Con
toda certeza puedo decir que Hitler es uno de esos pocos individuos
que si no hubieran existido el curso de la historia habría sido
diferente, muy diferente.
¿Como sería el presente? Sinceramente no lo se, pero si les puedo decir que no habría vivido lo que he vivido, no tendría estas marcas en mi cuerpo y no habrían muerto más de seis millones de personas entre ellos judíos (los cuales fuimos definidos como enemigos de la nación), testigos de jehová, homosexuales y todos aquellos que se opusieron a la estrecha definición nazi de la "nación".
No
seré hipócrita, no les diré que todo sería color de rosas, en mi
opinión seguiría habiendo matanzas, luchas por el poder, pobreza,
explotación y el hombre seguiría, buscando su propia felicidad,
poniendo por delante siempre el interés propio al del prójimo.
Pero
igual, ¿como sería la actualidad?, ¿en qué manos estaría el
poder?, quien sabe, quizá no existirían las clases sociales, puede
que el consumo fuese más importante que preocuparse por el otro o en
todo caso no habría reglas que seguir, en verdad no me importa en lo
más mínimo, ya pasó lo que tenía que pasar y se ve que no hemos
aprendido nada al respecto. Si bien nadie nos persigue para matarnos
se siguen dando cosas que no nadie puede entender que aún
en pleno siglo veintiuno sigan sucediendo.
Pero volviendo al tema que nos compete y sin divagar, me llamo Isac Levchuk, tengo noventa y cinco años de edad, vivo en Rusia más precisamente en Samara una ciudad al este de Moscú y estoy decidido a contar mi historia.
Sobreviví
al holocausto, aunque no me gusta decir esa palabra, sino que
prefiero llamarlo la solución final, como lo hacían ellos, pasé
por mucho gracias a los nazis, tuve mi venganza, pero no me siento
satisfecho, perdí todo lo que tenía, no solo material, perdí amor
y parte de mi alma.
Quizá
se pregunten porque hablo de esto después de tantos años, no lo sé,
estoy viejo y solo, las personas que amaba ya no están en este mundo
y quien sabe donde están enterradas, los recuerdos están en mi
mente y puede que si los plasmó en estos papeles, se vayan de una
vez por todas para así poder descansar en paz...
Como la mía hay millones de historias similares, entre ella los finales son variados, están los que son buenos y los que son terribles, algunos con una muerte atroz, otros como yo pueden contar su propia verdad.
En mi caso todo comenzó en Alemania, vivía Berlín, a unos cien km de la frontera con Polonia, yo era de la generación de muchachos que no habíamos servido en batalla, por nuestra edad, en mi país se vivía una gran depresión por los gastos que debíamos abonar a los vencedores de la gran guerra, el pueblo estaba muy desconforme, se sentía humillado. Era un muchacho joven,tenía unos siete años, no entendía nada sobre la guerra, vivía en una burbuja, jugaba día y noche, corría con mis amigos porlas calles de mi barrio Chalottenbug.
Todo
era armonía y paz para nosotros, mi padre había sabido sobrellevar
la situación económica en la gran guerra y gracias a ello nunca nos
faltó nada, se había esforzado para que nuestra calidad de vida no
se viera perjudicada.
Si bien para ese entonces no lo comprendía se estaba llevando a cabo cosas grandes en Alemania, entre ellas la aparición de Hitler en el Partido Obrero Alemán.
Pero me gustaría profundizar más en lo que fue mi vida de niño. Tenía un padre que se llamaba Rufold y mi madre María, ambos católicos y de familia cristiana, mi padre no estuvo muy presente en nuestra niñez, y digo nuestra ya que eramos cuatro hermanos, tres hombres y una niña. Con el único que tenía una relación muy cercana era con Rufold Jr. Él y yo sólo teníamos dos años de diferencia, pero nos comprendíamos el uno al otro sin la necesidad de utilizar palabras, en cambio con mis otros dos hermanos no éramos tan apegados, si bien nos queríamos, la competencia que existía era inmensa. Estos dos últimos eran Michael y Ana. Al ser los dos más pequeños peleaban por la aprobación de mis padres, competían por ganar su atención y por el cariño que merecían o creían merecer. Por otro lado a Rufold ni a mi nos interesaba que nuestros progenitores pusieran el más mínimo empeño en nosotros, quizá fuese por eso que les interesábamos tanto.
Mi fecha de nacimiento fue el veintinueve de marzo de mil novecientos tres, por ello ni Rufold ni yo fuimos a la guerra, si bien sabíamos que la misma se estaba dando, por toda la propaganda y ataques, no nos tocó directamente. Pero si a mi padre, él sirvió dos años en la misma hasta que le dispararon en la pierna y volvió a casa, estaba cambiado, más ausente que de costumbre, la gran guerra lo había cambiado por completo. Si bien para ese entonces no éramos muy apegados menos lo fuimos después.
Recuerdo en particular un día del año mil novecientos quince, era un precioso día de verano, soleado y con una brisa que rozaba mi rostros de una forma muy placentera, se sentía como dormir tapado por sábanas de seda o en un colchón de plumas. Yo un inocente niño de doce años jugaba en el patio de mi gran casa, feliz, libre y fascinado por la vida que tenía, sentía como el sol me daba en el rostro suavemente, como si quisiera que unos simples mortales se beneficiaran de su gran poder. En este momento con noventa y cinco largos años aún puedo recrear esa escena en mi mente, esa escena de un niño jugando con su pelota de fútbol, rompiendo las macetas y plantas de su madre, creyendo que no había más nada en el mundo, sin preocuparse de lo que puede venir y sin temor de nada ni nadie. Fue una linda época, quisiera haberla disfrutado o aprovechado más, ya que el resto de la historia no es muy bella...
Les contaba sobre mi padre un hombre que gustaba de la buena vida y por ella trabajaba mucho, no era de demostrar mucho afecto pero él quería lo mejor para nosotros. Cuando volvió de la guerra no espero a recuperarse, comenzó a trabajar nuevamente, al principió desde nuestra casa dando indicaciones y pasando el día entero en su despacho, el cual teníamos rotundamente prohibida la entrada, solo salía para comer y dormir. Era una persona muy dedicada y quería posicionarse en lo más alto de la escala social, y lo consiguió. Por un tiempo nuestra familia fue muy respetada en la sociedad, se organizaban grandes fiestas en nuestra mansión, venían político, empresarios y personas muy ricas. Mi madre era a la que más satisfacción le daba esa clase de eventos. Mis hermanos, a excepción de Rufuld, iban de un lado a otro con sus ropas nuevas y caras, tratando de hacerse notar por el público, muchas veces les resultaban molestos para a más de un invitado.
Pero con Rufuld preferíamos huir de allí, cuando mi madre nos buscaba para vestirnos nosotros corríamos a escondernos en un sótano de la casa, hasta que llegó un momento en el cual no nos obligaban a pasar por esas veladas tan encantadoras.
Pero
para no seguir divagando en lo que fue mi hermosa niñez quiero
contarles el momento en el que mi vida dió un giro de unos 180
grados.
Recuerdo
ese día, el día en que nos separamos definitivamente de la familia
con Rufuld. Tenía unos dieciocho años recién cumplidos y mi
hermano veinte, estábamos en el patio de mi casa charlando.
- Que piensas hacer ahora que ya has terminado tu estudios Isac?- me preguntó él.
- Aún no lo he decidido hermano, sé que me iré a la universidad y escaparé de esta casa de locos.- le dije mirándolo a los ojos, él rió y me mostró una cara de satisfacción- ¿De que te ríes ?
- De que vas hacer exactamente lo que creo que harás.
- ¿A si? ¿Que crees que haré?- le dije entre risas.
- Te vas a ir a la universidad de derecho ¿no es así?
- Exacto, y ¿como lo sabes?
- Porque es lo que más odia nuestro padre, a los abogados.
- Lo sé, ¿y sabes que odia también?
- Me lo imagino, pero prefiero que me lo digas tú.
- A los obreros, comunistas y todo aquél relacionado con la izquierda.- le dije mientras reíamos a carcajadas, ya que sabíamos que iba a decir el otro.
- Y me imagino, mejor dicho vas a representar a esa clase de gente.
- Exactamente mi inteligente hermano, y ¿quieres que te diga más?
- Me muero por escucharte Isac.
- Tú me estas a punto de proponer irte conmigo a estudiar teatro y cine a la prestigiosa universidad Künste que está a un par de calles de la mía.
- Ja ja ja y ¿como es que estás tan seguro?.
- Elemental mi querido compañero, trabajaste dos años de tu vida para ahorrar dinero, para que ambos nos fuésemos juntos al centro de la ciudad y desaparecer de está casa de ricachones refinados.
- Bueno como la mayoría de las veces has acertado, no creerás que pensaba dejarte solo en el mundo exterior, aún eres una cría que no sabe volar.
- Eso crees tú- comenzamos a pelear, riéndonos y disfrutando de lo parecido que éramos.
Ese
es el recuerdo más maravilloso que tengo con mi hermano, a partir de
allí nos hicimos aún más apegados el uno con el otro. Aunque
ninguno de los dos lo dijo antes, ambos sabíamos que él había
sacrificado dos años de su vida al terminar la secundaria para
trabajar, poder tener dinero para sacarme de ahí y poder vivir la
vida que ambos deseábamos.
Cuando llegó el momento de comunicarle la noticia a mi padre, estalló la bomba que se venía creando desde ya hacía muchos años. Los dos hijos prodigios de la familia, los únicos que no necesitaban sentir que eran el centro del mundo y principalmente los únicos en los cuales su padre deseaba dejarles su gran empresa se iban para ya no volver, para hacer lo que su padre más detestaba en la vida un abogado y un artista.
- Así que se van así, sin más, no les importa su familia, su legado, sus responsabilidades para con quien los crió. Quienes sufrieron mucho para darles lo que ahora tienen.
- Si con eso quieres decir que sacrificaste nuestra infancia sólo para estar en lo más alto de la escala social, para que te vean de abajo y crean que eres superior a los demás por tener dinero, para que al pasar por la calle todos giren para ver tu automóvil nuevo, para presumir lo costosa de tu casa, si nos vamos y adiós. Nunca quisimos está vida, no somos como ustedes, nos importan más las personas y no el maldito y sucio dinero, el cual no sirve para comprar absolutamente nada que valga la pena y sea duradero.- estas palabras salieron de la boca de mi querido hermano, expulsando el odio que tenía dentro por su padre y toda su maldita nobleza.
- Si eso es lo que quieres bien, pero no arrastres a tu hermano en esto, él no tiene porqué seguir los pasos de un vagabundo.- cuando escuché esas palabras, me sentí con ganas de decir todo lo que sentía pero era un poco reiterativo ya que lo principal había sido dicho por mi hermano.
- No es un vagabundo, es mi hermano. Y pienso como él, tu dinero no es nada para nosotros, nunca pudiste comprarnos como a mis hermanos. No nos arrastraremos para recibir una tajada de dinero sucio. Nos iremos para ya no volver.- al finalizar estas palabras me sentí liberado por fin.
- Perfecto, pero no quiero que nadie vea la escoria de hijos que tuve la mala suerte de tener. Ustedes dejaron de ser de está familia. Eliminarán sus apellidos y nunca vuelvan a pedir nada a su madre ni a mi.- para ese entonces nuestra madre lloraba desconsoladamente.
- Es lo que más deseo , no quiero que nadie me vincule con un cerdo,- y dicho esto abrazamos fuertemente a nuestra madre, tomamos nuestras maletas, nos dirigimos al auto que estaba estacionado en la calle, propiedad de mi hermano, y nos fuimos de allí. Antes de marcharnos recuerdo que gire la cabeza para ver por última vez el lugar donde había crecido, jugado y desarrollado, pensando que jamás volvería como un miembro de la familia.
Mi
hermano ya había pensado en todo, alquilo un pequeño apartamento
muy cerca de ambas facultades y conseguimos empleos de seis horas,
para poder pagar las cuentas y demás. Yo trabajaba en un bar de
jóvenes universitarios, muchos de los clientes del mismo eran
compañeros míos en la facultad de derecho. Mi hermano trabajaba en
un periódico comunista, su tarea era la de organizar y empaquetar
los periódicos. No nos pagaban mucho pero era suficiente para pagar
las cuentas y la comida. Las universidad la pagó Rufuld con lo
ahorrado en sus dos años de trabajo, ya que nuestro padre que había
negado a ayudarnos, aunque eso no nos molestó ni desilusiono ya que
era un pequeño precio a pagar por liberarnos de él.
El tiempo pasaba, sin grandes cambios, conocí gente que hizo cambiar mis ideas en muchos aspectos, entre ellos la religión. Comencé a participar en grupos de jóvenes judíos, me interesaba saber más de ello, ya que en mi familia no había ninguna influencia de dicha religión. Llegué a involucrarme hasta tal punto que terminé convirtiéndome al judaísmo. Entre esas y otras cosas me terminaron condenando en el futuro...
La relación con mi hermano siempre fue excelente, pero con el paso del tiempo se fue debilitando. No porque quisiéramos que pasara, sino que nuestros caminos se fueron separando. Yo estaba muy involucrado con mis estudios y mi participación en los grupos judíos me demandaba mucho tiempo, en cambio él se dedicó a darle todo al partido comunista, es decir fue tal la influencia que tuvieron en él que su pasión lo llevo a entregar su vida al partido. No me malinterpreten, nunca tuve nada en contra, en relación a su elección, más bien me dolía la separación que se estaba llevando a cabo en nuestra relación.
Por este tiempo, nació ''la nueva juventud'', un periódico del cual fui principal fundado, básicamente se encargaba de dar a conocer todas las acciones realizadas por nuestro grupo, y su principal escritor era yo. Este periódico salía una vez al mes, pero con el paso del tiempo fue2
ganando
una influencia increíble, gracias a él muchas personas se fueron
acercando a nosotros para participar en distintos tipos de
actividades, principalmente obras sociales, gracias a ello fue
necesario crear una nueva edición del diario el cual salía dos
veces al mes en vez de una.
Todo esto se dio en muy poco tiempo, cuando cumplí los veinte años ya estaba al frente del grupo al cual se lo denominó como “jóvenes en peligro''. Todo continuo como era de esperar, terminé mis estudios en mil novecientos veintinueve, desde ese entonces me dediqué a defender, como dije antes, a comunistas, obreros, anarquistas, etc.
Todo esto se dio en muy poco tiempo, cuando cumplí los veinte años ya estaba al frente del grupo al cual se lo denominó como “jóvenes en peligro''. Todo continuo como era de esperar, terminé mis estudios en mil novecientos veintinueve, desde ese entonces me dediqué a defender, como dije antes, a comunistas, obreros, anarquistas, etc.
Pero
la verdadera historia comienza tiempo después...
CAPÍTULO
SEGUNDO
En
mil novecientos treinta y tres Hitler llega al poder, respaldado por
el apoyo popular de su país. Para no abrumarlos mucho con números
solo quiero decir que para fines mil novecientos treinta y cuatro o
treinta y cinco, no lo recuerdo bien, ya eran más de cincuenta mil
judíos que habían emigrado de Alemania.
Mientras
que el partido obrero alemán cumplía un año en el poder cada vez
más amigos y compañeros del alma abandonaban el país, a raíz de
las intensas medida adoptadas por éste gobierno antisemita, que
cuanto más tiempo pasaba más era el poder e influencia que ganaba
dentro del país.
