sábado, 5 de abril de 2014

Sueños

Doce de la noche, dos viejos compañeros guerrilleros, bajo la luz de la luna charlan. Cada uno con un ak 47 en sus manos, y sus corazones llenos de esperanza. 
Uno le pregunta al otro:
- ¿Servirá de algo lo que estamos haciendo? - pensativo y después de un breve silencio el amigo le responde.
- Mi corazón dice que sí, que servirá de algo. 
- ¿Cómo sabemos si nuestro corazón tiene razón?
- Confianza, mi viejo amigo, confianza.

En medio del monte se escuchan disparos aproximándose, cada vez sonaban más y más cerca, y los dos amigos comenzaron a preocuparse.
- Son ellos, lo sé!
- No te preocupes, podremos con ellos.
- ¿Y si no es así?
- Entonces piensa que moriremos de la forma más digna en la que puede morir un hombre.
- ¿Cual es esa forma?
- Peleando por lo que creemos que es lo mejor, por la justicia, igualdad y principalmente, por nuestro ideales.

A lo lejos, la luz de la luna reflejaba como se acercaban los soldados enemigos, en sus brazos se les notaba una bandera pegada a ellos, roja, blanca y azul, en sus rostros se veía el miedo, ese miedo que se ve en una persona sin convicción de lo que está haciendo, una persona que quisiera estar en otro lado y pelear una batalla por la cual se sienta comprometido y no obligado... obligado a pelear por alguien que ni conoce y por ideales que no entiende, eso es lo que se reflejaba en el rostro de los soldados enemigos.
Los dos amigos lo habían notado, como también notaron la cantidad que eras, y eso no era bueno.
Resignados, tomaron su armas y corrieron a su cita con el destino... con la muerte. Al grito de viva la revolución, dispararon sus armas y mataron a todo aquel que les era posible. Mientras lo hacían, una infinidad de balas penetraban sus cuerpos, que a pesar de ello, seguían disparando. Al mismo tiempo cayeron de rodillas contra el piso y soltaron sus armas. El más joven de ambos falleció al instante, pero su amigo tenía un objetivo más antes de darse el lujo de morir.
Los soldados enemigos se acercaron para ver los rostros de quienes fueron sus adversarios.
El guerrillero, aun con vida, de rodillas frente a los soldados, miró al muchacho mas joven y le dijo:
- Hijo, pelea tu propia batalla. No luches por quien te usa, lucha por lo que crees que es correcto.
Dicho esto se permitió, por fin, descansar en paz.

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sábado, 5 de abril de 2014

Sueños

Doce de la noche, dos viejos compañeros guerrilleros, bajo la luz de la luna charlan. Cada uno con un ak 47 en sus manos, y sus corazones llenos de esperanza. 
Uno le pregunta al otro:
- ¿Servirá de algo lo que estamos haciendo? - pensativo y después de un breve silencio el amigo le responde.
- Mi corazón dice que sí, que servirá de algo. 
- ¿Cómo sabemos si nuestro corazón tiene razón?
- Confianza, mi viejo amigo, confianza.

En medio del monte se escuchan disparos aproximándose, cada vez sonaban más y más cerca, y los dos amigos comenzaron a preocuparse.
- Son ellos, lo sé!
- No te preocupes, podremos con ellos.
- ¿Y si no es así?
- Entonces piensa que moriremos de la forma más digna en la que puede morir un hombre.
- ¿Cual es esa forma?
- Peleando por lo que creemos que es lo mejor, por la justicia, igualdad y principalmente, por nuestro ideales.

A lo lejos, la luz de la luna reflejaba como se acercaban los soldados enemigos, en sus brazos se les notaba una bandera pegada a ellos, roja, blanca y azul, en sus rostros se veía el miedo, ese miedo que se ve en una persona sin convicción de lo que está haciendo, una persona que quisiera estar en otro lado y pelear una batalla por la cual se sienta comprometido y no obligado... obligado a pelear por alguien que ni conoce y por ideales que no entiende, eso es lo que se reflejaba en el rostro de los soldados enemigos.
Los dos amigos lo habían notado, como también notaron la cantidad que eras, y eso no era bueno.
Resignados, tomaron su armas y corrieron a su cita con el destino... con la muerte. Al grito de viva la revolución, dispararon sus armas y mataron a todo aquel que les era posible. Mientras lo hacían, una infinidad de balas penetraban sus cuerpos, que a pesar de ello, seguían disparando. Al mismo tiempo cayeron de rodillas contra el piso y soltaron sus armas. El más joven de ambos falleció al instante, pero su amigo tenía un objetivo más antes de darse el lujo de morir.
Los soldados enemigos se acercaron para ver los rostros de quienes fueron sus adversarios.
El guerrillero, aun con vida, de rodillas frente a los soldados, miró al muchacho mas joven y le dijo:
- Hijo, pelea tu propia batalla. No luches por quien te usa, lucha por lo que crees que es correcto.
Dicho esto se permitió, por fin, descansar en paz.

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Doce de la noche, dos viejos compañeros guerrilleros, bajo la luz de la luna charlan. Cada uno con un ak 47 en sus manos, y sus corazones llenos de esperanza. 
Uno le pregunta al otro:
- ¿Servirá de algo lo que estamos haciendo? - pensativo y después de un breve silencio el amigo le responde.
- Mi corazón dice que sí, que servirá de algo. 
- ¿Cómo sabemos si nuestro corazón tiene razón?
- Confianza, mi viejo amigo, confianza.

En medio del monte se escuchan disparos aproximándose, cada vez sonaban más y más cerca, y los dos amigos comenzaron a preocuparse.
- Son ellos, lo sé!
- No te preocupes, podremos con ellos.
- ¿Y si no es así?
- Entonces piensa que moriremos de la forma más digna en la que puede morir un hombre.
- ¿Cual es esa forma?
- Peleando por lo que creemos que es lo mejor, por la justicia, igualdad y principalmente, por nuestro ideales.

A lo lejos, la luz de la luna reflejaba como se acercaban los soldados enemigos, en sus brazos se les notaba una bandera pegada a ellos, roja, blanca y azul, en sus rostros se veía el miedo, ese miedo que se ve en una persona sin convicción de lo que está haciendo, una persona que quisiera estar en otro lado y pelear una batalla por la cual se sienta comprometido y no obligado... obligado a pelear por alguien que ni conoce y por ideales que no entiende, eso es lo que se reflejaba en el rostro de los soldados enemigos.
Los dos amigos lo habían notado, como también notaron la cantidad que eras, y eso no era bueno.
Resignados, tomaron su armas y corrieron a su cita con el destino... con la muerte. Al grito de viva la revolución, dispararon sus armas y mataron a todo aquel que les era posible. Mientras lo hacían, una infinidad de balas penetraban sus cuerpos, que a pesar de ello, seguían disparando. Al mismo tiempo cayeron de rodillas contra el piso y soltaron sus armas. El más joven de ambos falleció al instante, pero su amigo tenía un objetivo más antes de darse el lujo de morir.
Los soldados enemigos se acercaron para ver los rostros de quienes fueron sus adversarios.
El guerrillero, aun con vida, de rodillas frente a los soldados, miró al muchacho mas joven y le dijo:
- Hijo, pelea tu propia batalla. No luches por quien te usa, lucha por lo que crees que es correcto.
Dicho esto se permitió, por fin, descansar en paz.