a una mujer de la fila siguiente. Continuo con este proceso hasta que había señalado a unas sesenta personas. - Ahora quiero que den un paso al frente y se arrodillen- todos los elegidos dieron un paso al frente y se dejaron caer al piso. Luego el hombre de corazón de hielo comenzó a caminar hasta el principio de la fila. Sacó su pistola y le dio un disparo ha cada uno de los hombres y mujeres arrodillados en la cabeza. Estos murieron al instante, quedando tendidos en el suelo, luego soltaron a unos perros salvajes que comenzaron a morder los cuerpos inertes hasta dejarlos como carne triturada en el suelo, la sangre corría por todos lados, el polvo del suelo ya no era marrón era rojo oscuro.- soldado lleve a la basura a sus basureros.
  • Si, señor. Caminen, el primero en hablar acompañara a sus amigos.- y todos caminamos lento y con los ojos clavados en el suelo. Ismael y Hanna me miraron, y en sus caras se veía la pena que sentían, no se si era por mi o por las personas muertas. Nunca lo supe...
Este hecho fue el que me cambió completamente, fue el que despojo a la inocencia de mi alma y el que dejó salir mi brutalidad. Esta es la primera vez que lo cuento y me hace sentir bien conmigo mismo, me quita un peso que llevo cargando desde hace muchos, muchos años.
Me resulta muy extraño escribir estas palabras en este momento, siempre me mantuve al margen de todo, no participe en ningún acto realizado en nuestro honor, ni en la memoria de los caídos. No se si será la tristeza, las pesadillas o que ya no quiero vivir más, pero se que debo decir por lo que he vivido y a lo que he llegado gracias a enfermos con sed de poder, dispuestos a sacrificar personas inocentes por creer que son mejores...

  • Hoy es el día, ya no podemos esperar más- le dije a Ismael una mañana al despertar.
  • Está bien, ¿cómo lo haremos?- me preguntó con cara de dormido.
  • Como lo habíamos planeado, será más seguro hacerlo entre las dos de la mañana y las tres, ya para esa hora se habrán aburrido de vigilar y se pondrán hacer cualquier otra cosa.
  • Me parece bien, ¿entonces una y media en la puerta de la barraca?
  • Sí- dicho esto cada uno se fue a su puesto de trabajo, esa mañana no nos dieron nada de comer y sospechaba que no nos darían nada en todo el día, para empeorar nuestra situación no teníamos nada en nuestra reserva de emergencia.
Al llegar la noche, luego de una extensa y dolorosa jornada de trabajos forzados se nos dio cien gramos de pan duro y una sopa fría que parecía hecha con mugre.
Se hicieron la una y media, no había visto a Ismael en todo el día y esperaba que no le hubiera dicho nada a Hanna.
  • Aquí estoy- me dijo Ismael desde un rincón oscuro.
  • Bien es hora de irnos- en ese momento no se como se sentía él, pero yo estaba excitado, con la adrenalina corriendo por mis venas, me sentía fuerte, pero al mismo tiempo no perdía de la cabeza que me estaba arriesgando mucho y que ponía en peligro la vida de mi amigo, creo que él había notado mis preocupaciones ya que me dijo.
  • No te preocupes, sé en lo que me estoy metiendo y soy responsable por lo que me pueda pasar- y me dirigió una sonrisa tranquilizadora.
  • Gracias amigo- y seguimos caminando. Cuando llegamos a la zona de los reflectores nos asustamos mucho, pero seguimos caminando con mucho sigilo, pudimos ver a los dos guardias jugando a las cartas y tomando café. Nos escabullimos sin problemas hasta la cocina.
  • Entro yo-le dije- tu espera aquí a que te de la comida.
  • Pero apúrate- su cara estaba iluminado por el resplandor de la luna, que reposaba a lo alto, sin que nadie la pudiera molestar y observando las injusticias provocadas por el hombre ignorante.
  • No demoraré, te lo aseguro.
Como imaginé, no tuve problemas para entrar a la cocina, las barras de la reja estaban a suficiente distancia el uno con el otro para que una persona, que era puro huevo, pudiese entrar. Al estar dentro pude ver los estantes repletos de comida, las heladeras llenas de carne, se ve que había llegado el cargamento hace muy poco. Tomé lo que pude, entre ellos fruta, pan, frutos secos, leche en polvo, que si bien no podríamos tomarlo caliente si sería muy bueno por el calcio, etc.

  • Toma- le dije en un susurro a mi amigo.
  • Lo tengo, sal ya-y de repente se escucha a un perro ladrar, cada vez más cerca nuestro.- apúrate que ahí vienen.
  • Corre, esconde todo eso debajo de tu cama y duérmete, yo te alcanzaré te lo juro.
  • No me iré sin ti ,Isac, sal ya!!!
  • No lo lograremos si salgo ahora, aquí puedo quedarme por un rato y salir cuando no haya nadie cerca, vete de prometo que llegaré sano y salvo.
  • Está bien pero apúrate- y se lago a toda la velocidad que pudo, yo esperaba que no lo vieran. A los cinco minutos de la partida de Ismael, pude escuchar como pasaban los dos soldados que vimos jugando naipes cuando salimos de nuestra barraca.
  • Hoy está muy frío- le decía un soldado al otro.
  • Lo se deberíamos habernos quedado jugando cartas.- le respondía su amigo.
  • Yo pienso exactamente como tú, pero no podemos descuidar nuestra guardia, ya sabes lo que le pasó al último que tuvo problemas con Meller.
  • Si, no pudo ser más traidor, se merecía terminar en el frente de la batalla.
  • Ya sabes que hay personas para todo, hay algunos que no son tan fuertes y le perdonan la vida a los animales.
  • Si, ja, ja, ja, por suerte no soy uno de esos- pude escuchar como sus risas se perdían a lo lejos, esperé unos diez minutos más pero no había movimiento alguno, los guardias se habrían quedado en su caceta.
Tomé valor y salí de la cocina, imagine que no habían atrapado a Ismael ya que no escuche ningún disparo. Al entrar lo primero que vi fue a una mujer corriendo hacía mi para abrazarme, era Hanna, Ismael la había despertado para contarle lo sucedido ya que estaba muy nervioso y asustado.
  • ¿Estás bien?- fue lo primero que dijo después de dejar de abrazarme.
  • Si, estoy de maravilla- le dije mientras me aproximé a darle un abrazo a mi amigo- lo logramos amigo.
  • Si, lo logramos, pero esto es el principio- me dijo entre lagrimas.
  • Pero el primer paso es el principal. Son batallas que nos harán ganar la guerra.
  • Eso espero- luego se fue a su cama y nos dejo solos con Hanna.
  • Pensé que me dirías, pensé que éramos un equipo y haríamos esto juntos- me dijo con mucha bronca.
  • Lo siento, pero no pensaba arriesgarte en lo más mínimo.
  • Me lo imaginaba, pero entiende que no estas solo, me vas a necesitar tarde o temprano.
  • Espero que sea tarde- luego nos besamos y fuimos a la cama.
A la mañana siguiente al despertar encontré un trozo de pan con manteca dentro de mis zapatos, envuelto en un papel viejo. Al verlo sonreí y busqué la mirada de mi amigo, pero ya se había marchado. Cuando planeamos nuestro gran golpe, habíamos acordado que él sería el encargado de administrar la comida que robáramos, en el caso de triunfar claro está.

  • Mira el regalo que nos ha dejado Ismael- le dije a Hanna mientras la despertaba con un beso en la mejilla.
  • Veo que no perdieron el tiempo anoche – me dijo con una pizca de resentimiento, pero estaba alegre.
Dividimos el pan a la mitad y cada uno se fue a su puesto de trabajo. Nos habían mandado a construir una pista de aterrizaje a las afueras del campo, ya que no se podía acceder a él por ningún otro medio de locomoción. Parecía que habría visitas...
 