En
solo seis años ya se habían aprobado en Alemania más de 1400 leyes
contra mi pueblo, la situación empeoraba día a día. De diferentes
formas las autoridades nos etiquetaban para que cualquiera pudiese
saber que éramos judíos, sin importar si eras o no Mischlinge*,
por ejemplo a través de una estrella de David que debíamos llevar
en el brazo. Con el tiempo ya nadie se sentía seguro, pero yo, no se
si por terquedad o por orgullo, seguía en Berlín y esa fue la peor
decisión que pude tomar.
Si
bien hasta entonces no vivía de la mejor manera, por lo menos vivía.
En un discurso proclamado por Hitler, el mismo dijo que en dos o tres
años, la cuestión judía se resolvería de una modo u otro, para
ese entonces ya estábamos sino me equivoco en 1937, seguido a esa
declaración el veinticuatro de noviembre de 1938 el periódico de
las SS publicó que: “Tendríamos que enfrentarnos a la necesidad
irrevocable de exterminar el submundo judío del mismo modo que en
nuestro gobierno de ley y orden solemos exterminar a cualquier otro
criminal, es decir, con el fuego y la espada. El resultado debería
ser la eliminación practica y definitiva de los judíos que hay en
Alemania, su aniquilación absoluta”. Años mas tarde de que
terminara la guerra pude conseguir este artículo y aún hoy en día
lo conservo ya que fue ese día cuando comenzó todo.
Mi
hermano también vivía con miedo, si bien no era judío como yo,
igual era perseguido por sus ideales políticos. Cuando escuchamos
estos discursos ambos temimos mucho por la vida del otro y eso derivo
en que decidiéramos irnos del país, así que iniciamos los
preparativos para irnos de allí, aunque no tuvimos mucha suerte.
Cuando
pasó yo no estaba en casa por eso me salvé, pero mi hermano no
corrió con esa misma suerte, la Gestapo invadió nuestro barrio en
busca de judíos, comunistas, anarquistas, testigos de Jehová y
cualquiera que se opusiera al régimen, estos rompieron la puerta de
mi casa y se llevaron a mi hermano, del cual nunca supe más nada.
Hasta ahora lloro por el, paso noches enteras recordando momentos,
encuentros y desencuentros, conversaciones hasta el amanecer, ya sean
políticas, de deportes o mujeres, cosas simples a las que le he dado
más valor que a todo lo demás.
Como
les contaba las medidas eran duras y represivas para con los
opositores, después de la desaparición de mi hermano no supe que
hacer, entré en pánico y quede con la mente en blanco. Yo si bien
ya no era tan joven, tenía unos treinta y cinco años de edad,
estaba asustado, la falta que me hacía mi hermano, mi protector,
provoco a que solo pensara en esconderme en mi casa suponiendo que ya
no volverían a por mi, pero por segunda vez pensé mal. Ya para ese
entonces las iglesias proporcionaban información a los nazis
diciendo quien era cristiano, es decir
* Mischlinge: ''Criterio utilizado por los nazis describir a los que eran medios judíos ya que poseían uno o dos abuelos judíos.''
quien
no era judío. Gracias a los buenos y santos cristianos es que sabían
que les faltaba yo. Si bien no fui el único que se salvó en ese
entonces, ya que muchos jóvenes pudieron huir al enterarse de que
estaban los nazis en nuestro barrio, los otros estaban igual que yo,
es decir asustados y no tenían a donde ir.
Aunque
ahora me parezca obvio, en ese momento no pensé que volverían a por
nosotros, y es ahí cuando comienza mi verdadera historia, la
historia de un judío fugitivo, quizá el nombre nos les parezca muy
original, quizá alguien podría inventar uno diez veces mejor pero
si creo que es un nombre que caracteriza mucho mi historia.
Como
les mencioné estaba asustado al igual que muchos otros, todos
sabíamos que debíamos tomar una decisión, sabíamos que debíamos
huir, teníamos bien claro que seriamos atrapados tarde o temprano
pero nuestro subconsciente quería creer que en nuestros hogares
estaríamos bien ya que en ellos albergábamos hermosos recuerdos y
es por esa razón por la que nos sentíamos tan seguros allí aunque
eso solo fuese una simple percepción de una persona desesperada y
asustada.
Mientras
analizaba todas las posibilidades en mi mente, me encontraba en el
sótano de mi casa, un lugar pequeño, oscuro y triste, pero estaba
muy bien oculto y era el lugar mas seguro, entonces de pronto escucho
que suena el timbre de mi hogar una vez, recuerdo que la adrenalina
comenzó a esparcirse por mi cuerpo como si fuera veneno de
serpiente, el latir de mi corazón era a un ritmo
acelerado, en mi mente pensaba en lo que podría pasar y en métodos
que podría utilizar para escapar.
Pasaron
unos diez minutos y nada, estaba realmente asustado, pero en un acto
de valentía me aproximé a la puerta que daba a unos cuatro metros
de la entrada de mi sótano, al acércame noto que había un sobre
blanco tirado en el piso, estaba sucio y mal pegado, lo abrí y pude
observar que estaba escrito en alemán, la carta decía lo
siguiente:
Isac:
no me conoces, me llamo Ismael, como tu he escapado de la redada
que
se dio lugar hace unos días. Estoy seguro de que volverán y
debemos
estar
preparado para cualquier cosa, nos reuniremos los pocos que
quedamos
en la mansión abandonada a tres calles de aquí, estoy seguro
que
la encontraras, no utilices los teléfonos, luego sabrás porque
,ven
a las nueve de esta noche, debemos decidir que hacer.
ISMAEL.
En
verdad no sabía que pensar y toda esta situación me provocaba
miedo, pero decidí hacerle caso a mi amigo por correspondencia. A
las nueve de la noche llegué a la entrada de la inmensa mansión, la
misma había sido ocupada por una pareja de ancianos que fueron
detenidos y luego su casa fue saqueada por los soldados de la
Gestapo. Al llegar note que no había ni una luz encendida, no podía
apreciar nada a mi alrededor y me sentía muy inseguro pero de todas
formas entré.
Apenas
abrí la puerta sentí como se abalanzaban sobre mi cuatro personas
de gran tamaño, me presionaron la garganta hasta el punto de casi no
poder respirar.
- ¿Quien eres? - me pregunto un hombre que estaba al costado- identíficate- grito, pero yo casi no podía articular ningún sonido, con las pocas fuerzas que me quedaban pude decirles.
- Soy yo, Isac Levchuk- fue lo único que pude pronunciar
- Suéltenlo muchachos- y me toma la mano mientras los demás me dejaban libre- lo siento, es que nos sentimos aterrados por toda esta situación e intentamos tomar todas las medidas de seguridad disponibles.
- Esta bien- le respondí- lo entiendo, pero ¿que es esto?- le pregunté mientras intentaba ver algo al mi alrededor, sin lograrlo ya que estaba todo oscuro.
- Soy Ismael, fui quien te dejo la carta en tu casa hoy, aquí nos reunimos desde hace tres días. Eres el último que faltaba llegar.
En
ese preciso instante me dirigen a un salón enorme a unos paso de la
entrada, mi mente estaba confusa, si bien estaba asustado por todo lo
que nos había tocado vivir en los últimos años, la intriga también
se hacía presente, en el salón se encontraban otras cinco personas
hablando, al vernos llegar guardaron silencio y se presentaron,
sinceramente no recordé ningún nombre ya que mi mente no estaba
para esas cosas.
Pero
si recuerdo uno que me llamo la atención, era el de una muchacha de
unos veinticinco años llamada Hanna, era muy hermosa, quizá la
más hermosa que había visto hasta ahora, puede que fuese eso lo que
hizo que fuera solo su nombre el que recordara, era baja, morocha y
tenía una piel hermosa, su cabello un tanto despeinado, algunas
pecas en su rostro y un lunar en su pómulo derecho, aunque se veía
que no estaba en su mejor momento me resultaba realmente preciosa.
- Isac ponte cómodo- me dijo Ismael, aunque creo que fue pura cortesía ya que en ese lugar era imposible ponerse cómodo- en instantes comenzaremos a charlar y te pondremos al tanto de lo que pasa aquí.
- Me parece bien- respondí sin muchas ganas, en unos minutos, en el salón, ya éramos unas quince personas, y cuando ya todos estábamos ubicados en nuestros sitios Ismael tomo la palabra, creo que era el que tenía el liderazgo allí, parecía un hombre tranquilo y sabio y también era uno de los más viejos por decirlo de alguna manera ya que él tenía al rededor de unos cuarenta años.
- Compañeros creo que llegó el momento de tomar una decisión, en cualquier momento vendrán por nosotros, ya que saben que hemos escapado y tienen nuestros nombres gracias a nuestros hermanos cristianos- estas últimas palabras las dijo como si las escupiera- está claro que debemos crear un plan de escape ya que no somos capaces de pelear contra ellos, pero la pregunta es ¿como escapar de este lugar?, y ¿hacía donde ir?
En
ese momento nadie quiso o se animo a hablar, puede que sea por no
tener idea de que hacer o si la tenían no querían se los
responsables de la muerte de sus compañeros.
- Yo creo que debemos ir al este, debemos cruzar la frontera con Polonia y refugiarnos allí hasta que termine toda esta tortura- dijo, mientras se paraba, uno de los cuatro que me habían sujetado en la entrada.
- A mi me parece bien, la cuestión aquí es como hacerlo- respondió Ismael al tiempo que se notaban caras de aprobación de los demás allí reunidos.
- Lo que propondré es arriesgado pero podría resultar- después de pronunciar estas palabras, muchas de las caras que hace un momento fueron de aprobación ahora eran caras que expresaban no estar dispuestas a arriesgarse y perder la vida al escapar.
El
plan se llevaría a cabo el seis de octubre de 1938, este tenía como
objetivo robar un auto de un ciudadano alemán, y con el viajar hasta
la frontera con Polonia, si bien era un plan arriesgado, no tenía
muchas complicaciones así que se aprobó por todos los reunidos en
la salón.
Yo
me encargaría de conducir dicho automóvil hasta la frontera, pero
no sabía que harían los demás, ya que se llegó a un acuerdo de
que era mejor que cada uno supiera solo su tarea por si alguno era
capturado, y así no poder revelar nada del plan.
Solo
sabía que el seis de octubre se robarían los autos, uno de ellos
llegaría a mi casa al rededor de las tres de la tarde, en el
vehículo vendrían las dos personas que lo adquirieron y en mi hogar
estaría Hanna esperando para partir al igual que yo, si
bien yo me ahorraría la tarea de robar un coche, la cual es muy
arriesgada, tendría que llevarlos a todos sanos y salvos hasta
Polonia, no es que el viaje sea largo, más bien es corto, pero los
peligros estarían al asecho.
En
primer lugar me había ofrecido para manejar ya que soy bueno en
ello, pero no era por ello que quería llevar a cabo esa tareas, sino
que no me sentía emocionalmente preparado para robar y quizá,
porque no, matar por un automóvil, sé que eso podría poner en
peligro el plan, y obviamente la vida de mis compañeros a demás por
no mencionar el hecho de que soy o fui un cobarde...
Llegó el seis de octubre, allí comenzó todo para algunos y terminó todo para otros, ese fue el día en que vi morir por primera vez a personas con mis ojos. Ya estaba todo listo, con Hanna esperábamos ansiosos la llegada del coche para así poder escapar y dejar de preocuparnos por los cazadores de judíos. La noche anterior había sido la última reunión entre los pocos que quedábamos en el vecindario y todos ellos tenían un futuro incierto al igual que yo. En esta reunión nos despedimos uno por uno y prometimos encontrarnos en Polonia para poder celebrar nuestro gran escape, para serles sinceros sabía que a muchos nunca los volvería a ver, pero en el fondo tenía la esperanza de que todos nos salváramos. Luego brindamos y nos dirigimos a nuestros puestos. Hanna se fue conmigo a mi casa y pasamos la noche en el oscuro sótano esperando que pasen las horas eternas que teníamos por delante. No hablamos mucho, ella logró dormir gran parte de su estadía en mi casa. En el correr de la noche me enteré que sus padres se habían negado a ser arrestados y por su desobediencia los fueron fusilado, ella presenció todo desde un cuatro secreto que habían mandado a construir a principios de 1933.
Cuando
ya eran las dos y media de la tarde se pudo escuchar el ruido de una
bocina en frente a mi casa, al instante supimos quienes eran y
salimos corriendo hacía el coche, este ya tenía vació el asiento
del conductor y allí me ubiqué, a mi derecha se sentó Hanna y
detrás de mi estaban Ismael e Iván, este último fue el que ideo el
plan. Ellos se veían calmados y vestían como un ciudadano alemán
común, al igual que Hanna y yo, eso también era parte del
plan, intentaríamos pasar de ser percibidos para así evitarnos
problemas.
- ¿Que pasó?- le pregunte enseguida a Ismael.
- Vamos nos de aquí ya! -me respondió, el miedo podía sentirse en su voz- el coche es de una familia del centro de la ciudad, matamos al alemán antes de que pudiera decir palabra alguna, luego dejamos el cuerpo escondido en un callejón cercano pero oscuro, es cuestión de tiempo que lo encuentren, logramos no hacer mucho escándalo.
Era
obvio que este hombre no estaba acostumbrado a hacer estas cosas y no
se quien fue el que mato al alemán pero tampoco pienso preguntar, en
lo único que podía pensar era en escapar de ese maldito país.
Los
primeros km los hicimos sin problemas, nadie sospechaba que éramos
judíos, si bien aparentábamos tranquilidad por dentro cada uno de
nosotros estaba sufriendo un colapso nervioso. Llegamos a un punto en
que la calle estaba interceptada por camiones de soldados nazis y no
le permitían el paso a todos, nosotros pasamos y un oficial se nos
quedo viendo fijamente, pero por suerte resultó que le llamaba la
atención la belleza de Hanna, la cual estaba hermosa ese día,
avanzamos por las calles de Berlín sin transpirar mucho, pero
nuestra suerte se estaba por terminar.
Solo
nos quedaba un km para llegar a la frontera con Polonia y vemos a lo
lejos que había soldados nazis en el camino, creímos que era mejor
dar la vuelta, pero cuando inicié la maniobra estos se dieron cuenta
que algo no estaba bien. Allí comenzó la persecución. Al ver que
nosotros no parábamos el coche y que cada vez nos aproximábamos más
a la frontera, comenzaron a abrir fuego en dirección a nuestro
coche.
Podíamos
sentir como las balas daban en nuestro vehículo robado, pero ninguna
era letal, hasta que en un momento todo comenzó a verse en cámara
lenta, faltaban unos trecientos metros para llegar a nuestro destino
cuando una bala destroza el vidrio trasero del auto y da directamente
en la nuca de Iván, este cae hacía delante, su cuerpo ya inerte por
el impacto de bala comienza a largar sangre , nos cubre con una capa
roja liquida y espesa a cada uno de nosotros. Hanna comenzó
a gritar, Ismael no reaccionaba , estaba como perdido en un trance o
en un shock, por otra parte yo seguía conduciendo el coche y
presionando el acelerador a más no poder, la sangre de Iván corría
por mi cara y cuerpo como si fuese mía, como si esta saliera de mi
cuerpo y me estuviese muriendo.
No
se como pero logramos entrar a Polonia a salvo, los nazis pararon su
camioneta a unos cien metros de la frontera y a nosotros se nos
permitió el acceso a este país, creímos que todo había terminado
que estábamos a salvo, pero en verdad la historia recién
comenzaba.
- ¿Están bien?- fue lo primero que se me ocurrió preguntar al bajarnos del automóvil, no era nada agradable ver tanta sangre por todos lados.
- Si estamos bien- me respondió Hanna, la cual aún estaba llorando y aterrada. Ismael seguía estaba perdido y en trance pensando en lo que había ocurrido.
