domingo, 20 de abril de 2014

UNA PALABRA QUE DICE MUCHO

UNA PALABRA QUE DICE MUCHO


Mientras iba caminando con su pena, va diciendo que es una sirena... esa era parte de la canción que iba escuchando marcos, mientras caminaba por la oscuras calles de Montevideo, sin prestar atención a lo que pasaba a su alrededor, oculto tras su auriculares, dejando que la música se apoderara de su cuerpo y alma.
Eran las nueve de la noche, hacía un poco de frío, cosa esperable para la altura del año que se encontraba, a pesar de eso salió con poco abrigo, solo un canguro, que a su opinión era lo único que necesitaba.
Iba rumbo a la casa de su novia, con ansias de verla. Cuanto más cerca se encontraba, sentía cada vez más los nervios que se iban acumulando en el fondo de su pecho. A pesar de llevar juntos más de medio año el los seguía sintiendo de vez en cuando.
En su mochila llevaba una tableta de chocolate para regalarle. Ya era costumbre que le regalara cosas de ese estilo. Ella le decía que era un tonto por gastar en eso, pero el argumentaba que le gustaba consentirla, a demás con el simple hecho de verle la sonrisa que se le dibuja, al recibir el regalo, le alcazaba para sentirse satisfecho.
Al llegar toco el timbre y espero a que le abriera. Al verla la tomo de la cintura y le dio un beso profundo y largo, signo de que no se veían hace unos días, lo suficiente para extrañarla.
- Opa - le dijo sorprendida, después del beso.
- Disculpa jaja, necesitaba hacerlo- le respondió Marcos con una sonrisa picarona.
- No seas boludo, me encantan esos besos, más cuando son inesperados.
Rieron y entraron a la casa. Más tarde decidieron ir a caminar por la rambla y sentarse juntos a fumar una cigarro.
-¿ Sabes algo?- le dijo Marcos a su novia.
- ¿Qué?- le pregunto intrigada.
- Creo que te amo - y las palabras quedaron colgadas en el aire sin que ninguno dijera nada más.

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domingo, 20 de abril de 2014

UNA PALABRA QUE DICE MUCHO

UNA PALABRA QUE DICE MUCHO


Mientras iba caminando con su pena, va diciendo que es una sirena... esa era parte de la canción que iba escuchando marcos, mientras caminaba por la oscuras calles de Montevideo, sin prestar atención a lo que pasaba a su alrededor, oculto tras su auriculares, dejando que la música se apoderara de su cuerpo y alma.
Eran las nueve de la noche, hacía un poco de frío, cosa esperable para la altura del año que se encontraba, a pesar de eso salió con poco abrigo, solo un canguro, que a su opinión era lo único que necesitaba.
Iba rumbo a la casa de su novia, con ansias de verla. Cuanto más cerca se encontraba, sentía cada vez más los nervios que se iban acumulando en el fondo de su pecho. A pesar de llevar juntos más de medio año el los seguía sintiendo de vez en cuando.
En su mochila llevaba una tableta de chocolate para regalarle. Ya era costumbre que le regalara cosas de ese estilo. Ella le decía que era un tonto por gastar en eso, pero el argumentaba que le gustaba consentirla, a demás con el simple hecho de verle la sonrisa que se le dibuja, al recibir el regalo, le alcazaba para sentirse satisfecho.
Al llegar toco el timbre y espero a que le abriera. Al verla la tomo de la cintura y le dio un beso profundo y largo, signo de que no se veían hace unos días, lo suficiente para extrañarla.
- Opa - le dijo sorprendida, después del beso.
- Disculpa jaja, necesitaba hacerlo- le respondió Marcos con una sonrisa picarona.
- No seas boludo, me encantan esos besos, más cuando son inesperados.
Rieron y entraron a la casa. Más tarde decidieron ir a caminar por la rambla y sentarse juntos a fumar una cigarro.
-¿ Sabes algo?- le dijo Marcos a su novia.
- ¿Qué?- le pregunto intrigada.
- Creo que te amo - y las palabras quedaron colgadas en el aire sin que ninguno dijera nada más.

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UNA PALABRA QUE DICE MUCHO


Mientras iba caminando con su pena, va diciendo que es una sirena... esa era parte de la canción que iba escuchando marcos, mientras caminaba por la oscuras calles de Montevideo, sin prestar atención a lo que pasaba a su alrededor, oculto tras su auriculares, dejando que la música se apoderara de su cuerpo y alma.
Eran las nueve de la noche, hacía un poco de frío, cosa esperable para la altura del año que se encontraba, a pesar de eso salió con poco abrigo, solo un canguro, que a su opinión era lo único que necesitaba.
Iba rumbo a la casa de su novia, con ansias de verla. Cuanto más cerca se encontraba, sentía cada vez más los nervios que se iban acumulando en el fondo de su pecho. A pesar de llevar juntos más de medio año el los seguía sintiendo de vez en cuando.
En su mochila llevaba una tableta de chocolate para regalarle. Ya era costumbre que le regalara cosas de ese estilo. Ella le decía que era un tonto por gastar en eso, pero el argumentaba que le gustaba consentirla, a demás con el simple hecho de verle la sonrisa que se le dibuja, al recibir el regalo, le alcazaba para sentirse satisfecho.
Al llegar toco el timbre y espero a que le abriera. Al verla la tomo de la cintura y le dio un beso profundo y largo, signo de que no se veían hace unos días, lo suficiente para extrañarla.
- Opa - le dijo sorprendida, después del beso.
- Disculpa jaja, necesitaba hacerlo- le respondió Marcos con una sonrisa picarona.
- No seas boludo, me encantan esos besos, más cuando son inesperados.
Rieron y entraron a la casa. Más tarde decidieron ir a caminar por la rambla y sentarse juntos a fumar una cigarro.
-¿ Sabes algo?- le dijo Marcos a su novia.
- ¿Qué?- le pregunto intrigada.
- Creo que te amo - y las palabras quedaron colgadas en el aire sin que ninguno dijera nada más.