CAPÍTULO QUINTO


- ¡Isac lo tienen! - su cara expresaba terror- tienes que ayudarlo, por favor- y sus ojos derramaban lagrimas.
- ¿Hanna, qué pasa? ¿A quién tienen?- mi mente estaba confusa, no entendía que pasaba. Eran aproximadamente las dos de la mañana cuando Hanna entró a la barraca corriendo suplicando ayuda.
- Tienen a Ismael, los soldados lo están apaleando en la puerta del baño- sus ojos seguían derramando lagrimas sin parar, temía por la vida de nuestro amigo.
- ¿Pero por qué?- aún estaba confuso y sin poder despegar los ojos del sueño.
- No sé, recuerdo que quería ir al baño, cuando él salía me despertó con sus pisadas. Luego escuche sus gritos a lo lejos, me aproximé y vi como tres soldados les están dando una paliza. Tienes que ayudarlo, te lo ruego- en medio de la explicación pude escuchar como mi amigo gritaba del dolor. Mientra Hanna me abrazaba excesivamente fuerte.
- Amor no podemos hacer nada, lo siento. Sería peor si vamos, nos van a fucilar.
- ¿Cómo puedes dejar a un amigo solo, abandonado mientras recibe un paliza?- pude notar como su tono paso de espanto a la decepción y sus lagrimas se iban secando de a poco.
- No entiendes, si vamos allá no solo lo matarán a él, sino que también a nosotros. Si no vamos existe la posibilidad de que lo dejen vivo, sino se reciste. Entiende, me duele igual o más que a ti, es mi mejor amigo, pero hay que ser inteligentes en estos momentos- no recibí respuesta alguna, simplemente me tomo del brazo, me llevo a la cama e intentamos dormir, pero estoy seguro que ninguno lo logro.
A la mañana siguiente sonó, como de costumbre, la trompeta que indicaba que era hora de comenzar a trabajar, en la noche no tuvimos noticias de Ismael, con Hanna supusimos que había pasado lo peor, y eso nos dolía profundamente, aunque aún sigo pensando que actué de forma correcta, debía proteger a Hanna a toda costa.
La tarea del día consistía en preparar el terreno para la construcción de la misteriosa pista de aterrizaje, básicamente se basaba en limpiar el terreno, eliminar por completo las raices de árboles y arbustos, llenar con tierra los pozos para que el terreno quede completamente nivelado, eliminar madrigueras y llenar zanjas.
A la mitad del día pude ver a lo lejos como dos soldados cargaban un cuerpo que parecía inerte por el patio trasero, como aún seguía preocupado por mi amigo tomé la decisión de arriesgarme y seguirlos. No era difícil de hacer, pero era peligroso, en cualquier momento un soldado podría verme y matarme. Pero algo en mi interior me decía que debía continuar. Mi aventura no duró mucho, pero fue suficiente para ver que ese cuerpo inmóvil, casi inerte, era el de mi amigo. Al verlo en ese estado sentí como mi pecho se hundía, también sentí como se formaba un vacío dentro de mi, que no me permitía frenar mis piernas, la rabia, el odio que tenía hacía aquellos soldados no podría describirlo con palabras. Cuando estuve a punto de entrar por la misma puerta que entraron esos malditos , sentí como un brazo me agarraba fuerte de mi largo cabello, y me tiraba hacía atrás, no me di cuenta hasta que la fuerza aplicada fue tal que quede tirado en el piso por el impulso.
- Hijo no es el momento de hacerse matar, debes tener paciencia, tu momento llegará te lo aseguro- la voz del hombre era muy tranquila y pausada, se lo veía muy flaco y sin fuerzas como a todos nosotros, pero su cara expresaba paz.
- ¿Cómo sabe usted lo qué quiero? - le respondí un tanto desconfiado y seco.
- Tus ojos lo dicen todo, he visto muchas veces esa mirada que tu tienes, una mirada fría, tensa, cualquiera que prestara atención sabría que tienes sed de venganza.
- ¿Pero cómo sabe que mi momento llegará? Perfectamente podría morir mañana ya sea de un tiro o de hambre.
- Tu día no ha llegado aún, tienes la fortaleza e inteligencia necesaria para sobrevivir, aunque solo sea para poder hacerle daño a aquellos que te están haciendo daño a ti.
-¿Cómo lo sabe?- mil preguntas se me venían a la mente en ese momento, pero la situación me había tomado por sorpresa.
- ¿Cómo lo se? Digamos que yo era como tu, en circunstancias diferentes claro, pero compartimos el mismo sentimiento. Solo déjame decirte una cosa.
- ¿Qué?
- No pienses más en ello, intenta sobrevivir, sal con vida de aquí, si sigues alimentando el odio que llevas dentro solo ganaras más sufrimiento del que ya tienes, no podrás continuar con tu vida.
- Se lo agradezco, pero en este momento no es una buena opción.
- Solamente escucha y piensa en lo que te digo. Este lugar cambia a la gente, y no vas a querer cambiar más de lo que ya has cambiado.
Dicho eso, el desconocido desapareció, como si nada, dejando en mi más dudas que certezas, cosas en las que pensar, cuestionarme a mi mismo, o mejor dicho a mi nuevo yo. Hace mucho tiempo dejé de pensar como un abogado defensor de comunistas, anarquistas, obreros, sindicalistas, es decir todo aquello por lo que vivía y peleaba, simplemente para llevarle la contra a mi padre. Para ese entonces ya era una persona completamente diferente, la vida me estaba golpeando, y no era capaz de saber si sería lo suficientemente fuerte como para devolverle el golpe. Quizá las únicas razones hasta el momento que tenía para poder seguir adelante, las razones que me daban fuerzas para seguir eran proteger a Hanna y vengarme de aquellos que me estaban haciendo daño, los mismo que me quitaron todo, mi carrera, mi hermano, mi vida... Gracias a ese extraño pudé reflexionar, pensar que era lo correcto y como debía actuar, que pasos serían adecuados de ahora en más.
Luego de todo aquello volví a mi puesto de trabajo, distraído, pensando en Ismael y rogando a Dios por la seguridad de mi amigo. Cuando por fin llegué, vi a unos diez metros de mi posición, muy cerca del tejido que nos separaba del exterior, algo que me llamó mucho la atención. No podía apreciar muy bien que era, así que decidí acercarme un poco más. Al ver que no había ningún guardia cerca me asome con intriga para ver que había allí. Cuando lo vi me llevé una gran sorpresa, lo que allí se encontraba era un perro, un perro con manchas negras en su cuerpo blanco, era un dalmata de no más de tres años de edad, se lo veía débil, su piel estaba pegada a sus huesos. Al verme movió de forma entusiasta su cola, con desconfianza me aproximé y le acaricié su cabeza flaca. Fue tal la ternura que me causo esa pobre criatura que, en contra de mi instinto y abuzando de mi suerte, lo tomé en mis brazos y corrí lo más rápido que pude, mejor dicho lo más rápido que mis piernas y mi desnutrido cuerpo me permitieron, hasta mi barraca, acosté al animal en la cama que compartía con Hanna, le di un trozo de pan, lo tape y volví corriendo a mi puesto.
Al finalizar la jornada volví a mi barraca con la esperanza de que el perro siguiera allí, al llegar vi como Hanna acariciaba a la criatura y al verme puso una cara muy picara y cómplice.
- ¿Isac, tienes algo que ver con esto?- no era necesario ni responder a esa pregunta, pero igual lo hice. Puse mi mejor cara de ángel y le conté todo, desde mi aventura siguiendo a los guardias que llevaban en sus brazos a Ismael, mi encuentro con el viejo sabio y el rescate a esta pobre criatura.
- Sé que no es el momento para rescatar animales de una inminente muerte, no tenemos ni para comer nosotros, y menos podemos arriesgarnos a tener un perro en nuestra barraca, pero no puede evitarlo, al verlo ahí tirado en el tejido, moribundo y solo no lo pude evitar- ella me entendía a la perfección, sabía los riesgos que corríamos al tener un animal allí, pero no puedo evitar sonreírme y darme un beso profundo, húmedo y largo.
- Bueno si es una locura, pero yo tampoco hubiese podido dejar a tobi allí tirado.
- ¿Tobi?- le pregunte algo confundido- ¿ya le pusiste nombre?
-No, así se llama- y me señalo el collar que el perro tenía en su cuello. El parecer en el momento de rescatarlo no vi que tenía un collar con su nombre escrito en una plaqueta de plata.
- Así que te llamas tobi eh, bienvenido entonces- le decía mientras le acariciaba con ternura detrás de su oreja.
Luego de eso nos fuimos con Hanna a hacer cola como todos los días para ver si nos daban algo de comer.
Pasaron un par de días y nuestra situación no cambiaba mucho, la pista de aterrizaje estaba en pleno auge, el terreno estaba en condiciones para ser marcado y empezar a utilizarse. No sabíamos nada de Ismael hasta que una noche, cuando la misma ya estaba muy avanzada, escuchamos ruidos cercanos a la puerta. Eran voces que se aproximaban, y cada vez sonaban más fuerte hasta que se frenaron en seco en la puerta de nuestra barraca.
- Déjenlo ahí y volvamos.
- Si, señor.
Cuando ya habían pasado unos dos minutos y no se escuchaba más nada nos apróximamos lentamente a la puerta y con mucha cautela para ver que estaba pasando, al llegar vimos que en medio de a noche y con la débil luz que nos proporcionaba la luna vimos un cuerpo tirado en el piso, se oía como respiraba con lentitud y mucha dificultad.
- ¡Isac, es Ismael! - al decir estas palabras Hanna corrió hasta llegar a donde estaba nuestro amigo, cuando también yo estuve a su lado pudimos ver con dificultad su cuerpo apaleado. Después de llevarlo a su cama y sentarnos junto a él, intentamos hablarle, pero lo único que recibimos eran débiles silbidos que intentaban ser palabras.
- Duerme amigo, mañana hablaremos.- dicho esto me fui a acostar junto a nuestro nuevo amigo. Hanna decidió quedarse junto a Ismael para cuidarlo el resto de la noche.
Al día siguiente ya se sentía mejor e intentamos entablar una conversación con él, pero esta vez no fue en vano. Recuerdo las palabras exactas que dijo esa mañana:

'' Desperté a mitad de la noche, tenía ganas de de ir al baño así que me levanté y fui. Al salir vi como dos soldados me seguían el paso, creí que me matarían, aunque no estuvieron muy lejos de hacerlo. Me apalearon sin piedad, hasta que perdí el conocimiento por completo. Al rato desperté a raíz de un baño en agua helada que recibí por parte de los mismos soldado que me habían golpeado, solo que ahora no solo eran solo los soldados que me raptaron sino que también estaba Meller, y dos más. A penas vieron que ya tenía mis ojos abiertos comenzaron a golpearme de nuevo, yo no entendía absolutamente nada, ni porque me habían llevado allí, porque estaba atado de pies y menos porque me golpeaban sin parar.
- ¿Quién fue el que nos robo comida hace ya algunas noches? - el que hablaba el Meller, con un rostro lleno de odio y sus ojos inyectado en sangre.
- No se de que me habla señor.- le respondí lentamente.
- Sabes de lo que hablo, solo di quien fue que robo la comida y te perdonaremos la vida.
- Se lo juro no se nada- yo lloraba descontroladamente.
- ¿Seguro?
- Si, señor.
- Bien, bien entonces señores ya saben que hacer.
Y siguieron golpeándome sin piedad, hasta que volví a perder el conocimiento. Al otro día me trasladaron a otro galpón que creo que estaba en el patio trasero, pero no lo recuerdo muy bien, ya que en el viaje logré abrir solo en una ocasión los ojos, pero no puedo confiar en lo que vi ya que en mi mente tengo imágenes de haberte visto a ti, Isac.
Cuando entramos en el galpón me hicieron desnudar por completo y me sentaron en una silla, por alguna razón la misma estaba rota abajo, aunque luego descubrí el porque. Lo primero que hicieron fue volver a tirarme agua encima, como para despertarme, aunque les puedo asegurar que estaba bien despierto, luego me volvieron hacer la misma pregunta que me hizo Meller, y mi respuesta fue la misma. Al parecer esperaban que dijera eso, así que uno de los soldados se arrimo hasta la puerta, la abrió y un hombre que no pude identificar le dio una cuerda muy gruesa y que en su extremo tenía una bola casi del tamaño de un balón de fútbol sala. Al parecer mis captores tenían un poco más de humanidad que nuestro general, así que me volvieron a preguntar una vez más.
- ¿Quién fue el que nos robo comida hace ya algunas noches?
- No se de que me habla señor- les volví a responder.
- Última oportunidad, no me haga lastimarlo más. - en su rostro pude ver que el hombre no me quería hacer daño, pero tenía miedo, no miedo a mi, sino que miedo a sus superiores, a que lo mandaran al frente de la batalla a una inminente muerte.
- Señor no le miento, le digo la verdad- estaba dispuesto a que me mataran antes de decirles que habíamos sido nosotros quienes habíamos robado esa comida.
- Discúlpenme usted entonces- y me deja solo allí por unos segundo mientras va a hablar con alguien afuera- Abelard, ya sabe que hacer.
- Si, señor- respondió un muchacho joven, el cual tenía en sus manos la cuerda que había visto hace unos segundo atrás. Luego de eso solo recuerdo como la bola de cuero que estaba en el el extremo de la cuerda se abalanzaba cada vez más rápido y se metía por debajo de mi silla, ahí vi cual era el objetivo de la silla rota, era para que la bola pudiese chocar con violencia contra mis testículos. Después del tercer golpe volví a perder el conocimiento. Cuando desperté de nuevo seguía atado a esa silla, desnudo, pero solo. De vez en cuando se acercaba un soldado y me tiraba comida por la puerta, hasta el día de ayer que decidieron dejarme ''libre'' aquí. ''
Luego de que Ismael nos contara todo esto, yo no supe como mirarlo, no me daban las palabras para expresar lo que sentía en ese instante, una mezcla de agradecimiento, horror, tristeza y admiración. Lo único que pude hacer fue ir y abrazarlo muy fuerte.
- Eres muy valiente amigo- le dije mientras los tres derramábamos lagrimas, no solo eran lagrimas de tristeza, sino que en ellas se mezclaba la alegría de estar todos juntos, el cariño y amor que nos sentíamos, la esperanza renovada de poder salir de ese lugar juntos. Pero de la nada en ese abrazo fraternal entres los tres, siento en mi pierna que algo me roza, cuando miro para abajo pude a ver a Tobi junto a nosotros queriendo participar de ese momento de pura ternura y fraternidad.
- ¿QuiÉn es nuestro nuevo amigo?- pregunto asombrado Ismael.
- El es Tobi, lo encontré tirado en el tejido y me lo traje.
- Estás muy loco Isac- y los tres comenzamos a reír.
Los días continuaron pasando como hasta ese entonces lentos, tediosos, sufridos y tristes. Cada vez se hacía más difícil idear una forma para poder escapar de ese lugar, la comida que habíamos robado se estaba agotando y si no nos dábamos prisa y tomábamos la decisión de actuar, solo nos quedaban dos opciones, rendirnos y dejar de pelear por nuestras vidas o robar más comida, en ese momento veía mas factible la primer opción...
Una semana después la pista de aterrizaje ya estaba terminada al fin, y comenzaban a rondar rumores, al principio pensamos que el objetivo de la misma era facilitar la llegada de las provisiones, o de los nuevos soldados, pero al parecer no sólo era ese su cometido, habría una visita importante. A los soldados se los veía entusiasmados, alegres. No nos maltrataban tanto como antes, y hasta las comidas eran más regular.
Por fin una tarde logré sacarme la duda y saber que estaba pasando. Mientras trabajaba pude escuchar una conversación entre dos soldados de categoría baja, que hablaban con entusiasmo.
- ¿Es verdad entonces?- le decía uno rubio a otro- ¿ya está confirmado?
- Si, está todo pronto, la próxima semana nos visitará- el tono de ambos era muy alegre, y no paraban de sonreír.
- Según Meller nos aumentaran de grado a todos.