- Identifíquense en este instante- esa orden provenía de uno de los soldados polacos que protegían la frontera con Alemania.
- Somos judíos, huimos de Alemania, yo soy Isac, el es Ismael y ella se llama Hanna, pedimos asilo en su país.- por alguna razón al soldado no le sorprendió en lo más mínimo mi respuesta y petición.
- No son los únicos que piden eso, hace dos horas un grupo de cinco personas también lograron cruzar la frontera y huir de los nazis, por esa razón es que estaban tan cerca de la frontera cuando ustedes pasaron- este tenía una sonrisa dibujada en su rostro, como si disfrutara esta situación- ellos nos avisaron que era posible que llegaran otros dos coches más, me imagino que serán ustedes uno de ellos, ¿donde esta el otro?
- No lo sabemos, nuestros escapes eran individuales y nadie tenía información del otro, por protección.- en ese momento se escucho una explosión muy cerca de nuestra posición, y todos supimos cual era el origen de la misma.
- Bueno creo que ya sabemos donde está el otro coche- y su cara cambió e intentó empatía por nosotros- vengan los llevaremos con los demás- y señalo un camión militar para que subiéramos- nosotros nos encargaremos de su amigo muerto.
- Muchas gracias, le estamos eternamente agradecidos- le dije mientras salían lagrimas de mis ojos, si bien lloraba era el que estaba en mejores condiciones para hablar, mientras que mis amigos asimilaban todo lo sucedido.
El
viaje duro aproximadamente una hora, en el transcurso del mismo
intentaba entender que pasaba dentro de mi, era muy confuso, sentía
muchas emociones juntas, entre ellas un profundo dolor por la perdida
de mis amigos, guardaba un gran rencor y odio por los nazis, pero a
su vez también estaba tranquilo creyendo que todo había terminado,
que viviríamos allí hasta que terminara todo para así después
poder volver a casa, al lugar de donde proveníamos, ese en el que
tanto hemos compartido, vivido, y con la esperanza de que mi hermano
aún esté con vida.
Luego
de bajar nos trasladaron hasta un edificio grande y viejo, en la
puerta estaba escrita la palabra “refugio”.
- Aquí podrán permanecer dos semanas, ese tiempo tendría que ser suficiente para poder encontrar un empleo y mudarse- dichas esas palabras el soldado se retiró y volvió a subir al camión. Luego me di media vuelta y me dirige a mis amigos.
- Todo ha terminado, estamos a salvo- para ese entonces Ismael ya había salido del trance y Hanna estaba más tranquila.
- Si ha terminado, mejor entremos, hace mucho frío aquí afuera- me respondió Hanna con una mirada tierna y aliviada. Era cierto hacía mucho frío afuera, es algo que aún no había notado, pero por fin mi mente estaba desconectada, ya no estaba alerta, ni pensando que en cualquier momento podría aparecer alguien y fusilarme.
Al
entrar nos encontramos con la recepción, al igual que el edificio
estaba vieja y mal cuidada, fuimos recibidos por una mujer mayor,
ella nos dio la bienvenida al refugio y dijo que nos sintiéramos
como en casa al tiempo que cada uno se registraba, por segunda vez
fuimos notificados que podíamos pasar allí un par de semanas,
asentimos y emprendimos el camino hacía nuestras habitaciones.
El
lugar estaba repleto de personas, el refugio tenía una sala de estar
donde se juntaban los inquilinos o mejor dicho refugiados para
charlar, leer las noticias, jugar al ajedrez, entre otras cosas.
Para
ese entonces el cansancio era tal que ni siquiera recordamos a
nuestros amigos que supuestamente también estaban allí. Después de
intercambiar miradas y asegurarnos que todo era real y no un sueño
decidimos ir a dormir para luego ir a cenar.
Al
despertar recordamos que nuestros amigos de seguro estaban allí y no
sabrían nada de nosotros, corrimos por las escaleras y llegamos a la
sala de estar, allí se encontraban los cinco, escuchando las
noticias en la radio, al vernos corrieron hacía nosotros y nos
abrazamos los unos con los otros.
- Están vivos!!!- grito un muchacho llamado Stock, del cual no recuerdo su apellido.
- Si lo logramos, estuvimos cerca de morir pero acá estamos vivo y seguros- les dijo Ismael.
- ¿Donde está Iván?- pregunto Stock
- Él no lo logró, ellos nos interceptaron a un km de la frontera, al vernos comenzaron a disparar y una bala dio en la nuca de Iván que le dio muerte al instante.- respondió Ismael con lagrimas en los ojos.
- En ese momento se hizo un minuto de silencio y luego continuamos la charla
- ¿Saben algo de los demás?- esta vez el que preguntaba era un muchacho alto, delgado y con una cabellera roja fuego, creo que su nombre era David, el que respondió fui yo.
- No los hemos visto, pero al llegar escuchamos una explosión a un par de km de la frontera, sospechamos que el origen de la misma era de su vehículo.- dichas estas palabras se hizo un nuevo minuto de silencio y nos dirigimos todos juntos al comedor a cenar.
Los
días pasaban rápidamente, pasamos las dos semanas que se nos había
permitido en el refugio y cada uno logró conseguir un trabajo, luego
alquilamos un departamento viejo y en muy mal estado cerca del centro
de la capital. Intentábamos escuchar las noticias por radio o
leerlas en el diario, y se decía que la situación estaba
empeorando, los alemanes tenían cada vez más poder y nadie los
podía parar. Pero igual nosotros nos sentíamos seguros.
Cada
día que pasaba sentía cosas mas fuertes por Hanna, si bien no
era la única chica del grupo, a mis ojos era la más hermosa. Logré
conocer un poco más sobre ella y su familia, al igual que yo había
nacido en Berlín, tenía tres abuelos judíos y sus padres fueron
capturados antes de que se hiciera la redada en la cual se llevaron a
mi hermano. Sus abuelos ya no vivían en Alemania, ellos como otros
miles se fueron a Israel en 1934. Pero ella y sus padres prefirieron
quedarse.
Habían rumores de que los nazis tenían pensado invadir Polonia, que deseaban expandirse por Europa y el mundo. Nadie prestaba mucha atención hasta que cayo la primer bomba en suelo polaco.
Todo
fue muy extraño gente corriendo de un lado a otro para poder
refugiarse, nadie se lo esperaba pero sucedió. La invasión se dio
en el año 1939, las tropas alemanas se hicieron con el control de
Polonia y de nuevo comenzaron con la cacería de mi gente.
Como
era de esperar la dueña de nuestro edificio comunicó a los
invasores que nosotros estábamos allí con la condición de que no
le hicieran nada a ella ni a su edificio, estos no aceptaron el trato
y la fusilaron en la calle, frente a su preciado edificio. Luego de
esa desagradable escena nos fuimos, dejando de nuevo todo atrás,
todo lo conseguido en ese año y el lugar que ya considerábamos como
nuestro hogar.
Por
suerte está vez teníamos a donde ir, ya que se nos ofreció asilo
en la casa de una familia amiga de Hanna la que conoció en
su trabajo. Estos nos escondieron en su sótano, el cual era muy
parecido al mío en Alemania, solo que un poco más grande y más
cuidado.
Nos
comunicaron que estaban relacionados a un grupo de personas que
falsificaban documentos, y que si queríamos podían hacer que nos
crearan a cada uno una nueva identidad. Todos aceptamos, al tiempo
que les agradecíamos su buena disposición y les ofrecimos dinero,
ellos no aceptaron, pero logramos convencerlos diciendo que lo
utilizaran para comida ya que nosotros en ese momento no estábamos
en condiciones de salir.
Pasamos
dos semanas escondidos en ese sótano, hasta que llegaron nuestros
documentos falsos. A partir de ese momento yo me llamaba
Mauro Petelonsky, era de nacionalidad polaca y tenía
veinticinco años.
Luego
volvimos a nuestro apartamento, cuando llegamos notamos que las
puertas habían sido forzadas y que nos habían robado todo. Era de
esperarse pero nunca perdimos la esperanza de encontrar todo como lo
habíamos dejado tiempo atrás.
- Creo que iré a la fabrica para ver si nos aceptan de nuevo- nos comunicó Ismael, solo quedábamos cinco de los ocho que éramos cuando llegamos aquí, dos consiguieron pareja y se mudaron y uno viajo hacía Israel después de unos meses de residencia en este país, quedábamos Ismael, Hanna, Stock, David y yo. Nos hicimos muy amigos en este tiempo y cada día más unidos.
- ¿Ahora que haremos?- me pregunto David, yo sinceramente no sabia que responderle.
- No lo sé amigo, creo que quedarnos aquí y esperar, con nuestra documentación falsa podremos trabajar y ser un ciudadano polaco más- le dije sin mucha convicción- esperemos que no nos descubran, ese sería el fin.
A
la hora y media volvió Ismael de la fabrica y este nos comunico que
podíamos volver a trabajar, pero que antes el jefe quería tener una
reunión con nosotros.
- ¿Una reunión?, no entiendo- le pregunte a él.
- Si quiere aclarar ciertos puntos ya que somos judíos, debe querer decirnos que si la cosa se pone peligrosa que no contemos con él- nos decía esto sin cambiar la cara, sin expresión alguna, desde que los alemanes invadieron Polonia él estaba así, cabizbajo y sin esperanza.
- Tranquilos vamos a salir de esta como la última vez- fue lo único que se me ocurrió decirles aunque ni yo estaba convencido de ello.
Al
día siguiente fuimos a trabajar, las calles estaban inundadas de
soldados alemanes, estos disfrutaban atemorizando a las personas, se
divertían como nunca.
Luego
fuimos testigos de una escena muy desagradable, los soldados cortaban
la calle cada vez que pasaban tropas de los suyos por la avenida
principal, como en un momento se aburrieron de cortar la calle cada
diez minutos, cortaron la misma por una hora seguida sin importar si
pasaban o no soldados. En el transcurso de ese tiempo las personas
debían esperar atrás de un vallado para pasar, pero como los
soldados también se aburrieron de esperar quisieron divertirse a
costa de los que debían esperar.
- Tú- dijo uno de los soldados alemanes, mientras señalaba a un hombre que esperaba para cruzar la calle- baila!
- Perdone ¿qué?- le respondió el hombre, desconcertado y con la voz muy temblorosa.
- Que he dicho que bailes!- le repitió el soldado.
- De acuerdo- y se puso a bailar, sin música ni nada que se le parezca.
- Tú- y señalo a una mujer vieja y gorda- baila con él.- y la mujer se aproxima al hombre y comenzaron a bailar. Luego como si fuera poca la humillación, señalo a un hombre que le faltaba una pierna el cual caminaba con muletas y le dijo que bailara, esta orden se repitió varias veces, entre los elegidos se encontraban dos ancianos, una mujer joven y dos niños.
Después
de diez minutos de baile los soldados no podían dejar de reír hasta
que el hombre que le faltaba una pierna se cae y no puede bailar
más.
- Levántate y sigue bailando- le dijo el otro soldado que hasta ahora se había dedicado a reír y mirar, pero el hombre no podía levantarse.
- Señor no puedo levantarme-le responde el invalido
- Te he dicho que te levantes y sigas bailando!- pero el hombre no se podía mover.- Tú te lo has buscado canalla- y saca su pistola y la pone en la cien del pobre invalido, luego presiona el gatillo y termina con la vida del pobre hombre .
Muchas
mujeres allí presentes comenzaron a llorar entre ellas Hanna,
yo la abrazo y no permito que siga mirando esa espantosa escena. Acto
seguido el soldado que había comenzado con todo abre la valla y deja
pasar a todas las personas mientras ordena a un grupo de mujeres que
retiren el cuerpo de la calle.
Con Hanna en
mis brazos seguimos nuestro camino, esperando que en cualquier
momento nos detenga y pidan nuestras identificaciones, pero eso no
ocurrió. Llegamos a la fabrica una hora más temprano de lo habitual
para tener la reunión con nuestro jefe. Esperamos diez minutos en la
sala de estar de su oficina y su secretaria no hizo entrar.
- Miren muchachos, la situación de su gente es muy compleja, los están persiguiendo hasta por debajo de la cama y ustedes lo saben- todos asentimos para darle la razón y en verdad estaba en lo cierto en todo lo que decía- pero se que tienen documentación falsa y pasan de ser percibidos, así que no tengo inconveniente en que sigan trabajando para mi, para lo que necesiten estaré aquí, lo único que les pido es que si los atrapan no digan que yo estaba enterado de su condición de judíos, yo no existo para ustedes y ustedes dejan de existir para mi, ¿entendido?
- Si señor, estamos completamente de acuerdo con lo que nos plantea, agradecemos que nos deje volver y se arriesgue por nosotros- y con estas últimas palabras de Ismael nos retiramos a nuestro puesto de trabajo.
- Allí éramos los únicos judíos que trabajan en esa fabrica, pero siempre habíamos sido muy bien aceptados por las personas que allí trabajan, después de la invasión nazi ya casi nadie se nos acercaba, no por discriminación sino que tenían miedo de que los relacionaran con nosotros, y los entendíamos, quizá si la situación fuera otra nosotros actuaríamos de la misma manera.
- En esta situación logramos sobrevivir por un mes entero, vivíamos pendientes de todo lo que pasaba en nuestro entorno, por las noches hacíamos guardias, siempre nos dividíamos la noche entre los cinco, mientras dormían cuatro uno se quedaba despierto vigilando la ventana, esperando ver a una camioneta de la Gestapo estacionar frente al edifico y entrar para llevarnos a quien sabe donde. El nivel de paranoia que teníamos era demasiado grande, pero supimos controlarlo. Aunque no quisiéramos creerlo era cuestión de tiempo que nos descubrieran.
Y
ese día llegó, mientras salíamos de la fábrica vimos a lo lejos
que se acercaba una camioneta en nuestra dirección, nosotros
comenzamos a caminar más rápido hasta que comenzamos a correr
desesperados, en un momento doblamos en una esquina y los perdimos de
vista pero sabíamos que estaban cerca.
- Por aquí- logramos escuchar como si fuese un susurro a lo lejos, cuando vimos de donde provenía observamos a una anciana que nos decía que vayamos hasta donde estaba ella.
- Corrimos y corrimos hasta que llegamos y nos hizo entrar en su casa, a los dos minutos pasaron los soldados a una velocidad impresionante, mientras que nosotros los observábamos por la ventana de aquella anciana que nos había salvado la vida.
- No sabe cuanto se lo agradecemos- le dijo Hanna con los ojos chorreando lagrimas- usted nos ha salvado.
- No es nada mi niña- le respondió ella con una voz dulce y amable.
- Si muchas gracias- le repetimos al mismo tiempo Ismael y yo. Éramos solo nosotros tres que estábamos juntos, David y Stock se habían quedado en la fábrica haciendo horas extras.
- Pueden esconderse aquí si lo desean. Es muy peligroso allí afuera.
- Se lo agradecemos señora, le prometemos que no nos quedaremos mucho tiempo- le dije
- No hay problema, se que así será- esa última parte no la había entendido pero no le di importancia.- al final del pasillo hay un sótano pueden ocultarse por ahí.
- Gracias- y nos dirigimos a él, estábamos muy asustados y no sabíamos que nos tenía preparado el futuro, pero esta vez habíamos tenido suerte.
Despertamos
al rededor de las doce de la noche y escuchamos que alguien golpeaba
la puerta, en un segundo nuestros corazones se paralizaron y
comenzamos a temblar. Se podía escuchar la voz de un hombre y la
anciana respondiendo pero no era tan claro como para saber que
decían. Lo próximo que recuerdo es que abrieron de una patada la
puerta que llevaba al sótano y nos dijeron en alemán que nos
paráramos y camináramos hacía afuera. Nosotros aterrados y
esperando lo peor obedecimos.