- Eso sería muy bueno, en nuestro caso dejaríamos de estar en la lista de los primeros para ir al frente de la batalla.
- Es un tema que no me deja dormir en paz, saber que en cualquier momento podrían llamarnos y sería una sentencia a muerte.
- No hay que verlo de esa manera- no sonaba tan convencido pero se veía de lejos que intentaba animar a su amigo- hay que sacrificarse por la patria, ya saber que dice nuestro líder, nuestra raza debe prevalecer por encima de las otras.
- En eso tiene razón, pero nadie quiere morir, menos yo.
-Lo sé, lo sé, esperemos que no tengamos que pasar por eso- dicho esto miro su reloj y dijo- mejor volvamos a nuestra guardia si no queremos darles excusas para mandarnos al campo.
- Tienes razón, nos vemos para la cena.
Y cada uno se fue por su lado. Ahí me di cuenta que la visita sería el fuhrer en persona, la razón de todo, y por quien estábamos todos allí. En ese momento miles de cosas pasaron por mi mente, pero la más tentadora era la de vengarme de una vez por todas, era mi oportunidad, lo que estaba esperando desde que tuve que escapar de mi hogar. Pero no era la única opción, podríamos aprovechar el importante evento para escapar y no volver nunca más, aunque estaría tirando toda mi venganza por la borda, perdiendo así la oportunidad de matar a todos los que me hicieron daño, no sólo a mi, a Hanna, Ismale, mi hermano y millones de personas más. A demás ¿quién podría asegurarme que lo lograríamos? ¿Podríamos llegar a algún sitio seguro? ¿Y si en el camino no nos encontraríamos con algún soldado y nos fusilara allí mismo a los tres?
Mientras más pensaba en ello, más tentadora era la idea de quedarme e idear un plan para eliminarlos, sabía que hiciera lo que hiciera era seguro que iba a morir, pero en ese entonces en mi mente predominaba la idea de llevarme a la mayor cantidad de ellos conmigo como me fuese posible...
Cuando ya estábamos en nuestra barraca los tres reunidos, bah cuatro con nuestro nuevo amigos, les conté lo que había escuchado, ellos no apartaban la mirada de mi boca y estaban muy concentrados en lo que decía. A penas terminé de contarles lo primero que se les vino a la cabeza fue:
- Es el momento ideal para escapar- dijeron al mismo tiempo.
- Lo sé, pero no estoy muy seguro de eso- les respondí bajando la mirada.
- Isac- me dijo muy lentamente Hanna- sé lo que te está pasando por la mente- y me tomo la cara para que yo pueda mirarla a los ojos y ver como sus lagrimas comenzaban a descender por sus ojos- sé lo que deseas y que ese deseo te está consumiendo por dentro, no permitas que te termine de apoderar de ti, eres más que eso, mereces una vida, merecemos una vida, una que podamos vivirla juntos, sin preocupaciones, sin miedo a vivir.- y de la nada salió corriendo por hacía una balde que se encontraba cerca nuestro.
- ¿Hanna que pasa?- grité mientras corría detrás de ella.
- Nada, nada, fue un mareo- y volvió a vomitar en el balde.
- Recuéstate- y la tome en mis brazos y la lleve a la cama.- Duerme un rato, no notarán que no estás trabajando, están más concentrados en la llegada de su líder que de nosotros- y me di media vuelta cuando ella me toma el brazo y me dice.
- No te dejes consumir, por favor.
- Lo tendré en cuenta, ahora duerme.
Después de eso, con Ismael, nos fuimos a trabajar dejando a Hanna descansar y protegida por nuestro guardián, Tobi.
- Creo que ella tiene razón amigo- me dijo, Ismael, mientras trabajábamos- ¿no te das cuenta lo mucho que le importas?
- ¿Crees que no me doy cuenta de la situación?- le respondí un tanto brusco.
-Yo creo que sabes muy bien todo lo que implica esto, pero creo que no tienes muy clara tus prioridades.
- Mi prioridad es sacarlos de aquí, ¡vivos!
- ¿Si? ¿estás seguro de ello? Porque hasta ahora tu mente solo de está exigiendo que mates alemanes.
- ¡Lo merecen! ¡Ellos nos están matando de a millones! ¡Nos están exterminando como si fuéramos un plaga!
- ¿Y crees que vas a cambiar algo matando a un par de alemanes? No crees que es mejor salvar a Hanna y a su hi... y salvar a la mayor par...-no lo dejé continuar.
- ¿Qué dijiste?- le pregunté antes de que siguiera hablando.
- No dije nada, mi puntos es que...
- ¿Qué dijiste? - y me abalancé sobre el, tomándolo muy fuerte de su ropa- ¿qué salvara a Hanna y a su qué?
- Amigo Hanna está embarazada.- y bajo la mirada, sin saber que más decir.
- ¿Cómo que está embarazada? No tiene sentido, nunca tuvimos relaciones.
- No es tuyo, el hijo es de un soldado.
- ¿Cómo es posible? Porque no me dijo nada a mi- y comencé a llorar desconsoladamente.
- Porque sabía que no pararías hasta encontrar al miserable que la violo, sabía que irías tras el, no quiso que pasara lo mismo que pasó en ese baño hace ya tiempo. Por eso no te contó, tenía la esperanza de no quedar embarazada y dejar que el tiempo borre esa herida de su alma.
- Si todo eso es cierto no podemos quedarnos ni un segundo más en este lugar. ¡Debemos irnos cuanto antes!
- Por fin pensamos igual. Pero no podemos actuar de manera precipitada, hay que pensar nuestros pasos muy bien antes de arriesgarnos- su cara me hizo recordar a aquella reunión que tuvimos en la mansión abandonada, por fin pude ver en su rostro de nuevo la ilusión, la misma que teníamos al idear el plan para escapar a Polonia, era una mezcla de adrenalina, felicidad y mucho miedo.
- Debemos aprovechar la llegada de Hitler, es nuestra única oportunidad, todos van a estar muy distraídos.
- Es verdad. En la noche hablamos mejor, ahí vienen dos guardias.
Y nos separamos al instante. Cuando llegó la noche llegamos a la barraca y vi a Hanna acostada en la cama, al verme y ver que cara tenía supo al instante que me estaba pasando.
- Lo siento, estaba asustada y no pens...- le puse el dedo en la boca para que callara.
-Está bien mi amor, lo entiendo, todo va a estar bien..


CAPÍTULO SEXTO parte 1.

  • ¿Qué haremos con el perro?
  • Aún no lo se, Ismael.
  • Sabes que nos traerá problemas a la hora de escapar ¿no?.
  • Lo tengo muy claro amigo, pero quiero dejar ese tema para el final, por ahora dejemos que Hanna disfrute de él. Desde que lo rescaté ella sonríe mucho más, hay algo especial en ese animal, y no quiero pensar que va a ser de el cuando tengamos que escapar.
  • Pensamos igual Isac, pero debemos planear muy bien el próximo paso que vamos a dar, es el momento ideal para escapar, y si lo arruinamos puede que no tengamos otra oportunidad.
  • Eso es lo que menos me preocupa mi amigo, sabes que si fallamos es seguro que moriremos, hasta me arriesgaría a decir que el propio Hitler nos pondría una bala en la cabeza a cada uno de nosotros.
  • Con suerte sería una muerte rápida...
  • A mi me gustaría creer que así sería, pero si vamos al caso y morimos ese día no creo que vayan a ser tan piadosos con nosotros, se van a enojar mucho cuando sepan que tres judíos están planeando escapar... escapar el día más esperado por ellos, cuando una celebridad viene de visita.
  • Me gusta la idea.
  • ¿A qué te refieres, Ismael?
  • La idea de escapar en sus narices, arruinarles la fiesta. Es más me gustaría verles la cara cuando nos fuguemos, y ver el discurso que les va a dar su salvador cuando sepa que fueron lo suficientemente idiotas para dejarnos escapar un día tan importante.
  • Estás loco, y gracias a esa locura es que nos libraremos de este maldito reclusorio.
  • Sabes, hay algo que quiero preguntarte hace tiempo, Isac, pero nunca supe como ni cuando hacerlo.
  • Dime, no seas tímido.
  • ¿Tanto amas a Hanna como para escapar y olvidarte de todo?
  • ¿A qué te refieres?
  • Lo que quiero decir es que ¿si estás dispuesto a olvidar todo lo que nos hicieron, dejar pasar el odio y la rabia que tienes dentro para con ellos todo por salvarnos?
  • Cada día que pasa amanezco ideando miles de formas diferentes de hacerles sufrir por todo, hacerles pagar por cada una de las cosas que nos han hecho pasar. Y principalmente deseo matar a Meller. Pero amor a Hanna, no podría permitirme perderle, si bien al principio fingí que la quería, con el tiempo aprendí a amarla, ahora, si bien en mi mente y en mi corazón predominan las ganas de correr hasta esa casilla de seguridad y fucilar a esos malditos, creo que ustedes son más importantes para mi.
  • Gracias amigo. Y hay algo que debo decirte sobre Hanna, y por cuestión de respeto o mejor dicho miedo a perder nuestra amistad no te he dicho.
  • No es necesario que me digas nada, ya lo se.
  • ¿Cómo que lo sabes? ¿Qué es lo que sabes, Isac?
  • Yo sé que estas enamorado de Hanna, lo se hace tiempo pero esperaba a que tú sacases el tema para que podamos hablar.
  • Lo siento amigo, nunca fue mi intención, simplemente me pasó.
  • No tienes porque disculparte por nada, eres sincero conmigo y lo valoro mucho. Solo prometeme una cosa.
  • Lo que sea por ti.
  • No es por mi, es por Hanna.
  • Sólo dilo.
  • Si algo me pasara quiero que la cuides, a ella y a su bebe. Debes procurar que lo ame tanto como la amamos nosotros, que lo mire con los ojos que nosotros la miramos. Debes procurar que tengan una vida feliz y que nunca se arrepienta de haber dado a luz a hijo de un maldito Nazi, ya que el o ella no tiene la culpa de nada.
  • No te preocupes, esa promesa la vas a cumplir tu no yo, tú serás quien la haga feliz, tú ocuparas el lugar de padre cuando el bebe nazca y tú serás el responsable de contarle a la criatura como nos sacaste con vida de este infierno.
  • Esperemos que así sea, esperemos...

Puedo dibujar esa escena en mi mente siempre que lo deseo, si bien con el paso del tiempo mis recuerdos se van volviendo cada vez más borrosos, ese día lo recuerdo como si fuese ayer. Era tarde por la noche y ni Ismael ni yo podíamos dormir, así que decidimos salir y sentarnos afuera. Pasamos mucho rato mirando las estrellas , hasta que comenzamos a charlar. Nuestros rostros a penas si se veían en la oscuridad, los ruidos de la naturaleza se hacían presentes en la silenciosa noche, la cual acechaba sin prisa y con mucha calma, esperando que quien lo desee se siente a apreciarla, no por su hermosura, sino por la tranquilidad que nos brida cada día, esa tranquilidad que le permite a uno relajarse y descansar, para poder afrontar de nuevo como todos los días al sol, en nuestro caso descansar para poder sobrevivir un día más.
Ese día afianzó aún más la confianza que no teníamos con Ismael, esa confianza que no se pierde con el paso del tiempo, allí es cuando de verdad sientes que le confiarías la vida a alguien. Pero no solo por eso fue una noche especial, el hecho de que mi amigo confesara estar enamorado de Hanna significo mucho para mi, en ese instante me di cuenta que podía dejar en sus manos la seguridad de mi amada, en ese instante supe que si algo me llegara a pasar ella estaría segura, junto a alguien que la cuidaría y al amaría tanto como yo lo hacía en ese entonces. Pero algo en el fondo me decía que yo no lograría huir de ese lugar, había algo que me impedía creer que lo iba a lograr. Años más tarde me di cuenta de que era esa sensación que me impedía creer que saldría vivo de allí, eran mis ganas de vengarme. Mis deseos de poder vengar la memoria de mi hermano de sangre y alma, vengar la muerte de millones de personas que fueron desprendidas de sus familias para saciar la sed de un hombre que se creía superior a los demás y que por eso pensó que podía hacer lo que quisiera con la vida de las personas.
La semana pasó rápido, el ritmo de trabajo se hizo más lento, ya no nos prestaban tanta atención a los prisioneros, hasta podría decirse que los soldados trabajaban más duro que nosotros.

  • Las indicaciones del general fueron muy claras, debe estar todo listo para el próximo lunes.
  • Si, señor – repitieron al mismo tiempo un grupo de soldados que estaban reunidos en el patio delantero recibiendo ordenes de un sargento.

Ya faltaba poco para el gran día, solo debíamos esperar cinco días más para llevar a cabo nuestro plan. No teníamos la menor idea de si iba a funcionar, y menos sabíamos si eramos los únicos que teníamos planeado huir ese mismo día. Pero no podíamos esperar más, no podíamos sufrir más ese castigo que nos fue impuesto.
El plan era muy simple, y no nos tendría que costar mucho llevarlo a cabo, pero eso sí, el mismo se basaba en especulaciones, no teníamos la certeza de que ocurría lo que nosotros creíamos que iba a pasar. La idea era aprovechar el momento en el que deberían darle la bienvenida a Hitler, pensábamos que la misma sería en el patio delantero justo al lado de la pista de aterrizaje. Si eso ocurriera nosotros nos escurriríamos por detrás de nuestra barraca hasta llegar el tejido supuestamente electrificado. Al llegar allí con unas pinzas robadas saltaríamos la fosa y cortaríamos el tejido, lo suficiente para poder pasar, de allí lo que pudiera pasar para nosotros es un misterio.
El día esperado había llegado, era un hermosos día, el sol brillaba como nunca, había aves rondando por las fronteras de nuestro reclusorio, la brisa que corría por el campo era muy agradable. Los soldado habían dado indicaciones de que nos quedáramos encerrados en nuestras barracas y que no saliéramos hasta que fuera solicitado. Eso no fue de gran ayuda para nosotros ya que hubiese sido mucho más fácil para nosotros poder acercarnos hasta el patio trasero si ellos creyeran que estábamos trabajando. Pero eso no nos desmotivo, seguíamos convencidos de que era el momento ideal para escapar de allí.
Cuando escuchamos el ruido de un avión llegar creímos que era el momento ideal para poder huir, así que tomamos nuestras cosas, básicamente comida vieja, y nos acercamos a la puerta para ver si había algún soldado al acecho. Nuestro siguiente paso fue salir, pero cuando estábamos a punto de comenzar a correr una mujer toma del brazo a Hanna.