- ¿Son judíos?- pregunto el jefe de la patrulla
- No señor- respondí con la voz temblorosa y a punto de llorar
- ¿Están seguros?- volvió a preguntar- no les servirá de nada mentirle a la Gestapo- y ahí pude identificar al hombre que nos hablaba, él era el jefe de la Gestapo un Alemán llamado Heydrich Meller lo puedo recordar ya que marco mucho mi vida.
- Si señor estoy seguro.- le volví a responder. Acto seguido este le da una orden a un soldado y el soldado viene y me baja los pantalones a mi y a Ismael. Si bien yo no tenía hecha la circuncisión Ismael si y eso nos condeno
- ¿Así que no eres son judío entonces? Malditos infelices- y me da una paliza de la que nunca me olvidare, fue tal el dolor que sentí que hasta ahora después de tantos años me duele, primero me pego con la culata de su pistola dejándome semiinconsciente, luego solo puedo recordar que me dio dos puñetazos en la boca del estomago y uno en la cara, después de ese golpe me desplome en el piso inconsciente, lo único que recuerdo es despertarme tirado en un vagón de tren, apretado a otras cien personas y casi sin aire para poder respirar.
CAPITULO TERCERO
Al despertar me sentía que me faltaba el aire, estaba mareado y al mismo tiempo desconcertado. Después de varios intentos logré abrir los ojos y pude ver que estaba en un vagón de tren, en este se encontraban otras cien o más personas, era pequeño y no tenía ventanas, era de la clase de trenes que se utilizaban para transportar animales. Al instante veo que se acerca Ismael y me toma la mano para poder levantarme.
- ¿Que ha pasado?- fue lo primero que le pregunte, con la voz débil y el cuerpo dolorido.- lo último que recuerdo es que me estaban apaleando y me he desmayado.
- Luego te continuo golpeando de una manera muy despiadada hasta que te dejo tirado. Hanna comenzó a llorar y pedir que te dejaran tranquilo. Luego se aproximo a ella y le dio una bofetada- por cada frase que decía se me caía una lagrima al igual que a él- y nos ordeno meter tu cuerpo en un camión. Nosotros llegamos a creer que estabas muerto, intentamos despertarte pero no reaccionabas. A nosotros también nos ordenaron subir al vehículo, cuando termino el viaje nos llevaron a una estación de tren que ninguno conocía, nos pusieron aquí adentro y se fueron. Ya llevamos un día de viaje .
- ¿Y donde esta Hanna?- le pregunté mientras buscaba con la mirada por el vagón pero eran muchas personas para poder identificarla.
- Ella está en otro vagón. No se nada más. Lo siento.
- Está bien, saldremos de esta te lo aseguro.- intente consolarlo pero era imposible. Se sentía culpable por todo.
- Nada está bien Isac, no entiendes que este es el final, ya se nos agoto la suerte y es el momento de la derrota, caeremos inertes a los pies de un alemán, estos cremaran o quizá entierren nuestros cuerpos en una fosa común, nuestras familias no podrán despedirse de nosotros, quizá ellos correrán el mismo destino que nosotros.
Recuerdo
que no intenté nada para consolarlo, hasta yo me sentía abatido y
sin esperanzas. Los días transcurrieron muy lentamente, los segundos
parecían minutos y los minutos horas, el tren solo hizo una parada
en todo el viaje que llego a durar unos tres días y la única vez
que comimos fue en dicha escala.
El
vagón tenía maderas rotas por las cuales podíamos ver al exterior,
recuerdo que había poca vida en aquella zona, todo era tundra y
abedules enanos.
Nuestra
situación era terrible, esos tres días pasamos mucha hambre y sed
pero logramos sobrevivir la gran mayoría. Cuando por fin termino el
largo viaje nos tuvieron acampando dos días a las afueras de una
estación la cual sigue siendo desconocida para mi. Solo tengo
imágenes en mi mente de ella, puedo ver pastos cortos y amarillos,
era vieja y muy mal cuidada, los soldados comían manjares mientras
que nosotros nos moríamos de hambre y para empeorar nuestra
situación el sol no nos favorecía en nada.
Luego
de esos dos días nos hicieron caminar apróximadamente unos
docientos kms hacía el sur, ya que según ellos no había
locomoción. Nadie hablaba, todos estabamos sumisos en nuestros
pensamientos, algunos lloraban pero intentando no hacer ruido por
miedo a la muerte.
Demoramos
una semana en llegar a nuestro destino, casi no nos alimentaban y ni
hablar de comer una comida decente, el agua escaseaba y estábamos
tan desesperado que nos vimos obligados a comer pasto, aún conservo
el gusto del mismo en mi boca, el cual no era nada rico, recuerdo la
tierra seca en mi garganta y el gusto ha mierda de insectos. Nos
vimos obligados a comer cualquier cosa.
Cuando
creímos que no llegaríamos nunca, vimos a lo lejos un predio
gigante el cual estaba rodeado por una cerca de unos dos metros de
altura, en la sima había alambres de puá y tenía un cartel que
anunciaba que dicha cerca estaba electrificada, aunque luego descubrí
que era una farsa.
Dentro
del inmenso reclusorio lo único que se podía ver era un edificio de
unos tres pisos que estaba destinado para los soldados.
- Ahora quiero que formen tres filas y escuchen- nos grito el general encargado de que llegáramos allí. Cuando ya estábamos todos formados continuo hablando- bienvenidos a Breendonck, este será su hogar a partir de ahora, espero que disfruten su instancia con nosotros ja ja ja- cuando éste comenzó a reír los soldados que se encontraban detrás le festejaban el chiste.A los cinco minutos apareció un hombre alto, rubio y de ojos celestes, todos los soldados incluyendo el general dejaron de reír al instante.
- General a partir de aquí me ocupo yo.- dijo el individuo recién llegado.
- Si señor, le deseo mucha suerte.
- No la necesitaré general, ahora ya puede largarse de aquí.
- Si señor- repitió el general- larga vida a Hitler.
- Larga vida a Hitler- repitió el hombre.- yo me encontraba a una fila de Ismael, cuando observo para atrás y veo su cara, pálida como y sin vida, me di cuenta que algo no andaba bien, y estaba en lo cierto, miré más detenidamente a ese hombre y lo reconocí, el hombre alto, rubio y de ojos celestes era Heydrich Meller el que nos había metido en este infierno.
- Soy Heydrich Meller, ustedes son la basura que debemos destruir y para eso estoy yo aquí- el infeliz disfrutaba de cada palabra que salía de su boca- yo soy el máximo encargado del vertedero de basura del Reich alemán.
Aún
puedo sentir el odio que llegue a tener por ese hombre, con cada
palabra que pronunciaba recuerdo cada golpe recibido, aunque para ese
entonces ya habían pasado una semana de la golpiza, mi cuerpo aún
no se había recuperado del todo, en otro momento mi cuerpo ya
estaría de maravilla perola falta de comida, de agua y el gran
trayecto recorrido no ayudaron en nada.
- Ahora quiero que todos aquellos que tengan algún objeto de valor como joyas, dinero, lo que sea, den un paso al frente y déjenlo en el piso.- mientras que Meller terminaba de dar esa orden los primeros en dar un paso al frente fueron una pareja de ancianos, sus rostros reflejaban ternura pero al mismo tiempo se veía que estaban muy asustados, eso debió impulsarlos a obedecer dicho mandato.Cuando la pareja ya había dejado el dinero que tenían, no se si eran euros o dolares no interesa, y se disponían a regresar a su lugar, se aproximaron un par de soldados con sus respectivas pistolas. Todos creíamos que iban a por el dinero pero estábamos equivocados, cuando llegaron al punto donde se ubicaban los ancianos les apuntaron con la pistola en la cabeza y dispararon sin vacilar. Aún puedo ver y sentir la sangre saliendo de sus cuerpos ya inertes, la sensación que sentí en ese instante, veo el polvo que levantaron al caer al suelo y escucho en mi mente las risas de los soldados después de la ejecución. También sigo sin entender como personas como yo o como cualquier otro pueden llevar a cabo estos actos de violencia sin sentido.
Cuando
los cuerpos inertes de los dos ancianos tocaron el suelo, Meller o
como prefiero llamarlo, el hombre con corazón de hielo, tomo la
palabra.
- ¿Alguien más tiene algo para entregar?- preguntó, pero nadie hizo ningún movimiento, todos se quedaron callados y esperando a que todo terminara.- Bueno creo que eso es todo, como ven a sus al rededores están rodeados de una cerca electrificada, no intenten salir, les puedo jurar por mi vida que si alguno se hace el listo y es sorprendido intentando escapar se le introducirá una bala en la cabeza como a estos dos viejos ¿quedo claro?- pero nadie respondió, todos temían que al primero que hablara se lo fucilaría.- soldado lleve a la basura y póngales sus ropas.
- Si señor- le respondió un hombre de más o menos mi edad- vengan conmigo, callados.
Nos
llevaron hasta un galpón que estaba detrás del edificio, allí nos
dieron a cada uno una remera, un pantalón y una frazada, todo era
blanco con rayas grises, se parecían mucho a un piyama. De allí nos
trasladaron a una carpa donde nos tatuaron una serie de números, a
partir de ese momento me llamaba 13654, eso fue lo más doloroso. Me
han ofrecido a lo largo de los años quitarme este maldito tatuaje
pero prefiero llevarlo en la piel para recordar que la vida no es tan
justa como debería y que hay gente capaz de todo por obtener poder.
Luego
nos dijeron que nosotros deberíamos construir nuestras propias
barracas, entre otras cosas, que por el momento dormiríamos a la
intemperie, sería mejor que fuéramos efectivos en nuestro trabajo
porque el invierno estaba muy cerca.
Para
ese entonces ya se había hecho de noche así que nos dividieron en
tres grupos de quinientas personas aproximadamente, uno estaba
compuesto por mujeres, el otro por hombres jóvenes y por último el
grupo de los ancianos.
- Mañana cuando salga el sol comenzarán a trabajar, el grupo de mujeres tendrá un trabajo que consistirá en extraer la arena del foso que rodea la fortaleza de Breendonck y la transportarán en carretilla al otro extremo donde la utilizaran los ancianos para construir un muro que rodee el campo, este muro será construido junto a la cerca. Y por último los hombres se encargarán de hacer lar barracas, pero tienen un límite de tiempo que será de un mes para terminarlas, de lo contrario se encargarán de otra tarea y pasarán frió este invierno- dicho esto nos señalo a que parte deberíamos ir para pasar la noche y se retiró sin decir más nada.
La
primer noche fue la peor, era deprimente escuchar a las mujeres,
ancianos y hombres llorar, algunos se dedicaron a rezar, otros
intentaban consolar a sus amigos o familiares, en lo personal ya
había pasado por mucho y todas las situaciones por las que pase me
hicieron ser un hombre más frió y en lo único que pensaba era en
como hacer para escapar de ese maldito lugar. Recuerdo que casi no
pude dormir y las horas pasaban muy lentamente, cuando por fin había
logrado dormirme salé el sol y los soldados dispararon cinco veces
al cielo, cuando cesaron los disparos ya estaban todos los
prisioneros de pie esperando indicaciones.
Luego
se nos acerco Meller y nos habló con mucha crueldad.
- Veo que descansaron bien, es hora de pagar por sus crímenes a la humanidad, hace años deberían de haberse extinguido animales como ustedes pero como dice el dicho mejor tarde que nunca. Ya le les ha informado las tareas que deben realizar cada uno de ustedes, así que no va ser necesario que gaste más palabras innecesariamente. A trabajar!- grito y cada uno se concentro en su labor.
Desde
hace una semana que no veía a Hanna, no sabía sobre su paradero o
si se encontraba bien y eso me estuvo dando vueltas en mi cabeza. El
primer día de trabajo fue duro pero logramos progresar mucho, eran
necesario construir unas veinte barracas para que los mil quinientos
reclusos pudiéramos dormir bajo techo y solo teníamos un miserable
mes para construirlas.
Cuando
se cumplió el tiempo límite para terminar las barracas nosotros
habíamos logrado construir diecinueve de las veinte necesarias para
poder vivir, creímos que podrían darnos una semana más para
terminar de hacer la última pero no fue así.
La
alimentación allí era escasa y en ocasiones inexistente; si había
suerte se distribuían al día para desayunar cien gramos de pan, el
cual debíamos cuidar como si fuese oro, con dos dos raciones de
bellotas asadas, al mediodía dos raciones de sopa y por la noche
otros ciento veinticinco gramos de pan y repetición de la doble
ración de bellotas asadas, pero si no recibiamos alimento alguno,
nos veíamos obligados a comer césped o plantas.
El
invierno se apodero de todo, el frió era despiadado, nuestras
habitaciones no tenía calefacción ,aunque de vez en cuando se nos
permitía la colocación de una estufa, pero ya era costumbre que los
prisioneros durmiésemos pegados los unos a los otros para no perder
el calor corporal; gracias a ello atraíamos a las chinches y
cucarachas que se pegaban a nuestras ropas.
La
higiene allí no era buena, se nos permitía el lavado diario de
manos o caras pero las duchas, siempre heladas, eran generalmente de
carácter semanal o mensual. Por eso era muy común que los
prisioneros, los cuales tenían algún accidente al trabajar, se les
infectarán sus heridas aunque fuesen mínimas.
Al
terminar el mes y no habernos dado una semana más para terminar la
última barraca se nos asigno la tarea de construir, juntos a los
ancianos que cada vez eran menos, ya que no podían aguantar el
esfuerzo que exigía tal tarea, de levantar el muro que rodeaba el
campo, este estaba aún en sus inicios, no avanzaba muy rápido y eso
hacía enfurecer a nuestros captores.
En
ese primer mes no hablé mucho con Ismael, pero si lo observaba, se
lo veía triste como a todos los demás pero había algo que lo
diferenciaba del resto, él ya se había rendido, ya no quería saber
nada con la vida que tenía o que le había tocado tener, se había
abandonado a si mismo, no le interesaba si vivía o moría, quizá
debería haber intentado consolarlo pero no lo hice, cada día me
hacía más frió, mi corazón se llenaba de odio y lo único que
pasaba por mi mente era mi sed de venganza.
Se
nos había prohibido tener contacto con los prisioneros de las
barracas de mujeres y de ancianos pero esa regla se estaba
debilitando cada día más ya que al habernos puesto a trabajar en la
construcción del muro teníamos interacción constante con los demas
prisioneros.
Un
día cuando de forma primitiva e inhumana levantábamos el muro a
mano pude ver que se acercaba Hanna con una carretilla cargada hacía
mi posición.
- Aquí tienes- me dijo sin poder reconocerme.
- Hanna soy yo- le respondí sin levantar la voz, aunque en ese momento no había ningún guardia cerca.
- ¿Isac eres tu?
- Si soy yo- y lo que ocurrió luego me desconcertó por completo. Al oír la confirmación de quien era, se abalanzó hacía mi, me beso muy profundamente y luego quedo abrazada a mi cuerpo por unos cinco segundos.
- No lo puedo creer, no sabia que pensar, llegue a creer que estabas muerto o quien sabe que.
- Estamos bien, no es que aquí se viva de maravilla pero nos las hemos arreglado para sobrevivir.- fue lo único que se me ocurrió decir, aunque en mi mente solo estaba pensando en el beso que me había dado.
- Me alegro, mira es peligroso que estemos hablando aquí, ¿tienes papel y lápiz en tu barraca?- me hablaba de forma rápida y eso provocaba que sea difícil entenderle.