  • Por favor no vayas, los matarán a los tres, no sacrifiques tu vida hija mía.- los ojos de la señora derramaban lágrimas y sinceridad.
  • Lo siento, Magaret, pero es algo que debo hacer, aquí no hay esperanzas, y no pienso rendirme sin luchar- también Hanna lloraba mucho, el vínculo que tenía con esa mujer mayor era muy grande.
  • Hija, Dios no ayudará y nos sacará de este lugar, te lo prometo.
  • Ya no me quedan lágrimas para seguir esperando que me rescate, nuestro Dios nos abandonó en el momento en que llegamos hasta este lugar. No puedo seguir haciéndome más ilusiones, es el momento de luchar, luchar por la vida que nos han quitado, recuperar el tiempo perdido, ese tiempo que nos han arrebatado sin pedir permiso.
  • Cuídate, oraré por ti y por tus amigos.
  • Muchas gracias, yo lo haré por ti- y se abrazaron muy fuerte, derramando esas lágrimas que expresaban tristeza y amor.
  • Es hora de irnos, Hanna- le dije mientras volvíamos a la puerta.

Logramos avanzar unos diez metros cuando de repente escuchamos que algo se acercaba a nuestra posición, los tres quedamos congelados, el miedo se había apoderado de nosotros, llegamos a pensar que era el fin, pero dos segundos después vimos que quien nos acechaba era Tobi, nuestro querido ángel guardián.

  • Ven aquí amigo- el que le hablaba era Ismael, lo tomo en brazos y lo comenzó a acariciar.

Fue una gran sorpresa que Tobi pudiese seguirnos, ya que las últimas dos semana había pasado tirado debajo de nuestra cama, sin poder moverse y comiendo poco.

  • Saldremos de aquí amigo te lo aseguro. Ahora síguenos- y dicho esto volvimos a avanzar, solo que ahora eramos cuatro. Recuerdo como se escuchaba a lo lejos el sonido de los soldados alabando a líder, no paraban de gritar: ''Larga vida a Hitler''.

Pero nuestra aventura todavía estaba en pañales. Cuando por fin podríamos ver el tejido que nos separaba de nuestro infierno, pudimos escuchar como dos botas se acercaban a nosotros.

  • ¡Alto! - grito un soldado- ¿es qué se atreven a escapar?- nos preguntó mientras reía.
  • No, señor, solo ibam...
  • No te atrevas a mentirme rata asquerosa- y me dio una patada en la boca que me dejo sangrando en el piso- ahora quiero que se arrodillen junto a mi. - y eso fue lo que hicimos. Era el fin, hasta allí habíamos llegado, cuando de repente Tobi salta detrás nuestro y comienza a morderle la garganta al soldado, al cual se le cae el arma al suelo y comienza a luchar para poder desprenderse del animal- maldito perro sal de arriba mío- pero cada vez se le dificultaba más hablar, por la fuerza, que era tal con la que Tobi presionaba su garganta, que le impedía decir dos palabras seguidas sin atragantarse. El soldado se dio cuenta de que estaba por morir así que sacó con mucho esfuerzo de su cinto una navaja de guerra y la introdujo en el abdomen del pobre perro. Pero este a pesar de la apuñalada siguió mordiendo con toda su fuerza la garganta del hombre. Pero este tampoco se daba por vencido así que retiro la hoja de la navaja y volvió a introducirla en el pecho del perro. Nosotros tres mirábamos la escena shoqueados por la situación y quietos sin poder hacer nada, ya que nuestros cuerpos no respondían a ninguna de las ordenes que le enviábamos. La lucha entre el soldado y nuestro perro seguía, hasta que escuchamos un ruido que nos hizo despertar de nuestro trance, el mismo era de la garganta del soldado quebrándose en dos. Al instante cayeron ambos al piso. Dejando así el cuerpo del soldado inerte en el piso, Tobi, nos miraba con un solo ojo abierto, nosotros corrimos hacía él sabiendo que no podíamos hacer nada. Las dos heridas que tenía en su abdomen y pecho producto de las apuñaladas no paraban de sangrar. Cuando ya estuvimos a su lado Hanna le levanto la cabeza y se la apoyo sobre sus piernas.
  • Muchas gracias, amigo- le dije mientras mil lágrimas se derramaban por mis ojos- jamás te olvidaremos ¿sabes por qué?, porque eres un héroe y gracias a ti nosotros viviremos- la única respuesta que recibí fue una sonrisa y el movimiento de su cola que cada vez se hacía más y más lento hasta que dejo de moverse y sus ojos se cerraron para siempre.

Luego de habernos despedido de nuestro eterno amigo caminé dos pasos hasta donde estaba el arma del soldado, luego inspeccioné su cuerpo que estaba tendido en el suelo, le quité su cuchillo, brújula, cantimplora y sus municiones para la pistola. Antes de avanzar escupí su cuerpo y les hice una señal a Hanna e Ismael para que siguiéramos con nuestro camino...


CAPÍTULO 6 parte 2.


En el ambiente se respiraba un clima tenso, un silencio propio de un velorio, sólo interrumpido por el suave llanto de Hanna.
  • Toma- le dije a Ismael, mientras extendía mi mano para darle el cuchillo de guerra que le había robado a el soldado nazi.
  • Gracias- y volvió a reinar el silencio.
Cada vez estábamos más y más lejos de nuestros captores, sentíamos como nuestros corazones palpitaban a un ritmo acelerado, como cuando escapamos de Berlín, en aquel plan ideado por Ismael. Cuanto más avanzábamos más nos convencíamos de que podríamos lograr escapar.

  • Allí está- me dice Hanna, cuando al doblar por una esquina pudimos ver el tejido.
  • Vamos, vamos, estamos muy cerca -corrimos lo más rápido que nos permitían nuestros demacrados cuerpos.
  • Isac, dame las pinzas.
  • Toma – en el momento que sentí su mano al darle la herramienta pude sentir como temblaba, hasta el punto de que se le resbalo la misma y cayó al suelo.- déjame a mi, yo me encargo- y tomé la posición de Ismael. Luego corté los alambres, que eran más duros de lo que creíamos y pude abrir un hueco lo suficientemente grande como para que escapemos todos- salgan ya!

Corrimos, corrimos como nunca, sentíamos el viento chocar contra nuestros rostros, y, por primera vez en mucho tiempo, nos sentíamos libres, sin ataduras ni torturas. Libres corriendo hacía un lugar mejor, donde poder dormir, comer y amar sin sentir que puedes morir en cualquier momento. Esa clase de libertad no la dejaríamos ir jamas, tendrían que matarnos para quitarnos la sensación que estábamos sintiendo en ese preciso instante. Pero si bien habíamos logrado escapar de ese lugar, también sabíamos que esto recién empezaba, debíamos movernos rápido, porque en cualquier momento los soldados se darían cuenta que alguien había roto el tejido, matado a uno de los suyos y escapado. Esa era la mayor humillación que podría sentir un nazi.

  • Debemos alejarnos lo más rápido posible. Aún no estamos a salvo – al decir esas palabras logré hacer que Hanna e Ismael bajaran de la nube en que viajaban, se habían olvidado de que aún teníamos kilómetros y kilómetros por recorrer, sin hablar de la poca comida y la amenaza de que nos encuentren.

Ninguno habló, corrimos y caminamos durante horas y horas, parando para descansar de vez en cuando y tomar un poco de agua. La única que podía comer era Hanna ya que estaba embarazada y no podía darse el lujo de poner en peligro a esa criatura que llevaba en su interior, y menos en ese instante en el cual la libertad estaba tan cerca.
Después de tanto caminar decimos que era mejor buscar un lugar donde poder acampar, hasta que encontramos el hueco de un árbol lo suficientemente grande como para los tres. Decidimos dormir todos juntos y apretados el uno con el otro para darnos calor ya que la noche se había vuelto fría y tenebrosa.
A mitad de la noche Hanna me abraza y me dice algo al oído.