- Conseguiré ¿por?
- Mira escribime tu situación y la de Ismael, mañana volveré aquí y me la darás, luego te la responderé y así hasta que podamos estar juntos- y se fue sin decir más nada.
Fue
tan extraño y al mismo tiempo rápido, no pude asimilar lo que había
sucedido en esos cinco minutos hasta después de unas horas, pensé
primero en ella, en como se veía, pude notar que había adelgazado y
eso me entristeció, pero se la notaba con energía y con un humor
agradable para el lugar en que estábamos. Luego pensé en el beso
que había recibido y eso fue lo mas extraño de toda la situación.
También me cuestioné si sentía algo por ella, era evidente que si
pero no sabia si era solo amistad o era algo más fuerte que eso,
también se que el beso fue el mejor que había recibido en mi vida y
eso tenía que significar que algo sentía pero era difícil saberlo,
me encontraba en un campo de concentración, estaba siendo
esclavizado y cada día estaba más débil, así que no creo que
fuese el momento más indicado para pensar en el amor, aunque ese
asunto no dejo de darme vueltas en mi cabeza, así que decidí en la
noche hacer la carta que me había solicitado.
Fue
difícil expresarme, hacerle llegar a través de palabras lo que
sentía y por lo que estaba pasando, pero lo intente, no creo que
haya sido la mejor carta de mi vida, pero para las circunstancias era
aceptable.
En
ella escribí:
Hanna:
Nosotros
estamos bien, creo que podría ser peor, mucho peor. Si bien no todos
los días comemos, en nuestra barraca se ha implementado un sistema
para cuando sucede esto, consiste en que de cada día se guarde unos
pocos gramos de pan y se esconda en unos hoyos escondidos en el piso,
que creamos cuando construimos estas barracas, quizá no los hayan
encontrado ustedes aún pero búsquenlo les será de ayuda, si al
otro día tenemos la suerte de que nos alimenten nos comemos el pan
del día anterior y guardamos un poco del nuevo, y así día tras
día. No es que no pasemos hambre cuando no nos dan el alimento, pero
si nos ayuda a sobrevivir, hay veces que nos vemos forzados a comer
pastos o plantas pero si es necesario estamos dispuestos a todo para
vivir.
Ismael
esta cada vez peor, no solo físicamente, al igual que todos, sino
que él ya se ha rendido y no se que hacer para que vea que podemos
sobrevivir y que no debemos dejarnos vencer por ellos, tienen que
darse cuenta que somos fuertes y no dejaremos que nadie nos destruya.
No
se que más decir aunque tengo la sensación de que puedo escribir un
libro con lo que ya he vivido. Más bien me preocupa tu situación,
luego quizá pueda explayarme más.
Isac.
Luego
de haber terminado de escribir, guarde la carta dentro de mis
calcetines e intente conciliar el sueño, una hora más tarde pude
dormir. Con el paso del tiempo nos fuimos acostumbrando a despertar
en sincronía con el sol, el frió cada vez era mas intolerable,
había noches en las cuales podíamos dormir cada uno en su cama pero
otras que no y nos apretábamos unos con otros para conservar el
calor.
Cuando
desperté pude ver como dos guardias armados se llevaban a diez
hombres de mi barraca, todos estaban enfermos o con alguna lesión
grave. Cuando se fueron me levanté y fui corriendo hacía la ventana
y pude ver como los arrodillaban uno por uno y les disparaban en la
cabeza. Si bien esas escenas ya no me provocaban tanta tristeza y no
me parecían tan brutales, sí hacían crecer el odio que tenía
dentro. Después de ver aquello solo derrame un par de lagrimas en
silencio por mis amigos muertos, cinco de ellos judíos, dos negros y
tres testigos de jehová.
La
jornada laboral de ese día fue diferente a las anteriores, estaba
ansioso e ilusionado esperando la llegada de Hanna para entregarle mi
carta. El tiempo pasaba y no aparecía por ningún lado. Cuando ya
era mediodía apareció con su carretilla cargada de arena, la vi e
intente disimular la emoción que sentía ya que cerca de mi posición
estaba un soldado fumando un cigarrillo barato. Era muy difícil
entregale la carta sin que el soldado se diera cuenta de lo que
hacíamos, pero lo logré. Lo que hice fue aprovechar el momento en
que ella tiraba la arena al piso y tirar el papel dentro de su
carretilla, ella al ver lo que hacía me dedico una sonrisa y se fue
deprisa para poder esconderla dentro de su ropa.
Luego
de ello no la volví a ver en todo el día, tampoco paso nada digno
de mención, excepto que ese día tuvimos la suerte de poder comer y
bañarnos. Por la noche pude ver a Ismael llorando en un rincón solo
y sin que nadie le ofreciera un hombro en el cual llorar, tampoco lo
hice yo. Ahora me arrepiento por no haber apoyado a mi amigo en ese
momento que él necesitaba que su mejor amigo estuviese cerca, que le
dijera que todo saldría bien. Pero mi mente estaba bloqueada y
segada por el odio que se había apoderado de mi.
Al
otro día amanecí emocionado y esperanzado por la carta que debería
entregarme hoy Hanna, era todo un récord que en dos días me
sintiera tan bien en ese maldito reclusorio.
Ella
llegó con su carretilla cargada al rededor de las once de la mañana.
Esta vez me la pudo dar en la mano e intercambiamos un par de
palabras, pero nada en especial. A la noche después de trabajar
corrí a mi barraca y leí la carta. Aún conservo todas y cada una
de las cartas que me entregó Hanna en ese lugar.
La
misma decía:
Querido
Isac:
Por
aquí no está todo muy bien, si bien en lo que tiene que ver con la
comida estamos en la misma situación que ustedes (por cierto gracias
por lo del escondite nos será muy útil), hay días que comemos y
hay días en que no, pero hemos podido aguantar. Lo que no podemos
aguantar es que estos malditos vengan y se lleven a mujeres para
violarlas, hablan mucho y dicen que somos basura, que no merecemos
vivir y que en cualquier momento nos van a fucilar y luego vienen
cuando están necesitados y se llevan a una de mis chicas. Es
indignante y triste. Ya son diez las chicas violadas, estas no tienen
más de veinticinco años de edad y están muy asustadas, a más de
una las han violado más de una vez y ya no aguantan más. Una de
ellas, la que había sido violada en más oportunidades, prefirió la
muerte y salió corriendo hacia la cerca, pensando que estaba
electrificada y que así moriría, pero resultó que no esta
electrificada, los soldados la vieron correr y la atraparon, luego de
eso la llevaron a nuestra barraca, la obligaron a practicarle sexo
oral a uno de los soldados, ella al ver que su hora había llegado
decidió morderle el pene a su agresor de tal forma que se lo
arrancó. Lo próximo que paso fue muy triste, la apalearon hasta que
estaba moribunda en el suelo, la pusieron de pie e hicieron que
veamos como con un cuchillo le cortaban el cuello. Fue la peor escena
que presencie en mi vida, luego de eso no pude hablar hasta el otro
día. Ahora las violaciones no son muy frecuentes, pero se siguen
dando de vez en cuando.
Mientras
escribo estas palabras no puedo dejar de llorar y desearía tenerte a
mi lado para que puedas abrazarme y decirme que me sacaras de aquí.
Me
imagino que estarás confundido, claro está que hablo del beso, y no
te reprocho que estés así. Pero quiero explicarte el porque de
dicha acción. ¿Recuerdas la vez que Meller te apaleo hasta casi
matarte? Bueno yo intervine y él me golpeo, pero no podía seguir
viendo como te mataba, ahí me di cuenta que me estaba enamorando de
ti, y al verte no pude aguantar las ganas ni el deseo de besarte y
sentirte cerca mio. Quizá creas que no es algo del otro mundo pero
quiero que sepas que cuando estoy a tu lado me siento segura y tengo
la sensación de que podremos superar esta situación que nos está
tocando vivir a nosotros y a nuestro pueblo. Perdón si te incomode
con estas palabras y el beso pero no lo puedo controlar.
Ahora
quiero hablarte de Ismael, por lo que me has contado él está
devastado, que ya se ha rendido. Pero quiero que sepas que él se
siente culpable por que nosotros estemos en este lugar, piensa que
era su obligación mantenernos a salvo ya que es el mayor y fue quien
organizo toda nuestra huida. Solo te pido que no lo abandones,
apoyalo, dale fuerzas para seguir, se que es difícil apoyar a los
demás cuando ni siquiera podemos con nosotros mismos, pero espero
que estés a su lado, eres es más indicado.
No
quiero agobiarte más, espero que puedas responderme rápido y que
estés bien.
Te
quiere Hanna.
Luego
de leer la carta necesité tiempo para poder comprender todo lo que
en ella decía, era demasiada información la que me había dado y
quería pensar y entender cada una de ellas.
En
primer lugar quedé muy preocupado por la cuestión de las
violaciones, no me sorprende pero si me preocupaba. En segundo lugar
comprendí que no estaba actuando bien en relación a la situación
que estaba viviendo Ismael. No estaba siendo un buen amigo, el odio
me estaban segando, por ello decidí que debía ayudarlo a superar lo
que estábamos viviendo.
Cuando
creí que ya había comprendido todo le escribí la respuesta. En
ella exprese:
Hanna:
Lamento
y me preocupa su situación pero al mismo tiempo no me sorprende.
Debemos hacer algo, estoy convencido que debemos tomar cartas en el
asunto antes de que muera más gente, también se que es muy difícil
tomar medidas que puedan mejorar nuestra situación pero es
necesario, ya pensaremos en algo.
En
relación a Ismael debo confesar que no actué como un buen amigo,
estoy segado y quiero ver morir a cada uno de nuestro torturadores,
pero tu carta me ha hecho entender que debo preocuparme por cosas más
importantes que mi venganza. Ayudaré a Ismael en lo que pueda,
intentaré levantarle el animo y que nos ayude a crear un plan para
salir de esta como la última vez. Cuando piense en algo te lo haré
saber.
Cambiando
de tema, ame tu beso, si lo ame, creo que estoy sintiendo cosas por
ti que nunca imaginaría que sentiría por alguien. Es una realidad,
si bien no podemos estar juntos en este maldito lugar, te prometo que
ya llegará ese momento en el que podremos acostarnos en una playa,
sin sentir miedo ni tener que estar cuidando nuestras espaldas.
Se
que tenemos mucho de que hablar, pero no se como decirte todo por
medio de un simple papel, esperemos que no descubran nuestro sistema
de comunicación. Si pasa algo procura contarme.
Isac.
Debo
confesar que en ese momento le mentí a Hanna sobre mis sentimientos,
pero creí que ha ella le sería más fácil sobrellevar su estadía
en ese lugar creyendo que podríamos estar juntos. Si bien creía que
era muy atractiva y sentía mucho cariño por ella, en ese momento no
la amaba, pero haría todo lo posible para hacerla sentir mejor. El
amor es una herramienta muy útil en momentos difíciles y en ese
momento aproveche esa herramienta para hacerla sentir mejor.
Al
otro día le entregué la carta sin dificultad alguna y se marcho
como siempre, lento y caminando muy torpe a causa de la carretilla.
CAPITULO
CUARTO
Aún recuerdo la fecha exacta que cumplimos un año en el campo de concentración de Breendonck, ese día fue el veintiocho de noviembre de mil novecientos cuarenta y uno. El mismo fue festejado por los soldados y sufrido por los reclusos. Se llevaron a cabo los festejos correspondientes por el aniversario de la llegada de los prisiones y ese fue el día que se inauguro la primer cámara de gas en nuestra prisión.
En
ella se ejecutaron a más de quinientos reclusos, estos no sentían
dolor alguno al morir, antes se aletargaban en un sueño mortal
carente de dolor físico, aunque brutal por saber que iban a morir.
En ese momento nadie sabia que pasaba con los prisioneros, pero años
después, gracias a un soldado ruso, me enteré que eran y para que
se utilizaban dichas cámaras.
En
el transcurso de ese año construimos las diecinueve barracas, el
muro que rodeaba el campo y un habitáculo de madera que media
aproximadamente unos veinticinco metros cuadrados, ese habitáculo
resultó ser la cámara de gas.
Nadie
entendía porque hicieron desaparecer a tantos prisioneros, ya que
nos faltaba mano de obra y la producción iba muy lenta, pero luego
nos dimos cuenta que querían hacer espacio para traer nuevos
reclusos. En el correr del año habían muerto muchas personas,
principalmente ancianos y mujeres, algunas de estas mujeres eran
empujadas al foso del cual extraían arena y las dejaban morir allí.
También se dieron fusilamientos para vengar al soldado que le habían
extirpado el pene y una vez se ahorco a cinco mujeres, nunca supe
porque razón.
En
el momento que llegué al campo pesaba al rededor de unos sesenta
kilos, pasado un año solo pesaba cuarenta de los sesenta al entrar,
con el tiempo mi salud empeoraba más y más. Sabia que debía hacer
algo pronto o no soportaría otro año. Todos teníamos la esperanza
de que se terminara la guerra o que por lo menos que Estados Unidos
atacara a la Alemania Nazi, pero eso no pasaba. Mis colegas y amigos
morían o enfermaban con el paso del tiempo. Fueron tantas las
tragedias vividas que aprendí a no hacer ni crear vínculos fuertes
con las personas que no conocía, ya que luego sufriría si les
pasara algo.
En
el transcurso del año continué fingiendo que amaba a Hanna pero
llegó un momento en el que me enamore perdidamente de ella. La amaba
de tal forma que era capaz de dar la vida por esa mujer. Y por dicho
amor fue que cometí un homicidio...
Una
mañana, una semana o dos después de los festejos por el aniversario
de nuestro campo, mientras trabajábamos haciendo nuevas barracas
observé a los lejos que se acerca una multitud de personas, todos
tristes, sucios y hambrientos. Cuando por fin entraron por el portón
principal, custodiado por tres soldados fuertemente armados, pude ver
de cerca a los recién llegados. Entre ellos habían niños llorando
y abrazados a sus madres, mujeres con un aspecto deprimente y hombres
que en sus ojos se reflejaba el terror que sentían. Ya no había más
diferencias entre hombres, mujeres y ancianos, todos podían estar y
trabajar con quien quiera, esto se debía a la cantidad de muertes
que hubo en un año y sí se diferenciaban a las personas para cada
tarea siempre faltaba mano de obra y la producción era
extremadamente lenta. A partir de ese suceso Hanna comenzó
a vivir en la misma barraca que yo.
Ismael
de a poco fue volviendo a ser el que era antes. Por suerte recapacité
a tiempo para poder ayudarlo, fue muy difícil, él ya había perdido
toda esperanza y por ello casi pierde la vida. Con la llegada
de Hanna a nuestra barraca Ismael se recupero completamente
y pudo ayudarnos para idear el plan que nos sacaría de ese lugar.
Primero
decidimos con Hanna, a través de cartas, que era necesario
mejorar nuestra calidad de vida allí, cada vez le importaban menos a
nuestros captores si comíamos o no, eso llevó a que pasáramos
mucha hambre y mucha gente muriera.
Con
ella nos turnamos para escapar por las noches de nuestras barracas y
escondernos muy cerca de la cocina, que utilizaban los soldados para
comer. En esas noches de vigilancia descubrimos que la cerraban al
rededor de las doce de la noche y la abrían a las seis de la mañana.
Cada una semana les llegaban un cargamento de comida con pan, leche
en polvo, verduras, carne, etc. De día sería imposible entrar y
robar algo para comer pero de noche era mucho más probable que
nuestro plan funcionara. También pudimos descubrir que los soldados
destinados a la guardia nocturna muchas veces no salían a recorrer
el campo y se quedaban jugando cartas o escuchando radio en sus
cacetas. En ese año habían construido, los soldados, dos torres de
diez metros de altura con un reflector cada uno, para vigilar el
campo, un soldado controlaba el reflector y si había movimiento otro
soldado con un rifle de caza ejecutaba al prisionero que rondara a
esas horas, eso pasó dos veces y en ambas ocasiones el recluso
intentaba escapar pero nunca lo lograba.
- Creo que llegó el momento de actuar- le dije a Ismael después de contarle toda la información que habíamos recolectado.
- ¿Estas seguro Isac?
- Si lo estoy, no quiero que sepa nada Hanna, se que si le decimos lo que pensamos hacer ella querrá participar y no permitiré que le pase nada.
- Estoy contigo amigo, ¿como quieres hacerlo?
- Es peligroso, pero necesitamos comida si queremos tener fuerzas para salir de esté lugar. Como ya sabes a las doce cierran la cocina con candado y cadenas, pero atrás de ella hay una ventana que está muy floja y la podremos sacar sin problemas- mientras le contaba mi plan a Ismael estaba muy acelerado, al mismo tiempo sentía una emoción en el pecho que me excitaba y decía que continuara con ello- también tiene una reja pero se que la podremos pasar, gracias a nuestro estado físico. Cuando uno de los dos este dentro se encargará de reunir la comida, esta debe ser de poco tamaño y que nos proporcione energía ya que la necesitaremos.- Ismael escuchaba con mucha atención cada una de mis palabras y cuanto más decía, más se convencía de que era un buen plan.- Luego el que esté dentro le pasará la comida al de afuera, huiremos por el mismo caminos que vayamos y esconderemos la comida en el hueco debajo de nuestras camas.
- Me parece bien y confió en vos, ¿como haremos para llegar hasta la cocina sin ser detectados por los guardias?- sabía que me preguntaría eso y ya tenía la respuesta preparada.
- Las noches que hace frío los soldados no salen hacer la guardia, entonces iremos cuando haga frío. Y por la cuestión de los reflectores no te preocupes, ellos vigilan los alrededores, es decir el muro y la cerca ya que todo aquel que salé por la noche pretende escapar y nunca imaginaran que pensamos robarles.
- ¿Lo que me estas diciendo es que iremos por el centro del campo para llegar a la cocina?- Su cara cambio de satisfacción a horror.
- Exactamente – le dije con una sonrisa de oreja a oreja.
- Pero es un plan suicida.
- No, no es suicida, es usar la lógica, nunca sospecharán que queremos acercarnos a ellos ya que les tememos, nunca pensarán que alguien en vez de huir les hará frente- vi en su rostro que no lo estaba convenciendo, así que utilice mi última carta- amigo confía en mi. Esto saldrá bien. Podemos esperar aquí a morir de hambre o que nos maten o podemos ir y hacer algo para salvar nuestras vidas.
- Sabes que estoy contigo y haré lo que sea necesario para salir de este infierno.
A
continuación nos dinos un fuerte abrazo y juramos que saldríamos de
ese lugar juntos.
- Recuerda, ni una palabra a Hanna- le dije después del abrazo y muy serio.
- Claro no le diré nada. Tranquilo.
Luego
nos fuimos a dormir, a esa altura del año aún no hacía tanto
frío como para dormir todos juntos, pero yo igual compartía mi
cama con Hanna. Al acostarme le di un beso y le dije que la
amaba.
Podría
decir que ya no era el chico asustado que se escondía en su sótano
esperando a que todo terminará para poder salir y continuar con su
vida cómoda y sin estrés. Ahora era un hombre fuerte, frío y
decidido a hacer cualquier cosa para poder vivir. También gracias
a Hanna aprendí a controlar mis emociones, a reprimir mi
odio y concentrarme en cosas más importantes, por ello pude ayudar a
Ismael a salir de su depresión y a ser más paciente. Sabia que en
cualquier momento tendría mi venganza, que era cuestión de esperar
y ser inteligente.
Les
acabo de contar parte de mi transformación, del porque me había
convertido en lo que era, pero si bien muchas cosas que vi me
marcaron, la causa principal fue el homicidio.
Una
tarde cuando aún trabajábamos construyendo el muro, me tocó la
zona de la fosa, donde Hanna sacaba arena para dicha
construcción, ya era muy tarde y nuestra jornada estaba por
finalizar.
Cuando
nos preparábamos para volver a nuestras respectivas barracas se
acerca un soldado y toma del brazo a Hanna, yo estaba escondido
a unos cincuenta metros de la acción, vi que el soldado se la
llevaba a unos de los baños que utilizaban ellos y ya se imaginaran
que iba a suceder. Yo me lo imaginé en ese momento y corrí directo
al baño. Estaba furioso, loco y dispuesto hacer cualquier cosa por
mi ella. No había nadie cerca cuando sucedió y sabía que no me
encontraría a nadie en el baño, ya que se les había prohibido a
los soldados tener relaciones con los judíos. Cuando llegué a la
puerta del baño frené en seco y pensé en que iba hacer, no tenía
tiempo quería evitar a toda costa que el maldito tocara a mi mujer.
Mi mente funcionaba al cien porciento. Entré sigilosamente al baño
y lo vi intentando arrancarle la ropa a Hanna, mientras que ella
llorando se resistía. El soldado se encontraba de espaldas a la
puerta así que no me vio llegar.
El
maldito logró quitarle toda la ropa de la cintura para arriba, y
ella lloraba desconsoladamente, cuando vio que se estaba resistiendo
tanto decidió sacar su arma y la introdujo en su cabeza.
- Puta quédate quieta o te vuelo la cabeza- le dijo furioso. Hanna se quedo paralizada del miedo que sentía y no se resistió más pero aún lloraba desconsoladamente.
Lo
próximo que recuerdo es que me aproxime por la espalda del violador
y le tome la cabeza y se la partí contra el lavado, al no haberse
dado cuanta que estaba yo, él no pudo hacer nada. Con el golpe quedó
desmayado al instante. Cuando me propuse seguir golpeando al
bastado, Hanna me toma el brazo.
- Basta Isac, no eres un asesino, se que no.- yo estaba furioso, loco, quería matarlo y sacarme el odio que tenía dentro.
- Hanna veté, corre a tu barraca y procura que nadie te vea.- entonces ella comprendió que no había vuelta atrás. Se fue corriendo y me dejó solo en el baño con su agresor.
En
mi mente no solo estaba el odio, tenía que proteger a Hanna y
si lo dejaba vivo él volvería a por ella y la mataría. Así que
deje salir toda la furia que tenía dentro y comencé a estrellar la
cabeza del soldado contra el piso una y otra vez. Él ya estaba
muerto pero yo continuaba golpeándolo. Quedé bañado de sangre y me
reía como un loco, disfrutaba del momento. Allí comenzó mi
venganza y mi convertí en un asesino.
No
solo un asesino, era el exterminador de nazis. Así fui conocido en
el futuro. Después de quedar satisfecho y haber desfigurado al
maldito me fui corriendo rumbo a mi barraca a cambiarme de ropa y
esconder la que tenía manchada de sangre.
Nunca
nadie supo que pasó en ese baño, Hanna tampoco me lo
preguntó, pero igual no se lo hubiese contado. Ismael si me
interrogó por lo sucedido y mi única respuesta fue que ese maldito
no tocaría más a nadie. Cuando ellos descubrieron que habían
matado a uno de los suyos, dejaron descargar su ira contra los
nuestros.
Como
no sabían quien era el culpable, nos hicieron formar en el patio
principal, Melle caminaba de un lado a otros hasta que habló.
- Tú- y señalo a un hombre de la primer fila- tú- señalo a una mujer de la fila siguiente. Continuo con este proceso hasta que había señalado a unas sesenta personas. - Ahora quiero que den un paso al frente y se arrodillen- todos los elegidos dieron un paso al frente y se dejaron caer al piso. Luego el hombre de corazón de hielo comenzó a caminar hasta el principio de la fila. Sacó su pistola y le dio un disparo ha cada uno de los hombres y mujeres arrodillados en la cabeza. Estos murieron al instante, quedando tendidos en el suelo, luego soltaron a unos perros salvajes que comenzaron a morder los cuerpos inertes hasta dejarlos como carne triturada en el suelo, la sangre corría por todos lados, el polvo del suelo ya no era marrón era rojo oscuro.- soldado lleve a la basura a sus basureros.
- Si señor. Caminen, el primero en hablar acompañara a sus amigos.- y todos caminamos lento y con los ojos clavados en el suelo. Ismael y Hanna me miraron y en sus caras se veía la pena que sentían, no se si era por mi o por las personas muertas. Nunca lo supe...
Este
hecho fue el que me cambió completamente, fue el que despojo a la
inocencia de mi alma y el que dejó salir mi brutalidad. Esta es la
primera vez que lo cuento y me hace sentir bien conmigo mismo, me
quita un peso que llevo cargando desde hace muchos, muchos años.
Me
resulta muy extraño escribir estas palabras en este momento, siempre
me mantuve al margen de todo, no participe en ningún acto realizado
en nuestro honor, ni en la memoria de los caídos. No se si será la
tristeza, las pesadillas o que ya no quiero vivir más, pero se que
debo decir por lo que he vivido y a lo que he llegado gracias a
enfermos con sed de poder, dispuestos a sacrificar personas inocentes
por creer que son mejores...
- Hoy es el día, ya no podemos esperar más.- le dije a Ismael una mañana al despertar.
- Esta bien, ¿como lo haremos?- me preguntó con cara de dormido.
- Como lo habíamos planeado, será más seguro hacerlo entre las dos de la mañana y las tres, ya para esa hora se habrán aburrido de vigilar y se pondrán hacer cualquier otra cosa.
- Me parece bien, ¿entonces una y media en la puerta de la barraca?
- Si.- dicho esto cada uno se fue a su puesto de trabajo, esa mañana no nos dieron nada de comer y sospechaba que no nos darían nada en todo el día, para empeorar nuestra situación no teníamos nada en nuestra reserva de emergencia.
Al
llegar la noche, luego de una extensa y dolorosa jornada de trabajos
forzados se nos dio cien gramos de pan duro y una sopa fría que
parecía hecha con mugre.
Se
hicieron la una y media, no había visto a Ismael en todo el día y
esperaba que no le hubiera dicho nada a Hanna.
- Aquí estoy- me dijo Ismael desde un rincón oscuro.
- Bien es hora de irnos- en ese momento no se como se sentía él, pero yo estaba excitado, con la adrenalina corriendo por mis venas, me sentía fuerte, pero al mismo tiempo no perdía de la cabeza que me estaba arriesgando mucho y que ponía en peligro la vida de mi amigo, creo que él había notado mis preocupaciones ya que me dijo.
- No te preocupes, sé en lo que me estoy metiendo y soy responsable por lo que me pueda pasar.- y me dirigió una sonrisa tranquilizadora.
- Gracias amigo- y seguimos caminando. Cuando llegamos a la zona de los reflectores nos asustamos mucho, pero seguimos caminando con mucho sigilo, pudimos ver a los dos guardias jugando a las cartas y tomando café. Nos escabullimos sin problemas hasta la cocina.
- Entro yo-le dije- tu espera aquí a que te de la comida.
- Pero apúrate- su cara estaba iluminado por el resplandor de la luna, que reposaba a lo alto, sin que nadie la pudiera molestar y observando las injusticias provocadas por el hombre ignorante.
- No demoraré te lo aseguro.
Como
imaginé no tuve problemas para entrar a la cocina, las barras de la
reja estaban a suficiente distancia el uno con el otro para que una
persona que era puro huevo pudiese entrar. Al estar dentro pude ver
los estantes repletos de comida, las heladeras llenas de carne, se ve
que había llegado el cargamento hace muy poco. Tome lo que pude,
entre ellos fruta, pan, frutos secos, leche en polvo, que si bien no
podríamos tomarlo caliente si sería muy bueno por el calcio, etc.
- toma- le dije en un susurro a mi amigo.
- Lo tengo sal ya-y de repente se escucha a un perro ladrar, cada vez más cerca nuestro.- apúrate que ahí vienen.
- Corre, esconde todo eso debajo de tu cama y duérmete, yo te alcanzaré te lo juro.
- No me iré sin ti Isac, sal ya!!!
- No lo lograremos si salgo ahora, aquí puedo quedarme por un rato y salir cuando no haya nadie cerca, vete de prometo que llegaré sano y salvo.
- Esta bien pero apúrate- y se lago a toda la velocidad que pudo, yo esperaba que no lo vieran. A los cinco minutos de la partida de Ismael, pude escuchar como pasaban los dos soldados que vimos jugando naipes cuando salimos de nuestra barraca.
- Hoy está muy frío- le decía un soldado al otro.
- Lo se deberíamos habernos quedado jugando cartas.- le respondía su amigo.
- Yo pienso exactamente como tu pero no podemos descuidar nuestra guardia, ya sabes lo que le pasó al último que tuvo problemas con Meller.
- Si, no pudo ser más traidor, se merecía terminar en el frente de la batalla.
- Ya sabes que hay personas para todo, hay algunos que no son tan fuertes y le perdonan la vida a los animales.
- Si ja ja ja, por suerte no soy uno de esos jajaja- pude escuchar como sus risas se perdían a lo lejos, esperé unos diez minutos más pero no había movimiento alguno, los guardias bebieron quedarse en su caceta.
Tomé
valor y salí de la cocina, imagine que no habían atrapado a Ismael
ya que no escuche ningún disparo. Al entrar lo primero que vi fue a
una mujer corriendo hacía mi para abrazarme, era Hanna, Ismael
la había despertado para contarle lo sucedido ya que estaba muy
nervioso y asustado.
- ¿Estas bien?- fue lo primero que dijo después de dejar de abrazarme.
- Si esto de maravilla- le dije mientras me aproximé a darle un abrazo a mi amigo.-lo logramos amigo.
- Si lo logramos, pero esto es el principio- me dijo entre lagrimas.
- Pero el primer paso es el principal. Son batallas que nos harán ganar la guerra.
- Eso espero- luego se fue a su cama y nos dejo solos con Hanna.
- Pensé que me dirías, pensé que éramos un equipo y haríamos esto juntos.- me dijo con mucha bronca mi mujer.
- Lo siento pero no pensaba arriesgarte en lo más mínimo.
- Me lo imaginaba, pero entiende que no estas solo, me vas a necesitar tarde o temprano.
- Espero que sea tarde- luego nos besamos y fuimos a la cama.
A
la mañana siguiente al despertar encontré un trozo de pan con
manteca dentro de mis zapatos, envuelto en un papel viejo. Al verlo
sonreí y busque la mirada de mi amigo, pero ya se había marchado.
Cuando planeamos nuestro gran golpe, habíamos acordado que él sería
el encargado de administrar la comida que robáramos, en el caso de
triunfar claro está.
- Mira el regalo que nos ha dejado Ismael- le dije a Hanna mientras la despertaba con un beso en la mejilla.
- Veo que no perdieron el tiempo anoche – me dijo con una pizca de resentimiento, pero estaba alegre.
Dividimos
el pan a la mitad y cada uno se fue a su puesto de trabajo. Nos
habían mandado a construir una pista de aterrizaje a las
afueras del campo, ya que no se podía acceder a él por ningún otro
medio de locomoción. Parecía que habría visitas...
CAPÍTULO
SEXTO parte 1.
- ¿Que haremos con el perro?
- Aún no lo se Ismael.
- Sabes que nos traerá problemas a la hora de escapar ¿no?.