  • Quiero que sepas que te amo, y que si esto no terminara bien – en ese instante le puse mi dedo en sus labios para que no dijera lo que pensaba decir.
  • Por favor, no digas esas cosas -mientras de mis ojos se desprendían un par de lágrimas, secas, lágrimas que mi cuerpo no fue capaz de crear durante mucho tiempo- lo lograremos, saldremos de esta, como las muchas veces ya que lo hemos logrado.
  • Lo se, sé que saldremos de aquí, pero necesito decirte esto, por favor.
  • Dime...
  • Quería que sepas que te amo, que no me imagino una vida sin ti a mi lado, y creo que prefiero no vivir a no tenerte conmigo, apoyándome, protegiéndome y escuchándome. Pero si esto no terminase bien, con un final feliz para mi, quiero que sepas que debes seguir adelante, no rendirte nunca, vive una vida larga y plena, busca una mujer digna de ti, cásate con ella y sean felices.
  • Eso lo haremos tu y yo cuando esto termine te lo aseguro- y le di un beso en su tierna boca, un beso húmedo y profundo, mezclado con ternura y cariño, ese cariño que nos teníamos. Terminamos cediendo ante el cansancio y durmiendo uno abrazado al otro.
  • Noooooo, suéltenme, ayuda!- luego siento como me golpean con algo y caigo al suelo inconsciente.


De a poco fui abriendo mis dos ojos, era temprano y el sol impedía que viera con claridad, hasta que vi que estábamos frente a una multitud de soldado y prisioneros.

  • Esta es la última vez que esto pasa, si alguien intenta escapar de nuevo van a sufrir lo mismo que van a sufrir ellos o quizás más. - el que hablaba era Meller- no pudieron ni escapar de nosotros un día entero, la mejor oportunidad que tuvo cualquier prisionero de escapar y ni así pudieron dejar atrás este campo, que ya es como su hogar ¿verdad? Entonces quiero que piensen bien las cosas antes de hacer algo tan loco como lo que hicieron estos estúpidos, estas ratas asquerosas que no merecen mi atención ni por dos segundos- pum, todo quedo en silencio. Con un movimiento muy hábil Meller saco su pistola y le dio un disparo en la cabeza a Ismael. Yo quedé perplejo, inmóvil, sin poder decir ni hacer absolutamente nada. En menos de dos segundo las vida de mi amigo se había desvanecido, ya no estaba, su cuerpo nos había dejado para siempre...

Nadie dijo nada, el lugar quedo en un completo silencio. Muchas caras asustadas y lágrimas de mujeres decoraban el paisaje tan aterrador que tuvieron que presenciar.

- Ahora, ven lo que pasa si nos desobedecen, si hacen algo que a mi no me guste y que no apruebo. He? He? Lo ven, no son nada para mi, puedo exterminarlos en cualquier momento, cuando yo quiera doy la señal y todos terminan como la cucaracha esta que está en el piso. Así que no me provoquen, no jueguen con su suerte, ya demasiada suerte tienen que aún siguen con vida, si fuese por mi ya ni eso tendrían- entonces comienza a caminar de un lado al otro, observando a las personas que allí se encontraban, mientras el cuerpo de mi amigo era apaleado por otros dos soldados.
Entonces cuando ya se vio aburrido de caminar en silencio, se aproximó a una anciana y la tomo del bazo mientras su cara expresaba todo el asco que le producía esa acción.

  • Dime tu nombre – le dije en voz muy alta Meller a la anciana.
  • Mi nombre el Alda señor.- la pobre no podía ni levantar la cabeza para ver la cara de ese hombre.
  • ¿Alda, que piensas de lo que han hecho tus amigos?- le preguntó con una sonrisa burlona en su rostro. La mujer asustada respondió al instante.
  • No son mis amigos. Se lo juro por mi vida que no son mis amigos.
  • Tu vida no vale nada para mi, así que tu juramento no tiene sentido por ende...

Sonó otro disparo, Meller acaba de fusilar a la pobre anciana...

  • Entonces... después de este aperitivo que nos dimos el lujo de tener, puedo continuar con mi aburrido discurso, y de ante mano les pido perdón por ser tan aburrido a la hora de dar discursos. Pero bueno aquel que tenga alguna objeción puede decirlo con toda confianza que no va a haber ningún problema- pero el silencio reinaba, todos estaban muy asustados para ser tan tontos y decirle algo a ese asesino – veo que lo están pasando de maravilla al igual que yo, ya que no se han quejado ni una sola vez. Eso es bueno, muy bueno. Y como veo que están muy interesados en mis palabras, creo que me siento listo para continuar con mi discurso. Bueno como les decía ustedes no pueden ser tan tontos para intentar escapar, saben que los vamos a agarrar y después matar, no tiene sentido que se arriesguen tanto. Por lo menos saben que si se quedan aquí van a estar protegidos por todos nosotros, ¿qué más pueden pedir?- hizo una nueva pausa y se aproximo a donde estaba tirada Hanna – ¿puede ser que usted esté embarazada?.
Y Hanna muy nerviosa, con miedo y pensando en mi seguridad responde - si señor.
  • En hora nueva, felicidades para usted y el padre de la criatura, y dígame si no es mucha molestia ¿de quién es, del muerto o del otro que está allí tirado?- le hace una nueva pregunta pero esta vez me señala con el dedo.
  • Es de él señor -responde Hanna mientras también me señalaba con el dedo.
  • Bueno veo que no perdieron el tiempo. Debe ser difícil ver morir a un hijo, ¿verdad?- y esta vez la pregunta iba dirigida a mi.
  • Eso creo – le respondo mirándolo a los ojos sin miedo y con mucho odio.
  • Yo la verdad es que no tengo hijos, dí mi vida a la causa y hasta que no llegue el momento indicado no traeré al mundo a una criatura inocente que tendrá que vivir rodeados de pestes como ustedes. No es lo que quiero para un hijo mio, con mi sangre y herencia. Pero por qué no me dices tú qué es perder a un hijo ya que yo no podré experimentar esa experiencia en mi vida.
  • Disculpe pero yo no ten...- y veo como el maldito deja de escuchar mis palabras y se aproxima a Hanna y le da una patada en su panza. - Hanna noooo!- intenté levantarme, pero al instante volví al suelo impulsado por el golpe de un soldado.
  • ¿Así que se siente?- me pregunta Melle.
  • Maldito hijo de perra, te voy a matar yo mismo por lo que le hiciste a ella y a mi amigo.
  • Cállate, no estas en condiciones de amenazar a nadie.
  • Escucha mis palabras déjala en paz o te matare, lo juro que lo haré!
  • Veo que no pudiste entender el punto, pero también descubrí cual es tu mayor debilidad. Es decir ella.- y comenzó a reír como el loco que era – soldado tráigamela, que vamos a reponer la criatura que por accidente acabamos de matar.
  • Si señor - le responde un soldado.

En el momento en que vi que todos estaban prestando atención a lo que hacía Meller con mi mujer, yo sentí como algo me apretaba en la cintura. Cuando vi que nadie me veía tanteé la zona y vi que era el cuchillo que le había dado horas atrás a Isamel. Se ve que se las había ingeniado para poner el cuchillo dentro de mis ropas antes de que nos capturaran.
Cuando creí que todo estaba perdido y este era el final de nuestra historia, todo el mundo quedó paralizado, a lo lejos se escuchaba como se aproximaban una especie de tanques de guerra y también se oía muchos gritos en un lenguaje que yo no entendía en ese momento. Todos los soldados cambiaron su expresión al instante, dejaron esas sonrisas y la transformaron en muecas de miedo.

  • Prepárense! - Gritó Meller- ya están aquí, llegaron mucho antes.
  • Señor ¿qué haremos?- le pregunto un soldado joven que nunca había luchado en su vida.
  • Vayan a las trincheras, debemos agarrarlos por sorpresa.
  • Si, señor.
Ya nadie le prestaba atención a los prisioneros, los cuales no sabían que hacer. Pero yo si tenía un plan, era el momento por el cual tanto esperé.

  • Corre debemos irnos ya! - era Hanna que se había escapado.
  • No, tú escóndete que yo terminaré con algo antes. - mis ojos no la miraban a ella, sino que apuntaban a la dirección donde se había ido el maldito bastardo de Meller.
  • No por favor, ven conmigo, nos iremos de este lugar.
  • Hazme caso y escóndete! yo iré a por ti te lo juro.
  • De acuerdo- y salió corriendo a esconderse en el hueco de una de las barracas.

Yo corrí en dirección donde estaba Meller, ya al verlo me escondí para que él no me viera. Cuando me dio la espalda corrí hacía el y lo empujé al piso.

  • Llegó tu hora hijo de perra- le dije cuando estaba encima de él.
  • Que gracioso que eres. Te piensas que con matarme vas a conseguir salir vivo de este lugar? Te equivocas amigo mío. Yo te mataré a ti!

Y comenzó una larga lucha en el suelo, ambos habíamos perdido nuestras armas al chocar y caer al suelo, y nuestra lucha se basaba en ver quien llegaba primero a agarrar una de las dos. Ninguno cedía, ambos deseamos matar al otro, había fuego en nuestros ojos, la adrenalina corría por mi cuerpo, de tal manera que me sentía como un adicto. Cuando por fin logré quedar arriba de él y ser capaz de tomar su pistola se la puse adentro de su boca. Él quieto e inmóvil no decía ninguna palabra, hasta que sentí como sus pantalones se mojaban por el miedo.

  • Llegaste hasta aquí, y yo voy a ser el que tenga el placer de matarte, de que sea a mi a quien le salpique tu sangre.
  • No me importa, hazlo, de todas formas morir...- y antes de que terminara la última palabra jalé el gatillo y lo mate. Toda su sangre quedo en mi cara y pecho, pero me sentía bien. Me había vengado por fin.
  • Isac noooooo! - era la voz de Hanna, al darme vuelta veo que ella corría hacía mi, y que muy cerca de eso había un soldado que me apuntaba a unos 5 metros de distancia. Al ver esa escena me di cuenta lo que estaba pasando y no quería que eso sea cierto.
  • Hanna no! Agáchate! - le grité, pero no me hizo caso, cuando giro mi cuerpo para dispararle al soldado, él lo hace primero, cierro lo ojos y me apronto para morir. Pero en vez de eso, Hanna cae a mis pies con un bala alojada en su corazón. Miro al soldado y se había quedado sin municiones, cuando está dispuesto a cargar tomo la pistola y le doy un tiro en su cabeza. Al instante me arrodillo ante Hanna y la miro a los ojos- mi amor vas a estar bien te lo juro.
  • No dejes que el odio te consuma, Isac, eres mejor que eso. Te amo y lo seguiré haciendo después de la muerte. Júrame que vas a seguir con tu vida y sobrevivirás a todo lo que se te cruce en el camino.
  • Lo haremos juntos mi vida...
  • No, no podremos, pero tú si lo puedes hacer, hazlo por ambos, vive la vida que teníamos planeada y disfruta de todo lo que la vida te da, porque eres una persona muy bue...- y dejo de hablar, mi amada no pudo terminar su última palabra, murió salvándome a mi, yo debería ser quien estuviese muerto, no ella.
La abracé, y cerré sus bellos ojos, que ya no tenían esa luz especial que la caracterizaban, y menos su hermosa sonrisa decorada con el lunar en su pómulo derecho. Por mi, había muerto. Por mi odio y sed de venganza, un alma inocente dio su vida. Lo único que podía hacer era intentar hacer lo que ella me encargó. La besé por última vez y salí corriendo a donde se estaba llevando a cabo toda la acción. Tome las municiones del soldado que había matado a mi amada y corrí en busca de ayuda.
En el patio de en frente solo quedaban los restos de la batalla librada. Cuando llegó veo como soldados con la bandera de la URSS ayudan a los prisioneros que sobrevivieron a la batalla. Luego me senté y cerré los ojos, intentando no pensar en nada y en ni ver el rostro de Hanna en mi mente, pero era imposible, no podía dejar de pensar en ella. Más tarde unos soldados se aproximaron a mi y me indicaron que suba al camión.

  • Hola, soy Robert- me dijo un soldado rubio cuando íbamos en camino a no se donde.
  • Hola, soy Isac.
  • Un gusto, isac, pude ver como mataste a mierda de persona de Meller, sinceramente lograste hacer lo que media URSS quiere. Felicidades.
  • Gracias, se lo merecía.- si bien hablaba con él, me sentía ausente, mi cuerpo estaba pero mi mente no.
  • Exacto, te nos quieres unir?- me pregunta sin rodeos.
  • Unirme a qué?
  • A nuestro ejercito, tendrás la oportunidad de matar más gente como Meller.
  • Ya no tengo razones para vivir, y si puedo vengar a mis amigos y familiares lo haré.
  • Concuerdo contigo – me dijo mientras sonreía.
Y se fue sin decir mas nada, a hablar con sus compañeros...


Ya han pasado tantos años y aún hoy en día no puedo dejar de recordar su cara, su sonrisa, esos ojos que enamoran a cualquiera. Su humor extraño pero acogedor. Nunca pude sacarme a Hanna de la cabeza y a esta altura de mi vida no lo lograré. Tampoco pude cumplir con su pedido, no pude estar con más nadie, y mucho menor mantener una familia. Me dediqué a matar nazis y luego a vivir en una granja, viviendo solo sin nadie que me haga compañía. Muchos amigos rusos murieron en batalla, otros se fueron del país a los Estados Unidos y yo recordando cada día esta historia que he plasmado en estos papeles que supieron ser blancos y ahora son un manuscrito para aquel que quiera saber lo que he vivido y conocer un poco más mi historia.

No se si podré morir tranquilo, no se si podré seguir viviendo, pero por lo menos le hice un homenaje a esa mujer tan importante para mi, nunca olvidaré le día en que la conocí en esa reunión secreta, ella, bajita, morena, muy simpática, con sus hermosos ojos marrones y su lunar...




A la mañana siguiente suena la puerta de la casa de Isac, un golpe, dos golpes, tres golpes y nadie respondía. Al otro lado de la puerta se encontraba un muchacho joven con su grabadora en la mano esperando ser atendido por un veterano de guerra y famoso dentro de Rusia.

  • Hola, hay alguien en casa? -peguntó, pero no recibió respuesta alguna. Al pasar unos cinco minutos decidió caminar al rededor de la casa, cuando pasó por la venta del cuarto donde dormía Isac, golpeo el vidrió, pero seguía sin obtener respuesta.- Señor, Isac se encuentra por ahí? Soy Mark, había quedado en venir hoy a hacerle una entrevista sobre su vida, lo recuerda? - pero no respondían.
Cansado de esperar miró más detenidamente por la ventana y lo vio allí durmiendo abrazado a unos cuantos papeles escritos. Así que fue hacía la puerta trasera y entró a la casa, al entrar al dormitorio supo que Isac se encontraba muerto, tendido en su cama abrazado a su manuscrito.

El muchacho, triste, tomó el manuscrito y leyó las primeras dos paginas. En ella decían: '' Para que seas recordada eternamente mi amor, la persona que me salvo no sólo la vida, sino de mi mismo. Hanna'' y por otro lado se veía escrito: ''Relato de un fugitivo''.





Nota: Muchas gracias a aquellos que hayan leído hasta el final, se que es medio largo para un blog, pero quería que estuviese presente, pido disculpas por lo errores que puedan encontrar, y espero que me sigan leyendo, saludos! Sean.