- Lo tengo muy claro amigo, pero quiero dejar ese tema para el final, por ahora dejemos que Hanna disfrute de él. Desde que lo rescaté ella sonríe mucho más, hay algo especial en ese animal, y no quiero pensar que va a ser de el cuando tengamos que escapar.
- Pensamos igual Isac, pero debemos planear muy bien el próximo paso que vamos a dar, es el momento ideal para escapar, y si lo arruinamos puede que no tengamos otra oportunidad.
- Eso es lo que menos me preocupa mi amigo, sabes que si fallamos es seguro que moriremos, hasta me arriesgaría a decir que el propio Hitler nos pondría una bala en la cabeza a cada uno de nosotros.
- Con suerte sería una muerte rápida...
- A mi me gustaría creer que así sería, pero si vamos al caso y morimos ese día no creo que vayan a ser tan piadosos con nosotros, se van a enojar mucho cuando sepan que tres judíos están planeando escapar... escapar el día más esperado por ellos, cuando una celebridad viene de visita.
- Me gusta la idea.
- ¿A que te refieres Ismael?
- La idea de escapar en sus narices, arruinarles la fiesta. Es más me gustaría verles la cara cuando nos fuguemos, y ver el discurso que les va a dar su salvador cuando sepa que fueron lo suficientemente idiotas para dejarnos escapar un día tan importante.
- Estas loco, y gracias a esa locura es que nos libraremos de este maldito reclusorio.
- Sabes, hay algo que quiero preguntarte hace tiempo Isac, pero nunca supe como ni cuando hacerlo.
- Dime, no seas tímido.
- ¿Tanto amas a Hanna como para escapar y olvidarte de todo?
- ¿A que te refieres?
- Lo que quiero decir es que ¿si estás dispuesto a olvidar todo lo que nos hicieron, dejar pasar el odio y la rabia que tienes dentro para con ellos todo por salvarnos?
- Cada día que pasa amanezco ideando miles de formas diferentes de hacerles sufrir por todo, hacerles pagar por cada una de las cosas que nos han hecho pasar. Y principalmente deseo matar a Meller. Pero amor a Hanna, no podría permitirme perderle, si bien al principio fingí que la quería con el tiempo aprendí a amarla, ahora, si bien en mi mente y en mi corazón predominan las ganas de correr hasta esa casilla de seguridad y fucilar a esos malditos, creo que ustedes son más importantes para mi.
- Gracias amigo. Y hay algo que debo decirte sobre Hanna, y por cuestión de respeto o mejor dicho miedo a perder nuestra amistad no te he dicho.
- No es necesario que me digas nada, ya lo se.
- ¿Como que lo sabes? ¿Que es lo que sabes Isac?.
- Yo se que estas enamorado de Hanna, lo se hace tiempo pero esperaba a que tú sacases el tema para que podamos hablar.
- Lo siento amigo, nunca fue mi intención, simplemente me pasó.
- No tienes porque disculparte por nada, eres sincero conmigo y lo valoro mucho. Solo prometeme una cosa.
- Lo que sea por ti.
- No es por mi, es por Hanna.
- Solo dilo.
- Si algo me pasara quiero que la cuides, a ella y a su bebe. Debes procurar que lo ame tanto como la amamos nosotros, que lo mire con los ojos que nosotros la miramos. Debes procurar que tengan una vida feliz y que nunca se arrepienta de haber dado a luz a hijo de un maldito Nazi, ya que el o ella no tiene la culpa de nada.
- No te preocupes, esa promesa la vas a cumplir tu no yo, tú serás quien la haga feliz, tú ocuparas el lugar de padre cuando el bebe nazca y tú serás el responsable de contarle a la criatura como nos sacaste con vida de este infierno.
- Esperemos que así sea, esperemos...
Puedo
dibujar esa escena en mi mente siempre que lo deseo, si bien con el
paso del tiempo mis recuerdos se van volviendo cada vez más
borrosos, ese día lo recuerdo como si fuese ayer. Era tarde por la
noche y ni Ismael ni yo podíamos dormir, así que decidimos salir y
sentarnos afuera. Pasamos mucho rato mirando las estrellas , hasta
que comenzamos a charlar. Nuestros rostros a penas si se veían en la
oscuridad, los ruidos de la naturaleza se hacían presentes en la
silenciosa noche, la cual acechaba sin prisa y con mucha calma,
esperando que quien lo desee se siente a apreciarla, no por su
hermosura, sino por la tranquilidad que nos brida cada día, esa
tranquilidad que le permite a uno relajarse y descansar, para poder
afrontar de nuevo como todos los días al sol, en nuestro caso
descansar para poder sobrevivir un día más.
Ese
día se afianzó aún más la confianza que no teníamos con Ismael,
esa confianza que no se pierde con el paso del tiempo, allí es
cuando de verdad sientes que le confiarías la vida a alguien. Pero
no solo por eso fue una noche especial, el hecho de que mi amigo
confesara estar enamorado de Hanna significo mucho para mi, en ese
instante me di cuenta que podía dejar en sus manos la seguridad de
mi amada, en ese instante supe que si algo me llegara a pasar ella
estaría segura, junto a alguien que la cuidaría y al amaría tanto
como yo lo hacía en ese entonces. Pero algo en el fondo me decía
que yo no lograría huir de ese lugar, había algo que me impedía
creer que lo iba a lograr. Años más tarde me di cuenta de que era
esa sensación que me impedía creer que saldría vivo de allí, eran
mis ganas de vengarme. Mis deseos de poder vengar la memoria de mi
hermano de sangre y alma, vengar la muerte de millones de personas
que fueron desprendidas de sus familias para saciar la sed de un
hombre que se creía superior a los demás y que por eso pensó que
podía hacer lo que quisiera con la vida de las personas.
La
semana pasó rápido, el ritmo de trabajo se hizo más lento, ya no
nos prestaban tanta atención a los prisioneros, hasta podría
decirse que los soldados trabajaban más duro que nosotros.
- Las indicaciones del general fueron muy claras, debe estar todo listo para el próximo lunes.
- Si señor – repitieron al mismo tiempo un grupo de soldados que estaban reunidos en el patio delantero recibiendo ordenes de un sargento.
Ya
faltaba poco para el gran día, solo debíamos esperar cinco días
más para llevar a cabo nuestro plan. No teníamos la menor idea de
si iba a funcionar, y menos sabíamos si eramos los únicos que
teníamos planeado huir ese mismo día. Pero no podíamos esperar
más, no podíamos sufrir más ese castigo que nos fue impuesto.
El
plan era muy simple, y no nos tendría que costar mucho llevarlo a
cabo, pero eso si el miso se basaba en especulaciones, no teníamos
la certeza de que ocurría lo que nosotros creíamos que iba a pasar.
La idea era aprovechar el momento en el que deberían darle la
bienvenida a Hitler, pensábamos que la misma sería en el patio
delantero justo al lado de la pista de aterrizaje. Si eso ocurriera
nosotros nos escurriríamos por detrás de nuestra barraca hasta
llegar el tejido supuestamente electrificado. Al llegar allí con
unas pinzas robadas saltaríamos la fosa y cortaríamos el tejido, lo
suficiente para poder pasar, de allí lo que pudiera pasar para
nosotros es un misterio.
El
día esperado había llegado, era un hermosos día, el sol brillaba
como nunca, había aves rondando por las fronteras de nuestro
reclusorio, la brisa que corría por el campo era muy agradable. Los
soldado habían dado indicaciones de que nos quedáramos encerrados
en nuestras barracas y que no saliéramos hasta que fuera solicitado.
Eso no fue de gran ayuda para nosotros ya que hubiese sido mucho más
fácil para nosotros poder acercarnos hasta el patio trasero si ellos
creyeran que estábamos trabajando. Pero eso no nos desmotivo,
seguíamos convencidos de que era el momento ideal para escapar de
allí.
Cuando
escuchamos el ruido de un avión llegar creímos que era el momento
ideal para poder huir, así que tomamos nuestras cosas, básicamente
comida vieja, y nos acercamos a la puerta para ver si había algún
soldado al acecho. Nuestro siguiente paso fue salir, pero cuando
estábamos a punto de comenzar a correr una mujer toma del brazo a
Hanna.
- Por favor no vayas, los matarán a los tres, no sacrifiques tu vida hija mía.- los ojos de la señora derramaban lágrimas y sinceridad.
- Lo siento Magaret, pero es algo que debo hacer, aquí no hay esperanzas, y no pienso rendirme sin luchar- también Hanna lloraba mucho, el vínculo que tenía con esa mujer mayor era muy grande.
- Hija Dios no ayudará y nos sacará de este lugar, te lo prometo.
- Ya no me quedan lágrimas para seguir esperando a que me rescate, nuestro Dios nos abandonó en el momento en que llegamos hasta este lugar. No puedo seguir haciéndome más ilusiones, es el momento de luchar, luchar por la vida que nos han quitado, recuperar el tiempo perdido, ese tiempo que nos han arrebatado sin pedir permiso.
- Cuidate, oraré por ti y por tus amigos.
- Muchas gracias, yo lo haré por ti.- y se abrazaron muy fuerte, derramando esas lágrimas que expresaban tristeza y amor.
- Es hora de irnos Hanna- le dije mientras volvíamos a la puerta.
Logramos
avanzar unos diez metros cuando de repente escuchamos que algo se
acercaba a nuestra posición, los tres quedamos congelados, el miedo
se había apoderado de nosotros, llegamos a pensar que era el fin,
pero dos segundos después vimos que quien nos acechaba era Tobi,
nuestro querido ángel guardián.
- Ven aquí amigo- el que le hablaba era Ismael, lo tomo en brazos y lo comenzó a acariciar.
Fue
una gran sorpresa que Tobi pudiese seguirnos, ya que las últimas dos
semana había pasado tirado debajo de nuestra cama, sin poder moverse
y comiendo poco.
- Saldremos de aquí amigo te lo aseguro. Ahora síguenos- y dicho esto volvimos a avanzar, solo que ahora eramos cuatro. Recuerdo como se escuchaba a lo lejos el sonido de los soldados alabando a líder, no paraban de gritar: ''Larga vida a Hitler''.
Pero
nuestra aventura todavía estaba en pañales. Cuando por fin
podríamos ver el tejido que nos separaba de nuestro infierno,
pudimos escuchar como dos botas se acercaban a nosotros.
- ¡Alto! - grito un soldado- ¿es que se atreven a escapar?- nos preguntó mientras reía.
- No señor, solo ibama...
- No te atrevas a mentirme rata asquerosa- y me dio una patada en la boca que me dejo sangrando en el piso.- ahora quiero que se arrodillen junto a mi. - y eso fue lo que hicimos. Era el fin, hasta allí habíamos llegado, cuando de repente Tobi salta detrás nuestro y comienza a morderle la garganta al soldado, al cual se le cae el arma al suelo y comienza a luchar para poder desprenderse del animal.- maldito perro sal de arriba mío- pero cada vez se le dificultaba más hablar, por la fuerza que era tal con la que Tobi presionaba su garganta que le impedía decir dos palabras seguidas sin atragantarse. El soldado se dio cuenta de que estaba por morir así que sacó con mucho esfuerzo de su cinto una navaja de guerra y la introdujo en el abdomen del pobre perro. Pero este a pesar de la apuñalada siguió mordiendo con toda su fuerza la garganta del hombre. Pero este tampoco se daba por vencido así que retiro la hoja de la navaja y volvió a introducirla en el pecho del perro. Nosotros tres mirábamos la escena shoqueados por la situación y quietos sin poder hacer nada, ya que nuestros cuerpos no respondían a ninguna de las ordenes que le enviábamos. La lucha entre el soldado y nuestro perro seguía, hasta que escuchamos un ruido que nos hizo despertar de nuestro trance, el mismo era de la garganta del soldado quebrándose en dos. Al instante cayeron ambos al piso. Dejando así el cuerpo del soldado inerte en el piso, Tobi nos miraba con un solo ojo abierto, nosotros corrimos hacía sabiendo que no podíamos hacer nada por el. Las dos heridas que tenía en su abdomen y pecho producto de las apuñaladas no paraban de sangrar. Cuando ya estuvimos a su lado Hanna le levanto la cabeza y se la apoyo sobre sus piernas.
- Muchas gracias amigo- le dije mientras mil lágrimas se derramaban por mis ojos- jamás te olvidaremos ¿sabes porque?, porque eres un héroe y gracias a ti nosotros viviremos- la única respuesta que recibí fue una sonrisa y el movimiento de su cola que cada vez se hacía más y más lento hasta que dejo de moverse y sus ojos se cerraron para siempre.
Luego
de habernos despedido de nuestro eterno amigo caminé dos pasos hasta
donde estaba el arma del soldado, y luego inspeccioné su cuerpo que
estaba tendido en el suelo, le quité su cuchillo, brújula,
cantimplora y sus municiones para la pistola. Antes de avanzar escupí
su cuerpo y les hice una señal a Hanna e Ismael para que siguiéramos
con nuestro camino...
CAPÍTULO
6 parte 2.
En
el ambiente se respiraba un clima tenso, un silencio propio de un
velorio, solo interrumpido por el suave llanto de Hanna.
- Toma- le dije a Ismael, mientras extendía mi mano para darle el cuchillo de guerra que le había robado a el soldado nazi.
- Gracias- y volvió a reinar el silencio.
Cada
vez estábamos más y más lejos de nuestros captores, sentíamos
como nuestros corazones palpitaban a un ritmo acelerado, como cuando
escapamos de Berlín, en aquel plan ideado por Ismael. Cuanto más
avanzábamos más nos convencíamos de que podríamos lograr escapar.
- Allí está- me dice Hanna cuando al doblar por una esquina pudimos ver el tejido.
- Vamos, vamos, estamos muy cerca -corrimos lo más rápido que nos permitían nuestros demacrados cuerpos.
- Isac dame las pinzas.
- Toma – en el momento que sentí su mano al darle la herramienta pude sentir como temblaba, hasta el punto de que se le resbalo la misma y cayó al suelo.- dejame a mi, yo me encargo- y tomé la posición de Ismael. Luego corté los alambres, que eran más duros de lo que creíamos y pude abrir un hueco lo suficientemente grande como para que escapemos todos- salgan ya!
Corrimos,
corrimos como nunca, sentíamos el viento chocar contra nuestros
rostros, y por primera vez en mucho tiempo nos sentíamos libres, sin
ataduras ni torturas. Libres corriendo hacía un lugar mejor, donde
poder dormir, comer y amar sin sentir que puedes morir en cualquier
momento. Esa clase de libertad no la dejaríamos ir jamas, tendrían
que matarnos para quitarnos la sensación que estábamos sintiendo en
ese preciso instante. Pero si bien habíamos logrado escapar de ese
lugar, también sabíamos que esto recién empezaba, debíamos
movernos rápido, porque en cualquier momento los soldados se darían
cuenta que alguien había roto el tejido, matado a uno de los suyos y
escapado. Esa era la mayor humillación que podría sentir un nazi.
- Debemos alejarnos lo más rápido posible. Aún no estamos a salvo – al decir esas palabras logré hacer que Hanna e Ismael bajaran de la nube en que viajaban, se habían olvidado de que aún teníamos kilómetros y kilómetros por recorrer, sin hablar de la poca comida y la amenaza de que nos encuentren.
Ninguno
habló, corrimos y caminamos durante horas y horas, parando para
descansar de vez en cuando y tomar un poco de agua. La única que
podía comer era Hanna ya que estaba embarazada y no podía darse el
lujo de poner en peligro a esa criatura que llevaba en su interior, y
menos en ese instante en el cual la libertad estaba tan cerca.
Después
de tanto caminar decimos que era mejor buscar un lugar donde poder
acampar, hasta que encontramos el hueco de un árbol lo
suficientemente grande como para los tres. Decidimos dormir todos
juntos y apretados el uno con el otro para darnos calor ya que la
noche se había vuelto fría y tenebrosa.
A
mitad de la noche Hanna me abraza y me dice algo al oído.
- Quiero que sepas que te amo, y que si esto no terminara bien – en ese instante le puse mi dedo en sus labios para que no dijera lo que pensaba decir.
- Por favor no digas esas cosas -mientras de mis ojos se desprendían un par de lágrimas, secas, lágrimas que mi cuerpo no fue capaz de crear durante mucho tiempo- lo lograremos, saldremos de esta, como las muchas veces ya que lo hemos logrado.
- Lo se, sé que saldremos de aquí, pero necesito decirte esto, por favor.
- Dime...
- Quería que sepas que te amo, que no me imagino una vida sin ti a mi lado, y creo que prefiero no vivir a no tenerte conmigo, apoyándome, protegiéndome y escuchándome. Pero si esto no terminase bien, con un final feliz para mi, quiero que sepas que debes seguir adelante, no rendirte nunca, vive una vida larga y plena, busca una mujer digna de ti, casate con ella y sean felices.
- Eso lo haremos tu y yo cuando esto termine te lo aseguro- y le di un beso en su tierna boca, un beso húmedo y profundo, mezclado con ternura y cariño, ese cariño que nos teníamos. Terminamos cediendo ante el cansancio y durmiendo uno abrazado al otro.
- Noooooo, suéltenme, ayuda!!!- luego siento como me golpean con algo y caigo al suelo inconsciente.
De
a poco fui abriendo mis dos ojos, era temprano y el sol impedía que
viera con claridad, hasta que vi que estábamos frente a una multitud
de soldado y prisioneros.
- Esta es la última vez que esto pasa, si alguien intenta escapar de nuevo van a sufrir lo mismo que van a sufrir ellos o quizás más. - el que hablaba era Meller- no pudieron ni escapar de nosotros un día entero, la mejor oportunidad que tuvo cualquier prisionero de escapar y ni así pudieron dejar atrás este campo, que ya es como su hogar ¿verdad? Entonces quiero que piensen bien las cosas antes de hacer algo tan loco como lo que hicieron estos estúpidos, estas ratas asquerosas que no merecen mi atención ni por dos segundos- pum, todo quedo en silencio. Con un movimiento muy hábil Meller saco su pistola y le dio un disparo en la cabeza a Ismael. Yo quedé perplejo, inmóvil, sin poder decir ni hacer absolutamente nada. En menos de dos segundo las vida de mi amigo se había desvanecido, ya no estaba, su cuerpo nos había dejado para siempre...
Nadie
dijo nada, el lugar quedo en un completo silencio. Muchas caras
asustadas y lágrimas de mujeres decoraban el paisaje tan aterrador
que tuvieron que presenciar.
-
Ahora ven lo que pasa si nos desobedecen, si hacen algo que a mi no
me guste y que no apruebo. He? He? Lo ven, no son nada para mi, puedo
exterminarlos en cualquier momento, cuando yo quiera doy la señal y
todos terminan como la cucaracha esta que está en el piso. Así que
no me provoquen, no jueguen con su suerte, ya demasiada suerte tienen
que aún siguen con vida, si fuese por mi ya ni eso tendrían. -
entonces comienza a caminar de un lado al otro, observando a las
personas que allí se encontraban, mientras el cuerpo de mi amigo era
apaleado por otros dos soldados.
Entonces
cuando ya se vio aburrido de caminar en silencio, se aproximó a una
anciana y la tomo del bazo mientras su cara expresaba todo el asco
que le producía esa acción.
- Dime tu nombre – le dije en voz muy alta Meller a la anciana.
- Mi nombre el Ada señor. - la pobre no podía ni levantar la cabeza para ver la cara de ese hombre.
- ¿Ada que piensas de lo que han hecho tus amigos?- le preguntó con una sonrisa burlona en su rostro. La mujer asustada respondió al instante.
- No son mis amigos. Se lo juro por mi vida que no son mis amigos.
- Tu vida no vale nada para mi, así que tu juramento no tiene sentido por ende...
Sonó
otro disparo, Meller acaba de fusilar a la pobre anciana...
- Entonces... después de este aperitivo que nos dimos el lujo de tener, puedo continuar con mi aburrido discurso, y de ante mano les pido perdón por ser tan aburrido a la hora de dar discursos. Pero bueno aquel que tenga alguna objeción puede decirlo con toda confianza que no va a haber ningún problema- pero el silencio reinaba, todos estaban muy asustados para ser tan tontos y decirle algo a ese asesino – veo que lo están pasando de maravilla al igual que yo, ya que no se han quejado ni una sola vez. Eso es bueno, muy bueno. Y como veo que están muy interesados en mis palabras, creo que me siento listo para continuar con mi discurso. Bueno como les decía ustedes no pueden ser tan tontos para intentar escapar, saben que los vamos a agarrar y después matar, no tiene sentido que se arriesguen tanto. Por lo menos saben que si se quedan aquí van a estar protegidos por todos nosotros, ¿qué más pueden pedir?- hizo una nueva pausa y se aproximo a donde estaba tirada Hanna – ¿puede ser que usted esté embarazada?.
Y
Hanna muy nerviosa, con miedo y pensando en mi seguridad responde- si
señor.
- En hora nueva felicidades para usted y el padre de la criatura, y dígame si no es mucha molestia ¿de quien es, del muerto o del otro que está allí tirado?- le hace una nueva pregunta pero esta vez me señala con el dedo.
- El de él señor -responde Hanna mientras también me señalaba con el dedo.
- Bueno veo que no perdieron el tiempo. Debe ser difícil ver morir a un hijo, ¿verdad?- y esta vez la pregunta iba dirigida a mi.
- Eso creo – le respondo mirándolo a los ojos sin miedo y con mucho odio.
- Yo la verdad es que no tengo hijos, dí mi vida a la causa y hasta que no llegue el momento indicado no traeré al mundo a una criatura inocente que tendrá que vivir rodeados de pestes como ustedes. No es lo que quiero para un hijo mio, con mi sangre y herencia. Pero porque no me dices tu que es perder a un hijo ya que yo no podré experimentar esa experiencia en mi vida.
- Disculpe pero yo no ten...- y veo como el maldito deja de escuchar mis palabras y se aproxima a Hanna y le da una patada en su panza. - Hanna noooo!- intenté levantarme, pero al instante volví al suelo impulsado por el golpe de un soldado.
- ¿Así que se siente?- me pregunta Melle.
- Maldito hijo de perra, te voy a matar yo mismo por lo que le hiciste a ella y a mi amigo.
- Cállate no estas en condiciones de amenazar a nadie.
- Escucha mis palabras dejala en paz o te matare, lo juro que lo haré!!!!
- Veo que no pudiste entender el punto, pero también descubrí cual es tu mayor debilidad. Es decir ella.- y comenzó a reír como el loco que era – soldado tráigamela, que vamos a reponer la criatura que por accidente acabamos de matar.
- Si señor -le responde un soldado.
En
el momento en que vi que todos estaban prestando atención a lo que
hacía Meller con mi mujer yo sentí como algo me apretaba en la
cintura. Cuando vi que nadie me veía tanteé la zona y vi que era el
cuchillo que le había dado horas atrás a Isamel. Se ve que se las
había ingeniado para poner el cuchillo dentro de mis ropas antes de
que nos capturaran.
Cuando
creí que todo estaba perdido y este era el final de nuestra
historia, todo el mundo quedó paralizado, a lo lejos se escuchaba
como se aproximaban una especie de tanques de guerra y también se
oía muchos gritos en un lenguaje que yo no entendía en ese momento.
Todos los soldados cambiaron su expresión al instante, dejaron esas
sonrisas y la transformaron en muecas de miedo.
- Prepárense!!! - Grito Meller- ya están aquí, llegaron mucho antes.
- Señor que haremos?- le pregunto un soldado joven que nunca había luchado en su vida.
- Vayan a las trincheras, debemos agarrarlos por sorpresa.
- Si señor.
Ya
nadie le prestaba atención a los prisioneros, los cuales no sabían
que hacer. Pero yo si tenía un plan, era el momento por el cual
tanto esperé.
- Corre debemos irnos ya! - era Hanna que se había escapado.
- No, tú escondete que yo terminaré con algo antes. - mis ojos no la miraban a ella, sino que apuntaban a la dirección donde se había ido el maldito bastardo de Meller.
- No por favor, ven conmigo, nos iremos de este lugar.
- Hazme caso y escondete!! yo iré a por ti te lo juro.
- De acuerdo- y salió corriendo a esconderse en el huevo de una de las barracas.
Yo
corrí en dirección donde estaba Meller, ya al verlo me escondí
para que él no me viera. Cuando me dio la espalda corrí hacía el y
lo empujé al piso.
- Llego tu hora hijo de perra- le dije cuando estaba encima de él.
- Jaja que gracioso que eres. Te piensas que con matarme vas a conseguir salir vivo de este lugar? Te equivocas amigo mío. Yo te mataré a ti!
Y
comenzó una larga lucha en el suelo, ambos habíamos perdido
nuestras armas al chocar y caer al suelo, y nuestra lucha se basaba
en ver quien llegaba primero a agarrar una de las dos. Ninguno cedía,
ambos deseamos matar al otro, había fuego en nuestros ojos, la
adrenalina corría por mi cuerpo, de tal manera que me sentía como
un adicto. Cuando por fin logré quedar arriba de él y ser capaz de
tomar su pistola se la puse adentro de su boca. Él quieto e inmóvil
no decía ninguna palabra, hasta que sentí como sus pantalones se
mojaban por el miedo.
- Llegaste hasta aquí, y yo voy a ser el que tenga el placer de matarte, de que sea a mi a quien le salpique tu sangre.
- Jaja no me importa, hazlo, de todas formas morir...- y antes de que terminara la última palabra jalé el gatillo y lo mate. Toda su sangre quedo en mi cara y pecho, pero me sentía bien. Me había vengado por fin.
- Isac noooooo! - era la voz de Hanna, al darme vuelta veo que ella corría hacía mi, y que muy cerca de eso había un solado que me apuntaba a unos 5 metros de distancia. Al ver esa escena me di cuenta lo que estaba pasando y no quería que eso sea cierto.
- Hanna no! Agachate! - le grite pero no me hizo caso, cuando giro mi cuerpo para dispararle al soldado, él lo hace primero, cierro lo ojos y me apronto para morir. Pero en vez de eso Hanna cae a mis pies con un bala alojada en su corazón. Miro al soldado y se había quedado sin municiones, cuando está dispuesto a cargar tomo la pistola y le doy un tiro en su cabeza. Al instante me arrodillo ante Hanna y la miro a los ojos. - mi amor vas a estar bien te lo juro.
- No dejes que el odio te consuma Isac, eres mejor que eso. Te amo y lo seguiré haciendo después de la muerte. Jurame que vas a seguir con tu vida y sobrevivirás a todo lo que se te cruce en el camino.
- Lo haremos juntos mi vida...
- No, no podremos, pero tú si lo puedes hacer, hazlo por ambos, vive la vida que teníamos planeada y disfruta de todo lo que la vida te da, porque eres una persona muy bue...- y dejo de hablar, mi amada no pudo terminar su última palabra, murió salvándome a mi, yo debería ser quien este muerto no ella.
La
abracé, y cerré sus bellos ojos, que ya no tenían esa luz especial
que la caracterizaban, y menos su hermosa sonrisa decorada con el
lunar en su pómulo derecho. Por mi había muerto. Por mi odio y sed
de venganza, un alma inocente dio su vida. Lo único que podía hacer
era intentar hacer lo que ella me encargó. La besé por última vez
y salí corriendo a donde se estaba llevando a cabo toda la acción.
Tome las municiones del soldado que había matado a mi amada y corrí
en busca de ayuda.
En
el patio de en frente solo quedaban los restos de la batalla librada.
Cuando llegó veo como soldados con la bandera de la URSS ayudan a
los prisioneros que sobrevivieron a la batalla. Luego me senté y
cerré los ojos, intentando no pensar en nada y en ni ver el rostro
de Hanna en mi mente, pero era imposible, no podía dejar de pensar
en ella. Más tarde unos soldados se aproximaron a mi y me indicaron
que suba al camión.
- Hola soy Robert- me dijo un soldado rubio cuando íbamos en camino a no se donde.
- Hola soy Isac.
- Un gusto isac, pude ver como mataste a mierda de persona de Meller, sinceramente lograste hacer lo que media URSS quiere. Felicidades.
- Gracias, se lo merecía.- si bien hablaba con él, me sentía ausente, mi cuerpoe staba pero mi mente no.
- Exacto, te nos quieres unir?- me pregunta sin rodeos.
- Unirme a qué?
- A nuestro ejercito, tendrás la oportunidad de matar más gente como Meller.
- Ya no tengo razones para vivir, y si puedo vengar a mis amigos y familiares lo haré.
- Concuerdo contigo – me dijo mientras sonreía.
Y
se fue sin decir mas nada a hablar con sus compañeros...
Ya
han pasado tantos años y aún hoy en día no puedo dejar de recordar
su cara, su sonrisa, esos ojos que enamoran a cualquiera. Su humor
extraño pero acogedor. Nunca pude sacarme a Hanna de la cabeza y a
esta altura de mi vida no lo lograré. Tampoco pude cumplir con su
pedido, no pude estar con más nadie, y mucho menor mantener una
familia. Me dedique a matar nazis y luego a vivir en una granja,
viviendo solo sin nadie que me haga compañía. Muchos amigos rusos
murieron en batalla, otros se fueron del país a los Estados Unidos y
yo recordando cada día esta historia que he plasmado en estos
papeles que supieron ser blancos y ahora son un manuscrito para aquel
que quiera saber lo que he vivido y conocer un poco más mi historia.
No
se si podré morir tranquilo, no se si podré seguir viviendo, pero
por lo menos le hice un homenaje a esa mujer tan importante para mi,
nunca olvidaré le día en que la conocí en esa reunión secreta,
ella, bajita, morena, muy simpática, con sus hermosos ojos marrones
y su lunar...
A
la mañana siguiente suena la puerta de la casa de Isac, un golpe,
dos golpes, tres golpes y nadie respondía. Al otro lado de la puerta
se encontraba un muchacho joven con su grabadora en la mano esperando
ser atendido por un veterano de guerra y famoso dentro de Rusia.
- Hola hay alguien en casa? -pegunto, pero no recibió respuesta alguna. Al pasar unos cinco minutos decidió dar caminar al rededor de la casa, cuando pasó por la venta del cuarto donde dormía Isac, golpeo el vidrió, pero seguía sin obtener respuesta.- Señor Isac se encuentra por ahí? Soy Mark, había quedado en venir hoy a hacerle una entrevista sobre su vida, lo recuerda? - pero no respondían.
Cansado
de esperar miró más detenidamente por la ventana y lo vio allí
durmiendo abrazado a unos cuantos papeles escritos. Así que fue
hacía la puerta trasera y entró a la casa, al entrar al dormitorio
supo que Isac se encontraba muerto, tendido en su cama abrazado a su
manuscrito.
El
muchacho triste tomó el manuscrito y leyó las primeras dos paginas.
En ella decían: '' Para que seas recordada eternamente mi amor, la
persona que me salvo no solo la vida, sino de mi mismo. Hanna'' y por
otro lado se veía escrito: ''Relato de un fugitivo''.
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